Kafka on the Shore

Jul 24, 2012 17:01


Este fin de semana leí Kafka on the Shore de Murakami Haruki.

No voy a decirles de qué trata, en parte porque descubrirlo es parte de la narrativa, en parte porque ni siquiera estoy segura, pero sí les diré que gira en torno a dos personajes principales: Kafka Tamura, un adolescente de 15 años que huye de su casa - ya sea para escapar de una profesía edípica, para alejarse de su papá o para ir en busca de su madre - y un viejo extraño llamado Nakata, que busca a un gatito perdido.

La historia se cuenta en capítulos alternativos entre Kafka y Nakata, y sus historias se unen de una forma bastante hermosa por medio de imagenes que resuenan de un lado de la narrativa a la otra. Las impresiones de uno delicadamente predicen los sucesos que el otro experimenta. Imágenes de luz, viento, puertas, perros, gatos, peces, plantas, todos son elementos que forman patrones en las historias y la forma en la que estos son percibidos y afectan a ambos de tal forma que entiendes por qué Murakami se ha ganado su reputación como uno de los mejores escritores surrealistas de la actualidad.

Sin embargo, conforme va avanzando el libro, comienzas a darte cuenta de que estos momentos son pequeños tesoros y que en cualquier momento puedes toparte con párrafos o incluso páginas con la sutileza y finesa de un elefante herido. Los dos grandes defectos de este libro son: (1) su final insatisfactorio, y (2) la postura pretenciosa que debemos soportar durante todo el viaje. Puede sonar duro y exagerado, sobretodo porque acabo de hablar de todas sus riquezas, pero lo cierto es que Murakami no se contentó con escribir una buena historia y sino que la hizo más pesada al agregarle significados fastidiosamente profundos y una metafisicalidad que es simplemente insoportable. Las metáforas son buenas, son excelentes, pero uno se harta después de que le digan cientos de veces que todo es una metáfora.

Los tres personajes principales de la historia de Kafka: el mismo Kafka, Oshima (su mentor), y la señorita Saeki (una misteriosa mujer que no puede escapar su pasado), se hacen virtualmente indistinguibles en su fascinación tediosa por su propia profundidad, arrimándote a un punto en el que no sólo terminas preguntándote quién es el que habla, sino que también llegas a dudar si la conversación importa en lo más mínimo. Conforme se extiende la meditación superficial y nada productiva, la historia va perdiendo fuerza y te quedas considerando líneas como "High avobe us the wind rustles symbolically". Vaya, qué metafísico.

La historia de Nakata muestra mucha más fineza en este aspecto y también ayuda el de que tenga al personaje más interesante de la novela: Hosino, un conductor de camión que ayuda a Nakata en su viaje. Él es el único que cambia como resultado de sus experiencias, el único que muestra algun signo de desarrollo a lo largo de la historia. Es una pena que sea víctima de una historia tan floja como lo es Kafka on the Shore.

Puedo quejarme de tantas cosas de este libro que nunca terminaría. El uso de "Kafka" parece un truco publicitario como The Da Vinci Code, The Dante Club, The Jane Austen Book Club - excepto que aquí Kafka es el nombre falso de nuestro protagonista y nada más. Nuestro Trío Metafórico cita incesamemente a Goethe, a Yeats, T.S. Eliot, Chekov, Aristóteles... y la lista sigue. Con ellos, es extrañamente aceptable, pero la transferencia de este estilo tediosamente referencial a la vida de Hosino no es algo bueno y no se trata de nada más que un intento de mostrar un grado de profundidad intelectual por uno de los medios más superficiales.

No soy de las personas que esperan que todas las historias tengan una historian cohesiva, hay algunas que son lentas y tienen un orden muy sutil, muy humano, con la promesa de que eventualmente uno será capaz de ver la red que une todo, creando una unidad satisfactoria. Esto no es lo que pasa en Kafta con the Shore. Al contrario, después de seguir a Nakata y Kafka en sus caminos aparentemente predeterminados, cuando sus caminos convergen y esperas la revelación de los pequeños misterios ocultos en las 400 páginas, la historia simplemente se detiene y te quedas preguntándote cuál era el punto de todo.

En una ocasión, la señorita Saeki (que es escritora), le explica a Kafka que su "libro no tenía una conclusión, y nadie quiere leer un libro que no tiene una. Para mí, sin embargo, no tener una conclusión me parecía bien."

Bueno, para mí no.

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