De Anécdotas y Pensamientos... 115, 116, 117

Jan 18, 2011 15:09



¡Hola, Gente!

Como algunos de ustedes saben, el fin de semana antepasado fui a San Vito de Coto Brus, a la fiesta familiar de la rama materna de mi sangre. Y, como la mayoría de las veces que hablo de mi RL por estos lares, y como pueden ver en el título, de esas experiencias se vienen Anécdotas. ¡Aquí están!


El grifo que grita

En la casa donde nos hospedamos a donde hubiera un grifo, había otro que lo acompañara. El lavabo del baño (que estaba dentro de la pileta) acompañaba a la regadera. En la cocina, también dos: uno con agua totalmente pura y otra no tanto (que nunca supe distinguirlos) y los de la pila junto a la lavadora.

En éstos últimos, había uno que cuando uno lo abría, se oía como un chirrido viniendo de las tuberías, un lamento que no se iba hasta que se cerraba, que me hizo pensar en que sólo tenemos 0,001% del agua en el planeta para la subsistencia y en que cuando me ponía los lentes de contacto, mucha de esa agua se estaba desperdiciando, que el grifo que gritaba me estaba exigiendo y regañando por toda la humanidad y su mal uso de los recursos naturales.

… O que deberían buscar a un plomero para ver qué le pasaba a la tubería.


Historias… siempre historias

Como siempre cuando salgo a donde sea y aunque la mayoría del tiempo no los use, a San Vito de Coto Brus fueron a dar, en un bolso que también usé para otras cosas, “algo para leer y algo para escribir”. En este caso, dos cuadernos y cinco minilibros pa` pobres, o sea, de los libros de La Nación que son 80 páginas, casi siempre, de cuentos.

En el bus, medio dormida por el efecto de la pastilla anti-nauseas, me terminé de leer uno de esos cuentos de Iván Efremov y le dije a mi hermano, el que estaba a la par mía: estos cuentos son extraños, o los escogieron extraños. La gran mayoría del mismo se va en la descripción del viaje y, cuando por fin creemos que inició la historia… ¡Puf! Se termina.

Los otros cuatro “libros”, eran dos novelas cortas. Una era “Tirano Banderas” de Ramón del Valle-Inclán, que no terminé de leer porque está escrito como en Español de mediados de los XIX y, aunque iba entendiendo lo esencial, (y me gustaba como la sátira en ello), el proceso era tan engorroso que lo dejé. Luego estaba la otra novela corta en dos libros de la Nación, “Diario del año de la peste” de Daniel Defoe que se veía mejor escrito, pero que ¡Vamos! ¿Leer de la Peste? Y lo dejé para después, para ponerme a escribir de la lista de regalos de Navidad que llevé ahí. Terminé con uno y medio escritos, que no he pasado a la computadora pero en algún momento estarán.

Por otro lado, les contaré la historia del libro de Dune: Una noche, mi hermano llegó a la casa y dijo: “¡Esciam!” ¡Le traigo un regalo!”, y sacó un libro de bolsillo, grueso y con una portada muy interesante con la gran palabra DUNE de título. Y yo: “¡¡¡¡Wiiii!!!!” (Bueno, no lo dije, pero ya saben más o menos como me comporté). Pero, aún en mis cabales, le pregunté: “¿Quién se lo prestó o qué?”, y él me contó de qué se trataba: Un amigo y mi hermano se habían apostado a que él leyera ese libro, mientras el amigo, se veía dos animés y leía un manga. A lo que yo le contesté, ya habiendo visto de cuanto era el libro, los capítulos como eran y contado los guiones por página (Sí, soy obse, ¿y?), “No te voy a ayudar a hacer trampa, no te voy a contar de qué va” Y él simplemente exclamó con una parodia de su verdadera decepción: “¡Aaaaah!”.

Lo leí en cuatro días y fue buena lectura, que le recordó a Clío los cuentos “Celular” y “Marcar la Diferencia”, y ese universo, haciéndome ver más de la historia.

Ahora bien, se preguntarán qué tiene que ver el libro de Dune con esto. Pues verán, mi hermano se lo llevó a Coto Brus, pero en el viaje de ida le dio algo como un momento de insight y dijo: Voy usar esos días para pensar. Y lo hizo. Dos de los días se fue a dormir solo en una casa cercana y ni siquiera miró su celular. Regresó con cuatro pensamientos para Facebook y ninguna hoja leída de Dune.

Aún así, ese no es el punto de lo del libro. Les diré que yo, siendo la antisocial que soy, estaba escribiendo en un cuarto mientras se hacía la reunión familiar (No son gente que conozca mucho, son muchas personas y, aunque puedo hablar con familiares, prefiero no hacerlo todo el tiempo). Cuando mi madre me llama para decirme que alguien había preguntado por si podía prestarle el libro. En resumen: me quedé hablando como por dos horas con una de mis primas segundas cuyo nombre no recuerdo (ni sabía mientras hablaba con ella), de todo un poco… una chica interesante la verdad e inteligente. ¡Y gracias a ella sé más del Silmarillion! (Ella con 14 años ya se leyó casi todo el señor de los anillos, ¡Yo soy una hereje!).

Cuando estaba de regreso, en todo el camino, mi musa me ponía al corriente de una historia que hago con una chica en internet de los dioses griegos, y deseaba con fuerza leer a las chicas del LJ…


El ciclo de la vida

Donde nos quedamos estaba viviendo, en ese momento, mi abuelo. Él es un señor muy lúcido pero con la vitalidad deteriorada, de poco más que 90 años. Ver los cuidados que se debía tener con él, me hizo pensar en la senectud y en como se vuelve a necesitar cuidados, cuando antes era él el que cuidaba.

Una historia de tía, me hizo pensar en que ¿cómo es posible que la muerte, algo tan trascendente, pueda ser… ensuciada, con pensar en el funeral, el lugar del cementerio, los familiares de las personas muertas que no estuvieron en vida pero sí quieren beneficiarse de la muerte? No, es tan injusto que la ausencia de una persona llegue a ser parte de algo de la cotidianidad, se entiende que lo sea, pero de cierta forma es indignante como se puede reducir de esa manera.

Sin embargo, cuando en el intercambio de regalos, vi a mi tía ir hacia la mesa con comida para coger un poco de fresco y luego, llorar en los brazos de otra de mis tías que tuvo que decir a la gente que a ella le tocaba darle el regalo a un tío que había muerto desde hacía unos dos meses. La forma en que el dolor rondó por todas las personas, como las lágrimas cayeron y hubo un silencio perturbador, que a mí, que casi ni conocí al tío, me dio a sentir ese dolor; sentí que lo que mi tía le daría, una misa, no era una cosa más, sino algo que se podía hacer con ese dolor. También, cuando una prima dijo que no era verdad que él era el primero de la familia en morir, sino que también había muerto su padre, vi, más que saber, que el dolor no es minimizado en verdad.

Y la viuda dio el regalo a una niña que, aún con lágrimas en los ojos, dio también su regalo… y la alegría volvió a la familia.

OoOoO

Y eso es todo Gente! Espero que les haya interesado en algo y chau!

un poco de lj en mi lj, rl, de Anécdotas...

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