MAS MAS MAS...QUIEN QUIERE MAS!!!!
Capítulo Cuatro
- ¡No, no entraré ahí!-
Eran poco más de las tres de la tarde, ya habían llamado a Bobby para contarle de la maldición y este sólo se había puesto a reír, diciéndoles que era poco comparado con lo que le había pasado a él la primera vez que fue a visitar a esa bruja. Ahora tenían que ir al otro lado de la ciudad, a visitar a otra bruja que vivía en medio de los pantanos, y, para llegar hasta allá, necesitaban un auto.
- Vamos, es sólo un auto, tú también eres uno. -
- Pero… ¡Dean! ¡Esto es… una bestialidad! -
Conseguir un auto que fuese capaz de aguantar una vuelta por un pantano no había sido fácil por dos cosas… o mejor dicho personas. Dean no quería ningún modelo nuevo, porque decía que eran para princesas y por ende, actuaban como princesas, que no durarían nada en un pantano. Bebé, por otro lado, insistía en que él podía llevarlos ¿Cómo? Sam no quería saberlo, tampoco intentarlo.
La cosa es que conseguir un auto que satisficiera las necedades (porque no eran necesidades) de Dean les había llevado más de dos horas de caminata por la ciudad, con un Dean totalmente enfurruñado por… todo y un Bebé que no hacía más que rezongar que, por ningún motivo, se metería dentro de otro auto, porque eso sería violación.
- ¡No será una violación! - Dean estaba hasta la coronilla y más allá por la terquedad que mostraba su auto, la misma terquedad que mostraba él por no querer subirse a ningún auto que no tuviese por lo menos 20 años de antigüedad.
- ¿Qué no? ¡¿Cómo se llama cuando un humano se mete a la fuerza dentro de otro?! - Sam sólo sonrió, porque a ese punto la discusión se le hacía divertida.
- Violación. - Respondió Sam, caminando un par de pasos por detrás de Dean y Bebé, quienes parecían un viejo matrimonio.
- ¿Ves? ¡Sammy me apoya! -
- ¡Sammy sólo te apoya para joderme! -
- ¡Sammy me apoya porque me quiere más a mí que a ti! - Si, como un matrimonio, peleando porque su "hijo" quiere más a un padre que al otro.
- ¡¿Qué?! ¡¿Estás tonto?! ¡Sammy me quiere más a mí, soy su hermano! -
- ¡A mí! ¡Yo lo crié! -
- ¡Eres un auto! -
- ¡Eres un mamífero! -
- ¡Maquina! -
- ¡Costal de carne! -
- ¡Tu radiador es feo! -
- ¡Tus…! -
- Ya ¡Basta! - Sam los interrumpe, porque están haciendo todo un escándalo en la calle.
- Pero… - Y cuando intentan reclamar al mismo tiempo, Sam sólo apunta una vieja camioneta cuatro por cuatro, ideal para el terreno disparejo del pantano.
- Usaremos esa camioneta. -
- Pero es… -
- La usaremos y punto. -
Y así encontraron la camioneta ideal, luego de darse un par de vueltas a la manzana, esperando que la calle se desocupara lo suficiente para robarla.
- ¡Es una simple camioneta, maldita sea! ¡Mete tu culo dentro! ¡Ya! - Sam espera dentro de la camioneta, algo fastidiado. Es molesto que, después de una hora explicándole que al ser Bebé un humano no estaba cometiendo ningún crimen o violación al entrar en otro auto, éste seguía sin siquiera tocar la camioneta.
- ¡Noooooo! - Su grito es tan potente y estridente como la mismísima bocina del Impala. Bebé se cruzó de brazos y se dio la vuelta ofendido, pero más que nada con el rostro rojo a reventar. Se sentía un violador y no le gustaba como se sentía eso.
- Escucha bien. - Dean le dio la vuelta y lo sujetó de los hombros, obligándolo a mirarlo a la cara. - Es momentáneo ¿Ok? mientras más rápido lleguemos más rápido podré montarme en ti… - Dijo y se pateó al darse cuenta del nuevo significado de sus palabras… - Digo… podremos… manejarte. - Dean no tenía remedio, la estaba embarrando aún más.
- ¡Dean! ¿Qué dices? No me metas en tus perversiones. - Sam se escucha molesto, pero en realidad sólo estaba molestando a Dean y se reía por dentro a carcajadas. Desde que salieron del motel Dean no había dejado de meter la pata y decir cosas con connotación sexual que Bebé no entendía.
- ¡Pero si yo si quiero que me monten a mí! ¡No a ese trasto! - Patea el suelo, impotente, porque esa camioneta podrá ser más joven que él, pero es obvio que nadie la ha cuidado y es casi una chatarra. - Vejestorio espantoso… - Murmuró, sin perder la postura de cabreo.
- Bebé… - Dean lo soltó y lo miró, y el impala no pudo apartar la mirada de esos ojos verdes con reproche, sintiendo unas cosquillitas se le formaban a la mitad de su carrocería y creyó que se estaba quedando sin combustible. - Sube ya a la camioneta. -
- Pero… -
- Sabes que eres el mejor auto… mi auto. Y no te cambiaría por nada del mundo, pero necesito que ahora te subas a esta estúpida camioneta para que podamos resolver esto… - Dijo sereno, acariciándole el rostro, no se lo creía, pero saber que era su auto y no un loco lo ponía cariñoso. Sam se largó a reír a todo pulmón y el cazador sacó una piedrita que había guardado con anticipación y, haciendo puntería dentro del coche, le dio a Sam en las costillas con ella.
Unos dos segundos más tarde estaban rumbo al pantano, y Bebé no dejaba de decirle como conducir, sentado como estaba en el asiento trasero, intentando tocar lo menos posible el interior de la camioneta.
- Sé conducir, maldita sea, ¡conduzco desde los 12 años! - Gruñó Dean, exasperado.
- Pero… estás forzando las marchas y… - ¡Joder! Si antes Dean pensaba que el tipo era exasperante, pues ahora lo era más.
- Y me importa una mierda, sólo cállate. -
- Pero… -
- ¡Dije que te…! - ¡Crach! El motor hizo un ruido horrendo y el auto se detuvo cuando comenzaban a entrar al pantano. Tuvieron que salir rápidamente para no morir asfixiados por el humo del motor y Dean no hacía más que maldecir.
- Te dije que estabas forzando las marchas. El motor está viejo, no iba a aguantar tu paso, Dean. -
Y ahora, además de auto y persona, el tipo es mecánico. Genial.
- Sólo camina, no debe estar demasiado lejos. - Pero estaba lejos, jodidamente lejos.
Había más mosquitos que plantas, más lodo que agua, más caimanes que ranas y en general más cosas rastreras de lo que les gustaría. Estaban con el lodo hasta las rodillas, apartando las ramas de los árboles y las plantas con un par de machetes. Bebé iba al frente, porque era más ligero y no se hundía tanto, además, sus botas, esas que Sam consideraba muy incómodas, resultaron ser muy útiles a la hora de patear caimanes.
Estuvieron metidos en esa mierda por horas, rumbo al este, hasta que al fin dieron con una casucha cuando ya casi anochecía. No había nadie en ella, solo basura Voodoo. Llamaron a Bobby con el disgusto a flor de piel, la ropa húmeda y los pies llenos de lodo, y les dijo que no se suponía que tenían que ir allí de inmediato, que sólo los días de luna llena la mujer estaba en la casa y eso sería la noche siguiente.
No les quedó más que esperar, se quitaron las botas y se decidieron a buscar un lugar para acampar dentro de la casucha. La cosa es que no había camas, había sólo un par de mantas en toda la casa, una hornilla oxidada que aún tenía algo de combustible y suficiente espacio para los tres. Dean había salido a cazar algo para la cena, y Sam y Bebé intentaron no perturbar demasiado el lugar de la bruja, no vaya a ser que los maldigan otra vez, así que eligieron la habitación vacía para acampar, por suerte Bebé no sólo podía sacar las cosas que tenía dentro, sino que también las podía guardar y trasportar sin que sufrieran daños, lo cual les fue útil para que la ropa limpia no se llenara de barro o que el laptop no se mojara con la llovizna eterna de Luisiana, la cual llevaba ya dos días sin menguar para nada.
- ¡Miren esto! - Dijo Dean entrando a la casa con un caimán degollado y limpio - sin viseras- de un metro veinte en la mano. - ¡¿Sam?!- Gritó, al no verles en la salita de entrada.
- ¡Estamos atrás, Dean! - Sam ordenaba la pequeña habitación, poniendo las mantas en el piso y arreglándoselas para hacer funcionar la pequeña hornalla a gas que había allí. Bebé en tanto miraba curioso el interior del lugar, con sus telarañas y su madera torcida por la humedad. Era una especie de cabaña hecha con madera rústica, casi vacía si no se tenía en cuenta la sala principal que estaba llena de frascos extraños y una mesa muy pequeña y nada firme.
- Hey, miren lo que cacé. - Dijo Dean, satisfecho con su logro, porque cazar al animal no había sido nada fácil, pero tanto Sam como Bebé lo miraron asqueados.
- ¿Eso es un caimán? Dean, es asqueroso. - Comentó Sam, secundado por Bebé que ni siquiera podía mirar el animal desollado. Dean frunció el ceño, porque no podía creer que el parcito se pusiese exquisito justo ahora.
- Sam, no sabes ni siquiera como sabe. Ya has comido caimán antes, y tú… - Apuntó a Bebé, que lo miraba con sus grandes ojos celestes. - Has aplastado a muchos. Así que se callan y se lo comen sin chistar. -
- Yo nunca he… - Pero Dean cortó el reclamo de Sam, tirando el caimán sobre una mesa y comenzando a filetearlo.
- ¿Recuerdas esa vez, cuando tenías 12, y papá nos dejó tirados aquí en Nueva Orleans durante dos meses? - Sam asintió, sin querer saber el resto de la historia. - Pues ese filete que te devoraste era caimán. Y Bebé me ayudó a cazarlo. -
- ¡Dijiste que nunca debíamos decírselo a Sammy, Dean!- Levantó la cabeza rápidamente, agrandando los ojos y soltando el reproche. Lo último que necesitaban era traumar más al niño.
Dean se largó a reír, cortando en trozos el animal, mientras Sam se replanteaba todas esas veces que su hermano le había servido comida de dudosa procedencia y él simplemente se la había comido porque tenía hambre.
Asar el caimán no les tomó demasiado tiempo, y, aunque comenzó renuente, Sam terminó comiendo de buen agrado. El único que no comía era Bebé, que sólo se dedicaba a revisar que las ventanas estuviesen bien aseguradas y que el techo no fuese a gotearse.
- Come, no has comido nada desde… nunca. - Cuando Dean le ofreció un trozo del animal, no quiso aceptarlo.
- Es sólido. -
- ¿Y qué? obvio que es sólido, los humanos comemos cosas sólidas. No puedes pasarte le vida bebiendo sólo café. Así que come o te hago comer. -
- Dean eso… me dañara el motor, no puedo… - Miró el pedazo de carne blanca que su dueño le tendía, pero él sólo podía fruncir el ceño, sin convencerse de ello. Sam en tanto se había dormido en un rincón de la habitación poco después de comer y Bebé le había colocado una manta encima.
- Escucha, tienes que comer aunque tenga que forzarte… - Se sentó a su lado y cortó un trozo más pequeño de carne y se lo acercó, dejándolo frente a sus labios y haciendo un poco de presión para que la comida entrara, cosa que no sucedió.
Bebé no quería saber nada de comida sólida, y apretó los labios, impidiendo que la comida entrara. Dean presionó la carne, pelando con su auto para que la ingiriera, pero al final bufó cansado, decidiendo probar otro tipo de trató para lograr su objetivo.
- Bebé… - Pasó su brazo por detrás del impala y lo acercó a él, abrazándolo por la cintura. Dejo caer su mentón sobre el hombro de Bebé y lo miró desde ese ángulo, como si fuera un niño inocente y sin ninguna mala intención. Bebé se puso nervioso, porque no sabía cómo reaccionar a lo que Dean hacía.
- ¿Dean? - Era la misma sensación que tenía Bebé cuando Dean lo conducía por el borde de un acantilado, por caminos demasiado estrechos y pedregosos. Esa sensación de que, al más mínimo error, caerían y morirían. - Dean… ¿Qué…? - Pero antes de que pudiese terminar la frase, Dean ya estaba metiendo dentro de su boca un trozo de carne, tapándole luego la boca con su mano.
- Te lo comes o no destaparé tus conductos de ventilación. - Y si a Bebé le quedó alguna duda, Dean también le tapó la nariz, dejándole como única opción el tragar rápidamente ese trozo de carne para que Dean lo dejase libre. Podía sentir como bajaba por su garganta, hasta llegar a su depósito de combustible. Era su fin, si eso pasaba a su carburador estaría jodido. - Así está mejor. Sí haces lo que te digo andarás bien. - Dean cortó otro trozo del caimán y se lo ofreció, esperando que lo tomata, pero Bebé sólo miró a otro lado, frotándose el estómago por encima de la ropa. - Oh, vamos… era sólo una jugada, tú me conoces… - Dean vio como Bebé cada vez parecía más angustiado, como si temiera que algo malo sucediese en cualquier minuto. Era eso o había herido sus sentimientos. - Eh… Bebé… - A Dean se le fue la voz cuando vio como los ojos de su amado impala brillaron de más de lo normal. Genial, ahora su auto tenía una fuga.
Dean dejó la carne y el cuchillo, se limpió las manos en el pantalón y se acomodó un poco más cerca de su auto. No pretendía ofuscar a su Bebé, pero… ¿Qué se supone que debía decirle? Siempre había podido hablar con él cuando estaban a solas, y ahora Sam estaba dormido, así que ¿Por qué no puede decirle que lo siente? Sí, era por su bien y todo, pero joder… o su auto era un llorón o él era un patán. Y claro, el auto de Dean Winchester no era un llorón.
Alzó su mano y acarició la cabellera negra, la poca luz en la habitación provenía del fuego de la hornilla en medio de la misma, la lluvia había aumentado hacia poco y con todas esas nubes en el cielo era imposible quela luz de la luna iluminara el lugar. Por suerte no parecía haber goteras en el techo, pero el lugar estaba frío.
Dean dejó caer su mano por la nuca del impala, rosando la blanca piel, y se sintió como cuando estaba dentro del auto, contenido por la carrocería, esa seguridad y comodidad, esa sensación de estar en casa. Era tonto sentir lo mismo con ese ser de carne y hueso, mucho más teniendo en cuenta que por su contextura física era obvio que Bebé no podría protegerlo demasiado.
- Oye… lo siento ¿Si?… - Apartó su mano y las juntó entre su rodillas, intentando alejar de si ese sentimiento de comodidad tan intenso.- Es importante que comas siendo humano y no puedo permitir que te mates de hambre sólo porque piensas que algo te hará daño. Sé que no he sido muy… amable contigo, sólo me costó entender que eras mi adorado impala, pero… bueno yo… no quería… obligarte a nada de esa forma. - Al final soltó un largo y pesado suspiro, porque era mucho más difícil hablar con su Bebé ahora que éste podía contestarle.
- Si me adoras tanto… - Joder, eso sonaba muy mal ahora que Dean lo piensa. - ¿Por qué me obligas? - Volteó su cabeza y miró a su dueño directo a los ojos, con la cara mojada de lágrimas que no sabía contener. Es como si su sistema para limpiar sus parabrisas se hubiese activado sin que pudiera evitarlo. - Me hará daño, Dean, es sólido. - Se frotó las mejillas rosadas por el frío y las lágrimas, intentando controlar un poco las reacciones de su nuevo cuerpo.
Dean se mordió la lengua y no dijo nada. ¿Qué más podía decir? Él era así, bruto, no sabía cómo actuar de otra manera. Así que sólo tomó la manta que quedaba y se sentó apoyado contra la pared, dispuesto a dormir, pero en el proceso tomó a Bebé por la cintura y lo arrastró hacia atrás, para que se acurrucara junto a él. Lo atrajo contra su pecho, lo envolvió con sus brazos y la manta a pesar de la protestas.
- Dean ¿qué haces?
- Shh… escucha con atención, porque sólo lo diré una vez. Sé que soy muy brusco, que no sé hablar de sentimientos y que soy un pesado cuando quiero y cuando no. No sé ni cómo es que Sam me aguanta, sabes que ya me dejó una vez, que lo he apartado de mi lado incluso, pero él, tú y Bobby son lo único que tengo. Sí alguno de ustedes me rechazara por ser como soy… yo… - La voz se le fue y sólo pudo apretar con más fuerza la estrecha cintura de su Impala, enterrando su nariz entre los cabellos negro.
- Yo nunca te rechazaría, Dean. Nunca… - Recalcando sus palabras, Bebé abrazó a Dean por la cintura, acurrucándose más contra su pecho. - Pero si vuelves a hacer eso de tapar mis ductos de ventilación, no respondo. Vas a tapar mis válvulas de escape si me das cosas sólidas. - Dean se echó a reír, incapaz de controlar su risa.
- Oye, en serio es por tu bien. ¿Recuerdas esa vez, cuando Sammy tenía 8 y se hizo ese raspón en la rodilla? - Bebé asintió, recordando que Sam se había largado a llorar y del raspón brotó suficiente sangre para manchar su tapicería. - Pues papá me dijo que debía curarlo, y para hacerlo debía raspar a herida.
- Sammy lloró mucho esa vez. -
- Sí, pero después fue mejor. Si no lo hubiese hecho se habría infectado. Ahora, tú eres humano. Estás equipado para comer cosas sólidas. No te harán daño, porque tienes un sistema de refinamiento de combustible en tu interior. - Bebé pareció pensarlo un momento, procesando la nueva información que Dean le daba.
- Entonces… ¿Mi motor ahora funciona con… carne? -
- Y vegetales. No le digas a Sam que lo dije, pero los vegetales te harán bien. -
Bebé aceptó comer tras esa charla, pese a que al principio fue renuente y masticaba con cuidado, no pasó mucho para que terminara casi tragando la carne, después de todo, no había comido absolutamente nada desde que fue convertido en humano, y después de comer volvió a acurrucarse junto a Dean, quien lo recibió con los brazos abiertos.
- Viste que no fue tan malo. -
- Sí, lo acepto. Mi tanque nunca había estado tan lleno… ¿Dean? - Bebé levantó la vista, quedando a milímetros de Dean y su cara. - ¿Tú crees que vuelva a ser como antes?- El tibio aliento de Bebé le acarició el rostro, recordándole el olor de la calefacción en los días de invierno. Extrañaba su auto, a pesar de que este estuviese acurrucado junto a él.
- Claro… ahora duerme, pero mañana sí o sí desayunarás. - Inspiró hondo y cobijó con la manta a ambos.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
En la mañana Sam es el primero en despertar y ni si quiera se acomoda el cabello cuando ya está prácticamente sobre Dean y Bebé, tomándole fotos a los tortolitos. Cuando Bebé volviese a ser el impala de metal y bujías, él se burlaría de lo lindo de su hermano mayor. Ya satisfecho salió al pórtico a tomar el aire. La lluvia había mermado, pero una niebla ligera cubría el lugar. Fue entonces cuando vio unos gansos, o patos… tal vez eran cisnes… lo que fuesen, simplemente entró en la cabaña y tomó su pistola y un cuchillo grande, él también podía cazar y la verdad prefería comer ganso/pato/cisne a caimán.
Su primer intento de acercamiento no fue demasiado fructífero. Espantó a una de las aves, que salió volando de su nido entre los matorrales. El segundo intento fue mejor, tenía a uno en la mira, su pistola estaba muy firme en su mano y el silenciador, porque esa pistola tenía silenciador, amortiguaría el sonido del disparo lo suficiente para no espantar al animal en caso de fallar el tiro.
No le dio a ese… ¿Pato? Lo que fuese, no le dio, pero le dio al animal que estaba tras él, un poco más pequeño, pero al parecer más joven y por ende más tierno. Había sido fácil, no es que lo disfrutara, pero vamos. Comparado con un wendigo, cazar un… mierda ¿Un cisne? Joder con los pájaros, con esa neblina podía ser un avestruz y Sam no se enteraría hasta estar frente al animal.
- Es un ganso. -
Sam volteó asustado, alertado por esa voz femenina y gastada resonando tras él. Era una mujer diminuta, por lo menos comparada con él era diminuta, no pasaba el metro cuarenta, tenía una pronunciada joroba, arrugas a montón, ojos pequeños y dorados, piel rojiza, cabello blanco atado con trapos y plantas a su cabeza y una serpiente tan enorme colgando de su cuello que fácilmente Sam podría usarla para saltar.
- Es… ¿es usted la… mmm…? - ¿Cómo dijo Bobby que se llamaba? - ¿Señora… Lula? -
- Señorita. ¿Qué te trae a mis tierras? - Con sus manos huesudas acaricia la cabeza de su serpiente, quien dócil se deja hacer, apuntando con su lengua a Sam, quien sólo hace una mueca de incomodidad ante el animal. - Déjame adivinar… ¿quieres un repelente de chicas? Seguramente no te dejan en paz, muchachote. - Sam la miró incrédulo, sorprendido por lo que la anciana mujer le decía. - ¿No? Tal vez… eres gigante y quieres un hechizo para ser más pequeño, Chico Palmera.
- ¿Qué? No, no. Estoy bien con mi altura, Seño…rita Lula. - Dios ¿por qué era tan difícil llamarla “Señorita”? - Lo que sucede es que… la Voodoo Mama maldijo a mi hermano y nos dijeron que usted podría ayudarnos. -
- ¿Quién les dijo eso? - Inquirió la mujer, desconfiada.
- Un amigo, Bobby Singer. Él dijo que usted lo ayudó cuando Voodoo Mama lo maldijo a él. -
- Mmm… Singer… lo recuerdo. Interesante trabajo el de él. Tuvo orejas y cola de cerdo por una semana. - ¡Con que eso era! Por eso Bobby no quería contarles qué le había hecho la Voodoo Mama. - ¿Qué hizo esta vez? -
- Convirtió el auto de mi hermano en persona. -
- ¿Y es guapo? La Voodoo Mama tiene una pequeña manía con los hombres guapos.
- Eh… bueno… siendo sincero… es un jodido modelo.
- Oh… vamos dentro, me contarás los detalles. Y trae al ganso, Tota tiene hambre.
Sam siguió a la mujer dentro de la cabaña, guiándola luego a la habitación en la que Dean y Bebé se supone que aún dormían, mirando de reojo a la serpiente que no le quietaba los ojos de encima, como si quisiese colgarse de él.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Dean se fue despertando poco a poco, no sabe como su cabeza llegó a estar apoyada en su mochila si esta estaba dentro del impala, pero su idiotez mañanera no le permitió pensar demasiado en eso. Sólo se cubrió el rostro con la manta y se acurrucó en el calor que sentía a su alrededor.
Escuchó un ronroneo en conto apretó el cuerpo que tenía entre su brazos, inspiró hondo y el olor a cuero le llenó los pulmones. Amaba ese olor a tapicería nueva. Por un momento pensó estaba en el interior de su auto, pero al abrir los ojos y ver una mata de cabello negro y desordenado.
Por un momento se asustó, no reconociendo a la persona que tenía junto a él. El único con esas características era… pues Cas, pero Cas estaba enojado con él y no lo había visto en más de un mes, y mucho menos se echaría a su lado para que Dean lo abrazara. O tal vez sí… lo cual sería tremendamente extraño. Así que, si no era Cas ¿quién era? Tardó un momento en recordar todo lo que había sucedido el día anterior y que ese que se acurrucaba ahora entre sus brazos no era otro que su Bebé.
Sonrió al darse cuenta de cómo estaban de enrollados, con su Bebé metiendo sus manos bajo su chaqueta, buscando un poco más de calor, y sus piernas echas un lío entre las suyas. Con levantar la cabeza sólo un poco se dio cuenta de que Sam no estaba en la habitación, seguramente se había despertado antes y había salido ¿A qué? no le importaba, ya se las cobraría con Sam, quien seguramente estaba planeando cómo burlarse de él.
- Buenos días, Bebé. - Susurró bajito, dejando caer una suave caricia por el contorno del rostro de Bebé, así como hacía todas las mañanas cuando era un auto.
- Mmm… - Y como respuesta obtuvo el mismo ronroneo del motor al ser encendido, sólo que esta vez, a diferencia de lo normal, Bebé sólo volvió a acurrucarse, haciendo ese sonidito al respirar que Dean reconoció como ese par de legos que sonaban en los ductos del aire acondicionado.
- Hey, despierta. - Volvió a acariciar su rostro, deteniéndose esta vez sobre su cuello, permitiendo que sus dedos se deslizaran por toda esa piel suave y pálida, provocándole un escalofrío a Bebé.
- Dean… necesito calentarme. Hace frío y… - Bostezó, haciendo reír a Dean, quien parecía un chiquillo en navidad de lo feliz que estaba con su auto entre los brazos. - No funciono bien… con el motor frío… - Comentó, sin siquiera abrir los ojos. - Dean… sólo… calienta un poco mi motor.
Dean apoyó su frente contra la de Bebé y la idea de calentarlo le hacía gracia. Eso entre humanos sólo significa sexo, pero hablando de mecanismos, Bebé sólo se refería a que necesitaba un poco más de tiempo para funcionar correctamente. Era cuestión de lógica, sólo que a Bebé le costaba darse por enterado de su nueva condición y por ende de los nuevos significados de sus palabras. Se lamió los labios y pensó que sería buena idea hacerle entender algunos detallitos de la jerga humana.
- Bebé… ¿Recuerdas la noche en San Petersburgo? ¿Cuándo nos quedamos sin diesel? - Murmura sólo para él, usando un tono profundo y sugestivo que su auto no capta.
- Nos quedamos tirados en medio de la carretera… - Susurra Bebé de vuelta, recordando todas las situaciones en las que se habían quedado tirados en medio de la nada.
- ¿Y recuerdas… a la chica que quiso ayudarnos y se quedó atascada en el barro?- Deslizó su nariz por la mejilla de Bebé, haciéndolo estremecer. - ¿Recuerdas que ella tenía mucho frío, pero aún así nos ayudó?
- Sí, ella… ensució toda mi tapicería cuando… cuando… - Ya ni se acordaba de la chica, sólo podía reaccionar a las nuevas y desconocidas sensaciones que le producía el tacto de Dean sobre su cuerpo humano.
- La calentamos. Me costó sacar el olor a sexo de la cabina… - Sonrió amplio, sin apartar sus labios de su mejilla. - Hacía frío esa noche y la invité a que se quedara conmigo en… bueno, en tu interior. - Esa última palabra estaba un par de notas más baja, dicha directo sobre su oído. Las manos calientes de Dean acariciaban su fría espalda debajo de su camiseta y él apretó los puños, arrugando la camisa de su dueño.
- Dean… ¿Por qué… por qué me cuentas esto? - Su cuerpo vibraba sin control, casi se retorcía ante las caricias de Dean, pero, con el poco control que le quedaba sobre las reacciones de su nuevo cuerpo-que no era mucho-, sólo atinó a acurrucarse un poco más contra Dean, buscando más de ese calor reconfortante que necesitaba esa mañana.
- Porque… ahora que eres humano y pones tus manos sobre mí… y dices cosas como “Caliéntame” o… - mordió una pequeña porción de esa piel tan apetecible sobre la clavícula - “Quiero que me montes”… siendo tan hermoso como eres… tan perfecto… sólo me dan ganas de cumplir con todos tus deseos, pero de la forma humana… - Arrastró cada palabra con sensualidad, deslizo sus labios por el cuello pálido, desperdigando caricias y mimos sobre la piel tersa, sujetando las caderas del impala y las presionándolas contra la suyas.
Bebé por poco y no le estalla el radiador ahí mismo, pero está más que seguro de que se le quemaron un par de fusibles con ese movimiento que hizo Dean. Su "Tubo de escape" de repente parecía muy… sólido y el de Dean estaba en condiciones parecidas, su piel se erizaba ahí donde Dean llevaba sus manos calientes y Bebé estaba segundo que Dean terminaría por rayar su pintura si seguía haciendo eso con su boca.
- Dean… Dean ¿Qué…? ¡Dean! - Correcto, Bebé acababa de comprobar que eso que tenía entre sus ruedas traseras no era un tubo de escape, era demasiado sensible para serlo, y Dean parecía querer sacer provecho de eso.
- Shhh… déjamelo a mí, Bebé… - Apoyó sus labios contra los de Bebé y el ronroneo fue más fuerte en su boca y Dean sólo pudo devorarla, instándolo a abrirla más y probar su lengua, una mano en la nuca y otra apretando su nalga, la redonda y firma nalga que lo hizo jadear. - Yo te calentaré…
Dean se frotó contra Bebé, apretando con sus dedos la piel tierna de sus nalgas, y las manos de su impala apretaban sus hombros, sin saber qué hacer realmente, apenas con algunas imágenes difusas en su mente de las amantes de Dean, pero, asustado por las reacciones en su nuevo cuerpo, sólo se dejo hacer. Era demasiado abrumador y ahora entendía cómo era que, una tras otra, las mujeres sucumbían ante las atenciones de Dean.
El calor que aumentó rápidamente, su motor estaba a punto, pero Dean seguía moviéndose contra él, aumentando el calor. Sentía como su aceite se quemaba por dentro, como su interior burbujeaba por la temperatura y subió una pierna sobre la cadera de Dean para acoplarse más al los movimientos, que no eran suficiente, pero a la vez eran demasiado, necesitaba más y a la vez menos, y no sabía cómo pedirlo.
- Dean… - Ok, llamarlo no funcionaría, Dean parecía mucho más interesado en la toda la piel que tenía bajo su nueva tapicería. - Dean, creo que… - La vista se le nublaba a ratos ¿sería por lo fusiles quemados? - Mi aceite… Dean… - Pero Dean seguía haciendo eso con su boca, rayando su pintura con sus dientes y deslizando sus manos en sitios que sólo debería tocar para cambiar una pieza.
- ¿Qué sucede con tu aceite, Bebé? - Bien, por lo menos lo estaba escuchando, así que no costó mucho que Dean entendiera lo que necesitaba cuando alzó sus caderas, haciéndolas chocar contra las de su dueño.
- Necesito… necesito un cambio de aceite. -
Dean apenas se aguantó las ganas de reír ante tal petición, sólo bajó un poco más sus caderas, haciéndolas chocar contra las de Bebé, quien sólo atinó a jadear, haciendo ese ruidito que a Dean tanto le gustaba de su Impala cuando presionaba el acelerador.
- ¿Si? ¿Tan pronto? Cambié tu aceite hace dos semanas… ¿No me digas que ya lo quemaste? - Bebé sólo apartó la mirada, avergonzado por el intenso movimiento que hacía Dean contra su chasis.
- Creo… creo que… la quemaste, Dean… sobrecalentaste mi motor. - Esta vez Dean no se aguantó la risa, pero aún así procedió a hacer lo que Bebé le pedía con tanta vergüenza.
Sujetó sus caderas, así como lo hacía con el chasis con su automóvil, abrió su apretado pantalón como si fuese la tapa del aceite y en segundos ya tenía en la mano lo que Bebé ahora llamaría su "Manguera de Aceite". El proceso esta vez era diferente, Dean lo bombeaba como si estuviese inflando sus llantas con el bombín, y su cuerpo al completo pareció incendiarse en ese momento.
- Aaah… Dean. - Bebé pegó un respingo, echando su cabeza hacia atrás, estirando su cuello. La sensación era demasiado intensa, necesaria y confusa que sólo podía arquearse y alzar sus caderas buscando más roce.
Dean lo observó retorcerse y estirarse contra su tacto, y apretó más la hombría de su auto, dispuesto a llevarlo a su límite. Acaricio la cabeza con el pulgar y notó la humedad, caliente contra sus dedos.
Bajó la mirada para ver lo que sus propias manos hacían y sus neuronas colapsaron allí mismo, pegando su cabeza contra el pecho de Bebé, escuchando su desbocado corazón. La visión de su abdomen plano y marcado al descubierto, blanco y terso, la firmeza de la piel y ese vello negro y corto en su ingle que era tan escaso que apenas servía de adorno. Su puño aceleró el ritmo, ignorando por completo su propia necesidad, y Bebé se aferró de su corto cabello, manteniéndolo cerca, pegado a su carrocería.
- ¡Dean! ¡Dean! ¡¡Dean!! - Bebé gimoteó y empujó contra las manos fuertes que lo sostenían contra el piso, mientras Dean usaba sus dientes para morderlo en esos dos puntos rosados que tenía en el pecho y que no sabía para qué servían, bueno… no lo sabía hasta que Dean los mordió y el tono de sus gemidos aumentó, así que supuso que ahí estaba el control del volumen de su sistema de sonido.
Dean siguió con el movimiento de su muñeca, ayudándose con su otra mano para acariciar el par de suaves y tensos testículos, usando todas sus técnicas para sacarle el orgasmo más intenso que pudiese con sólo masturbarlo, lo cual no parecía muy difícil, ya que Bebé parecía derretirse, hasta que apretó su nuca contra sus enrojecidas tetillas, mientras que su “aceite” se derramaba sobre las manos Dean. Bebé sentía el fuego en su interior y los temblores, su rostro ardía y no podía respirar como hace poco se había acostumbrado. Seguramente dejó todo sucio, lo sentía, es como si estuviese vacio, pero a la vez lleno de nuevas cosas. Se sentía raro y bien al mismo tiempo.
- Creo… - Jadeó Dean, mirándolo a la cara con esa sonrisa satisfecha y orgullosa. -…que ya está cambiado… - Restregó su rostro contra el pecho de su impala, que subía y bajaba muy rápido, y subió a su rostro sonrojado repartiendo suaves besos. Abrazándose a él con fuerza tras limpiarse las manos con esa vieja frazada que antes los cubría.
- Dean… - La voz apenas le salía y Dean sólo pudo besarlo, encantado con su expresión perdida y su sonrojo.
- ¿Qué sucede, Bebé? - Preguntó coqueto, acomodando una vez más sus caderas sobre las de su impala, frotando su dura erección contra el miembro ya flácido y sensible de Bebé, quien sólo jadeó y se arqueó al sentirlo.
- Ese fue… el mejor… el mejor cambio de aceite… ¡Del universo! - La emoción de su Bebé por su recién descubierto orgasmo no hizo más que sacarle una carcajada, que fue cortada por el grito de niña asustada que dio Sam al entrar a la habitación.
- ¡Dean, maldita sea! ¿¡Manoseaste a un auto!? -
Ok. Esto requería una larga y compleja explicación para su hermanito… o una mentira.
- ¿De qué hablas? Le estaba haciendo un cambio de aceite y… - Pero no pudo decir mucho más, porque desde atrás de su hermano apareció una viejecita toda arrugada, con una serpiente colgando del cuello y un peinado de lo más raro hecho con cuentas de colores y trozos de tela.
- ¿Quien es ella? - Preguntó Bebé, atinando a abrazarse a Dean, con la vista fija en la mujer.
- Es la señor… ita de la que nos habló Bobby, ella… mierda ¿podrían por lo menos soltarse y vestirse? ¡Que hay una dama, maldita sea!
Más divertido que asustado, Dean acomodó su ropa, ayudando a Bebé con la suya cuando vio que este parecía un poco enredado, todo bajo la atenta mirada de la mujer que sólo sonreía. Una vez presentables, se sentaron sobre la manta que antes los cubría, observando como la anciana caminaba hacia a ellos hasta situarse frente a Bebé. Su serpiente movía su cabeza con curiosidad, alargando su lengua hacia ellos.
La mujer era muy bajita, seguramente no medía más de un metro cuarenta, ni siquiera necesitaba ponerse de pie para quedar a una altura muy pareja, y su cara arrugada ocultaba esa sonrisa pícara de la que Dean no se fiaba para nada.
- Interesante trabajo. - La mujer tomó el rostro de Bebé, quien sólo se dejó hacer, lanzándole miradas cargadas de incertidumbre a Dean. Estaba acostumbrado a que todo el mundo lo mirada, a ser el centro de atención, pero no que lo tocaran. Eso sólo podía hacerlo Dean, y a veces Sam, pero sólo si no traía consigo su aparatito tecnológico lleno de música ñoña. - No puedo hacer nada. Esta maldición ya está medio desecha, sólo debe seguir su curso. La Voodoo Mama hizo esto para que alguien aprendiera algo.
- Espere, ¿Quiere decir que si logro aprender a respetar a las personas y sus cosas… él volverá a ser un auto? ¿Así de simple? - Dean parecía muy esperanzado, pero la mirada triste de Bebé lo hizo entrar en razón. Si Bebé volvía a ser un auto… adiós a los cambios de aceite especiales.
- No es así de sencillo, muchachote. - La anciana acomodó a su serpiente sobre sus hombros, porque esta estaba muy inquieta, intentando acercarse a los humanos para acurrucarse en ese calor que sentía en el aire. - Das un paso hacia adelante y cuatro hacia atrás. Aprendes a querer tus cosas, sin importar la forma que tengan, pero mansillas mi casa y toqueteas a tu auto en mi presencia, sin contar que casi haces que tu hermanito se infarte. - Sam resopló a espaldas de la anciana, dándole la razón. - Además, tienes a alguien con quien necesitas arreglar algunos asuntos.
- ¿Cas? - Joder, Dean ya se había olvidado de Castiel otra vez.
- Necesitas aprender a respetarlo a él también. Ahora váyanse de mi casa, el Chico Palmera… - Apuntó a Sam, que sólo bufó ante el apodo. - Me ha regalado un lindo ganso para mi cena y mi serpiente aquí no le gusta la compañía.
La encorada y vieja mujer los vio salir de su cabaña y esperó hasta verles a lo lejos, con las botas hasta el fondo en el húmedo pantano, para volver al interior de pequeña residencia. Tomó el enorme ganso que Sam cazó, lo puso en la mesa sin despumarlo. Con una sonrisa enorme se irguió sin problemas, alcanzó un cuchillo ubicado en una alta repisa, estirándose con facilidad, ignorando su joroba, recuperando su verdadera altura al tiempo que la serpiente sobre sus hombros se convertía en un grueso collar de cuentas. Hundió el cuchillo en la carne del pájaro, lo rodeo con distintas especias mientras su sangre se escurría por las grietas de la madera añeja.
Su cuerpo cambió mientras destripaba al animal. Su complexión disminuía, haciéndose delgada y joven, el cabello gris pasó a negro y una la gigantesca sonrisa, con dientes grandes y blancos, relució en su rostro, asomándose por los labios maquillados de negro. La piel canela se torno oscura, con dibujos de huesos sobre su rostro y brazos.
Voodoo Mama estaba complacida con lo visto, con sus palabras con “Sammy”, siempre tan satisfactorias. Era tan dulce, tan correcto, que le daban ganas de poseerlo, de atraparlo dentro de un frasco para que nada ni nadie pudiese acercare a él nunca más.
Se mordió sus jóvenes labios y miró por la puerta, en la dirección en la que los Winchester habían partido. Era tan divertido, ahora entendía porque la mayoría de los demonios les gustaba meterse con ellos, aunque siempre pretendiesen matarlos. A ella le apetece más la diversión de ofuscar a Dean, quien deja de ser un cínico cuando pierde la paciencia y discute como un crío. Y claro, poner a ese niño divino de Sammy en penosas situaciones, donde toda esa vergüenza y desconsiento lo conectan con su verdadero ser. Porque odia la sombra oscura que rodea a esos hermanos, esas máscaras de hombres fuertes e insensibles, de valentía absurda y majadería.
Y lo que más le gusta a Voodoo Mama es romper máscaras.
CONTINUARA....