OK! OK!
Aquí vamos hace milenios no pongo un Post decente y que mejor ocasión para ello que el cumpleaños de Mi Amo!!! (no se pierdan el lado masoquista de mi relato) ....resulta que en mis noches de ausencia inspiracional, si esa palabra existe, mi señor amo me daba de azotes para que escribiera decentemente, que no me pusiera de vaga y pues en el segundo que desapareció mas de dos semanas sin decir nada me aterre... no porque no pudiera darme mis azotes diarios que los necesitaba y los sigo necesitando, si no porque mi amo amado no estaba por ningún lado, una gran amiga Evian Fork me comento de una ocacion en que una chica/chico usuario del jornual tambien desaparecio por razones espantosas como que tuvo un acidente creo no recuerdo bien y yo colapse y empese a buscarlo por todos lados!!! con June.... la esclava mas pequeña.
Y nos pusimos en plan investigación y empezamos a acosar gente de su face (no se enoje amo estabamos desesperadas-por lso asotes- y por usted) y habalmso con gente y nada de nada hasta que el amo aparecio un mes y semana despues...a avisar al grupo de
Wincest Church J2M2+IJ que no tenia net pro que el bicho condenado que le da internet se le quemo¬¬.
curadas del susto, y con el amo mas conectado porque el cielo de hombre se va a una plaza publica para hablar con sus esclavas y participar del fandom de SPN Y MAS un ratito por las tardes...
so como regalo para mi señor amo y de June, con Kattie que histéricas no sabíamos como regalarte bien, hicimos esto.... en un delirio pecaminoso y depravado....jejejejeeje espero te guste mi señor, te queremos mucho!!!
Título: One More Shot
Autoras: Elghin & Kattie
Beta: Kattie
Artista: Elghin
Dedicatoria: A nuestro querido amigo Fer (Desti ), por su cumpleaños.
Calificación: NC-684354168413
Advertencias: Pues... estamos locas, así que es un fic loco. Esperen lo peor y más, porque el Impala, damas y caballeros, es el protagonista de esta historia.
Personajes: Human!Impala (Ian Somerhalder), Dean Winchester, Sam Winchester, OCs
Resumen: Dean molesta a quien no debe y recibe una lección que no espera. Con una maldición que no cae precisamente sobre él, lo que más quiere en este mundo saldrá perjudicado.
¿Sam?
No, "Lo que más quiere" ¡No a quien más quiere!
Nueva Orleans, Sam ama Nueva Orleans, está tan lleno de historia y cultura, de magia en cada calle, es cuna del Jazz, el Mardi Gras y el Voodoo, y Dean odia Nueva Orleans por eso último, sobre todo ese día.
Están en una callejuela oscura, en una noche húmeda en la que todo se pega a las botas y no tienes ni intención de descubrir que es, pero en esa callejuela vacía, con la luces amarillentas de los faroles creando sombras sospechosas, es el entorno predilecto para pedir favores a seres o pseudo-personas que dejaron de ser humanas al unir sus vidas a la brujería. Por eso los Winchester están una de las bifurcaciones del Bulevar Bourbon, metidos en el Impala a esas horas de la noche.
-… “En el bulevar de “Que me importa”, es tarde, tengo frio y la mierda de hechizo que necesitamos se la tenemos que pedir a una bruja en un lugar de mala muerte… ” - Acota Dean, leyendo por encima del hombro de su hermano, quien escribe en un diario cibernético mientras esperan a la hora correcta para entrar al sitio.
Sam gruñe algo que Dean no alcanza a entender y aparta su laptop, bajando la pantalla lo suficiente para que Dean ya no pudiese espiarlo.
- No hagas eso.
- Pero si lo vas a subir a internet para que un montón de gente intrusa y desconocida lo lea ¿por qué no puedo yo?
- Porque no, Dean. No me gusta que leas mis cosas.
- Patrañas, no eres más que una nena con un diario público, además ¿qué puedes escribir ahí que sea interesante? ¿Escribes sobre mí? - Por el tono sugerente de su hermano, Sam intuye que sólo intenta molestarlo. Seguramente está muy aburrido de esperar a que sea la hora indicada.
- A veces. - Sam abrió una vez más su laptop, tecleando un par de cosas más antes de cerrar de una buena vez la tapa y dejar a Dean con las ganas de saber qué escribía su hermanito sobre su persona.
- Aguafiestas.
Dean está impaciente y cuando se impacienta hace estupideces. En otras contadas ocasiones intenta controlarse, como ahora, que masera el volante de su amado Impala, intentando no mirar el reloj, porque si no el tiempo no pasará, pero algo de lo que Dean carece, cuando la vida de su hermano no está en peligro, es paciencia.
- Ok, 30 segundos ¡vamos! - Dean sale del auto y camina rápidamente hacia la tienda frente a que estaban esperando. El frio de la noche se cuela entre su ropa, pero no le da importancia. Sólo quiere terminar de una buena vez con todo ese chiste e irse de esa mugrosa ciudad.
- ¡Espera, Dean! ¡Aun no! - Sam se baja del impala como buenamente puede, haciendo malabares con su laptop para no caerse de bruces al suelo.
- ¿Por qué no? Sólo quedan… 24, 23, 22… 20 segundos para las tres. - Dean deja de prestarle atención a Sam y se gira en dirección a la puerta de madera rancia y oscura, dispuesto a abrirla. - Pero ¿qué…?
La puerta se abrió sola, haciendo un chirrido espantoso, dejando a Dean en una posición ridícula; con medio cuerpo adentro, una mano estirada para tomar el pomo y un pie levantado dispuesto a dar un paso. Sam miró por sobre su hombro mientras que Dean salía de su estupor y juntos caminaron dentro del lugar.
Las paredes era de un color indefinido, Sam pensaba que eran de alguna tonalidad del amarillo, Dean simplemente pensaba que eran feas, pero cual fuese el color no era algo que les importara. Todo estaba iluminado con velas, cientos de velas, de todos los tamaños y estados de derretimiento, proyectando mil sombras a cada objeto que colgaba del techo y se mecía sobre sus cabezas. Plantas secas, raíces, frascos llenos de líquidos viscosos y cosas flotantes, más velas, extremidades de cosas muertas que ninguno quería saber a qué criatura pertenecían, pero que se mecían como si aún conservaran algún vestigio de vida.
Los pocos muebles y repisas que había en el lugar eran de madera rústica y agrietada, no quedaba ningún espacio sobre sus superficies que no estuviese cubierta por más objetos como los que colgaban del techo y libros raidos.
Ambos entraron mirando atentos a su alrededor, inseguros de tocar alguna cosa que les fuese a saltar en la cara, y cuidaron sus pasos hasta llegar a una mesa curva que hacía veces de mostrador. De fondo sólo distinguieron algo así como una puerta y telas y más telas colgando sin sentido cubriendo las sombras, o provocándolas, ya que estaba tan negro como la misma noche y la luz parecía no poder entrar más allá.
- Dean, no creo… que hayamos hecho bien al entrar antes de la hora, Bobby dijo que tenía que ser a las tres en punto. - Haciendo énfasis a sus palabras, Sam señaló con la vista una especie de reloj hecho con pieles de serpientes y pequeños huesos de algún roedor. Los minúsculos huesos marcaban cinco segundos antes de las tres de la madrugada.
- Tonterías. En mi reloj son las tres y la puerta se abrió sola. - Sentenció Dean, y como su curiosidad lo exigía, comenzó a husmear por el lugar, tocando todo lo que le llamaba la atención.
- ¡Dean! ¿Qué haces? ¡No toques nad…! ¡Rayos! - Sam saltó en su sitio al llevarse por delante una tela de araña que se pegoteó en su pelo.
- Winchesters. - Ambos hombres voltean rápidamente hacia la puerta del fondo de la habitación, de donde la voz femenina salió. - Llegan antes, llegan después, nada en este mundo es como debe ser, y sólo mis palabras han de ser escuchadas… - Una mujer de negra piel y cabello apelmazado sale con a paso lento de la puerta del fondo. Su rostro y toda la piel que lleva al descubierto están decorados con pintura blanca, dibujando un esqueleto. Usa ropas raídas y amarillentas, un corsé casi desecho, y de sus extremidades cuelgan brazaletes y plantas secas, sus dedos están llenos de anillos y de su cuello cuelgan un par de collares de perlas y pequeños muñecos, pero nada quita la forma grácil en la que extiende sus brazos hacia el frente, mostrarse en su plenitud.
- Eh… sentimos la imprudencia. - Nervioso, Sam sólo atinó a disculparse, parándose lo más rígido y alejado posible de las cosas que colgaban del techo. - Nosotros…
- Sé a lo que vienen y no los ayudaré. Vivo una vida tranquila, soy lo bastante poderosa para espantar a las criaturas menores, lo bastante discreta para no llamar la atención de seres de alto rango y lo bastante inteligente para saber que ustedes son un peligro. Váyanse de mi tienda.
- Un momento señora, o sea lo que sea usted… - Dean se acercó arrogante, porque desde el principio no le había hecho nada de gracia tener que pedir ayuda a una bruja. - Esto no es un hobby ¿sabe? Tenemos un problema, nos dijeron que usted tenía algo que podía solucionarlo. Tenemos dinero, sólo denos lo que necesitamos y listo. - Dean se cruzó de brazos y se sentó, convencido de que sus palabras habían sido lo bastante claras.
- ¡Dean! - Sam le llamó inmediatamente la atención, pero al instante volteó a mirar a la mujer, no importándole demasiado lo que hiciese su hermano. - Lo siento, no queremos ser descorteces… - Pero el bufido de Dean indicaba lo contrario. - Pero nos estamos quedando sin opciones. No le pedimos que intervenga por nosotros, sólo queremos algo que nos pueda ayudar un poco. Sabe que es un trabajo pesado.
La mujer parece pensarlo y da un par de pasos en direcciona a los hermanos, atraída por las palabras del menor. Lo analiza detenidamente, centrándose en sus facciones angustiadas, y así su vista se pasea de arriba abajo, de hermano a hermano, hasta que se detiene y sonríe.
- Posees el don de la palabra, Sam Winchester, tu poder de convencimiento me perturba, pero no ayudaré a quien está emparentado con el estúpido que se acaba de sentar sobre mi altar de ofrendas.
Dean pega un respingo, comprendiendo que se refería a él cuando decía “estúpido”, y se sacude el trasero sin cuidado, golpeando dos de las estatuillas de santos del altar y haciéndolos caer al suelo. El sonido hace saltar a Sam, que sólo lleva su mano a su frente, golpeándola, haciendo un sonido seco que poco refleja su frustración. Dean en tanto parece mucho más atento a eso que tiene pegado al culo y que le ha dejado todo el pantalón pegajoso, pero cuando tiene en la mano la cosa se da cuenta de que es un ojo de algún animal y con todo el asco lo tira al piso.
- No pareces ser muy brillante, Dean Winchester, y definitivamente tendrás que pagar por lo que has estropeado. Esos ojos de hombre lobo no se obtienen en cualquier parte.
- Escuche, señora… - Dean parece pensarlo un momento, pero no, no sabe el nombre de la mujer. - Bruja.
- Soy una Voodoo Mama, no una bruja.
- Lo que sea, le pagaremos, sólo queremos algo así como un amuleto para mantener a un ángel pegado al suelo.
- Yo no hago amuletos. - La mujer despreocupadamente se acomodó una de sus tantas pulseras. - Eso es para gitanas y budistas. Yo hago invocaciones, ataduras, objetos poderosos para proteger y maldecir.
- Lo entendemos, no amuletos. - Se apresuró a decir Sam, intentando llamar la atención de la mujer para que no siguiese escuchando a Dean. - En realidad, nos dijeron que necesitaríamos algo así como… “cascabeles especiales” para invocar un ángel que conocemos… y no perderlo más… - Dice, pero ni él se cree que lo haya dicho en voz alta. - Dean ha estado haciendo un montón de estupideces últimamente y nuestro amigo ángel ya no quiere vernos, hace más de un mes que no sabemos nada de él y sólo queremos… quiero explicarle… - Sam se asusta por las cosas que salen de su boca, porque su intención nunca había sido el decirlas, pero la atenta mirada de la mujer le hace comprender que algo hace ella para que sus pensamientos salgan por su labios con tanta facilidad. - Sí no quiere ayudarnos… - Carraspea, intentando controlar las palabras que va a usar. - Lo entenderemos, pero por favor, díganos qué más podemos hacer.
La mujer parece contenta con lo dicho por Sam, parece incluso feliz por la sinceridad y el arrepentimiento impreso en la expresión del menor, y es que el conjuro de verdad que tiene puesto sobre su tienda es realmente poderoso. Está por hablar cuando Dean se mueve a su lado, seguramente incómodo porque el conjuro lo tiene afectado también.
- Ya, Sam, da igual si la Zorra con aire de Voodoo no nos hace la gracia, no le daremos un céntimo de nada y esperaremos a que a Cas se le pase su pataleta… - Dice despectivo, suelto de lengua así como Sam, que sin estar seguro de la razón seguía balbuceando cosas sin sentido, pero Dean poco o nada se enteraba de la situación, sólo estaba de mal humor por la irrisoria necesidad de recurrir a una bruja para encontrar a un ángel que no puede controlar sus estados de ánimo, eso y sentarse sobre ojos de hombre lobo era demasiado para la poca paciencia de Dean. - Vieja bruja…
La expresión de la mujer parece romperse en ese momento, su rostro se descompone en enojo e indignación, y con su ceño fruncido y toda esa pintura escabrosa en la cara, da un fuerte pisotón en el suelo.
- Fuera de mi tienda.
- Pero… - Sam intenta hacerla entrar en razón, pero es obvio que las palabras de su hermano la molestaron mucho.
- Pero nada, llegan a mi tienda pidiendo mi ayuda y a cambio sólo obtengo pérdidas e insultos. Fuera.
- Wow, wow… alto ahí, señora bruja. Lo del altar fue un accidente, le podemos traer nuevos ojos de hombre lobo, de vampiro también si quiere, pero aquí nadie la ha insultado. - Lo más “Diplomáticamente” que uede, Dean intenta calmarla, pero incluso eso parece ofenderla.
- Dean… - Sam lo llama, presintiendo que Dean volverá a meter la pata. - La llamaste "Zorra" y “Vieja Bruja”
- Claro que no, yo… ¿Lo dije en voz alta?
- ¡Si, si lo hiciste! ¡Discúlpate ya! - Le dice con los dientes apretados y sonriéndole a la bruja, contenido con todas sus fuerzas los insultos que su mente le dedica a su hermano mientras alzan su mano, como saludando a la mujer mientras le murmura a Dean.
- Es una bruja, Sammy, no creo que con una disculpa se le pase el enojo… aparte, de seguro todo esto son cachivaches, ésta… - Apunta “discretamente” a la mujer. -… de magia y maldiciones no sabe ni la definición. - Le dice al oído, pero en la silenciosa habitación se escuchó muy claro, y Sam sólo mira a otro lado, no creyendo que su hermano mayor siga metiendo la pata tan hondo.
- Escucha bien, Dean Winchester, tu sangre me repugna, y aprenderás lo que es bueno, nada precede mi poder y la nada me sigue como es su deber… - Conjura con su dedo alzado y Sam se pone blanco. Justo ahora no era lo mejor que les podía pasar, la bruja apuntó a Dean y escupió en su presencia, tomó polvos negros de una mesa, lanzándolos sus pies, y siguió con su letanía de palabras, su mirada se le tiñó de rojo, como si fuese sangre cayendo de sus parpados. - ¡Aprenderás lo que es no tener y tener la verdad de tus actos sobre lo que más amas Dean Winchester! - Sam se apartó un paso y Dean sólo lo miró alucinado.
- ¡Oiga! ¡Deje a Sam fuera de esto, que él no ha sido más que respetuoso con usted! - Ni se inmutó por la maldición, pero Sam estaba sin habla por un momento.
La mujer terminó de conjurar un par de palabras más, volviendo a su estado normal ante los hermanos. Su expresión era serena, pero ambos sabían que se estaba controlando.
- Dije "Lo que más amas", no a "Quien más amas". Ahora salgan de mi tienda y no vuelvan hasta que la maldición esté rota. - A base de empujones la mujer los sacó de su tienda, parándose en el marco de la puerta a la calle en cuanto ambos hermanos estuvieron fuera. - Si fuera ustedes lo abrigaría pronto. Hiela mucho en esta época del año.
- ¿Abrigar? - Dean la miró sin entender, acomodándose la ropa y sacudiendo la cabeza. El efecto del conjuro de verdad estaba desapareciendo y sus pensamientos parecían centrarse nuevamente.
- Dean… - Sam lo llamó, acariciando sus sienes mientras miraba hacia la calle.
- No, Sam. Quiero que me explique a qué se refiere. - Pero Dean no lo tomaba en cuenta, tenía toda su atención puesta sobre la mujer negra que lo miraba con esa sonrisa divertida. - ¿Qué voy a abrigar?
- Dean. - Su hermanito volvió a llamarlo, esta vez con su voz mucho más consternada, pero ni eso fue suficiente para que Dean lo tomara en cuenta.
- Sam, ahora no. - Se sacudió a su hermano de encima de la misma forma en que se lo sacudía cuando hablaba con alguna chica linda. - Si es tan poderosa debe saber que no existe nada que yo quiera más que a ti y… - Y recién ahí, cuando vio el rostro descompuesto de Sam, comprendió que algo no andaba bien.
- ¡Dean, el impala!
Dean se da la vuelta y en el lugar donde antes estaba su “Bebé” esperándolos en el pavimento, había un tipo tirado, de cara al piso, desnudo e inmóvil.
Sam caminó a paso inseguro hacia él y lo volteó con cuidado, intento averiguar si estaba vivo o no. En la calle no estaba nadie más que ellos, así que simplemente lo arrastró a la vereda y lo apoyó contra una farola, buscando iluminarlo para observarlo bien. Por lo menos estaba vivo, apenas vivo, pero lo estaba.
Su piel es blanca y a la vista muy suave, casi pulida por la forma en la que refleja la luz de las farolas, su cabello es negro como la misma noche, tiene músculos bien trabajados, porque el impala es una máquina como pocas, pero su cuerpo es pequeño. Tiene cicatrices, varias cicatrices que apenas se ven en esa piel nívea. Labios rosados, mandíbula cuadrada, mentón definido y ese leve color de sus pómulos, seguramente causado por el frío de las calles a esa hora en Nueva Orleans.
- ¡¿Qué mierda le hiciste a mi auto, bruja loca?! - Y si pensaban que a Dean le iba a interesar demasiado el tipo, pues se equivocan. Lo único en lo que puede pensar es en su auto.
- Ése es tu automóvil, Dean Winchester. - Afirma la mujer, limpiándose las uñas con cuidado.
Sam observa la situación, sin saber realmente a qué lado apoyar, porque si, Dean es su hermano, pero eso no parece ser suficiente para apoyarlo, obviamente es su culpa todo el asunto, ya que cometió el error, y la estupidez, todo hay que decirlo, de insultar a una practicante de la magia. Por otro lado está la “afectada”, que no se mostró muy cooperativa al principio, pero que poco a poco parecía ceder para ayudarlos con su problema, hasta que Dean perdió los estribos, la insultó, estropeó su altar al sentársele encima y como consecuencia lo maldijo.
O mejor dicho, maldijo su automóvil.
- ¡Ese no es mi Bebé! - Dean está totalmente fuera de sí y está por tirarse encima de la bruja cuando esta comienza a hablar nuevamente.
- Lo es y es un ser vivo ahora, Dean Winchester, y lo será hasta que aprendas tu lección. Aprender a respetar a las personas y sus pertenencias será tu sentencia. Ahora vete y llévatelo.
Y Dean no puede más que gruñir, porque eso hace cuando está enojado, gruñir y beber, a veces follar, pero este no es el caso, así que sólo gruñe, observando de mala gana el “ser vivo” que es ahora su automóvil.
- Lo hago por tu bien, Dean. - Eso Dean no se lo cree, menos por el tono calmo que usa la mujer. - Además, pese a que no lo merezcas, los ayudaré cuando aprendas, y Sam…
- ¿Sí, señora?
Hay cosas que Sam sabe por sentido común, una de ellas es que no debe responderle de malas formas a la bruja que acaba de maldecir a su hermano, menos cuando esta parece no tener nada en contra de él.
- Me compadezco de tus responsabilidades genéticas para con tu hermano. Espero que esta maldición no se convierta en un castigo para ti también.
- Eh… ¿gracias? - .Y eso fue lo que sucedió. La bruja se metió a su tienda, dejando a los hermanos en la calle con su problema. - Dean…
- Cállate, Sam. - Dean Winchester está enojado y cuando Dean está enojado, no escucha. Sobre todo no escucha a Sam. Patea un par de hojas que encuentra en el suelo y comienza a dar vueltas en círculos, midiendo los pros y los contras de echar abajo a patadas la puerta de la tienda.
- Pero… - Sam intenta una vez más, pero Dean está tan enfurruñado que ni siquiera lo mira. Eso, sumado a que el tipo parece más muerto que vivo, tienen a Sam casi al borde de su paciencia.
Dean Winchester se enoja por muchas cosas, de la misma forma en la que es feliz por muchas cosas, pero últimamente las cosas que lo hacen enojar son más numerosas que las cosas que lo hacen feliz. Una de las cosas que más lo enoja es que se metan con su auto y la bruja loca se metió con su auto, lo convirtió en una persona, que para desgracia de Dean no es una chica voluptuosa, y para desmadre… a Dean se lo advirtieron.
- Bobby te lo advirtió.
- ¡No es cierto!
Eso pasa cuando Dean está enojado, no escucha.
- Sí es cierto, Dean. Nos lo repitió mil veces, “No hablen demás y no toquen nada”, pero tú estabas tan enojado con Cas que no lo escuchaste.
Cuando Dean está enojado discute mucho, aún por cosas que sabe que son ciertas, pero en esta ocasión sólo escupe un escueto “Jodido ángel” y se agacha, quitándose la chaqueta en el proceso. La bruja en cuestión convirtió el flamante impala de Dean en una persona, persona que Dean abriga con su chaqueta sólo porque no quiere seguir viendo tanta piel. Porque lo distrae la piel.
- Es un… hombre.
- Creo que eso es bastante obvio, Dean. - Dean bufa en respuesta, comenzando a caminar en círculos una vez más, dispuesto a matar a la bruja. - Sabes que esto es totalmente culpa tuya.
Sam también se agacha, comprobando la temperatura de quien hace unos momentos era el automóvil de su hermano. Su piel está fría al tacto, un frío casi metálico, y eso lo preocupa, sobre todo porque Dean no parece muy atento a lo que pueda o no sucederle a su nueva responsabilidad.
- ¡¿Culpa mía?!
Cuando Dean está enojado sulfura a otras personas también, porque es muy descuidado, el primero en perder la paciencia siempre es Sam, a veces también Bobby, pero Bobby lo soluciona corriéndolos de la casa con escopeta en mano y disparando cartuchos de sal contra la piel desnuda. En un par de ocasiones Castiel también se enojó con él, nada como la última vez que discutieron y Cas desapareció, pero la cosa es que esta vez Dean enojó a la persona equivocada y terminó maldito.
- ¡Sí, culpa tuya! Bobby dijo que no tocáramos nada y lo primero que haces al entrar en la tienda es sentarte encima de su altar. - Cierto, es cierto, pero Dean está tan enojado que es capaz de negarlo. - Ahora ayúdame. - Sam intenta levantar el cuerpo inmóvil y frío, pero se le dificulta demasiado. Puede que sea fuerte y todo, pero incluso a él le cuesta levantar un peso muerto desde el suelo. - Dean, se va a helar si sigue tirado desnudo en el suelo.
- Yo no… - Pero contrario a lo que Sam espera, Dean sólo da un paso hacia atrás.
- Dean, sigue siendo tu automóvil. - Nada, Dean pasa de la incredulidad a la ira en apenas un segundo.
- “Eso” no es mi Bebé, eso es un hombre, mi Bebé… ¡mi Bebé es una chica, Sam! -
- ¡Tu Bebé va a sufrir hipotermia si no lo abrigamos ahora mismo!
“Eso”, como internamente llama a Dean al hombre que antes era su automóvil, no se mueve. Nada, cero, no parece respirar, está ahí totalmente quieto entre los brazos de su hermano menor, quien hace grandes esfuerzos por levantar su peso muerto, y Dean no quiere tocarlo, porque no tiene la más mínima intención de tocar a ese tipo.
- ¿A dónde crees que vas? - Pregunta Dean, cuando ve que por fin Sam logra levantar al sujeto del suelo.
- ¿A dónde crees? Al motel, necesitamos calentarlo y no es buena idea tener a un hombre inconsciente y desnudo en la calle. Ahora, ayúdame o no estorbes.
Dean mira una última vez la tienda de Voodoo Mama, la bruja esa que se desapareció sin decirles nada, y luego camina hacia Sam, quien tiene a “eso” en brazos, caminando lentamente hacia la salida de esa callejuela.
Cuando Dean está enojado no tiene la mejor disposición del mundo, la verdad es que sólo desea que lo dejen tranquilo para beber y follar, pero ahora no puede, así que sigue a Sam, dudando muchas veces antes de ponerle una mano encima al hombre y comprobar por sí mismo que efectivamente está muy frío.
- Mmmm…
Y “Eso” ronronea, ¡¡RONRONEA!! Así como su Bebé, bajo y profundo, cuando lo enciende. Se remueve entre los brazos de su hermano y cuando se da cuenta lo mira con unos ojos demasiado claros y atentos, llenos de curiosidad y cariño.
- Dean, hola…
Oh, mierda. Están en un grave problema.