A Reason To Live 11

Aug 17, 2011 19:29



How far we’ve come

- Repíteme porque estoy aquí.

- Porque eres el mejor amigo del mundo.

- ¿Y por qué estamos haciendo esto?

Kanon se detuvo bruscamente y giró en su lugar con las cejas juntas sobre la nariz y sosteniendo frente a su rostro varios mechones de pelo con las puntas de diversos colores.

- ¿No te parece razón suficiente? -graznó el gemelo, reanudando su camino tan pronto Milo dejó de abrir y cerrar la boca buscando algo que decir.

Había dejado pasar casi una semana desde que Dohko le entintara y le enredara el cabello, convirtiéndolo rápidamente en el hazmerreír de los dorados. Y ahora que estaba seguro de que el chino se había confiado con que la venganza nunca llegaría, le parecía el momento adecuado para contraatacar.

Aquel día, inmediatamente después de abandonar el templo del patriarca, estuvo casi cuatro horas tratando de deshacer los nudos que se le habían formado en el pelo; Saga entre que lo ayudaba y se reía a expensas de él. En esas cuatro horas, su mente trabajó sin cesar ideando una forma de molestar al chino, buscando tener razones para burlarse del moreno hasta el último de sus días. Shion le había dado una pauta pero tendría que comprobarla como verdadera para que cumpliera el objetivo. Y prácticamente en eso consistía su plan. Así, en su defensa, podría alegar que no era más que un estudio científico respecto al comportamiento humano y cosas por el estilo. No una venganza, que eso era muy bajo incluso para tratarse de él.

Al principio, también había jugado a ignorar al santo de Libra pero viendo que obtenía pocas reacciones del moreno con eso, terminó - como siempre - cediendo y arrastrando los pies hasta el séptimo templo, casi como si él fuera el que debería pedir disculpas. Se encontró con el chino sonriendo confiado, seguro de que tarde o temprano el gemelo daría su brazo a torcer. Kanon recordaba haber rumiado todo el día al respecto, con los brazos cruzados y amurrado frente a la televisión, mientras Dohko iba y venía por la casa de Libra, no tomando en cuenta su pataleta.

La voz de Milo volvió a sacarlo de sus divagaciones en ese momento.

- Aún no comprendo que tiene que ver Antares en todo esto -murmuró el joven de Escorpio, mirando con cariño al enorme escorpión que permanecía inmóvil sobre su brazo.

Kanon miraba al arácnido de reojo, incapaz de comprender como alguien podría tenerlo de mascota.

- Lo que yo no comprendo es cómo Camus te deja conservar esa cosa.

- Eso…- respondió Milo esbozando una sonrisa brillante -…es porque Camus me adora.

El gemelo rodó los ojos, negando ligeramente con la cabeza antes de indicarle a Milo que lo esperara en la entrada del templo por unos segundos. Sabía que, en esos momentos, Dohko debería estar con el patriarca pero nada perdía comprobándolo por segunda vez. Momentos después, regresó sobre sus pasos lo suficiente para indicarle a Milo que podía entrar y que podrían empezar a poner en marcha otra de sus travesuras.

*****

Dohko estaba feliz de volver a su templo después de horas en compañía de Shion. Shion era su amigo, cierto; su hermano si se quería; pero eran contadas las horas en que podía escucharlo mofándose de él o reclamando por la cantidad de trabajo que tenía que terminar, sin que sintiera la necesidad de estrangularlo. Si todo el tiempo que perdía preocupándose por él - o quejándose - lo ocupase en sus deberes, probablemente ya habría terminado con ellos.

Camino a su cuarto, vio a Milo abandonar su cocina y adentrarse a la sala tranquilamente y con un par de sodas en las manos. Sorprendido, lo siguió en silencio y lo vio sentarse junto a Kanon, quien se encontraba tendido sobre su estomago en el suelo, estudiando concentradamente algo que Dohko no lograba ver desde su posición.

- ¿Qué están haciendo aquí? -preguntó curioso, pero acercándose a ellos con precaución.

- Nada -dijo de inmediato Kanon, sin levantar la vista de aquello que robaba su atención. Dohko entrecerró los ojos; notoriamente eso era mentira.

- Estamos investigando…- comenzó a decir Milo, mirándolo con ojos enormes y entusiasmados pero callándose cuando Kanon le propinó un codazo en la pierna.

- ¡Cállate, Milo!

- ¡Pero si es su templo! -refunfuñó el de Escorpio, devolviéndole el golpe al gemelo y regresando su mirada infantil hacia Dohko -Decidimos ocupar tu templo como nuestra base de investigación. Camus nos habría interrumpido en el mío y Saga nos habría echado a patadas del suyo.

- ¿Y que es eso que están investigando? -volvió a preguntar Dohko con suspicacia y removiéndose en su lugar para ver sobre los dos griegos que se habían atrincherado en su sala.

Milo estaba a punto de responder cuando Kanon se reincorporó sobre sus rodillas, ocupando su cuerpo como pantalla para que el chino no mirara e interrumpiendo al santo de Escorpio.

- Una de esas tonteras que nos hace perder el tiempo a Milo y a mi -dijo el gemelo, mirando de soslayo a Dohko por sobre el hombro -No creo que te interese mayormente.

Dohko se debatió entre obligarlos a mostrarle eso que tan celosamente guardaban de su vista o dejarlos en paz, después de todo, no se atreverían a dañar su templo. Más les valía que no lo intentaran. Escudriñó el rostro de ambos santos y viendo que Kanon esperaba expectante su respuesta, optó por dejarlos.

- Hagan lo que quieran -murmuró dándose la vuelta -No estoy de humor para jugar con ustedes.

Los dos santos esperaron a que Dohko abandonara la habitación por unos segundos para sonreírse cómplices. Al poco rato, el chino volvía con libros y papeles que dejó caer pesadamente sobre la mesa. Shion lo estaba obligando a ponerse al día con los registros de Libra y si no lo hacía de una vez, le costaría aún más quitárselo de encima.

Cada tanto, Dohko despegaba la vista de los escritos que tenía enfrente y volteaba a ver a los santos que cuchicheaban y se reían por lo bajo en el centro de la sala. Cinco minutos más de eso y se dio por vencido, su curiosidad llevándolo junto a los muchachos con una amenaza en los labios.

- Está bien. Si no me dicen que demonios están haciendo, yo mismo los sacaré a patadas de aquí -dijo con voz fuerte y cruzándose de brazos.

Los dos santos se miraron un segundo, hasta que Milo se sacudió de hombros, haciéndole una señal a Kanon para que le enseñara a Dohko eso que intentaba ocultar. El gemelo se puso de pie de un salto, mostrando todos los dientes al sonreír y estirando un brazo frente al rostro del moreno. Dohko abrió los ojos con sorpresa y dio un paso atrás al ver el escorpión que se retorcía y balanceaba sostenido de la cola por el geminiano. Se juró a si mismo que el paso atrás fue producto del repentino movimiento y no por el nerviosismo que el bicho le provocaba.

- Te presento a Antares -dijo Kanon, fingiendo entusiasmo, mientras Milo los miraba desde el suelo, más preocupado de su mascota que de la reacción de Dohko.

Kanon intentó acercar aún más el arácnido al rostro de Dohko, pero enseguida recogió el brazo contra su estomago, evitando el intento del chino por arrebatarle el animal.

- ¿Qué pasa? -preguntó el geminiano, una sonrisa sardónica formándose en sus labios - ¿Te ponen nervioso los arácnidos?

La reacción de Dohko fue más rápida de lo que ambos griegos esperaban. En una fracción de segundo, soltó un puñetazo dirigido al escorpión. Escuchó al santo de Escorpio chillar ¡Cuidado!, pero desde el comienzo el chino no tenía intenciones de dañar al bicharraco. Sonrió con descaro al oír el aire abandonar bruscamente los pulmones del gemelo y al ver sus ojos llenos de sorpresa.

- Lo siento- murmuró alzando una ceja y agregando con sarcasmo -Tenías un bicho encima.

Kanon reaccionó sin meditarlo. Le era una costumbre innata devolver un golpe con otro golpe y en esos momentos, deseó no haber tenido ese instinto. Tan pronto el chino lo vio levantar el brazo, se movió ágilmente y se lo torció en una dolorosa llave contra la espalda, arrojándolo al piso de paso y clavándole una rodilla en lo bajo de la columna. Milo los miraba con la boca abierta, intentando proteger al escorpión que se escondía entre sus manos.

Kanon se removió bufando en un intento fútil por quitarse a Dohko de encima, logrando que el moreno le pusiera una mano en la nuca y le restregara la mejilla contra el suelo. Kanon dejó de forcejear como por acto de magia. Dohko, despreocupándose del gemelo tan pronto éste se quedó quieto, fijo sus ojos con fuerza en el mudo santo de Escorpio.

- Si no sacas esa cosa de mi vista en este momento, lo haré yo y prometo que no va a gustarte -siseó entre dientes.

Milo no necesitó que le dijeran más, poniéndose de pie rápidamente y murmurando que tenía que reunirse con Camus en un rato, haciendo caso omiso de los gemidos de Kanon que se removía otra vez, reclamando que lo ayudara.

- ¿Quién te crees que soy, Kanon, en serio? -gruñó el chino, presionando con un poco más de fuerza la cabeza del griego contra el suelo - ¿Crees que habría llegado a ser un santo dorado si me dejase paralizar por el miedo?

Kanon volvió a quedarse quieto, no sabía si por lo ridículo que había sido su intento de venganza o por lo abochornado que se sentía por la situación en la que se encontraba, el peso de Dohko manteniéndolo firmemente adherido al suelo. Tragó con dificultad antes de contestar.

- ¿Entonces es verdad que le tienes miedo a los alacranes?

Dohko había aflojado la presión sobre la cabeza de Kanon pero se mantuvo sobre él, la mano que acababa de quitar de la nuca del muchacho enredándose en el pelo del griego. Sus ojos se fijaron con dureza en el perfil de Kanon.

- Eres tan jodidamente infantil a veces -bufó Dohko, ligeramente molesto y liberando el brazo del gemelo al notar una imperceptible mueca de dolor -Por Athena; te juro que he visto aprendices de ocho años más serios que tú.

Vio al gemelo fruncir el cejo pero se mantuvo quieto y sin decir palabra. Dohko suspiró; conociendo a Kanon, ya se sentía suficientemente humillado en la posición en que se encontraba. Decirle que los niños caprichosos del refugio se comportaban con más madurez que él, era echarle sal a las heridas. Por otra parte, si Kanon realmente hubiese querido, podría habérselo quitado con facilidad de encima. Esa sumisión por parte del griego le intrigaba. Habría dicho algo al respecto, si el carraspeo de Kanon no lo hubiese interrumpido primero.

- ¿Piensas quitarte de encima en algún momento? -preguntó Kanon, manteniendo los ojos fijos en algún punto imaginario frente a ellos. Dohko conocía suficientemente bien las inflexiones de su voz como para saber que empezaba a molestarse.

Se levantó con rapidez y sin demorarse mucho, retornó a la mesa donde minutos antes había estado trabajando, dándole la espalda al gemelo en un intento por esconder el sonrojo que le cubría las mejillas. Si el muchacho no le hubiese hecho semejante pregunta, probablemente habría pasado un buen rato antes de que se le cruzara por la mente ponerse de pie.

Kanon no se levantó de inmediato. Se había molestado por varias razones. Primero, porque por más que se repetía que no era el más inteligente de los seres cuando estaba molesto, insistió en llevar a cabo un plan que había nacido justamente cuando se sentía así. También se molestó porque el chino lo había arrojado con una facilidad impresionante al suelo y enfrente de testigos. Su orgullo prácticamente le escupía en la cara. Pero lo que más le molestó, fue la reacción que le produjo sentir las piernas del chino presionándose a sus costados. Y le molestaba porque era algo que últimamente empezaba a escaparse de su control. Sentir el corazón palpitándole en la garganta fue el principal motivo para que se mantuviera callado casi en todo momento. Que el peso de Dohko se mantuviera por varios minutos sobre su espalda baja era la principal razón por la que aún no se ponía de pie.

Dohko rompió la concentración que ponía en sus registros cuando sintió a Kanon levantarse lentamente. Lo vio quitarse el polvo inexistente de los pantalones, como si con eso lograra recuperar algo de la dignidad que sentía haber perdido. Sintió una pequeña punzada de culpa al pensar que talvez se había excedido un poco con el gemelo. Escuchó a Kanon murmurar que debía ir al refugio y el chino se aclaró la garganta para llamar su atención.

- La verdad es que no me gustan mucho esos bichos -dijo tragando pesado, a modo de disculpa por la forma en que había reaccionado.

Kanon se detuvo mirándolo perplejo y luego se encogió de hombros, con la clara intención de seguir su camino. Dohko lo llamó otra vez, conciente de que eso no sería suficiente.

- Kanon, lo siento -susurró Dohko, esta vez mirando fijamente en los ojos del griego.

- Está bien -murmuró de vuelta el gemelo, nuevamente encogiéndose de hombros e intentando por todos los medios plantar una sonrisa en su rostro -Ya aprendí que no tengo que jugarte bromas de ese tipo.

Kanon abandonó la sala de Libra dejando a Dohko con la ligera sensación de que, esta vez, ofrecerse a corregirle los informes no sería suficiente para ser disculpado.

*****

Kanon respiró aliviado tan pronto abandonó el séptimo templo. No quería que el chino se percatara de la incomodidad que le había provocado ese contacto entre ellos. Todo esto no había comenzado más que con la necesidad de que Dohko volviera a ser el de antes y como un juego después, pero Kanon ya no podía negar que empezaba a ir más allá. Podía aparentar lo contrario sin problemas, pero el chino empezaba a ocupar la mayor parte de sus pensamientos. No mentía completamente cuando le decía a Milo que tenía cosas más importantes en la cabeza. Los ataques de pánico se habían reducido bastante desde que empezara a rondar al santo de Libra y los cambios de ánimo también empezaban a ser más sutiles. Saga se lo había comentado sin querer un día, dándole a entender que eso era culpa de la atracción que sentía por el chino. Kanon se había molestado. Más que nada, porque tenía razón. Porque se ponía inquieto cuando pasaba muchos días sin ver al moreno. Y porque eso le hacia sentir extremadamente dependiente de Dohko.

Kanon, que siempre se las había arreglado por su cuenta, no sabía como manejar esas situaciones. Odiaba no saber como manejar las situaciones a su antojo. Por eso le había molestado tanto lo que había sucedido momentos atrás. También por que, muy en el fondo de su corazón, sabía que sentir ese golpeteo en el pecho cada vez que el chino se acercaba, sólo le traería problemas y terminaría por hacer las cosas más difíciles.

Dejó salir el aire con fuerza al tomar una decisión. Sería mejor acabar con esto cuanto antes. Y para ello, tendría que hablar primero con Shion, sólo por si acaso y luego, pedirle a Saga que le deje un par de tardes con los niños del refugio.

Hablar con Shion no le traería problemas, simplemente porque dijera lo que dijera el Patriarca, de todos modos haría lo que tenía en mente. Convencer a Saga de que quería ocuparse de los niños sin otros motivos, por otro lado, le supondría todo un desafío.

*****

Milo había abandonado Libra sintiéndose desconcertado. Podría haberse imaginado a Dohko reaccionar de ese modo, pero en su mente la imagen se pintaba siempre con un aprendiz, que se pasaba de listo, recibiendo semejante humillación. De hecho, en su mente, la imagen tenía a Saga arrojándolo al piso sin esfuerzo y él siendo el aprendiz insolente que creía saberlo todo.

Pero no se esperaba que Kanon se quedara como si nada en una situación así. Milo estaba convencido de que Dohko pudo mantener a Kanon contra el suelo mientras lo amenazaba, sólo porque el gemelo se lo permitió.

Y eso era extraño.

Era extraño porque Kanon no se comportaba de ese modo a no ser que tuviese un fundamento para hacerlo y además, le otorgara algún beneficio. Era la única forma de lograr que el gemelo agachara la cabeza.

Y esa deducción fue la que lo llevó hasta el templo de Géminis. Había dejado completamente de lado la intención de averiguar con Saga que se traía entre manos el otro peliazul, pero ya le parecía necesario hacerlo de una vez.

Encontró al mayor de los gemelos en una de las salas, como de costumbre, ocupado en alguna de las muchas tareas que siempre estaba llevando a cabo. En esos momentos, estudiando pergaminos tan viejos que parecía que se harían polvo sólo con rozarlos. Saga levantó la vista tan pronto como el griego más joven puso un pie en la habitación.

- Hola Milo -saludó el gemelo sonriendo. Las visitas de Milo eran cortas y dispersas en el tiempo, pero Saga se encontraba cada vez ansiándolas más. Como si con eso trajera del pasado los únicos momentos agradables que había vivido durante sus años de adolescencia. Hizo un gesto con la cabeza, indicando el hombro de Milo, donde Antares se aferraba inmóvil, mientras el santo de Escorpio arrimaba una silla frente a él -Veo que conservas tu mascota.

Milo sonrío vivazmente. El único que no lo miraba raro cuando iba con Antares encima era Saga. Y no lo hacía porque había sido justamente él quien se la había atrapado como regalo de cumpleaños, hace casi trece años. Miró con interés los pergaminos que se extendían sobre la mesa, preguntándole al gemelo que hacía únicamente como una forma de demorar lo que había ido a averiguar.

- Tengo que enseñarles algo de la historia antigua del Santuario a los pequeños del refugio -suspiró Saga mirando con recelo los pergaminos - ¿Cómo hago para contarle estas cosas a niños de cinco años sin provocarles pesadillas? Y que además, entiendan lo que les quiero decir.

Milo sonrió al ver la mueca de disgusto en el rostro de Saga pero, al mismo tiempo, una sombra de tristeza le cruzó el rostro. Saga nunca había sido muy adepto a que niños tan pequeños tuviesen conocimiento de los sangrientos registros del Santuario y tanto él como Aioros, siendo los dorados más jóvenes, habían hecho lo posible por alargar las infancias de los pequeños del refugio. Sobre todo de él, por parte de Saga y de Aioria, por parte del santo de Sagitario. Milo sólo podía imaginar el dolor que debería sentir el santo de Géminis al recordar que los sucesos más turbios del Santuario eran responsabilidad suya. Y que, paradójicamente, había dañado directamente a las personas que más deseaba proteger.

La voz profunda y melancólica de Saga interrumpió la corriente de sus pensamientos.

- No vayas allí, Milo -le dijo el gemelo, sonriendo con tristeza, a sabiendas de los recuerdos que corrían precipitados en su mente -No vale la pena que lo hagas.

Milo lo miró con reproche.

- No lo haré…si tú también dejas de hacerlo -contestó el de Escorpio. De seguro, Saga sabía que pasaba por su cabeza por el simple hecho de que por la suya cruzaban los mismos sucesos.

Saga lo miró fijamente varios segundos, como si con eso pudiera lograr que Milo hiciese lo que decía. Habría funcionado un par de años atrás. Ahora, Milo había aprendido a imponerse tan tercamente como lo hacían los gemelos. Saga terminó por agachar la mirada, carraspeando e intentando desviar el tema.

- ¿A qué viniste? -preguntó escudriñando nuevamente los pergaminos.

Milo se aclaró la garganta. Más que para eso en cuestión, para aclarar la mente y ordenar sus ideas. Ya no estaba muy seguro de querer entrometerse en la vida de los gemelos. Sin embargo, desechó ese rechazo de inmediato. La curiosidad por lo que Kanon planeaba, y que el gemelo se negara a contárselo por su propia cuenta, siendo mucho más fuerte.

- ¿Cómo está tu hermano?

- ¿Por qué lo preguntas? -interrogó el gemelo antes de hacer el amago siquiera de contestar. La pregunta de Milo lo puso en alerta y ligeramente nervioso.

El joven griego alzó las cejas ante la reacción de Saga. Entonces Kanon tramaba algo; de otro modo, Saga no intentaría ocultarle información.

- Pues…no lo he visto mucho últimamente -mintió Milo, hace poco más de cinco minutos habiendo dejado abandonado a su suerte a Kanon en Libra -Ya casi no lo veo por Escorpio. Y, sinceramente, creo que pasa mucho tiempo con el chino. ¿No te llama la atención? ¿Ni un poquito siquiera?

Saga sintió con alivio como la repentina tensión que se había acumulado en su cuello se desvaneció igual de rápido. Por un momento, pensó que Milo comenzaba a sospechar de los repentinos cambios de humor en Kanon y que en su intento por respetar la confianza que su hermano había puesto en él, habría terminado por engañar al escorpión de nuevo. Se inclinó sobre la mesa con un gesto pensativo en el rostro, habiendo decidido inmediatamente seguirle el juego al otro santo.

- Ahora que lo dices de esa forma… - murmuró Saga rascándose el mentón -…creo que tienes razón. Es decir, yo también he empezado a sospechar cosas. Sobretodo, después de escuchar los chismes que vuelan por aquí -miró a Milo de reojo y tuvo que esconder una sonrisa tras la mano, las enormes turquesas del muchacho delatando el entusiasmo que empezaba a sentir -Traté de preguntarle que había de cierto en eso, pero se me fue por las ramas.

El gemelo hasta puso una expresión berrinchuda en el rostro. Milo lo apuntó con el dedo, con los ojos muy abiertos y una aclamación muda en el rostro.

- Hizo lo mismo conmigo. Y me dijo tan seguro que no, que por un momento me convenció de que era verdad -Saga tuvo que esforzarse por no reír con lo crédulo que era Milo. Obviamente le había creído a Kanon, si en esos momentos no hacía mayores reparos a lo que él mismo le había dicho. Milo entrecerró los ojos en un gesto interrogante - ¿De verdad a Kanon le gusta el chino?

- Eso me gustaría saber -murmuró el gemelo, esta vez sin ocultar su interés. Milo se levantó bruscamente, sobresaltándolo, más que por el movimiento, por la sonrisa que se había formaba en sus labios.

- Déjamelo a mi -casi gritó el santo de Escorpio abandonando la sala -Te veo luego.

Saga lo vio correr, desconcertado y considerando seriamente detenerlo, sin embargo, un gemido salido de lo hondo de su garganta al posar los ojos - por quinta vez - en los pergaminos que tenía enfrente, le recordó que tenía cosas más importantes de las que preocuparse.

*****

Tan pronto Milo abandonó Géminis, se dirigió a toda velocidad al onceavo templo, deteniéndose en el suyo únicamente para dejar a Antares en su habitación. Tenía que aprovechar que, en esos momentos, Camus debería estar empezando a tener una jaqueca con los niños del refugio, muy lejos de su templo. Corrió hasta la alacena de la cocina y arrodillándose enfrente, se metió de cabeza en ella. Escarbó presuroso, intentando por todos los medios encontrar eso que buscaba antes de que el francés regresase.
Un golpe seco en el mueble sobre su cabeza le hizo dar un respingo y quejarse tan pronto su nuca se estrelló con la madera, marcando los indicios de que había fallado miserablemente en la primera parte de su plan.

- Por única vez en tu vida, Milo, ilumíname. ¿Qué demonios estás buscando?

Camus se escuchaba molesto pero eso no le preocupó demasiado al escorpión. Sacó la cabeza de la despensa poniendo la expresión más inocente que pudo conjurar en ese instante.

- Puedo explicártelo. Lo prometo -dijo sonriendo al ver tambalear la expresión ceñuda del francés. Podía manejar esto, sin importar que tan mal había resultado la primera etapa. Hasta podría convencer a Camus de que lo ayudara con la segunda.

*****

- No, Milo -repitió Saga por décima vez, cruzando los brazos y mirando con un gesto decidido al santo de Escorpio - ¡No! Es una pésima idea.

Junto al gemelo, Camus asentía con fervor, traicioneramente poniéndose de parte del geminiano. Milo lo miró entornando los ojos. Siendo sincero, no le había costado mucho trabajo convencer a Camus de respaldarlo en su plan. La verdad, nunca le costaba mucho trabajo convencerlo de nada. Pero ahora que ambos se encontraban en la sala de Géminis, el francés sentado junto a Saga en una de las sillas frente a él y únicamente separados por la mesa - en ese momento, desprovista de viejos pergaminos -, bastaba con que el gemelo alzara un poco la voz para que se cambiara de bando. El griego bufó frustrado.

- Vamos, emborrachar a Kanon es la mejor forma de averiguar que esta tramando -dijo clavando los ojos en Saga -Porque tú y yo sabemos que se trae algo entre manos. Y esto nos va a ayudar -agregó Milo, poniendo una mano sobre la botella de vodka que permanecía en medio de la mesa.

El santo de Escorpio los miraba expectante, con los ojos vivos y brillantes, una sonrisa demasiado amplia estampada en su rostro. Ese entusiasmo era lo que más desconfianza generaba en Saga.

- ¿Cómo puedes estar tan seguro de que algo así funcionará? -preguntó el gemelo con suspicacia.

Milo se llevó un dedo al mentón, en un claro gesto pensativo. Los santos de Géminis y Acuario casi podían ver los engranajes de su cerebro moverse, intentando encontrar argumentos para defender su teoría, ambos a segundos de suspirar aliviados cuando lo veían fruncir el cejo sin llegar a nada. Saga ya sonreía satisfecho al saber que Milo no tenía pruebas de que funcionaría, cuando el otro griego chasqueó los dedos y apuntó a Camus.

- Funcionó con él -si Milo se veía obligado a jugar sucio, no tendría problemas.

Saga miró al santo de Acuario de lado, levantando divertido una ceja al notar el súbito sonrojo que se instaló en el rostro del francés y escuchándolo murmurar avergonzado.

- No es cierto…- la sonrisa de Milo se triplicó y asintió varias veces.

- Me dijo que tenía ojos bonitos -dijo abriendo los ojos enormes como para enfatizar sus palabras -Y a los dos días, empezamos a salir oficialmente. Esto es como…como una poción para decir la verdad.

- ¡Oh, por Athena! -masculló Camus intentando cubrirse el rostro con ambas manos.

Milo pudo ver la duda brillando en los ojos de Saga cuando éste pasó de mirar con incredulidad al francés a mirar la botella de vodka. Casi chilló cuando se percató de que el gemelo parecía considerar la opción. Saga sentía tanto o más curiosidad que él, la única diferencia era que sabía disimularlo mejor. Y que le aterraba dar un mal paso con su hermano y terminar peleándose con él. Eso a Milo lo tenía sin cuidado; Kanon nunca duraba mucho molesto y si mal no recordaba, él nunca se había molestado con el menor de los gemelos.

Saga apretó los labios, concentrado en la dichosa botella y Milo pretendía urgirlo a dar una respuesta, cuando agitó la cabeza negando.

- No, Milo -dijo Saga con ese tono que ocupaba con sus aprendices -Ya te he dicho que no y no voy a cambiar de parecer.

- Pero…

- Milo…- repitió Saga clavando sus ojos en el muchacho, bordeando la molestia -No. Si Kanon quiere decir algo al respecto en algún momento, es decisión suya - el griego se levantó dejando claro que nada, ni los arrebatos de Milo, lo haría cambiar de idea y se dispuso a salir de su templo dándole una ultima orden al santo de Escorpio -Y será mejor que vuelvas a esconder eso. Si Athena se llega a enterar de que sus santos ocultan alcohol en sus templos, estaremos por lo menos una semana aguantando sus sermones.

Milo lo siguió con los ojos, su postura asumiendo la derrota que su rostro se negaba a aceptar. Camus se encogió de hombros.

- Traté de decirte que sería inútil.

- También dijiste que me ayudarías a convencer a Saga -gruñó Milo, dejándose caer pesadamente en la silla que había ocupado Saga e inclinando la cabeza hasta apoyarla en el hombro de Camus.

- Mi instinto de preservación está intacto. Lo siento.

- De todos modos, no habría funcionado -suspiró Milo en un intento por convencerse de que sus palabras eran ciertas -Saga tiene razón. Si Kanon no quiere decirnos nada…no hay forma de obligarlo.

TBC

- Cap. 10 - // - Cap. 12 -

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