Jul 29, 2008 21:19
Tabla: 30 frases
Fandom: Bailemos- Original
Claim: Gabriel/Amanda
Personajes: Idem + Nicolas + Luz.
Tema: #11 No pertenezco aquí.
Nº de palabras: 656
Notas: Emmm... Me enamoré de este fandom. Y eso. Cabe aclarar que Gabriel y Amanda son amiguísimos (aparte de pareja de baile), Luz es la novia de Gabriel, y Nicolás el hermano de Gabriel que tiene un especial interés en Amanda.
Advertencias: Ninguna.
No pertenezco aquí
A veces, tumbada en la cama de Gabriel, mirando hacia la pared con la espalda apretada contra la espalda de Luz, Amanda sentía que ese era el último lugar del Universo en el que debería estar. Especialmente cuando Luz (poco) disimuladamente empezaba a meterle mano a Gabriel, y él no le correspondía, pero tampoco hacía nada por evitarlo.
Porque aunque Amanda se esforzara en cerrar los ojos bien apretados, anular sus sentidos, quedarse dormida o incluso morirse, nunca podía lograrlo. Porque Amanda tenía una imaginación activa y frondosa y no podía hacer oídos sordos a los suspiros, no podía pretender que no sentía los estremecimientos del cuerpo de Luz como si fueran en su propia carne. Porque conocía demasiado bien aquellos dos cuerpos- el de Luz (cintura estrecha, pechos pequeños, manos suaves: menuda y frágil en todos los aspectos que pudiera imaginarse) porque entre ellas había algo que casi podría haber sido una amistad, el de Gabriel (extremidades largas, lindas manos, pecas y hoyuelos por todos lados; a la vez singularmente masculino e inexcusablemente sensual) porque había entre ellos algo que era más y que era menos que una amistad- como para que esa situación no le resultara increíblemente perturbadora.
A veces, Amanda se hacía la dormida o al menos simulaba ignorarlos cuando sentía los ojos de Gabriel clavados en sus omóplatos. Pero muchas otras se deslizaba fuera de la cama tratando de hacer el menor ruido posible.
A veces terminaba horas y horas llorando en el baño. (A veces, Nicolás la encontraba en ese estado y se sentaba con ella en el suelo, acunándola hasta que dejaba de llorar; otras muchas, Amanda se despertaba a la mañana enredada en sus brazos y arropada en su cama) Pero muchas otras Gabriel estiraba una mano y la tomaba de la mano (a veces de la muñeca; otras, de la cintura) y le decía sin palabras (pero con el sentimiento provocando que los ojos le brillaran) que, pese a Luz, siempre habría un lugar para ella en su vida (y en su cama).
Y esas veces, Amanda se estremecía y se olvidaba de lo que estaba sufriendo, de lo que lo maldecía otras tantas. Se olvidaba del consuelo ocasional de los brazos de Nicolás, de la maravilla de sus ojos suaves. Se olvidaba del aprecio que, pese a todo, sentía por Luz, y de la provocadora curva de su cintura desgarrándola desde la cama. Y era por ese solo instante que se daba sólo a veces de la piel caliente de Gabriel contra su piel palpitante (y no era que Amanda estuviera tan ávida y desesperada por el contacto físico con él: célula contra célula podían estar a menudo; era lo que encerraba el gesto lo que realmente importaba) que solía someterse sumisa y casi resignada a ese trance doloroso y antinatural. Que aceptaba ese lugar ajeno en esa cama que (creía) nunca sería suyo (pero no podía evitar pensar que debería haberlo sido).
A veces lo hacía para recordarse a si misma que Luz era tangible, y era real, y valía la pena, y si así como Gabriel la elegía a ella, Amanda, para ciertas cosas, había elegido a Luz como compañera de vida al menos transitoria, y ella debía respetar esa decisión. Pero muchas otras- y no podía evitar avergonzarse por eso- lo hacía para que Luz le quedara bien claro que también ella era real, tenía prerrogativas, luchaba como una leona por lo que deseaba y pensaba aferrarse con uñas y dientes a las migajas de su vida que Gabriel le reservara (por muy humillante que fuera).
Y Amanda sabía, en cierto modo, que pese a las pestañas oscuras demasiado cargadas de rimel, las manos de uñas bien pintadas y la sonrisa inocente, casi de niña, Luz entendía y aceptaba el desafío. Porque para Luz, el hecho de tener que disputárselo con Amanda, tácita o explícitamente, era casi tan excitante como Gabriel en si mismo.
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