Pedaleos de cumbre

Dec 21, 2016 11:27


Esta vez se me fue un poco de las manos.

Nuevamente, ir a Santa Úrsula en bici, pero esta vez por el camino largo, subiendo hasta El Portillo (Punto de conexión entre las carreteras de La Esperanza y La Orotava, y a las puertas del Parque Nacional del Teide).

Lo que subestimé fue no tanto mis fuerzas, que quedaron casi agotadas, sino las inclemencias del tiempo. Del clima... que no de la edad. Aquí el relato.

Como todo, todo comienza con un plan. Quería hacer dos cosas: Conocer más pistas de las cumbres de La Esperanza, y conocer pistas por las cumbres de La Orotava. La forma que había de hacerlo así el mismo día era subir hasta arriba por un lado y bajar por el otro. Esta es la ruta planificada:


GPS Track Editor, con la ruta dibujada con BikeMap.

Y esto fue lo que hice en realidad:



GPS Track Editor, con la ruta grabada con OruxMaps.

Pero, como dijo aquel, vayamos por partes.

1, La pista

Esta vez conté con una inestimable colaboración, que fue el traslado hasta las Raices para ahorrarme las dos horas de ascenso hasta aquí desde casa. Y menos mal. El tiempo amenazaba lluvia. Estaba oscuro y nublado, pero aún así, me puse en camino, ensando que bueno, la lluvia tampoco es grave.
Aquí tomé la pista de los llanos de Abote, pero con destino las Lagunetas. Una pista sencilla, de subida, sin demasiada complicación. Un poco de lluvia, nada incómodo. Pero a partir de las lagunetas, la cosa cambió. La pista consistió en un llaneo parriba y pabajo por un pedregal descompuesto que hacía el avance complicado. Como iba por vertiente sur, las nubes y la lluvia se quedaron atrás.
Así fui llegando a una zona conocida por mis años en el Aridama, Orticosa, que conecta con la carretera de Arafo.



Un detalle del recorrido, representado con GPS Track Editor, y coloreado por altura.

2. Carretera a la muerte. Digo cumbre

Pues aquí llega la parte dura. La lluvia era constante, aunque no intensa, y la carretera era un ascenso continuo. En este punto pude haber decidido otro camino, mas directo, más facil... Pero no más poderoso. Digo fácil. No, como soy asín, po parriba.
Despacito y con buena letra, me puse por la carretera de la esperanza, ya bastante calado. Poco a poco fui entrando en la nube, la niebla me rodeaba cada vez más. Cuando salí de la Corona Forestal, allá por La Crucita, me topé con los vendavales que subían por la ladera norte, arrastrando una voz  cruel... digo lluvia y frío. Hay que seguir.
Sin darme cuenta, porque tenía una visibilidad de 5 a 10 metros en la niebla llegué a lo que se conoce como la tarta, un tramo de la carretera que ha cortado la montaña y se ven estratos de cenizas de diferentes colores, dando el aspecto de una tarta de chocolate toda rica.
Cabe destacar la imbecilidad de los conductores en este tramo, en su mayoría guiris. Señores conductores. Ciclista y con niebla, afloja. Casi soy testigo o víctima de un par de choques frontales por ponerse a adelantar sin las precuaciones pertinentes.
El frío embotaba mis piernas. La lluvia se fue transformando en un granizo frío. La niebla me impedía apreciar el camino. Los pies había dejado de sentirlos, las piernas entumecidas perdían fuerza, las manos ya temblaban. Y de repente, el desvío de Izaña, altura máxima (unos 2300m). Agonizando de frío pensé Victoria, ahora solo queda bajar.
Aún quedaban un puñado de kilómetros hasta el Portillo, pero era ya en descenso.
Cuando entré por la puerta, debía de tner un careto de caminante blanco, de esos de más allá del Muro, porque casi sin darme cuenta me encontré delante de una chimenea con un chocolate caliente en las manos, sentado a la mesa con unos alemanes.
Estaban todos flipando, que como se me ocurrió eso. Debíamos estar a dos o tres grados. Tardé 30 minutos en dejar de tiritar, las puntas de los dedos de las manos dolían mientras el calor y la sensibilidad volvían. Poco a poco, fui recuperando color.



El perfil de elevación, generado con GPS Visualizer. En colores, la velocidad.
3. El descenso
Cuando me vi en disposición de continuar, aún con tiritonas, me dispuse a bajar. Este tramo tenía pensado hacerlo por pistas. Pero dadas las circustancias de lluvia y frío, decidí descender por la carretera, de una forma más directa (las pistas quedarán para otra ocasión).
Y qué gozada. 30 km de descenso contínuo, casi sin coches.
La lluvia había cesado ya, y conforme iba bajando, la temperatura fue aumentando (como era de esperar). Sin más complicaciones, acabé llegando a casa, donde, después de comer abundantemente y una abundante ducha de agua abundantemente caliente, me eché en el sofá con abundantes mantas enzima. Digo encima. Y después de abundantes horas, conseguí recuperar todo el calor.

Detalles técnicos:
Al final fueron unos 72 km, con altura máxima en 2324 después de 1800 m de desnivel. Not bad.


Próximamente, más. Y puede que mejor. Sean felices.
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