Título: For Good.
Capítulo: 3: Pausa y retroceso [Blaine]
Personajes: Blaine Anderson. Kurt Hummel. Menciones de Finn Hudson y Rachel Berry.
Parejas: HummelBerry. En este capítulo: Mucho Klaine + menciones de Finnchel.
Extensión: 3053 palabras
Advertencias: Cantidades excesivas de Klaine para ser un HummelBerry. Sexo poco explícito. Un Blaine Anderson que se come mi cabeza.
Notas: Me siento un poco avergonzada de lo Klaine que me salió este capítulo, pero creo que todos sabemos que es un poco lo que tenía que pasar, y además amo meterme en la mente de Blaine. Están advertidos, este fic va a ser así, saltando continuamente hacia el Klaine/Finnchel, o incluso otras parejas. Y hasta ni sé si va a terminar en HummelBerry porpiamente dicho.
Dedicatoria: A
michan_kitamura . Porque es HummelBerry y es Klaine. Period.
1: Por un rato [Kurt] 2: Tensión [Rachel] Blaine se sorprendió un poco cuando fue Finn quien le abrió la puerta. Pero luego se fijó en las ojeras y en los dedos crispados del muchacho, y no hacía falta ser un genio para imaginarse que había peleado con Rachel, sobre todo considerando que faltaban solo mes y medio para que viajaran hacia New York. Blaine, Kurt y Rachel. No Finn. Blaine los admiraba a los dos por haber sido capaces de mantener la mente fría y poder separar las cosas: Rachel quería estudiar actuación, y si quería estudiar actuación, tenía que hacerlo en New York; Finn, por el contrario, había optado por una carrera más tranquila y menos pretenciosa, y prefería quedarse en Lima para echarle una mano a Burt con el taller, y porque en el fondo era un animal de costumbres, y le costaba despegarse de lo que siempre había considerado aferrado y seguro. Habían decidido que cada uno tomaría su propio camino, y que seguirían juntos, sobreviviendo a base de veranos, Skype y escapadas espontáneas, hasta que cualquiera de los dos dijera basta. Era la decisión más madura que jamás habían tomado en su relación, y Blaine estaba admirado. Tanto él como Kurt habían soñado desde siempre con ir a New York, y desde que estaban juntos, ese deseo se había intensificado al máximo, porque darían cualquier cosa por salir del agujero, como Kurt solía llamarlo, y poder vivir en una ciudad en la que pudiesen caminar de la mano por la calle sin despertar murmullos. Jamás habían tenido que plantearse nada, porque era el sueño individual de cada uno, y también su sueño como pareja. De todas formas, si la situación hubiese sido distinta, Blaine no podría asegurar que él no hubiese aceptado New York por el simple hecho de estar con Kurt. Desde esa perspectiva, podía entender las tensiones, los miedos y las inseguridades de Finn y Rachel.
Y si Finn y Rachel habían peleado la noche anterior, o esa misma mañana, el motivo por el que Kurt no había ido a abrirle la puerta seguramente era que estaba en su cuarto consolando a Rachel. Blaine saludó a Carole, que estaba en la cocina preparando el almuerzo, con un beso, y subió diligentemente las escaleras hacia el cuarto de Kurt. Entró sin golpear, porque no oyó voces desde el otro lado de la puerta, y era temprano, y si seguían durmiendo, Blaine no quería despertarlos.
Blaine entró al cuarto, y se sorprendió un poco al encontrarse frente a la espalda de Kurt, quien estaba cambiando las sábanas de su cama.
- Buen día.- Dijo mientras lo tomaba de la cintura para darle un rápido beso en los labios.- Hoy es sábado.
- Aún creo ser capaz de recordar en que día vivo, gracias.
Kurt le respondió con su tono ácido, y Blaine supo enseguida que estaba a la defensiva, porque su ofensiva siempre había sido la mejor defensa de Kurt. Blaine llevaba el tiempo suficiente saliendo con Kurt como para saber que el mal humor no era necesariamente su culpa, pero eso no le servía de mucho consuelo porque, fuese de quien fuese la culpa, en general el que terminaba pagando los platos rotos era él. Era algo intrínseco de Kurt, eso de herir cuando estaba herido, sin miramientos hacia quién o hacia el por qué. Blaine sabía que era quien recibía la mayor proporción del daño colateral porque era quien estaba más tiempo a su lado como para recibirlo, pero también porque era el más vulnerable: el más abierto, el más entregado. Por eso, cuando Kurt se calzaba su ingenio y su cinismo como armas, a Blaine no le quedaba otra opción que dar marcha atrás, reorganizar las tropas, reconstruir las defensas; de otro modo, la mínima interacción con Kurt lo haría terminar exhausto en su cama, empapado en sangre, sudor y lágrimas.
- Estás cambiando las sábanas. Sólo lo haces los lunes y los jueves. Me pareció oportuno recalcar que hoy es sábado.
Al parecer, Kurt consideró la respuesta como válida. Se acercó a Blaine con la sábana que acababa de quitar de la cama entre las manos, y se la colocó justo debajo de la nariz. Al moreno lo invadió un ramalazo de aroma a vainilla.
- Imagino que Rachel y Finn discutieron y que no quieren volver a verse hasta el Día del Juicio Final.- Kurt asintió con la cabeza.- Y que Rachel durmió aquí anoche.
Kurt no contestó, pero alzó el mentón, orgulloso, como desafiándolo a que hiciera un comentario al respecto. Blaine no lo hizo, porque tampoco hubiera sabido qué decir. No estaba celoso de Rachel, pero le gustaba pensar que existían ciertos límites: que dormir con Kurt era un privilegio que le pertenecía. Pero Kurt tenía ideas mucho más desenfadadas, y no era la primera, ni sería la última vez que una de sus amigas se metiera en su cama. Blaine apretaba los puños y lo aceptaba con más esfuerzo que buena voluntad porque, una vez más, así era Kurt.
- Nunca antes te había molestado el perfume de Rachel.
- Ahora me molesta.
Blaine se encogió un poco. Sabía que no era su culpa- que no podía ser su culpa-, pero Kurt era tan habilidoso en que pareciese que lo era.
- Está bien.- Respondió finalmente porque, ¿qué otra cosa podía decir? Aunque no estuviese bien, Blaine haría lo humanamente posible para que lo estuviese.
Kurt había terminado de poner sábanas limpias en su cama, y se había sentado en ella sin colocar el cobertor. No era algo normal, aunque Kurt llevase esa ropa ligera que no era un piyama, pero que usaba solo para estar por casa. Sin embargo, no hizo ningún comentario al respecto, porque ya se había dado cuenta de cuál era el ambiente predominante, muchas gracias. Kurt palmeo la cama a su lado, y Blaine parpadeó, confuso. ¿En serio? ¿Realmente le estaba pidiendo que fuera a sentarse a su lado en la cama, cuando ambos sabían que, como mínimo eso terminaría en una sesión de besos subida de tono? Bueno, quizás era lo que estaban necesitando. Menos palabras y más besos. Blaine se levantó y fue a sentarse al lado de Kurt. El castaño le apoyó un único dedo en el pecho, y lo obligó a acostarse. Okey, eso sí que era extraño, porque Blaine llevaba ropa de calle y jamás en su sano juicio Kurt le hubiera permitido que se metiese así en su cama. Y menos aún con sábanas recién puestas. Entonces Kurt se puso de pie para poner el cerrojo a la puerta.
Oh.
Kurt se sentó a su lado en la cama, y Blaine se sentía extraño estando acostado, pero agradeció no haberse sentado cuando Kurt le tomó la mano y le dijo una de esas cosas que rara vez salían de los labios de Kurt Hummel.
- Lo siento. Rachel patea mientras duerme. No dormí bien anoche, y estoy de mal humor.
- Está bien, Kurt. No te preocupes.
El castaño no respondió, pero comenzó a acariciarle el dorso de la mano con el pulgar. Luego se la llevó a los labios y comenzó a besarle la yema de los dedos. Que el diablo se lo llevase si Blaine no sabía, a esa altura del partido, lo que significaba eso.
- Kurt…
- Shhh. Por favor, Blaine. Por favor.
¿Por favor qué? A Blaine le dolía la cabeza, el aroma, la piel y el calor de Kurt intoxicándole los sentidos, no dejándole pensar claramente. ¿Por favor qué? ¿Por favor peleemos, por favor no peleemos? ¿Por favor vete, por favor quédate? ¿Por favor no me dejes, por favor déjame dejarte? ¿Por favor entiéndeme, por favor no intentes entenderme? ¿Por favor quiéreme, por favor déjame odiarte? Blaine conocía a Kurt lo suficiente como para saber que podía estar queriendo decir todo eso, y también muchísimo más. Y como Kurt se le había reclinado un poco encima, la reacción refleja de Blaine fue tomarlo de las solapas de la camisa y atraerlo hacia si, capturando sus labios en un beso. No tenía respuestas, así que esperaba que eso pudiera ser respuesta suficiente.
Kurt se dejó caer a su lado en la cama y se besaron, primero lentamente, para luego ir subiendo en intensidad. Blaine podía sentir el mal humor de Kurt dentro del beso, que se traducía en un principio de violencia, en ferocidad, en sed. El Kurt furioso, el Kurt herido e hiriente era algo que Blaine procuraba evitar en su vida diaria, pero no podía evitar excitarse cuando Kurt liberaba esas tensiones en el sexo. Aunque luego tuvieran que sentarse y hablar- y lo harían, porque si no se sentaran y hablaran sobre absolutamente todo, dejarían de ser Kurt y Blaine, como decía Finn-, siempre era mucho más fácil si Kurt se tranquilizaba primero. Y a Blaine no le importaba si era un axioma que existía desde que el hombre era hombre: que Kurt era más accesible y más amable después de un orgasmo era un conocimiento que le había costado tiempo y esfuerzo obtener, así que Blaine se aferraba a él como si fuese un logro. Y si creía que podía sacar provecho de la situación en ese sentido, sin enloquecer, lo hacía sin dudarlo (y que no se le malentendiera: la locura de cuidado era la que venía después del sexo, no la que ocurría durante, porque si hubiera debido evitar esa locura, directamente no podría haber tenido sexo con Kurt Hummel, muchas gracias).
Blaine tenía claros sus intenciones y sus objetivos, pero eran suyos, y por eso no dejó de sorprenderse cuando sintió la mano de Kurt bajando por su pecho y su estómago hasta alojarse en su entrepierna. Bueno, aunque él no lo hubiese pensado de antemano, luego de ese hecho, era claro cuál iba a ser la serie de acontecimientos de aquella mañana. Kurt le acariciaba la entrepierna y le mordisqueaba el cuello, y Blaine no podía hacer otra cosa que gemir, un poco porque realmente Kurt lo hacía gemir, pero otro poco porque sabía que era lo que le gustaba a Kurt cuando estaba de ese humor. Por el mismo motivo, dejó que fuera Kurt quien le desabrochara la camisa y los pantalones. A Kurt le gustaba tener el control, y a Blaine le gustaba darle el gusto. A veces, a Blaine le encantaba pensar que el sexo se había vuelto para ellos un poco como un juego. Otras veces, lo aterrorizaba.
Kurt se quitó la ropa- Kurt siempre se quitaba la ropa él mismo, porque decía que nadie más sería capaz de tratarla con el cuidado y el respeto que se merecía, muchas gracias-, y luego comenzó a descartar una por una las prendas de Blaine, hasta que estuvieron los dos completamente desnudos. No importaba que tan lejos hubieran llegado, ni cuantas veces: Blaine se seguía sintiendo sobrecogido ante la abrumadora sensación de vulnerabilidad que le sobrevenía al estar desnudo con Kurt en la misma cama. Quizás por eso Blaine era tan afecto a que se besasen tanto: de esa forma, Kurt no podía mirarlo tanto. No porque le diera vergüenza que su novio lo viera desnudo, ni nada por el estilo; los culpables eran los ojos de Kurt, los oscuros, ávidos, intensos ojos de Kurt durante el sexo. Los ojos de Kurt, que lo desnudaban más allá de la simple ropa, que lo penetraban y llegaban a meterse en un centro en el que Blaine se sentía chiquito y oscuro, y al que no sabía si quería que alguien llegara. Al menos no en esas circunstancias.
Por eso Blaine lo besó, y rodaron juntos en la cama, tocándose, acariciándose, gimiendo. Kurt tenía las manos fuertemente acomodadas en las nalgas de Blaine, y esa era otra de las cosas que a Blaine le gustaban de Kurt cuando estaba enojado: que mandamás que se volvía, pero también qué posesivo. Las manos de Blaine estaban en todos lados, tocando cada centímetro de piel blanca que podían alcanzar, porque ese era el Blaine que complementaba al Kurt posesivo y autoritario: el Blaine un poco desesperado, un poco fuera de sí, un poco necesitado. Luego de cinco minutos de besos jodidamente buenos, y de los dedos de uñas largas de Kurt dejando marcas en sus nalgas, Blaine comenzó a implorar a Kurt que lo tocara, un poco porque ese era su papel, pero sobre todo porque nunca antes habían llegado a ese punto sin que Kurt lo tocara y, sinceramente, Blaine sentía que iba a volverse un poco loco si eso no se remediaba pronto. Sin embargo, Kurt negó con la cabeza y extendió un brazo para sacar el lubricante y un preservativo del cajón de la mesita de luz, y colocarlos en las manos de Blaine.
Okey, eso si que estaba fuera del esquema.
No era como si Blaine nunca hubiera penetrado a Kurt antes, ni mucho menos, pero las circunstancias eran distintas. Diametralmente distintas. No era como si lo tuvieran planificado ni nada, pero en general la dinámica del sexo coincidía con ciertos patrones en el ánimo de los dos. Blaine solía ser activo en general en el sexo plenamente romántico, el que era más hacer el amor que sexo, y cuando el que se sentía dominante era él- aunque las apariencias engañaban, y Kurt podía ser un pasivo muy dominante si se le daba la gana. En cambio, cuando se dedicaban a jugar y a tomarse el pelo mutuamente- aunque Blaine podía ser un experto en eso-, o cuando Kurt estaba de ese humor posesivo y furioso, Blaine era el pasivo.
Blaine se congeló durante un instante, con el bote de lubricante en la mano, y aparentemente Kurt entendió la sorpresa y el curso de sus pensamientos, porque lo atrajo en un largo y apasionado beso. Cuando se separaron, Kurt procuró que sus frentes estuviesen pegadas para poder murmurarle.
- Quiero… quiero que me penetres. Quiero sentirte. Quiero sentir que soy tuyo, Blaine. Quiero poder recordarlo esta tarde y poder recordarlo mañana. Soy muy, muy gay, Blaine.
Blaine frunció el entrecejo. Ese no era su Kurt.
- Kurt, créeme, tengo pruebas más que suficientes al respecto. Y no por penetrar o por ser penetrado eres más o menos gay. Tú, entre todas las personas…
Kurt lo calló con un beso.
- Shhh. Lo sé. Lo sé, Blaine. Solo… solo necesitaba decírtelo. Decirlo. Realmente… realmente tengo ganas de eso, amor.
Blaine asintió con la cabeza. Esa era otra propiedad intrínseca de Kurt, que a veces amaba y a veces maldecía: uno nunca podía tener la certeza de estar pisando en terreno seguro con Kurt, porque en cualquier instante podía cambiar el ánimo, podía cambiar la dinámica, podía ponerse el mundo cabeza para abajo. Pero era Kurt, y uno no lo sentía como un ataque de histeria, o un principio de esquizofrenia: uno lo sentía como que el problema era de uno, que no era capaz de percibir los tantos niveles de profundidad que flotaban en el ambiente, y que Kurt, artista, hipersensible, emocional, manejaba con tanta fluidez.
Se abrazaron intensamente mientras Blaine introducía dos dedos húmedos dentro de Kurt para prepararlo, y Blaine nunca supo si realmente lo había oído o lo había imaginado.
Lo que realmente necesito es que mis sábanas huelan a ti.
- Rachel y yo nos besamos anoche.
Oh, demonios si todo no cobraba sentido en ese momento.
Bien, definitivamente esa era una de las características de Kurt que a Blaine le costaba tragar. ¿Cuál era la necesidad de decírselo así, quince minutos después de que acabaran de hacer el amor, aún desnudos y abrazados, cuando Blaine se sentía tan vulnerable pero tan cómodo? Blaine siempre sentía que Kurt tiraba y tiraba de más de la cuerda, y que lo hacía a propósito. No sabía si su objetivo era romper la cuerda o tener la certeza de que la cuerda no iba a romperse. No sabía si quería saberlo.
Rachel y yo nos besamos anoche.
La construcción de la oración era interesante; no Rachel me besó, si no nos besamos, lo que significaba que había habido consentimiento y participación mutua. Blaine sabía que a Kurt no se le pasaban por alto esos detalles. No estaba sorprendido, sino triste. No estaba enojado, sino herido. Se le ocurrían miles de escenarios en los que eso podría haber pasado y haber tenido algún sentido, pero a la vez no quería las excusas. No le importaban las excusas, no le importaban los escenarios. Más tarde, ya tendría tiempo para indagar en los por qué, porque sabía que no podría vivir toda su vida con la espina de la intriga clavada entre los dientes. Pero en ese momento no importaba si Kurt lo había hecho para salvar la vida de Blaine. Lo que importaba era la herida de la confianza traicionada, que, como toda herida, no desaparecería sin dejar cicatriz.
- ¿Por qué me lo estás contando?
- Porque creo que mereces saberlo.
- ¿Te arrepientes?
Kurt no respondió a la pregunta, y a Blaine no se le pasó por alto. En cambio, se apretó más fuerte contra el costado de Blaine, y Blaine lo abrazó más por inercia que por verdadero deseo.
- Quiero estar contigo, Blaine. Quiero hacer las cosas bien.
- Lo sé. Lo sé.
Se quedaron en silencio un rato. Blaine aún procesaba la información, sabiendo que quizás en dos horas estaría en su casa, llamando por teléfono a Wes o a Santana- o a ambos-, con el corazón en un puño y los ojos destrozados de lágrimas. Sabiendo que quizás en diez horas estaría odiando a Kurt con toda su alma, prometiéndose a si mismo no volver a caer jamás; sabiendo que quizás en tres días estaría tocando a la puerta de la casa Hummel pidiendo perdón y prometiendo arreglar lo que hubiese que arreglar, porque simplemente no podía vivir sin Kurt. Pero, al menos por un rato, era bueno poder jugar el papel de que no le importaba, de que podían estar bien de todas formas, de que no era más que una conversación amena y casual.
- Lo haremos funcionar, Kurt.- Dijo finalmente en voz alta.- No puedo decirte cómo, pero lo haremos funcionar. Siempre lo hacemos funcionar.
No sabía si lo estaba reafirmando para Kurt, o se lo estaba reafirmando a sí mismo.
Kurt se quedó en silencio.