¿Dónde estáis?
Por qué aviso de mi llegada, si no hay nadie que pueda escuchar. Dónde están los muebles, cuadros y cortinas. Grietas en paredes, donde llega una pobre luz que proporcionan cristales rotos. En este suelo cualquiera podría tropezar, La madera podrida bajo mis pisadas, el viento contra los arbustos y los golpes de una venta de la planta superior, que quizás nunca se cerró: son todos mis contertulios. Mantengo la respiración intentando agudizar mis sentidos. Hay alguien arriba.
He oído la voz, a pesar de los golpes de la ventana. Voy a bajar.
Ya casi frente a frente, uno de lo otro, a dos escalones de distancia. Ambos son la misma persona, el mismo rostro. Viajero sin alforjas se enfrenta a sus recuerdos.
Adelante, mira cuánto quieras. Pero no creo que esté aquí nada de aquello que perdiste.