Sensibilidad - Fullmetal Alchemist

Dec 06, 2009 00:15

Título: Sensibiliadad
Fandom: Fullmetal Alchemist
Claim: Jean Havoc/Edward Elric
Notas: Lo consideraré un regalo para serena_m_lupin, que sé que le van estos dos (y me empiezan a gustar por ella <3). Y tuve en cuenta su fetiche con las corbatas, que lo sepáis xD.
Advertencias: PWP, NC-17 explícito. Un poco jebi en lo que a la trama se refiere, y en seguida sabréis por qué. Sólo a una tarada se le ocurriría escribir una cosa así.


Sensibilidad

Una ceremonia para los Elric. Qué estupidez. Después de años luchando, no sólo por recuperar sus cuerpos, sino también por evitar la absoluta destrucción de Amestris, los hermanos Elric, Edward y Alphonse, reciben a cambio eso: una absurda ceremonia, una subida de rango abismal para Edward, medallas, títulos de honor y todo tipo de patochadas como esas para ambos.
Mientras observaba la espalda del alquimista desde la parte de atrás de una gran tarima montada en el patio del Cuartel General de Central, Havoc tenía la sensación de que no existiría intercambio equivalente justo para lo que habían hecho dos chavales que apenas habían pasado la adolescencia.

Y aún así, Edward seguía cargando con esos dos pesados miembros de acero. Su hermano Alphonse había recuperado su cuerpo, tenía muy buen aspecto en comparación a cuando pudo visitarle en el hospital días después del “Día prometido”, pero su expresión seguía mezclada con culpabilidad y dureza. Tardaba en asimilar que su hermano mayor pasaría el resto de su vida cargando con el peso de su seudónimo, pero el propio Edward le había hecho prometer que no volverían a pisar ese terreno de la alquimia nunca más. La verdad era que Edward no parecía afectado por ello.

Mientras Roy Mustang hablaba a través de un micrófono ante cientos de personas, trabándose de vez en cuando por la emoción y el nerviosismo, Edward, a un par de pasos por detrás, mantenía las manos tras la espalda. Verle vestido con traje, corbata, chaleco, y esas cosas elegantes tan poco propias de él, se le hacía realmente extraño. Aunque aquello no quitaba el hecho de que una camisa le sentaba francamente bien.
La fiesta no duró mucho para él. Metido en sus divagaciones, Havoc apenas se había percatado de Edward había hecho una evasión de la ceremonia y ahora conducía la silla de ruedas hacia su apartamento. Siempre acababan igual: le acompañaba a casa, le ayudaba a subir escalones y cruzar la puerta de su casa.

Al llegar junto a su cama, con una fuerza poco natural en alguien de su edad y tamaño, Edward agarró a Havoc por la cintura y lo sentó en la cama. Éste cayó de espaldas sobre el colchón, algo cansado. Edward se quitó la chaqueta y se puso de rodillas en la cama, junto a las piernas de Havoc, y levantó una de ellas lentamente y de forma gradual; colocó una mano en el muslo y presionó para estirarle los músculos carentes de movilidad de las piernas del alférez.
Havoc metió una mano en el bolsillo de su camisa y sacó un paquete de tabaco. Se colocó un cigarrillo entre los labios y lo encendió, tomando la primera calada como un suspiro de alivio. Dirigió su atención a su antiguo jefe, que ahora se dedicaba a la otra pierna. Sus ojos quedaron fijos en las desiguales manos del alquimista que, serio y callado, se concentraba en su pequeña y últimamente habitual tarea.

Visto fríamente, Edward era una de las pocas personas que en cierta manera podría ponerse en el lugar de Havoc. Al Fin y al cabo, al igual que él, el sentido del tacto había desaparecido en dos de sus extremidades. El mismo Edward le había contado alguna vez cuántos vasos había roto apenas tuvo movilidad en el brazo derecho, a falta de fuerza o por ejercer la excesiva, le llevó su tiempo saber cuándo cerrar sus metálicos dedos con más o menos fuerza.
Observando lo cerca que estaba la mano protésica de su propia ingle, Havoc, con el cigarrillo colgando de los labios dijo:

-Ojalá pudiera notar lo que estás haciendo -y dibujó una sonrisa irónica.

Edward paró de masajear y observó atentamente al alférez, que daba otra larga calada. Edward arrugó la nariz al notar cómo el humo penetraba hasta sus pulmones. Suspiró. Dejó la pierna del alférez de nuevo sobre la cama y gateó hasta colocarse a horcajadas sobre él. Edward se echó hacia delante y apoyó las manos a ambos lados de Havoc, encarándole.

Le besó sin pronunciar palabra. Havoc sabía que lo hacía para recordarle que aún podía notar algo tan placentero como su lengua humedeciéndole los labios. El mayor dejó el pitillo a medias en el cenicero, encendido, y dedicó sus manos a la labor de deshacerle el nudo de la corbata, tirando ligeramente para acercar más el cuerpo del alquimista al suyo. Una vez aquella prenda estuvo fuera, la piel del cuello quedó expuesta a las manos de Havoc.

Edward trasladó sus labios hacia el cuello, donde abrió las mandíbulas y clavó los colmillos, provocando que Havoc gruñera de nuevo.

-Joder -maldijo el mayor en un jadeo.

Aquello hizo sonreír a Edward con malicia y comenzó un húmedo recorrido con la lengua por las clavículas y los lóbulos de las orejas, al tiempo que se deshacía de su propia camisa. Havoc enredó sus dedos en el pelo rubio del alquimista, y aprovechó para deshacer el nudo de la cinta que tan cuidadosamente había estado sujetando el cabello de Edward.

El más joven se separó, aún sin borrar aquella torcida y algo macabra sonrisa, cerró los dedos de ambas manos entre las arrugas de la camiseta negra de Havoc y la rompió en dos sin realizar apenas esfuerzo. No llevaba la cuenta exacta de cuantas prendas similares a esa habían acabado hechas trizas en las manos de Edward.

El alquimista llevó los labios a los pezones de su compañero, y mientras lamía y mordisqueaba, se desabrochó el pantalón e introdujo la mano izquierda en su propia entrepierna. Sin embargo, antes de que si quiera pudiera rozarse el miembro con las puntas de los dedos, Havoc agarró el antebrazo humano, sacando la mano de Edward para intercambiarla por la suya, y comenzó a masturbarlo.

El alquimista intentó ocultar un gemido. Volvió a los labios de Havoc, esta vez utilizando los dientes con mayor ferocidad, devolviendo cada uno de los mordiscos, luchando por mantener la cordura y no llegar demasiado rápido al orgasmo. Pero siempre era difícil. Havoc aumentaba el ritmo con una mano y clavaba las uñas de la otra en la espalda de Edward, por lo que éste no tardó en notar cómo se nublaba la vista.

Jadeó más rápido, pero cuando estuvo a punto de deshacerse en las manos del alférez, Havoc paró.

Molesto, Edward contuvo un rugido, y se mordió la lengua deseando pedirle que acabara de una maldita vez.

-Sabes que puedo estrangularte si tienes los huevos de dejarme así -bufó Edward, amenazante.

Havoc sonrió. Notaba húmeda la mano que había hundido entre los pantalones de Edward, y entre sus dedos un palpitar caliente que sabía que estaría volviendo loco a su dueño. Pero no cedió ante la amenaza y sacó la mano.

Edward contrajo su expresión en una de enfado y rugió para sí. Ya se lo había hecho anteriormente, sino siempre que tenían un momento de intimidad, si le daba por ponerse cabrón, Havoc no acabaría su placentera tarea. Así que el alquimista saltó de la cama, y como una exhalación se dirigió al baño y cerró de un portazo.

-¡Cabrón insensible! -chilló, su voz amortiguada a través de la puerta.

-¿Y ahora te das cuenta? -murmuró Havoc, más para sí mismo que para Edward.

Tomó el cigarrillo que había dejado a medias en el cenicero para darle los pocos tiros que aún no se habían convertido en cenizas.

FIN

fandom: fullmetal alchemist, personaje: jean havoc, fic, personaje: edward elric

Previous post Next post
Up