Estrella del norte
Estabas cansado y te sentaste en una piedra polvorienta del camino
para quitarte las botas, y dar descanso a tus pies doloridos
entonces los miraste con ojos tristes, viendo su aspecto rudo y dañado
mirando con detenimiento cada vieja herida mal curada, cada cicatriz
que eran el peaje que cada sendero se fue cobrando por haberlos recorrido.
Miraste al frente, hacia ese horizonte lejano que jamás alcanzarás
en el que se pierden tus pasos que se dirigen a ninguna parte
pero que jamás podrás dejar de mirar, porque se ha incrustado ya en tu alma
porque forma parte de ti mismo, y te acompaña como tu propia sombra.
Buceaste en los viejos legajos que se acumulan en tu mente
testimonios lejanos, borrosos y ya algo amarillentos de tu propia memoria
intentando encontrar algo que te perteneciese, pero no encontraste nada
y descubriste entonces que sólo posees tu recuerdos y experiencias
pero que no encontrarás nunca nada más valioso que sentir como tuyo.
Y una noche levantaste la cabeza hacia un cielo que siempre parecía negro
clavando tu mirada en él, para contemplar las estrellas desparramadas
y el azar te llevó a mirar hacia ese norte que siempre te había guiado
donde descubriste una nueva estrella, que jamás imaginaste que existiera
y aquella estrella del norte de tu firmamento particular, brilló con luz propia
y el tiempo entonces perdió su sentido, mientras la mirabas con serenidad
y en ese momento descubriste que te sonreía con dulzura,
y en ese momento descubriste que habías vivido de verdad...
El viajero sin destino
para quitarte las botas, y dar descanso a tus pies doloridos
entonces los miraste con ojos tristes, viendo su aspecto rudo y dañado
mirando con detenimiento cada vieja herida mal curada, cada cicatriz
que eran el peaje que cada sendero se fue cobrando por haberlos recorrido.
Miraste al frente, hacia ese horizonte lejano que jamás alcanzarás
en el que se pierden tus pasos que se dirigen a ninguna parte
pero que jamás podrás dejar de mirar, porque se ha incrustado ya en tu alma
porque forma parte de ti mismo, y te acompaña como tu propia sombra.
Buceaste en los viejos legajos que se acumulan en tu mente
testimonios lejanos, borrosos y ya algo amarillentos de tu propia memoria
intentando encontrar algo que te perteneciese, pero no encontraste nada
y descubriste entonces que sólo posees tu recuerdos y experiencias
pero que no encontrarás nunca nada más valioso que sentir como tuyo.
Y una noche levantaste la cabeza hacia un cielo que siempre parecía negro
clavando tu mirada en él, para contemplar las estrellas desparramadas
y el azar te llevó a mirar hacia ese norte que siempre te había guiado
donde descubriste una nueva estrella, que jamás imaginaste que existiera
y aquella estrella del norte de tu firmamento particular, brilló con luz propia
y el tiempo entonces perdió su sentido, mientras la mirabas con serenidad
y en ese momento descubriste que te sonreía con dulzura,
y en ese momento descubriste que habías vivido de verdad...
El viajero sin destino