¡Hola Gente!
Porque con semihiatus, Tesis, AI´s, Olímpicos, y etc, el canal UFT no iba a dejar que el estreno de la nueva temporada de su único programa se retrasara. ¡Aquí estamos, para iniciar con ello!
Gracias a
sara_f_black con el beteo, y a las personas como
aglaiacallia,
melisa_ram y
erewhom que sé que saben quienes son esta gente y, espero, que les de un poco de la emoción de volver a ellos que me da a mí.
¡Y, sin más, a lo que vinimos!
Disclaimer: Los personajes Borin y Omagi son propiedad de los productores de NCIS, Shane Brennan, Gary Glasberg y el guionista de ese capítulo: Lee David Zlotoff.
1X3: JUNTOS POR SEPARADO
Preludio
Previamente, en CGIS...
Borin y Rivers caminaban con cierta energía, uno a la par del otro, hablando entre sí con ironía en su tono políticamente correcto.
-Espero que el que trabaje en el caso sea el agente especial Rivers, y no el abogado que llevas dentro.
-Y yo espero que no hagas algo que ponga en peligro el juicio… He visto algunos de tus casos, y creo que debes dejar de depender tanto de las confesiones.
-o-
Ríos vio a Rivers con una expresión indignada. Él la miró y le hizo un ademán con la cabeza indicando a Borin y, luego una con la mano, pidiéndole tranquilidad. Finalmente, se fue tras la pelirroja.
Ríos se sentó en la silla que Borin dejara, golpeando rítmica y suavemente con el puño el escritorio.
-o-
Borin y Rivers estaban sentados en el sillón para tres de la oficina de Paulsson, mientras él, muy cómodamente, se había apoltronado en el individual.
-He decidido que ustedes sean el equipo de élite para los casos de asesinato -dio la noticia Paulsson, rápidamente.
Borin y Rivers se pusieron de acuerdo en mirar con algo parecido al horror al jefe.
-o-
En off -Confesó el asesinato de Connelly. Viktor Frunze, ruso. Cuarenta y seis y con siete años en el país. Encarcelado por agresión agravada dos veces, y sospechoso de asesinato en tres… Asociado con la mafia rusa.
Imágenes. a) El tipo empezó a bajar lentamente la mano y el cuerpo, para tratar de propinarle un codazo muy rápido a Omagi que estaba atrás de él, pero este simplemente lo evadió moviendo el torso hacia atrás y, luego, le pateó rápidamente la pierna derecha. El tipo cayó de lado gritando. Algo había hecho «crack» desde su pantorrilla.
b) El hombre estaba esposado y unido a la mesa fija con otra cadena en la sala de interrogatorio. Miraba el lugar lentamente, moviendo sólo los pequeños y oscuros ojos para ese fin. Parecía tranquilo. Tal vez hasta insultantemente tranquilo. (…) Todo él, por más que estuviera mansamente sentado y con un yeso en la pierna, parecía dar la sensación de peligrosidad. De una peligrosidad experta, calculada…
-o-
Omagi, con una sonrisa, acercó el teléfono celular a Rivers.
-… Y este es el último sonograma, ¡En tercera dimensión! -El orgulloso padre tocó una tecla y entonces, oyeron el sonido de los dos corazones de los bebes no natos de Omagi. Éste, con una gran sonrisa orgullosa dijo-: El de la derecha, el más delgado, es Rajesh, y este… el que acaba de tocarse los ojitos, es Kim.
-o-
El joven rubio en el patio de la casa de Ríos habla:
-Hace unos dos meses Alexei, mi hermano menor, fue asesinado -le dijo, en un susurro apenas controlado, al parecer estaba airado y ansioso-. Y según mi tía Anna, fue asesinado por alguien de la CGIS de Boston… Dime que no lo hiciste tú, Sofía. ¿O debería decir, Diana?
(Mills [hombre mayor, negro, vestido de bedel] miraba al tipo como ido y aún con la pistola que usó para dispararle a su captor, fuertemente agarrada en sus manos.
Ríos había ido a por Solohov, llevó sus manos hacia el pecho del asesino para intentar parar la hemorragia. El impacto había dado un poco arriba del corazón y sangraba profusamente. Él dejó de mirar a la nada y se concentró en ella, extrañado y casi sin aire, dijo:
-¿So… Sofía?
Ella simplemente le asintió.)
-Hago ejercicio en el Gimnasio Ruby`s hoy a las ocho. Te lo explicaré ahí. -le dijo Ríos al misterioso joven rubio.
Prólogo
Guardacostas Muerto
I.
Los dos estaban borrachos, riendo, con un brazo alrededor del hombro de su compañero y, en la otra mano, una botella de champán. Hablaban animados, a gritos y con voces algo pastosas.
-¡Viste la cara que puso cuando vio el vídeo! -exclamó el más joven de ellos.
-¡Por una vez se sonrojó, la muy descarada!
-Es que no se lo vio venir, no se vio venir... ¡Y en la misma boda! -casi se cayó al suelo, por tropezar un tronco enmohecido que estaba tirado sobre las piedras y arena.
El amigo lo ayudó a no irse de bruces, casi cayéndose él también en el proceso. Cuando lograron tener coordinación para estarse en pie, echaron a reírse mientras volvían a caminar sin rumbo aparente. El más joven se tomó el último gran sorbo de su botella con la cabeza totalmente hacia atrás.
Los dos vestían de etiqueta, aunque uno no llevara saco, y el otro tenía la camisa a medio meter en los pantalones. Estaban caminando en la orilla del río Hudson, muy cerca del puente que conectaba New York con New Jorsey, y del lado de ésta última. El lugar estaba a medias iluminado por las luces de los autos, farolas cercanas y del puente mismo. Aún así, en la mayoría del entorno solo servía para dar silueta al suelo y al agua. Eso fue lo que hizo exclamar al mayor.
-Debimos traer linternas.
-¡Estamos borrachos! No se puede esperar mucho de nosotros...
Los dos rieron, pero con menos alegría y como en un tono más pensativo. Después de unos segundos de silencio, el mayor empezó a hablar con cierto tacto.
-Aún así, venir a buscar un anillo de bodas en la madrugada y sin foco, va más allá que... ¿Por qué no lo dejamos y nos vamos a un bar o dónde sea? Lyn debió tirarlo justo en medio del río, no creo que...
Pero el otro le replicó a gritos:
-¡Ey, ese anillo salió de mi dinero! ¡Y fui tan estúpido para dárselo a esa mujer, a la mujer que me estuvo engañando con cuanto hombre se le pusiera encima! Estoy en mi derecho de... -Algo le llamó la atención a un lado, pero intentó pasarlo por alto y se concentró en su amigo- En mi derecho de hacer las estupideces que... -frunció el ceño, como si se hubiera dado cuenta de una cosa importante, y miro de nuevo hacia donde algo le había llamado la atención-. ¿Qué es...? ¿No será un... O sí? ¿Es un cuerpo?
El amigo, que estaba solo ligeramente menos borracho que su compañero, también miró hacia el río. El bulto grande estaba a unos dos metros de ellos, entre el agua y la orilla. Pero la luz era muy precaria y su visión, difícil de afinar. Sin embargo, terminó riendo ante la idea.
-Sólo te faltaría eso. -cambió la voz, para intentar imitar a un narrador-: El mismo día que planta a su novia en el altar, se encuentra también con un cadáver que... ¿Lleva pañales? -terminó de decir, esa vez pálido y serio.
Los dos se habían acercaron algunos pasos, pero la luz no los dejaba ver bien.
-¡Oh, cierto! -al más joven se le ocurrió que su teléfono celular tenía linterna. Su amigo le imitó. Pronto, pudieron prenderlas e iluminar el bulto.
Palidecieron, perdieron el aliento y se quedaron con la boca abierta.
Estaban viendo el rostro de un hombre de unos cincuenta y cinco o sesenta años, canoso, con grandes entradas en el fino cabello. Estaba muy pálido y amoratado, lo cual era más acentuado por la tez muy blanca que era natural en él. Se encontraba boca abajo, con el rostro de lado y algo había en su postura, que hacía pensar que estaba luchando por salir del río cuando le sobrevino la muerte.
Llevaba una camisa negra y holgada que no dejaba discernir su constitución, aunque las piernas desnudas parecían fuertes. Sin embargo, lo que les llamó más la atención fue constatar que sí llevaba puesto un pañal, aunque estaba medio abierto en ambos lados y ladeado.
El más joven rompió a vomitar.
1
Llamadas y noticias
II.
Borin estaba muy enfrascada en la lectura de un documento mostrado en la pantalla de su computadora personal. Pero no tanto como para no dejarlo en pos de mirar, con mucha atención, hacia el teléfono que empezó a sonar.
Estaba en la recepción de la CGIS, sentada en una silla plegable y al lado del escritorio de la anciana y amable secretaria, que hasta le había hecho espacio para que Borin pudiera poner su computadora personal en el mueble.
La agente especial de la CGIS le estaba poniendo toda su atención a ver cuál de las lucecitas del teléfono estaba prendida. Sonrió y sus ojos brillaron. ¡Llamaban de la única extensión que a ella le interesaba!
-No te emociones, Abby -le dijo la anciana señora, con tono cariñoso y la mano sobre el auricular-. No toda llamada significa que un Guardacostas ha muerto.
-¡Conteste! -pidió Borin, emocionada.
La mujer sonrió con cierta diversión, y lo hizo.
-Servicio de Investigación de la Guardia...
-¡Lo sabía! -exclamó con una palmada el recién llegado, sonriendo con entusiasmo.
La pelirroja dio un respingo y le miró con ojos entornados.
-Rivers -saludó ella y mientras el agente llegaba a su altura, intentaba oír lo que la recepcionista decía. Pero él no la dejó hacerlo, pues estaba comentado su pequeña y personal victoria.
-¡Ya sabía yo que debía haber una razón por la que siempre sabes primero cuándo tenemos una misión!
-Claro, ya veo... -decía la recepcionista, pero Rivers y su tono entusiasta se imponía, por más que Borin quería poder oír a la mujer, que empezaba a hacer preguntas.
Rivers pareció reparar en ella gracias a que la pelirroja le ponía tanta atención.
-¡Hola, Vera! -Saludó, amable. La mujer le hizo un ademán con la mano, antes de buscar un lapicero, mientras decía un “mjá” a su interlocutor.
Rivers vio un instante a Borin y luego a la secretaria. Sonrió con cierta diversión, cogió una de las sillas plegables que estaban en la pequeña habitación, la movió y se sentó junto a la pelirroja.
-Ya sabía yo que no podía ser coincidencia. -siguió comentando-. Siempre que tenemos más de una semana sin un caso nuevo, estamos al día en el papeleo y nos ponemos a revisar los no resueltos para no morir del aburrimiento; inician estas misteriosas salidas tuyas con tu computadora personal y me dije: Borin se queda donde O`Connor cuando necesitamos que algún proceso de los de él, den resultados para poder seguir la investigación... ¿Dónde iría para “conseguir, mágicamente”, tener un nuevo caso? ¡Y lo supe! ¡A recepción!
-¡Felicidades, me has atrapado! -Replicó con tono irónico. Y le miró un instante- Ahora, ¿podrías... -pero ella misma dejó de hablar para oír y mirar a la recepcionista.
-¿Me puede decir el número telefónico del agente a cargo? -había dicho ella.
Borin cerró su computadora personal, con una leve sonrisa en los labios. Rivers se puso en pie primero, mientras la recepcionista colgaba el teléfono y anunció:
-¡Guardacostas muerto! -tendiendo el papel en donde había escrito los datos.
Borin alargó la mano para tomarlo, pero Rivers interceptó el papel y lo cogió él. Sin embargo, y aún sin leerlo, terminó dándosela con un ademán caballeroso a la agente especial, y la siguió mientras la pelirroja caminaba con gran entusiasmo hacia la salida, leyendo lo escrito.
-Te damos las gracias, y hasta luego -le dijo Rivers a Vera, por los dos.
La mujer negó, sonriendo, y volvió al trabajo.
III.
Aunque la CGIS es una fuerza federal en pleno derecho, también es una de las más pequeñas, poco recordadas y valorizadas. En todo Estados Unidos hay solo siete oficinas y, aunque los casos a investigar pueden ser cubiertos por ellas, el radio de acción geográfico es muy grande. El tener de su lado a la Guardia Costera y sus recursos aéreos, les ayudaba mucho en la prontitud de la atención; pero no en que algunas agentes tuvieran que seguir trabajando con teléfonos de rosca, y comprar de su bolsillo la tinta de la impresora... O la impresora misma.
La CGIS en Boston estaba en los dos pisos superiores de un edificio de cinco (contando el subterráneo), que compartían con la Central de la Guardia Costera del estado. Tenía alrededor de setenta y cinco agentes, la mitad de los cuales estaban en sus cubículos repartidos en dos filas con grueso pasillo central. La otra mitad, lo más seguro, estaba a varias horas del lugar, haciendo sus pesquisas lo más rápido que podían con el poco tiempo y dinero que tenían.
Sin embargo, aunque muchos se quejaban del salario, el equipo de segunda y el poco respeto que les tenían cuando llegaban a una jurisdicción que casi ni conocía de su existencia; la oficina de Boston tenía la menor cantidad de agentes que cambiaban de trabajo, y el mejor record de casos resueltos.
Desde que Victor Benjamin Paulsson ocupó el puesto de jefe, el ambiente había mejorado mucho. Nadie podía entender cómo lo hizo, pero en el primer año logró contratar a unos pocos abogados para hacer su propio equipo legal, y al siguiente, construir una morgue y contratar a una doctora que sí, muchas veces trabajaba para la policía local, pero eso había ayudado a limar asperezas con la misma y, actualmente, en Boston prácticamente no les ponían trabas jurisdiccionales. Dos años después de eso, Paulsson logró que los criminalistas del FBI que trabajaran en sus casos, fueran trasladados junto a algunos equipos, a la misma oficina.
Lo de hacer que sus dos mejores equipos fueran uno, el de primera respuesta a casos de homicidios, todavía no se sabía si fue otro de sus aciertos, por más que acababan de terminar los tres meses de prueba. Sí, habían resuelto varios casos en ese tiempo, pero ciertos roses entre Borin y el equipo de Rivers también habían dado de qué hablar entre los cubículos.
El lugar donde trabajaban los agentes especiales tenía la forma de un círculo, en cuya circunsferencia habían varias entradas para llegar a otras sitios como interrogatorios, el comedor y los servicios sanitarios. Al fondo había una escalera que subía hacia el pasillo superior que tenía varias oficinas de mayor rango administrativo, inteligencia, el laboratorio criminalístico y el departamento legal.
El cubículo del equipo de Borin, como les llamaban aunque oficialmente eran Rivers y Borin los que estaban a cargo, se encontraba en un buen sitio por más que pareciera un poco escondido. Era el del fondo a la derecha, y el espacio de Ríos quedaba debajo de la escalera, pero estaba cerca del ascensor interno (el más viejo y práctico), las gradas y los servicios sanitarios.
El rumor propio de una oficina, personas conversando, gente tecleando, teléfonos llamando; era omnipresente. Algo tenía ese lugar que incrementaba el sonido, como si fuera construido más pensando en un teatro, que en una oficina. Pero la gran mayoría de los agentes se acostumbraban tanto a ese rumor de fondo, que les era extraño trabajar si no lo tenían.
Sin embargo, Ríos se había movido hacia un lado, cerca del ascensor, y metido un dedo en el oído al que no tenía su teléfono celular para poder hablar en susurros con alguien. Aunque nadie iba a entender lo que estaba diciendo porque hablaba en ruso, y estaba recostada a la pared, aparentemente relajada; de tanto en tanto miraba hacia los cubículos como si, instintivamente, vigilara si alguien le estaba poniendo atención.
Nadie lo hacía, pero la atención que Omagi sí le estaba poniendo a O`Connor en el cubículo ponía nervioso al criminalista, que tuvo la intención de tirar del cuello de la camisa, pero no lo hizo a tiempo.
-Nada de movimientos ansiosos -le recordó el agente especial.
-Lo sé, lo sé. Pero no es mi culpa que el video sea una porquería, ¿por qué tengo que venderlo en la corte?
-¿La maldición del que “lo analiza, lo vende”? -preguntó con ironía Omagi.
O`Connor dio un bufido.
-Ojalá pudiera simplemente decir: “Sí, es un terrible video muy pixeleado y el tipo podría ser cualquiera, aunque se parezca mucho a Frunze”, en vez de tener que ser atacado por el abogado para que el juez lo quite de evidencias.
Omagi frunció el entrecejo.
-¿Por qué siempre eres un llorón cuando se trata de ir a la corte? -Aunque las palabras eran algo insultantes, las había dicho con muy sincera curiosidad. Por eso O`Connor pudo fácilmente olvidar la pequeña pulla, y responderle:
-Porque odio que seamos nosotros los que estemos en juicio, cuando al frente tenemos al acusado de turno. Si no ponen en duda a la ciencia, ponen en duda al que lo analiza. Es injusto. Además, lo tendremos por el asesinato de Connelly y el intento de asesinato a ti. No veo porqué el video le interesa tanto a su abogado, como para pedir una moción de exclusión tan intempestivamente.
-¿Suficiente lloriqueo?
-Sí. -O`Connor se acomodó mejor en la silla, y le hizo unos movimientos con las manos, como si lo hubiera incitado a una pelea-. Bien, vamos, estoy listo. ¡Abogado malo al ataque!
Omagi asintió con una leve sonrisa y subió una una tarjeta a la altura de sus ojos. Leyó, e iba a abrir la boca para preguntar, cuando Rivers, adelantándose a Borin al caminar un poco más rápido para llegar al cubículo, informó:
-¡Guardacostas muerto!
-Fuera de Boston -replicó Borin, respondiendo una muda pregunta de Omagi y entrando al cubículo para acercarse a su escritorio.
El asiático se puso en pie, y fue a por su maleta. Ríos se despedía con rapidez mientras se acercaba al cubículo, y O`Connor movió la silla hacia un lado, para no molestar a los cuatro agentes.
Estaban apagando computadoras, llamando a las familias (“Lo siento, Mita, pero mira que la final es dentro de cuatro días, puede...” decía Ríos) y Borin al piloto (“New Jorsie, Azotea del...” Y Omagi le respondió reaccionando solo al tono de la pelirroja: “Hospital Saint Andrews”), buscando sus armas e insignias; hablándose entre sí para hacer algunas preguntas pertinentes (“Tití, ¿ya vino la fiscal por el archivo del caso Thompson o...?” preguntaba Rivers a su novata, sonriendo socarrón ante los ojos fruncidos de ella al oír el Tití)... La pequeña y caótica rutina al salir de Boston, en la que un criminalista no era parte. Por lo que O`Connor se puso en pie y fue hacia las escaleras. Cuando iba a iniciar a subirlas, sacó el teléfono celular, que estaba en vibrador, y vio quién le llamaba. Contestó al instante.
-Señor, voy por mi corbata y saco y ya salgo a la Corte, pero si…
-Ya no es necesario O´Connor. -Mientras hablaba, Paulsson estaba frente a su escritorio, sacando su arma y placa, y buscando sus llaves del auto-. Te necesito frente al teclado y con el mouse en la mano ya mismo.
-Señor, ¿pasó algo? -Su tono traslucía preocupación- ¿Es sobre el nuevo caso de Borin? Porque yo podría…
-No, no es sobre el caso de New Jorsey… -Por fin encontró las llaves y fue hacia la salida- Es sobre el caso Frunze.
-¿Frunze? Pero si…
-A la computadora y mouse ya, O`Connor. -Paulsson abría su puerta y salió al pasillo. Cerró su oficina tras sí, y luego terminó su charla mientras caminaba con prisa-: Y no tienes permitido informarle a Abby hasta que esté en New Jersey y sin posibilidades de devolverse. -colgó.
O`Connor, a mitad de la escalera, vio como su equipo favorito de la CGIS iba hacia el ascensor interno. Hizo un amago de devolverse, pero los pasos rápidos de Paulsson, que iniciaba a bajar la escalera, le compelió a ver hacia arriba.
-Computadora, mouse -le mandó éste, haciéndole un ademán con la mano, indicándole hacia la oficina de criminalistas; y siguió su camino.
O`Connor subió con prisa.
Aunque Paulsson casi que corrió, no llegó a tiempo para tomar el ascensor. Pero se sintió menos apurado, al ver que el equipo iba hacia la azotea y él debía ir al piso subterráneo. No había perdido ninguno de los valiosos segundos de tiempo.
CONTINUARÁ… El 01/01/13, porque cuando no hay NCIS, hay CGIS.