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Jan 18, 2009 23:39

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¿Recordáis la historia de Ana y Miguel? Él zarpó al mar y éste, loco de celos porque también amaba a Ana, se tragó el barco de Miguel en una horrible tormenta. 
   Muy parecido fue cuando otro "él" conoció por fin la felicidad junto a una mujer. Tras muchos años vacíos, que pasaron sin apenas darse cuenta, la conoció, y ella a él. Y en un sólo instante, en el mismo momento exacto ambos comprendieron la grandeza de su pequeñez, y por ello precisamente se quisieron con más apremio y fuerza. Y tal sinceridad se derrochaban que la confianza que se tenían los llevó a la tranquilidad de saber que nunca se faltarían. 
   Dicen que todos tenemos un ángel de la guarda, pero lo que no dicen es que no es siempre el mismo, y a veces no nos guarda. Una vez estaba aburrido junto a ella un ángel. Iban caminando por una calle del centro, y se acercaron a una esquina. Una normal, cualquiera, defícilmente distinguible entre las de alrededor. Pero ella sabía exactamente cuál era esta esquina, sabía cómo la habían tratado los años, sabía cómo se habían roto y cambiado las baldosas de cemento... y sabía que exactamente en esa esquina, una eternidad antes, sus días habían empezado a llenarse, habían cambiado, allí le conoció. Ese recuerdo la suspendió en un solo momento en que retrocedió en el tiempo y dentro de ella se hizo el silencio.
   El ángel pasó por él.
   Y al pasar dentro de ella... también la conoció.
   Tan sólo en un instante en que se le abrió la grandeza de su pequeñez, sólo la de ella, el ángel se quedó prendado de su humanidad, de su fragilidad y su belleza.
   Tan sólo en un instantese quedó prendido de un deseo que al momento de nacer se convirtió en capricho. Y no quiso otra cosa, no lo dudo. El ángel se la llevó consigo.

Él sabía que ella ya no estaba aquí, pero no dudaba de que allí donde estuviera, seguiría tal y como la conocía, con su grandeza y su pequeñez, con su humanidad divina, su fragilidad inmutable y su belleza... y su belleza. Sabía que allí donde le esperaba, no existía el tiempo, y se dispuso a pasar sus días preparando el camino para volver a verse. No dudó de que ese día llegaría.
   También el ángel lo sabía, y también que no podría eitarlo llegado el momento. Y para protegerse de ello, para alargar lo posible ese tiempo. Cuidó y guardó la vida de él cada minuto. Lo salvó de infortunios y accidentes, lo condujo por sendas seguras y lo alejó de la mala salud.
   Lo guardó como sólo un ángel sabe guardar una vida. Como sólo un ángel sabe salvar de la muerte.

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