Estimados amigos y amigas de El Journalero; se ha hecho justicia. Ésta es una entrada dedicada a todos aquellos que guiaron y facilitaron el camino de este humilde siervo de Dios con el fin de que su fiel espada Argucia atacase certeramente donde debe Pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados
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Llegaron los dos caballeros a la venta. En entrando en ella, una doncella salió a su paso. Les confesó: "Sed cautos porque existe en esta villa un villano que de villa en villa por envidia va mancillando a sus pobres conciudadanos." Los caballeros que cabalgaban de dos en dos por los anchos campos de Hepila del Borrón deseaban encontrar una nueva misión para ensalzar el nombre del buen Dios redentor. Así que se armaron de valor y decidieron entrometerse en la molinesca empresa de restaurar la paz entre la gleba. "Es muy fácil ignomiar a los indefensos cuando uno posee los medios para atentar contra nuestros terrenos" dijo Miguel Sánchez a su pobre escudero y cuñado Luís Míguez, a lo que éste añadió: "¿No será éste, nuestro atrevimiento, la causa de una nuevo sufrimiento para nuestros huesos?" Miguel Sánchez miró de soslayo a su acompañante respondiéndole: "No seas cobarde, oh tu mi noble escudero, y asume esta nueva enfrenta que nos ha de ennoblecer". Al decir esto, ya en cruzando los muros de la villa, el ingenioso hidalgo del Borrón se hubo de imaginar como en futuras narraciones alguien recordaría aquella jornada como la más alta hazaña que acometió un valiente caballero en tiempos de crueles y sanguinarias batallas. Sabed pues que tras haber alcanzado la estancia del villano golpearon a la puerta tres veces como si fuesen ellos la muerte aquellos pobres dos desgraciados. Nadie les abrió. Eólicos vientos soplaban desde el norte y sobre sus caras ya se formaban densas lágrimas cuando una serrana salió del interior de la caseta portando una vela. "¿Qué deseáis atrevidos caballeros ignorando el poder contra el que nadie se enfrenta?" preguntó aquélla que no era dueña, a lo que Miguel Sánchez declaró: "La ignorancia es mayor arma que la arrogancia. Venimos a esta estancia a presentar duelo contra el tal caballero jornalero que amedrenta a las pobres gentes de los pueblos según hemos oído en las habladurías de una joven serrana que a nuestro paso ha salido reclamando el auxilio necesario para redimir su alma de las coléricas patrañas de un vil traidor." Miguel Sánchez apartó hacia su siniestra el cuerpo de aquella insulsa doncella y alzó su lanza diciendo: "Existen batallas que no se ganan con las armas, recurriremos mejor a las palabras". Luis Míguez en viendo a su noble compañero arrojar su lanza contra el suelo entendió aquel gesto como el comienzo de una gesta alocada, y al sentir el miedo de ver partidos una vez más sus huesos se escapó lejos de aquellos reinos, regresando a su patria sucumbiendo así ante la empresa de ensalzar el nombre de su tierra. Miguel Sánchez al verse solo se hinchó todavía más del valor de los antiguos caballeros y clamó: "Salid de vuestra alcoba y mostradme a mí, vuestro rostro temeroso. Dad la cara canalla y batíos con vuestra merced, Don Miguel Sánchez, quien ha de reponer la libertad de los ignomiados, la tranquilidad de los aterrados y todo aquello que vos jamás habréis imaginado." Fue entonces cuando una figura surgió de las tinieblas que poblaban aquella desvencijada venta. Miguel Sánchez contempló su rostro enmascarado al estilo de Volpone y sintió miedo de su inmenso tamaño. En su pecho portaba la Cruz de Hita, aquella que mucho habían respetado los jodíos conversos por ocultar su pasado, santiguándose ante ella en los más estrictos de los silencio. Nuestro ilustre caballero aterrado ante su atrevimiento, intentó pedir disculpas a aquel cristiano viejo. "Siento haber interrumpido a vuestra merced" dijo el ingenioso hidalgo. "Calla necio y vuelve a Hepila, tu triste patria, al Borrón donde se encuentra la dueña por la que tú tanto has luchado, por la que tú tanto has buscado hasta recaer en mí como un pobre diablo. La doncella a la que amas es la más fea de todas las dueñas. Calla y vete para siempre." Empero Miguel Sánchez al oír aquellas palabras dirigidas contra su amada le replicó al igual que Orlando Furioso al representante de la Cruz de Hita: "Aunque la santa cruz que sobre tu pecho llevas inscrita sea divina, he de pedirte que en nombre de nuestro mismo Dios te retractes de lo que has dicho si no quieres que tus insultos indignos desaten la cólera de mis instintos."
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Cide Hamete Berengeli
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