Bueno, esta vez es un poco más largo pero no pasan tantas cosas como en los otros dos. No está apenas corregido así que si veis algún error decídmelo para que lo cambie. Espero que os gusten los nuevos personajes xDDDDD
El caballero volvía a cabalgar por el Camino Real hacia el norte, vestido de nuevo, con su espada y su bolsa, esta vez sí, llena de dinero. Excepto por la pequeña herida en los testículos, los moratones en la cara y, sobre todo, el orgullo herido por caer en esa emboscada tan tonta, el encontronazo con aquellos tres no le había venido mal. Al menos había tenido algo de acción después de varios meses de tranquilidad.
Era poco antes de medio día cuando se había puesto en camino y se había marchado de la casa sin siquiera ver si había algo de comer. Ahora mismo se arrepentía de su prisa porque se estaba muriendo de hambre y no recordaba que por esta zona del Camino Real hubiera una posada cerca; la capital estaba aún demasiado cerca.
Cuando su estómago empezó a exigir de manera muy vehemente algo de comer Einar se desvió del camino y se internó a través de la linde izquierda del bosque, buscando el Aguas Negras. La corriente principal estaba demasiado lejos como para llegar ese mismo día, y menos atravesando el bosque que ralentizaría su marcha, pero esperaba encontrar algún afluente menor que no figurara en los mapas. O algún lago donde poder pescar o cazar a algún animal que se acercara a beber. Preferiblemente eso último.
El bosque aquí, tan cerca de Desembarco del Rey no era demasiado frondoso, y desde luego no flotaba en el ambiente nada de la tensión y el frío que reinaba en los bosques que rodeaban a Invernalia. Aquí, el verano aún estaba presente, aunque se iban notando algunos signos de que el cambio de estación iba a acercándose.
Algunos árboles más delicados habían empezado a perder sus hojas mientras que los pocos pinos y centinelas que había se veían sanos y fuertes. En cuando a animales, el bosque debía de estar repleto, aunque no se vieran más que algunos pájaros. Había sonidos de todo tipo, pero casi nunca se veía quien era el causante de los mismos.
El caballero siguió un camino de caza abierto entre los árboles hasta que escuchó el rumor del agua cerca de él. Entonces se salió de la senda, se bajó del caballo para no tener problemas con las ramas y fue esquivando los árboles y arbustos hasta surgir en la orilla de un pequeño arroyo.
Einar había salido a un pequeño claro que se extendía unos diez metros paralelo al río y de unos cuatro metros de ancho. Parecía un buen sitio para acampar mientras intentaba hacerse con algo de comer. Se volvió hacia Koldís soltando las riendas y le quitó la montura y la manta que llevaba debajo para que no se hiciera daño, colocándolo todo sobre una roca grande que había en el medio del claro. Le quitó también el bocado y dejó que se acercara a la orilla para beber. La yegua y él llevaban mucho tiempo juntos y el caballero podía dejarla a su aire sin miedo a que se fuera.
Luego procedió a ponerse cómodo él quitándose la armadura negra. Primero se soltó la espada y la dejó junto a la montura. Acto seguido se quitó el gorjal y el peto, luego los guanteletes y siguió con las grebas y las musleras. Bajo todo eso llevaba aún una cota de malla que también se quitó. Lo dejó todo al lado de la espada y se quedó simplemente con el jubón de lino que protegía su piel del contacto con el metal. Finalmente se quitó las botas y se acercó descalzo a la orilla del arrollo para intentar pescar algo.
El agua estaba fría cuando metió los pies en ella y era totalmente transparente. El caballero intentaba evitar tener que pescar si podía, pero ahora mismo parecía su única posibilidad de conseguir algo para comer. No parecía que los animales del bosque fueran a salir de repente a beber al arroyo.
Se adentró en el agua, esquivando las piedras, hasta tener esta casi por la rodilla y se colocó oponiéndose a la corriente. Miró a su alrededor y vio que había algún pez cerca suyo, entre las piedras que cubrían el suelo. En silencio y despacio fue moviéndose hacia él, siempre quedándose por detrás para que no sintiera el movimiento del agua que provocaba. Cuando ya lo tuvo justo delante suyo metió las manos en el agua, a ambos lados del pez. Respiró hondo y recordó todo lo que le habían dicho sobre como hacer esto.
- Primero sientes el agua que fluye entre tus dedos - susurró mientras recordaba...
- Tienes que sentirla porque el pez siente cada cambio que hay en ella, por mínimo que sea. Tienes que hacer el agua una contigo para que no seas tú el que se mueva sino que tus movimientos sean algo natural del agua, como si tus manos sólo fueran parte de la corriente y no un elemento extraño - la voz del hombre es un susurro mientras le enseña como hacerlo, los dos en el agua del arroyo.
- Pero padre, no sé cómo hacer eso. Lo intento; pero no sé cómo - susurra el niño a su vez.
- Tienes que insistir más, Einar, tienes que relajarte y quedarte quieto como una estatua - le dice sin apartar la vista del pez y de sus manos -. No es tan difícil. Ya va siendo hora de que seas capaz de hacerlo.
Y con un movimiento que parecía lento pero era rápido como el rayo el hombre junta sus manos y entre ellas queda atrapado el pez. Y lucha por escapar, está resbaladizo pero el hombre lo agarra firmemente y lo tira hacia fuera. El pez choca contra el suelo y coletea en la tierra seca.
- Ahora prueba tú.
- Vale padre. Lo intentaré.
- No lo intentes. Hazlo - Y con esa orden seca el niño tragaba saliva y se agachaba sobre el agua.
“Pero nunca fui capaz. Y cada vez que fallaba siempre esos ojos tristes y decepcionados mirándome...”, pensaba el caballero mientras seguía quieto en el agua esperando el momento adecuado. “Ahora”. Sintió algo que le impelía a actuar ahora, así que con un movimiento como el que había visto miles de veces ver a su padre, cerró sus manos en torno al pez que aunque se dio cuenta no pudo escapar de entre los dedos de Einar. Sacó las manos rápido, con una sonrisa en los labios y en los ojos y cuando se volvió para echar el pez a la orilla descubrió a los dos niños junto a sus cosas.
- ¡Hey! ¡Qué creéis que estáis haciendo! - les gritó el caballero pero sin darse cuenta había aflojado su presa sobre el pez y este se liberó de un coletazo, dejándolo sin comida otra vez -. Los otros se os lleven, coño. Mirad lo que habéis conseguido. ¡Eh! ¿A dónde vais? ¡No huyáis!
Einar empezó a salir del agua, clavándose las piedras que cubrían el lecho del río en su intento de alcanzar a los chavales y entonces se dio cuenta de que no se iban de vacío.
- ¡Mi espada! ¡Malditos enanos! Como os pille os vais a enterar - empezó a gritar mientras salía al fin del agua. Luego echó a correr tal y como estaba tras los dos niños mientras maldecía a los Siete Dioses y a todo lo que se le ocurrió.
El que llevaba la espada iba algo adelantado al otro. Se habían metido rápidamente en el bosque, intentando despistar al caballero, pero eso les iba a resultar difícil. Einar estaba acostumbrado a andar entre bosques; de pequeño había corrido por ellos jugando descalzo con sus amigos durante horas sin ningún problema.
Así que poco a poco, pese a que los niños esquivaban más fácilmente los obstáculos que iban encontrando por su menor tamaño, fue alcanzándoles. Finalmente tuvo a su alcance al que iba más retrasado y lo cogió de la camisa sucia que llevaba, levantándolo en vilo. El chaval siguió moviendo las piernas durante unos segundos y cuando se dio cuenta de que estaba flotando en el aire se revolvió, vio que el caballero era quien lo tenía agarrado y empezó a intentar soltarse.
- ¡Eh, tú! Tengo a tu amigo - le gritó Einar al que seguía huyendo. El niño se paró en seco y se volvió para mirar. El caballero vio la desolación y la rabia en sus ojos. Se mordió el labio y miró a ambos lados, intentando buscar ayuda entre los árboles. Cosa que era imposible -. Chaval, si me das esa espada, te devolveré a tu amigo.
- ¡No te creo! Seguro que nos matarás - le respondió con voz aguda el niño -. Fijo que eres como esos caballeros que quemaron nuestro pueblo y mataron a nuestros padres.
- Bueno, un buen tortazo os habéis ganado, pero creo que te equivocas conmigo - dijo Einar poniendo al crío que tenía agarrado en el suelo pero sujetándolo bien del hombro para que no escapara -. No se me ocurriría matar a dos niños. Por mucho que me hayan intentado robar la espada.
El caballero vio como el niño intentaba decidir qué hacer y como poco a poco se daba cuenta de que la única forma de que el otro chaval saliera ileso era que hiciera lo que el hombre le decía. Lo que no quitaba que le diera rabia tener que hacer eso.
Cuando se acercó al hombre sus ojos estaban llenos de lágrimas sin derramar. Pero no eran lágrimas de miedo o dolor sino de rabia por haber fallado en su intento de robar la espada. Miraba hacia abajo y soltó la espada a sus pies. Einar levantó la mano para darle el tortazo que le había prometido pero la tensión en los hombros y en el cuello del chico y el hecho de que no le mirara hizo que no lo hiciera. Además, al fijarse notó que estaba muy delgado. “Seguro que hace tiempo que no comen bien”.
- Venid conmigo anda - les dijo soltando al otro y agachándose a por la espada -. Aún tengo que conseguir pescar los peces, después de que ese se me escapara por vuestra culpa, y encender un fuego pero os daré algo de comer. ¿Tenéis hambre?
- ¡Sí! - exclamó el que había alcanzado. Con voz de niña.
- Eres una niña...
- Sí. Es mi hermana pequeña - dijo el otro y la obligó a alejarse del caballero y a ponerse tras él -. No te acerques a ella.
- No te preocupes. No voy a hacerle daño. A ninguno de los dos. Venid.
Einar se dio la vuelta y empezó a andar hacia el claro de nuevo. No miró hacia atrás pero escuchó como los dos niños susurraban algo y luego le seguían. Una vez allí puso la espada donde estaba antes y comprobó que la bolsa del dinero seguía donde la había escondido. Luego se volvió a meter en el agua.
- Mientras yo intento pescar nuestra comida - les dijo a los niños -, ¿seréis capaces de prender un fuego?
- Sí, señor.
- Pues hacedlo.
El caballero vio como los dos hermanos se volvían y empezaban a recoger pequeñas ramas del suelo, siempre cerca uno del otro. Mientras los miraba recordó otros tiempos y sonrió con tristeza. Luego se agachó otra vez sobre el agua y una vez más recordó.
- Primero siente el agua que fluye entre tus dedos...