JOJOJO ESTO PINTA BIEN!!! AHI VA MAS DESTY!!!
ONE MORE SHOT
Capítulo Tres
El siguiente en despertar es Sam, un par de horas más tarde. Espera encontrarse un campo de batalla, seguramente Dean se habría dejado llevar por el alcohol y habría peleado con el impala, tal vez no le había hablado en toda la noche o lo había echado a la calle, pudo pasar cualquier cosa, todo menos lo que Sam se encuentra cuando despierta: Dean y "Bebé" durmiendo juntos, más que juntos.
Joder, Dean prácticamente está durmiendo SOBRE el Impala.
Sam se queda sentado en la cama, estupefacto, porque no logra procesar la imagen que tiene enfrente. Dean duerme con brazos y piernas sobre Bebé, con el rostro escondido en su cuello, seguramente buscando calor, porque apenas lo cubre una frazada de la cadera hacia abajo. Bebé, por su lado, simplemente duerme de espalda en la cama, con su rostro levemente inclinado sobre el de Dean, su expresión de completa paz haciendo juego con ese ronroneo constante que hace al respirar. Todo lo contrario a Dean, que ronca. No demasiado fuerte, pero si lo bastante para saber que bebió un montón.
Sam se levanta, tieso de la impresión y sólo sale de su estupor cuando Dean hace un sonido extraño con su nariz y parece despertarse, pero sólo se acomoda. La idea que se forma en su mente lo asusta un poco, porque la imagen de Dean llegando borracho y lanzándose sobre su impala, que ahora es una persona demasiado devota a Dean, no hace más que sorprenderlo. Claro, Dean tiene esa mala costumbre de tirarse sobre su auto cuando bebe mucho, pero que lo siga haciendo ahora que no es… de metal, es simplemente desconcertante.
Claro, la situación trae consigo muchas ventajas, tan sólo pensar en las posibilidades para fastidiar a su hermano mayor lo hace sonreír, y con la sonrisa a flor de piel se acerca a la cama, con su teléfono en la mano, dispuesto a inmortalizar ese momento. Con las pruebas en la mano y vistiéndose rápidamente sale del cuarto por el desayuno, suspirando al descubrir que aún llueve.
Camina por las calles a paso rápido, corriendo a refugiarse bajo los techos que encuentra a su paso. Había visto una cafetería no muy lejos, pero la lluvia cae incesante sobre su cabeza y no tiene mucha más ropa para cambiarse, así que sólo apresura el paso. Llega unos minutos luego a la cafetería, es un lugar pequeño, pero acogedor, pese a que a esa hora no hay nadie. El local tiene paredes de algún tono tostado y pequeñas masetas con helechos colgando por aquí y por allá. Un cuadro de que a simple vista son simples manchas anaranjadas en acuarela, Sam lo identifica como una imitación de un Turner. Quien lo hubiese elegido para adornar el lugar definitivamente tenía buen gusto.
El mostrador está lleno de dulces y pasteles, hay pequeñas mesas de madera oscura y sillas del mismo color repartidas por todo el lugar y la dependienta es una mujer menuda, de piel canela, cabello negro y liso cayendo por uno de sus hombros y una sonrisa amable. Usa anteojos y una coleta alta, una blusa que cubre todo lo que debe ser cubierto, pero insinúa lo suficiente para querer mirarla largo rato. Sam se acera, observando la variedad de dulces que hay para escoger, hasta que la voz de la mujer lo hizo alzar la mirada.
- Hola ¿qué te puedo ofrecer? - Definitivamente esa es una linda sonrisa, que Sam no tarda en corresponder.
- Verá… tengo un amigo que tiene… necesidades especiales. -
- ¿Es diabético? - Dios… ¿cómo le explica a esa pobre mujer que el auto de su hermano ahora es un humano?
- No, no. Mire… esto le sonará ridículo, pero mi amigo… se cree un automóvil. - La expresión de la mujer cambia a una de incredulidad y se apoya en el mostrador verde mientras acomodaba sus anteojos.
- ¿Me estás tomando el pelo? - Oh, genial… la hizo enojar. - Puede que sólo haya estudiado artes y literatura, pero no soy estúpida. - ¿Artes? ¿Literatura? Muy bien, una intelectual, seguramente ella había elegido el Turner.
- ¡Claro que no! Yo no… - ¿Por qué tiene que ser bonita? Sam se distrae con facilidad cuando ve mujeres bonitas -no vulgares- y su capacidad de habla se reduce un par de puntos, sobre todo si además es inteligente y altiva. - Es la verdad, ya desearía estar bromeando, pero necesito llevarle algo parecido a… “Diesel premium sin plomo” o no comerá nada. -
La dependienta entrecierra los ojos, midiendo las facciones de Sam y buscando el truco de todo ese discurso, pero sólo encuentra consternación y una clara señal de ayuda. Y claro, esa expresión de cachorro que derrite corazones y hace caer pantaletas.
- Tengo… expreso descafeinado ¿funcionará? - La cara de Sam cambia al instante, llenándose de alivio.
- Eso espero. Dame también otro café sin azúcar y un cappuccino, un par de esas donas y una porción de tarta de manzana. -
- ¡A la orden! -
Sam la ve ir y venir, con su coleta de cabello oscuro saltando de un lado al otro, el mismo movimiento esparciendo por el aire su perfume de flores, que se podía distinguir incluso entre el olor del café y los pasteles. Se acerca un poco más, intentando definir de qué está hecho su perfume, y con los codos en la encimera se queda mirando cómo prepara los cafés y guarda las donas en una caja de cartón con el logotipo del lugar. “Las Mil Estrellas”, un nombre raro para una cafetería, ya que de las miles a las que había ido durante sus cacerías la mitad tenían los nombres del dueño o de la esposa del dueño o, por defecto y lo que consideraba un poco patético, alguna palabra en francés o el título de un mal libro. Pero “Las Mil Estrellas” le suena bien, sobre todo por esas estrellas de cristal que cuelgan del techo y le dan sentido a todo.
- Son de la navidad pasada… - Sam baja la mirada, porque sin querer se había distraído mirando el techo. Frente a él la dependienta le sonríe al acercarle los dos de los cafés y la caja con donas.
- ¿Cómo?- Sam intenta no parecer un idiota, pero es un poco difícil cuando te quedas pegado mirando la linda sonrisa de una chica.
- Te vi mirándolas. - Señala la chila, apuntando el techo con uno de sus delicados dedos.
- Ah, sí… son… lindas. Sólo… sólo es raro ver adornos de navidad en esta época. -
- Se nos rompió la escalera y ni siquiera el dueño es lo bastante alto para alcanzarlas usando una silla. Al final decidieron dejarlas. - Mientras habla, saca otra caja desde abajo del mostrador y comienza a acomodar la porción de tarta de manzana que Sam le había pedido. - Le da más sentido al lugar. - Sí, justo lo que Sam pensaba.
- Ya veo… - Dice Sam, intentando seguirle la conversación. - Disculpa, ¿podrías darme dos porciones? Sí no llego con suficiente tarta el cavernícola hará un escándalo como no tienes idea. - La chica lo observa, midiendo sus facciones nuevamente. Y Sam lo entiende, primero llega con el cuento de tener un amigo auto y ahora le sale con un cavernícola. Seguramente la pobre piensa que Sam escapó de algún psiquiátrico o algo.
- ¿Cavernícola? - Sí, por su expresión debe estar pensando justo eso. - Oye ¿tienes dinero para pagar esto? - Dice, ya enojada, porque está segura de que Sam le está tomando el pelo.
- ¿Dinero? Sí, claro. - Temiendo que la dependienta lo echara en cualquier momento sacó su billetera, mostrándole que efectivamente tenía varios billetes dentro. - No es broma lo del cavernícola, mi hermano se convierte en un animal cuando no tiene la suficiente tarta de manzana.
- Mmm… ok, te creeré. Pero si me sales con alguna otra locura llamaré a la policía. Hoy en día el mundo está lleno de locos.
- Dímelo a mí. Tengo un hermano-cavernícola y un amigo-auto.-
Y eso bastó para romper el hielo entre ellos. La dependienta ya no parecía sospechar de sus intenciones, seguramente se habría topado con un montón de locos a lo largo de su vida, pero Sam agradecía no ser vigilado con ese aire de sospecha
- Entonces… a tu amigo-auto le gusta el “Diesel Premiun” y a tu hermano-cavernícola la tarta de manzana… - La dependienta se recargó sobre el mostrador, esperando a que el café expreso estuviese listo. -…pero ¿qué te gusta a ti? ¿Algún dulce en especial? - Finalmente deja sobre el mesón la caja con la tarta y el café expreso, comenzando a acomodar todo dentro de un par de bolsas de papel.
- No soy mucho de dulces… - Oh, mierda… ¿ella le coquetea? ¿Qué debe hacer? ¿Le coquetea de vuelta? - Digo, es difícil encontrar un lugar donde vendan lo que me gusta. - Sam se siente tonto y tímido, y se encoje un poco para intentar pasar desapercibido, lo que es muy difícil teniendo en cuenta su estatura y su talla.
- Oh… eres de gustos exigentes. Vamos ¿qué es? Muero de curiosidad. - Las bolsas ya están empacadas, el dinero está sobre el mostrador, pero ninguno tiene intenciones de dejar de hablar.
- Pastel de sidra. Puede sonar un poco tonto, pero… es raro de encontrar a alguien que lo sepa hacer y le quede bien. - Ambos con los codos en el mostrador se miran a los ojos con una sonrisa boba.
- ¿Pastel de sidra…? interesante. Mira, te propongo un trato. - Sam levanta las cejas, sorprendido por lo repentino que eso ha sonado. No tiene buenas experiencias con los “Tratos”, pero no es como si esa pequeña dependienta fuese un demonio. - Yo averiguo como preparar ese pastel y te hago uno, si tú usas tu altura para bajar las estrellas de cristal del techo.
- ¿Bajarlas? -
- Sí, se están llenando de polvo y están opacas… ¿Qué dices? ¿Hacemos un trato? -
Al final Sam aceptó, porque su parte del trato era realmente sencilla. Con sólo extender los brazos era capaz de alcanzar los adornos y no tardó más de cinco minutos en bajarlos todos, pero en ese periodo las cosas comenzaron a ponerse un poco extrañas y Sam no tuvo más remedio que prometer que pasaría al día siguiente por su pastel y huir. Ahora entendía porque su hermano prefería a las mujeres fáciles que buscan cosa de una noche, porque una mujer normal pregunta demasiado.
Era sacar un adorno y recibir una pregunta: ¿Vives con tu hermano? ¿Y qué pasa con tu “amigo-auto”? ¿Estás de paso o vives aquí? ¿Tienes teléfono? ¿Mail? ¡¿Facebook?! Y Sam ya no sabía que inventar, porque además Celina -así se llama la dependienta- es una chica inteligente y no se creería cualquier cosa, no por nada estudiaba y trabajaba a la vez, así que Sam optó por hacer las cosas más sencillas y huir.
La dependienta por su lado simplemente sonríe, viendo a Sam alejarse caminando por la calle, disfrutando del pequeño descanso que había hecho la lluvia. En sus manos tiene un libro con tapas de piel, hojas amarillentas y más polvo que tinta, que hojea hasta dar con la receta del pastel de sidra.
- Tratos son tratos, pequeño Winchester…-
Las plantas que cuelgan del techo se marchitan rápidamente y las pequeñas mesas y sus sillas se agrietan, en las paredes tostadas aparecen manchas de humedad y pentagramas de todo tipo. La dependienta sólo ríe, mientras su piel se oscurece, su cabello se apelmaza y pintura blanca adorna sus facciones, dibujando un esqueleto. La Voodoo Mama se pasea por el lugar en todo su esplendor, con el libro entre sus dedos llenos de anillos, encantada con Sam. Era adorable, con su temor a las cosas normales y corrientes, como conocer a otra persona íntimamente y sin secretos, y después de su pequeña charla y de husmear su teléfono sin que este se diera cuenta está más que complacida.
Su maldición avanza como lo tiene planeado, prueba de eso son las fotos que copió del teléfono de Sam. Sí todo sigue tal y como lo espera, Dean Winchester no tardará demasiado en aprender su lección.
Sam en tanto llega a la habitación del motel, justo a tiempo para ver como Dean se gira sobre "Bebé" y se acurruca en su pecho, de la misma forma en la que se acurrucaba en los asientos de su auto cuando… pues cuando era un auto.
No lo dudó si quiera un segundo, rebusca su teléfono en su pantalón, que sin saber porqué está ahora en el bolsillo de su chaqueta, pero le resta importancia al asunto y comienza a sacarle más fotos a su hermano así de abrazado a "Bebé". Ya se vengaría de esa infame foto que aún conserva Dean de fondo de pantalla en su teléfono, esa en la que Sam está durmiendo con una cuchara en la boca. Ahora este sería el fondo de pantalla de Sam: Dean babeando sobre el pecho de otro hombre.
Con su venganza consumada se dispuso a despertar al par de bellos durmientes, que no parecían muy dispuestos a abandonar su sueño, y tras remover a Dean un buen rato y darle dos palmaditas en la cara a "Bebé", tiene a un confundido y resacoso Dean negándolo todo y a un muy hambriento Impala, que poco y nada se entera de lo que sucede.
- ¿Qué huele tan bien? - Bebé no tarda en salir de la cama, medio tropezando con los largos pantalones que Sam le había prestado y con la camiseta de Dean callándose por su hombro. Dean tarda un rato más en salir de la cama, principalmente porque se muere de vergüenza y no logra limpiarse toda la baba de la cara.
- Es algo especial para ti, combustible premium para humanos. Bébelo con cuidado, está caliente. - Sam le da su café al impala, feliz cuando este suelta un gemidito de gusto a probarlo.
- Muy bien, Sammy, por fin aprendiste que combustible es el que me gusta. Ahora aprende a cambiar bujías y seremos mejores amigos. - Sam ríe ante el comentario, contento de ver que finalmente Bebé consume algo.
- ¿Bujías? No sé, Bebé, sabes que eso de la mecánica no se me da nada bien. Además, no creo que Dean deje poner mis manos "en ti"… - Lo remarca adrede, escuchando como su hermano gruñe contra la almohada. - Ya sabes lo celoso que es, no le gusta que nadie te toque. - ¡Dios! Es TAN divertido molestar a Dean que no puede evitarlo.
Pero a Dean no le hace nada de gracia, se levanta de un salto y se encierra en el baño. Típico, hace lo mismo cada vez que no quiere hablar o esconder su vergüenza. Sam sólo se echa a reír, le importa poco que su hermano le escuche, es simplemente mirar las fotos que su hermano aún no sabe que tiene y disfrutar todas las posibilidades que trae eso consigo
- ¿De qué te ríes tanto, Sammy? - Pregunta Bebé, con su café entre las manos, mirando por sobre el hombro de Sam lo que este mira con tanta diversión. - ¿Ese es Dean? - A Sam se le corta la risa de repente, es obvio que a Bebé no se le hace gracioso el cariño que Dean le tiene.
- Nada, no importa. - Rápidamente guarda su teléfono, escondiéndolo de la mirada acusadora del Impala. - Oye, vi una tienda de segunda mano aquí cerca, tal vez podríamos encontrar algo que te calce mejor que nuestra ropa, tal vez algo… negro. - Bebé lo mira confundido, echándole una mirada a lo que llevaba puesto, unos pantalones de buzo que le sacan más de quince centímetros y una camiseta que le sobra por todos lados.
- Supongo que estaría bien… ¿vendrá Dean? No podría cambiar mi tapicería sin que Dean escoja, no le gustan las cosas sintéticas. - Y ahí está otra vez, esa devoción que profesa Bebé a su hermano, esa aparente incapacidad de decidir por su propia cuenta, o no decidir nada que a su hermano podría molestarle.
- No creo que Dean salga de ese baño por algún tiempo, así que iremos sólo tú y yo ¿está bien? Yo también puedo cuidarte, te cuidé los cuatro meses que Dean no estuvo. -
Bebé lo mira haciendo un puchero, recordando con tristeza esos cuatro meses, las veces que lloró junto a Sam, las veces que el menor se sentó en el asiento del copiloto y juntos esperaron a que Dean lo encendiera, y Dios… esa estúpida música que oía Sam y esa cosa tecnológica que le conectó y hacía cosquillas. No, o sea, Sam no era tan malo cuidándolo, pero definitivamente no cambiaria a Dean.
- Está bien… iré, pero no usaré nada sintético. - Co cuidado se agachó, siguiendo las indicaciones de Sam, y se arremanga los pantalones, acomodándolos para usar las zapatillas que Sam le ofrece y que le quedan grandes, pero no se queja. La camiseta se le cae, así que Sam le ayuda a acomodársela, jalándola del cuello para que no se le caiga por los hombros, dejando a la vista la parte alta de su espalda y sus clavículas. Sam apenas alcanza a cuestionarse el porqué de la estatura tan pequeña del Impala cuando escuchó un portazo a sus espaladas. Seguramente Dean había decidido que aún no era tiempo de salir.
- Oye, en la guatera había dinero… tú… - Sam no tiene que decir más. Bebé mete una de sus manos bajo la camiseta y saca de su costado el fajo de billetes y se lo ofrece. Sam quería preguntar cómo es que hace eso, pero prefiere no enterarse. Algunas cosas era mejor no saberlas.
Ya en la tienda Sam suspira. Negro. Bebé no se prueba nada que no fuese negro y si es negro y además de cuero, pues mucho mejor. No le costó elegir una chaqueta, que Sam encontró muy parecida a la tapicería de los asientos, y luego no está muy seguro como, pero se enfundó unos pantalones que a Sam le parecieron demasiado pequeños, pero que Bebé lucía con comodidad y orgullo.
Sam debía admitirlo, el impala era un auto con un bonito maletero, muy… espacioso, pero lo que más impresionaba era su frente, y en su versión humana no era demasiada la diferencia. Muchas veces tuvo que apartar la mirada, perturbado al comprobar que Bebé no parecía muy consciente de su nueva condición como humano.
- Sam… ¿debo dejar mi tubo de escape afuera, cierto? - ¿Tubo de escape? Sam lo piensa un momento, intentando hacer relación entre lo que le dice Bebé y alguna parte de su cuerpo, hasta que finalmente cae en cuenta de a qué parte puede estar refiriéndose. - ¡No, no! Eso no es… déjalo dentro ¿ok? nadie lo debe ver. -
- Pero… -
- ¡Nadie! - Sam está que se da cabezazos contra la puerta del vestidor, porque no para de recordar que la noche anterior había visto más veces desnudo al tipo de lo que su pobre mente podría soportar.
- Sam, con esta ropa no se verá mi matrícula. - ¿Matrícula?
- ¿Tienes matrícula? -
- Pues sí, tonto, todos los autos tienen. - Mierda, cierto, es un auto. A ratos a Sam se le olvida.
- Eh… no, no debe verse, eres humano ahora. - Sam no recordaba haberla visto, pero no es como si lo hubiese revisado en profundidad. - ¿En dónde se supone que la tienes?
- Pues… espera… ¡Sam, mi matrícula no está! ¡Nos arrestarán por circular sin matrícula! - Oh, Dios… ¿en qué lio se había metido Sam?
- No pasa nada, no necesitas matrícula siendo humano.
Unas cuantas -varias, tal vez muchas- preguntas incómodas luego, Bebé finalmente sale del vestidor. Usa una camiseta gris sin motivos, con cuello de corte bajo, dejando entrever la pálida piel de su pecho y el contorno de un par de cicatrices que Sam no había visto antes, pero que eran las iniciales DW y SW. Usa también unos jeans negros que se le pegaban a todo, Sam no sabe cómo logra caminar con eso, pero él parece muy cómodo. Usa la chaqueta negra que le había gustado y unas botas negras de suela gruesa que a la vista parecen algo incómodas, pero que Bebé había insistido en usar porque tienen buena "Tracción". Un par de jeans y camisetas más, ropa interior nueva en la tienda de la esquina y vuelven al motel cargando las bolsas.
El costo no fue demasiado, pero lo que no escapa de Sam es la manera de atrapar miradas de Bebé, no había mujer u hombre que no se pare a mirarlo. Sam está acostumbrado a no ser el centro de atención a pesar de su altura. Es bastante discreto, incluso se encorva un poco al caminar para que no le presten atención, siempre es mejor que la gente del pueblo no recuerde si lo ha visto o no. Pero el caminar de Bebé con esa ropa es confiado, fuerte y llamativo, es obvio que está acostumbrado a que todas las miradas se posen en su figura, antes siendo un auto y ahora siendo humano.
Sin embargo, la elegancia de su movimientos sólo dura hasta que pasan frente a una pequeña tienda de repuestos especializada en autos clásicos, su cuerpo parece derretirse cuando se apoya contra la vitrina, extasiado ante las piezas que se exhiben, pero no su aparente fanatismo por los repuestos exclusivos es suficiente para quitarle por completo toda esa elegancia a sus movimientos.
- ¿Sam? - Lo llama, con la frente pegada al vidrio de la vitrina. Jamás había visto una tienda tan de cerca, siempre las veía desde la calle, así que ver todo lo que había dentro de primera mano lo tenía muy entusiasmado.
- ¿Si? - Sam no puede evitar sonreía, porque el brillo en los ojos del Impala es tan notorio que seguramente podrían iluminar de noche.
- Quiero eso… cómpramelo. - Apunta con su dedo uno de los repuestos que se exhiben, contento porque es de su marca y es original.
- Ahhh… pues no sé, eres humano ahora y… - Maldición, Sam no puede ni terminar de decirlo, porque esa felicidad que Bebé tiene en el rostro amenaza con desaparecer. - Digo… parece caro, pero si le dices a Dean él sabrá si es compatible con tu motor. - Y con una sonrisa enorme en el rostro, Bebé prácticamente corrió al motel, seguido de un Sam que apenas podía seguirle el ritmo.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Sí, corrió como una nena asustada al baño, no lo niega, pero no es una nena, él lo llamaría una huida estratégica. Ni se acuerda en qué momento el tipo loco se metió en su cama, no se acuerda si es que él mismo se lo permitió; sólo sabe que Sam lo ha visto y eso es suficiente para que su tonto hermanito ahora lo moleste por toda la eternidad. Lo molestaría incluso más que esa vez que se quedó dormido y encontró a Cas velando su sueño.
Se lavó la cara un par de veces, oyendo como Sam y el loco hablaban y hacían planes para salir por ropa. Claro, el tipo es pequeño, más bajo incluso que Cas, nada de su ropa le queda, pero no le agrada la idea. O sea, prefiere verlo vestido que con toda su piel y “cosas” al aire, pero vamos ¿Ropa para él? ¿Para “el vago-loco” cómplice del secuestro de su verdadero Bebé? Pues no, detendría esa locura pero ya.
No alcanza ni a dar tres pasos fuera del baño cuando tuvo que volver corriendo.
No es que se hubiese asustado. No, él nunca se asusta a menos que Sam esté en peligro, pero joder… ese culo… ¡Ese culo está de miedo! Perfecto balance, perfecta forma, perfectamente… follable, si no fuese un jodido hombre, un loco y además un secuestrador de autos.
O sea, con que sea un hombre no tiene tantos problemas. Ha tenido sus deslices un par de veces, siempre haciendo de activo, y a la larga es casi lo mismo, pero ese loco…
- Vamos, Dean, céntrate. Esto te pasa sólo porque aún estás borracho, sólo es eso… - Pero ni repitiéndolo como mantra logra hacer bajar esa erección que había comenzado como la típica mañanera y que ahora se ha transformado en un incordio.
El pecho no deja de subirle y bajarle desde que volvió a cerrar la puerta detrás de él, pegando su espalda a ella, su letanía le sirve para una mierda y de un momento a otro se saca todo y se mete a la ducha, el agua está casi congelada en las tuberías y eso lo distrae, pero las imágenes no dejan de aparecer en su cabeza. Necesita recuperar su auto y necesita sus armas… y sólo La Colt tiene el poder para solucionar las cosas.
El pensamiento lo desvía un poco de su palpitante problema entre sus piernas, porque recuerda que no carga ningún tipo de arma además de una sencilla Taurus, que poco y nada puede hacer contra una “Bruja”. Todo lo demás está en el auto… su auto… su preciado Bebé que fue secuestrado ¡Por esa loca que se cree bruja! Con furia golpea la pared azulejada, dañando sus nudillos que comienzan a sangrar un poco.
- ¡Demonios! ¡Como odio a ese vago! - Dice, con los dientes apretados, porque no sabe cómo recuperar su auto. Tal vez si le sigue el juego al vago… claro, si pretendía ser comprensivo y buena persona, ese loco se apiadaría de él y le devolvería el auto ¡Claro! Eso es lo que haría, sería amable, lo trataría como trata a su Bebé y después ¡Zaz! un balazo en la nuca.
Le volaría los sesos a ese pringado.
Salió de la ducha un minuto después, ya limpio y con su pequeño problema bajo control. Alcanza a vestirse y a darle una mordida a una de porciones de tarta de manzana que Sam había traído cuando escucha las llaves en la puerta, las risas de Sam y el loco del otro lado, al parecer venían de buen humor.
- ¡Dean, tengo tapicería nueva! - Y si, obvio… Sam, el Señor Filantropía, le había comprado todo un guardarropa al vago, que salta feliz de la vida, con la mirada brillante y la sonrisa deslumbrante.
Joder con el loco.
Dean por poco no se infarta ahí mismo, porque ese problemita que había desaparecido vuelve en cosa de un segundo, y Sam no hace más que sonreír, satisfecho con su gracia, así como un cachorro que no sabe que acaba de destruir las pantuflas de su amo.
Lo único que logra ver es negro. Chaqueta de cuero, pantalones ajustados negros, pescadoramente ajustados, y esa camiseta que por poco no era un cinturón por lo bajo del escote, porque la porquería no le cubría nada. Podía ver toda esa piel blanca de su pecho, y las cicatrices… ¿Enserio? ¿Incluso las iniciales de ambos? ¿Qué se creía? ¿Harry Potter? Puto y caliente loco.
- Te ves… bien, Be… - Carraspea, ayudándose con un trago de café. - Bebé. -
- Dean, vi un carburador de seis cilindros. Sé que yo tengo uno de cuatro, pero ese era tan… ¡Hermoso! Llegaría fácilmente a los 250 por hora y Sam dijo que tal vez tú podrías comprarlo y… ¿Dean?- Bebé agita su mano frente a su dueño, pero Dean está en cualquier parte menos en esa habitación, se perdió totalmente en lo que decía el loco y no veía nada que no fuese esos labios rosados y su cabello negro alborotado.
- Dean, Bebé te habla ¿Dean?- A la mierda con Sam, quien no considera suficiente molestarlo, sino que tiene que pasarle por al lado y agacharse a su altura para hablarle al oído.
- Ah, sí, carburador… ¿Qué modelo era? - Ver la sonrisa malvada de su hermanito bastó para que Dean se centrara, sacándole una sonrisa aún más amplia a ese loco.
- Era un modelo 350. - Da pequeños botes sobre los dedos de pie, con ansias de que Dean dijera que sí a esa pieza nueva.
- Es un modelo más moderno… tendríamos que cambiarte casi todo el motor. - Con un esfuerzo sobre humano Dean se imaginó a su auto frente a él. Tal vez así no sea tan difícil hablarle a ese vago.
- Pero… - Si, claro. Ojitos de cachorro. Jodido loco, seguramente aprendió ese gesto de Sam.
- Veré que puedo hacer, pero creo que ya es hora de que tengas un buen carburador.
Si alguien le hubiese dicho que tener contento a un loco era fácil, Dean no se lo habría creído, pero ver la sonrisa de niño que tiene este es suficiente para que Dean dijese un par de mentiras verdaderas, total, su Bebé de verdad si se merecía un carburador nuevo.
Bebé no puede contener su alegría. Las piezas nuevas o exclusivas siempre lo entusiasman, porque Dean tiene especial cuidado al trabajar sobre él y el sólo en tener las manos expertas de su dueño hurgando en su motor lo emociona al punto de lanzarse sobre Dean y colgarse de su cuello. No es consiente siquiera de que podría estar aplastando a su dueño, la alegría era tanta y el impulso tan fuerte que sólo lo hizo. Sus pies cuelgan en el aire, el cazador es mucho más alto que él y ni siquiera el importaron las risas entre dientes de Sammy, ni las amenazas de Dean de que el suelte o le cortará los frenos.
- Pero Dean, ¡No puedo esperar! ¡Ya quiero tenerte sobre en mí! - Y Sam que se tomaba su cappuccino que a ese punto está frío, termina escupiéndolo todo.
Dean se pone blanco como el papel, porque es obvio que las palabras de “Bebé” no se refieren a follar, pero sin duda ponen muchas cosas ardientes en su cabeza, que seguramente le causarán muchos problemas.
- Ehm… - Dean se aclara la garganta y logra separar al moreno de su cuerpo, porque ya lo tiene bastante alterado. - Sí, si… pero primero necesitamos investigar el caso… y… - Suelta, sentándose en la mesa y poniendo la laptop a andar. Una seguidilla de pensamientos lo hace levantar la mirada a su hermanito. - ¿Sammy? ¿No estaba el laptop en le impala?
- Sí, estaba en el impala. - Sam sonríe y asiente, metiéndose una dona en la boca. Bebé mientras observa la dona que Sam le ha ofrecido, dudando entre dejarla sobre la mesa o simplemente tirarla a la basura y hacer como si se ha hubiese comido.
- ¿Y cómo demonios llegó aquí? - Sam mira a Bebé y Dean le sigue la mirada.
- ¿Qué? ¿Necesitan algo más?- Pregunta, dejando finalmente la dona sin comer sobre la mesa. Ya se había bebido el café, su tanque estaba lleno y no necesitaba nada más.
- Eh… pues… - Dean lo mira con duda. O sea, sí, era un vago loco nudista leedor de mentes, pero ¡Vamos! Nadie puede ser un vago loco nudista leedor de mentes y además un mago. Eso es demasiado, incluso para ellos. - La sal de roca, no hemos sellado las ventanas…-
Bebé abre su chaqueta, apartando un poco su camiseta, y de su costado aparece una saco de 5 kilos de sal de roca. Dean abre grande los ojos, como dos platos de postre, y con la boca abierta se levanta para tomar el saco. No es cualquier sal, es SU sal.
- ¿Y “La Colt”? - Bien, eso claramente podría ser un engaño, pero La Colt es cosa distinta.
Pero el supuesto impala simplemente repite el movimiento, metiendo su mano por su otro costado, sacando la “La Colt” con sus respectivas municiones especiales. Esta vez Dean no puede creerlo.
Sam sólo sonríe, caminando hacia la pequeña cocina de la habitación. Cuando pasa junto a Dean le da dos palmadas en el hombro mientras suelta un divertido:
- Te lo dije. Es tu auto. -
Dean sólo toma aire varias veces, intentando procesar la información. Tal vez, y sólo TAL VEZ, ese vago loco nudista… si es su auto, y sólo TAL VEZ está realmente maldito y totalmente jodido.
- ¿Dean? ¿Estás bien?- Pregunta Bebé con miedo, acercándose a él. Porque Dean parece a punto de desmayarse.
- Yo…-
No, no está bien y no estará bien, porque su auto ahora es un hombre, y aún peor, es… totalmente follable.