Jan 29, 2007 01:05
Doña Dorita y sus nietas esperan en la puerta de la cafetería.
Doña Dorita: ¿Puede saberse dónde se ha metido este hombre?
Sara Lorena: Abuela, tener a un mismo criado desempeñando dos funciones diferentes no podía acarrearnos nada bueno. No deberías escatimar en estas cosas. Lo mismo ocurre con Luz María. ¡A quién se le ocurre tener a la misma señora haciendo de criada y cocinera!
Doña Dorita: No veo necesario tener cuatro sirvientes para una sola persona.
Sara Lorena: Bueno, ahora somos tres. ¿O has olvidado ese pequeño detalle?
Doña Dorita: (perdiendo la paciencia) Sara Lorena, ¡cállate! Una sola contestación más de cualquiera de vosotras dos y haré que empecéis a hablarme de usted. Estáis muy malcriadas, eso es lo que pasa. No sois capaces de mostrar un mínimo de respeto por vuestros mayores.
Sara Lorena: Lo siento, abuela...
Teresina: ¡Ja! Crees que puedes solucionar todo haciendo pucheritos y pidiendo perdón. Eso solo te funciona con Jorge Miguel, y no siempre. Mira cómo estáis ahora.
Sara Lorena: Más vale que cierres tu bocaza, o...
La mano de doña Dorita vuela por los aires. Aterriza primero en la mejilla de Sara Lorena, y después en la de Teresina. Las dos hermanas se quedan paralizadas, sin habla. Finalmente, Sara Lorena acierat a balbucear unas palabras.
Sara Lorena: (imperceptiblemente) Mamá nunca...
Doña Dorita: (con el semblante rígido) Esto es algo que vuestra madre debería haber hecho mucho tiempo ha.
Teresina está atónita. Sara Lorena, dolida y furiosa. Es la primera vez que alguien le levanta la mano, y la experiencia no le gusta.
Doña Dorita: Venid: vamos a coger un taxi.
Doña Dorita agarra a cada una de sus asombradas nietas por un brazo y las arrastra consigo.
Doña Estefanía: ¡Sara Lorena! ¡Niñas!
Las dos hermanas giran la cabeza. Doña Estefanía sale de la cafetería con su puro en la mano.
Doña Estefanía: ¿No tienen coche? ¿Quieren que las acerque a algún lado? No me gustaría que la pequeña se acatarrase...
Doña Estefanía guiña un ojo a Sara Lorena mientras hace aspavientos con las manos.
Sara Lorena: Abuela, doña Estefanía puede...
Pero doña Dorita ha llamado ya a un taxi. Sin dignarse siquiera mirar a doña Estefanía, espera pacientemente a que el taxista le abra la portezuela de su coche y entra en él, seguida de sus nietas. Sara Lorena no se atreve a replicar.
Doña Dorita: Haga el favor de llevarnos a Vezdemarbán.
El taxista pone el vehículo en marcha.
Llegan a la mansión de doña Dorita. Bajan del taxi y Sara Lorena llama al timbre. Nadie abre.
Doña Dorita: ¡Habrase visto desfachatez! Voy a tener unas serias palabras con Luis Fernando.
Teresina: Quizá esté aún en la ciudad dando vueltas, buscando aparcamiento.
Doña Dorita: ¡No hay necesidad de ningún aparcamiento! Su deber es llevarnos, y también traernos. ¡Y por supuesto estar ahí cuando salgamos! Esto es inconcebible.
Doña Dorita llama insistentemente al timbre.
Doña Dorita: ¡Aquí no abre nadie!
Teresina: Abuela, ¿no tienes llaves de casa?
Doña Dorita mira a su nieta con expresión iracunda.
Doña Dorita: ¿Llaves? ¿Para qué iba a tener yo unas llaves?
Teresina: (vacilante) Para abrir la puerta...
Doña Dorita: ¡Las llaves de mi propia casa! Como si yo fuera a rebajarme a...
Sara Lorena: Pues no sé cómo vamos a entar si no.
Doña Dorita: ¡Sara Lorena! No me interrumpas.
Teresina: Mira, abuela: ¡ahí está el jardinero!
Teresina corre hacia él, que sonríe y abre amablemente la puerta. Teresina entra en la casa y va a dejar sus guantes y su sombrero en el perchero del pasillo. Al pasar por la puerta del salón, oye un ruido y se asoma. Luz María gime en el suelo, completamente desnuda a excepción de la cofia sobre su cabeza; sobre ella está Luis Fernando, sin camiseta y con los pantalones a medio bajar. Teresina se lleva una mano a la boca, horrorizada, y sale de allí cerrando la puerta.
Sara Lorena: Abuela, voy a ducharme.
Sara Lorena se dirige al salón. Teresina le franquea la entrada.
Teresina: ¿Dónde vas?
Sara Lorena: Al salón.
Teresina: ¿Para qué quieres entrar al salón?
Sara Lorena: Necesito mi pasador para el pelo.
Teresina: ¿Tu pasador?
Sara Lorena: Lo dejé aquí esta mañana, tengo que... en realidad no sé por qué te estoy dando explicaciones.
Sara Lorena acciona el pomo de la puerta, mientras su hermana continúa haciendo esfuerzos para evitar que entre.
Teresina: Vete a la ducha. Yo te llevo el pasador.
Sara Lorena abre la puerta de un empujón y queda francamente asombrada con la visión que se presenta ante sus ojos. Teresina le hace señas desesperadas para evitar que su hermana se ponga a gritar, como es inevitable que ocurra.
Teresina: (susurrando) Shh, Sara Lorena, no digas nada; ve a entretener a nuestra abuela.
Sara Lorena: (gritando) ¡Abuela! ¡Abuela!
Teresina: (sin atreverse a levantar la voz) Cállate.
Sara Lorena: ¡Abuela! Ven aquí. Tienes que presenciar la bacanal romana que está teniendo lugar en tu salón de té.
Luis Fernando y Luz María cesan su actividad, asustados por los gritos de Sara Lorena. Miran hacia la puerta, en cuyo umbral ya se halla doña Dorita con una expresión incalificable en su rostro. Luz María, horrorizada, se tapa el pecho con la mano y se esconde de un salto detrás del sofá.