Might as well be on Mars (1/?)

May 19, 2009 21:47

Esto lleva cociéndose desde hace algún tiempo. Llamadas de teléfono, insultos, ensoñaciones, todo eso. Últimamente, la crisis nos ha traído la cancelación de bastantes series y puede que no las siguiéramos todas pero el coma de un show siempre debería traer el luto al fandom. Veronica Mars no se canceló hace un mes, ni dos, ni siquiera sé si llegará a cancelarse nunca porque no dejaremos que lo haga (puede que los directivos sigan cómo y cuando vamos a verlas, pero el fandom siempre elegirá si debe mantenerlas vivas o no y en este caso sí, en este caso Veronica vivirá siempre); aún así, el luto es permanente. Básicamente, por eso. Me gustaría dar razones más profundas de por qué lauranio y yo decidimos escribir fanfic, como que teníamos una trama enquistada que necesitábamos sacarnos de dentro o cualquier mierda psicológica y auto-reflexiva. Desgraciadamente, la realidad es que no podíamos dejar que Veronica Mars terminara así y dijimos "¿por qué no?" y también "no sé si podremos" y luego "vamos a darle el final que se merece, o por lo menos lo intentaremos".

Vamos a levantar el luto aunque sea un poco y vestirnos de fiesta para la ocasión.

Título: Might as well be on Mars (1/?)
Autor: lauranio y earwen-neruda
Fandom: Veronica Mars
Personajes: Logan Echolls, Veronica Mars, Heather, Keith Mars, Dick Casablancas, Wallace Fennel, Stosh Piznarski (Piz), Cindy Mackenzie (Mac), Eli Navarro (Weevil)
Pairing: Logan/Veronica
Rating: NC-17
Summary: "Va a hacer falta mucho más que una familia disfuncional, todos los periodistas malintencionados del mundo y un corazón partido en dos mitades (uno con una L desdibujada, otro con una V que todavía está sangrante) para que este hijo de puta de niño se dé por vencido."
Advertencias: Spoilers del capítulo 3x20 y NC-17 porque deberían lavarnos la boca con jabón. ¿Porno, dices? A lo mejor más adelante. A Lo Mejor.

Migh as well be on Mars

“La gente que se quiere no debería estar separada nunca. Darse por vencido es simplemente estúpido”
(Heather, Veronica Mars 3x13)

Todos los críos han soñado con ser actores alguna vez en su vida. Las luces del escenario, los aplausos, las chicas guapas a las que tienes que besar bajo los focos (en su mente, a los niños nunca les tocan papeles secundarios, como ser el abeto de la obra de Navidad), la mirada atenta de miles de personas. Las frases inolvidables, “tócala otra vez, Sam”, la ropa de época y los falsos bigotes, ¿quién no ha querido trabajar con Tarantino alguna vez, o con Kubrick? Persecuciones americanas e historias no del todo trágicas que siempre terminan bien.

Todos los críos han soñado con ser actores alguna vez en su vida, menos Logan. No había espacio para finales como los de Pretty Woman en la casa de un actor de la vieja escuela, de los que creen que una película no es una película si no acaba con kétchup salpicando en todas direcciones, ni historias que terminaran bien cuando papá se bebía él solo toda la botella de brandy y de todas formas, no cree que el maquillaje hubiera podido tapar las quemaduras de cigarro bajo la ropa.

Logan no quería ser actor, pero era cosa de la sangre. Así que todas las mañanas se ponía su mejor sonrisa de gánster oportunista y Neptune se convertía en un escenario interminable cuyo telón parecía no terminar de bajar nunca; con ustedes, señoritas y señores, Logan Echolls representando El Show de Truman (“ey, Duncan, ¿te apetece que cojamos unas olas?”, “Lily, nena, te juro que este moratón me lo hice cayéndome por las escaleras pero no te preocupes, ellas quedaron peor que yo” y “Sheriff Mars, sea lo que sea no he sido yo y no tiene pruebas”), con la inestimable colaboración de su hermana y el famoso Aaron Echolls y el nombre de su cinturón en los créditos. Mamá, como siempre, se quedará llorando detrás de las cámaras.

La vida era mala (la vida, para qué engañarnos, era bastante peor que mala) pero con la muerte de Lily fue a peor. Nada llegaba a tocarle jamás y si lo hacía, apretaba los dientes como Rocky Balboa y echaba mano de palabras de doble filo para disimular las lágrimas.

Sí que tiene madera de actor, se dice de vez en cuando con la cabeza gacha, con el mechero de su madre entre los dedos, porque todas las mujeres que han significado algo en su vida han terminado dejándole solo.

(¿Épico, sabes? Tú y yo. Abarcando años y continentes, solo que no)

Si creyera en la justicia divina esperaría que Dios, el karma o hasta el espíritu del gordo de Buda se aparecieran para compensar su patética existencia con un poco de orden en su vida pero si algo ha aprendido Logan en todos estos años es que la justicia se alquila por horas, la muy zorra, y si quieres conseguir algo lo mejor será que cojas el bate de béisbol del tercer cajón de la mesilla y salgas a buscarlo tú mismo.

Va a hacer falta mucho más que una familia disfuncional, todos los periodistas malintencionados del mundo y un corazón partido en dos mitades (uno con una L desdibujada, otro con una V que todavía está sangrante) para que este hijo de puta de niño se dé por vencido.

- Has llamado a Logan Echolls. La frase de hoy es: haz lo que puedas con lo que tengas, estés donde estés. Theodore Roosevelt.

Pip, pip.

- Tíííío, qué mariconada. Sabía que había una razón por la que nunca te dejo mensajes en el buzón de voz. - se oyen risas femeninas de fondo. - Escucha bien porque el tío Dick va a darte una frase de la que presumir esta semana: el futuro es… donde tengas la olla no metas la pol... lo que sea. Yo, un par de tías buenas, la playa. Bow chika wa wa.

Suena el pitido que anuncia el final de la llamada y Logan le vuelve a prestar atención a su Game Cube.

Cuando iba al instituto, casi tres cuartas partes del mismo alguna vez le habían hecho la pregunta del millón: “¿tío, dónde demonios os conocisteis Dick y tú?”. Lo cierto es que jamás contaba la historia. Le parecía mucho más entretenido encogerse de hombros y dejar que cada cual le diera alas a su imaginación, sobretodo porque al día siguiente aparecía una nueva leyenda urbana sobre ellos. A menudo más descabellada que la anterior.

(Logan nunca las desmentía)

Por ello, Neptune decidió a mano alzada que Dick y él se conocían desde siempre. Que entraron hombro con hombro por la puerta desde el primer día. El Dúo Dinámico (Los Tres Mosqueteros cuando apareció Duncan). Que venían en el mismo pack, como las latas de cerveza. No era del todo mentira.

En medio de una clase de biología que mataba neuronas, Martha (no recuerda su apellido pero podría recitar de memoria cuantos lunares tiene desde el cuello hasta el ombligo) se inclinó sobre su pupitre, aprovechando un descuido del profesor, y le hizo la misma pregunta “¿dónde os conocisteis el de la lobotomía y tú, Echolls?”.

Se conocieron en primaria, eso le dijo. Logan lo recuerda perfectamente: a Dick, con su flequillo del novio de la Barbie tapándole los ojos y se recuerda a sí mismo como era entonces, los ojos chiquititos y la sonrisa siempre demasiado grande. Él distraía a la profesora mientras Dick levantaba la falda a su compañera de pupitre, eran un gran equipo. Como Luck Skywalker y Han Solo. Mel Gibson y Danny Glover (su madre solía decirles que se parecían más a los protagonistas de Dos tontos muy tontos, pero ella no tenía ni idea de cine y si no qué otra explicación podía tener que se casara con su padre).

Le conoce desde hace doce años. Eso son más de tres siglos medidos en el tiempo de Dick Casablancas. Suficiente para desarrollar la inmunidad casi total contra todas sus posibles sorpresas, “eh, Logan, ¿sabías que hay un país que se llama Mongolia? Allí todos tienen que ser, como, mongolitos, ¿no?”. Casi.

- ¿Ése era tu amigo, el rubio? - pregunta Heather, girando el mando de la Nintendo hacia la derecha como si tuviera un sensor de movimiento y el coche fuera a hacerle caso.

- La gente suele referirse a él como “el teñido retrasado” pero sí, ése era Dick. ¿O era yo el que lo llamaba así? - se muerde el labio y aprieta dos botones al mismo tiempo, acelerando. - Voy a darte una paliza tan grande que será recordada por todos los futuros jugadores del Mario Kart como la masacre de Echolls.

Ella murmura “ganar a una niña pequeña a un videojuego, vaya cosa” y él sonríe un se compondrán canciones y saldrá en todos los créditos con todos los dientes.

El primer viernes que Heather se presentó en su casa (la habitación de hotel, lo que sea) con una bote de helado bajo el brazo, Logan no podía creerse que la cría de once años hubiera cumplido su promesa y Dick dijo que de ninguna manera iba a pagarle una manutención.

Se había convertido en una especie de tradición, desde entonces. Él no hacía planes para los viernes por la tarde y ella le decía a su hermana que se iba a casa de Dick sólo para chincharla, jugaban a la Nintendo, se apretaban los botones del mando para hacer que el otro fallara y acababan tumbados en el sofá viendo viejos capítulos de los Looney Tunes, poniéndose hasta las cejas de Häagen Dazs de vainilla.

Le hacía hablar, la jodida niña. Le preguntaba sobre su infancia entre partida y partida cuando menos se lo esperaba, sobre Aaron y Lily y Veronica, siempre Veronica (perpetuamente). Después de poco más de un mes de lo que Dick había bautizado como “las tardes de chicas”, Heather se había convertido en una especie de psicoanalista enano, que no le cobrara cinco mil la hora pero terminaba con todas las reservas de Coca-cola de la habitación.

Hijo de asesino, apostador en peleas de mendigos, ex convicto y canguro: Logan Echolls, la creme de la creme de los que tienen el código postal acabado en 09.

Le recuerda a cierta rubia metomentodo, a veces, cuando le brilla justo así la mirada de curiosidad y sonríe con condescendencia, como diciendo voy a hacerte una pregunta incómoda y ¿sabes qué es lo mejor? que vas a tener que responderla.

- He estado pensando-

- Eso nunca es bueno.

- en dónde has estado estas últimas semanas-

- Perdóname, es que el otro día se me calló el chip que me implantaste mientras me rascaba la nuca.

- para haberme dejado plantada los dos últimos viernes.

- No vas a callarte nunca, ¿verdad?

- ¿Dónde has estado las dos últimas semanas, Logan?

- ¿Ni siquiera si te doy caramelos?

Heather frunce el ceño y niega con la cabeza.

- ¿Un pony?

La cría aprieta el botón del pause. Está sentenciado.

Logan deja caer la cabeza contra el respaldo del sofá y resopla.

- Creía que esto funcionaba. Tú. Yo. La Game Cube. La coca-cola. Y nada más. Pensaba que éramos amigos.

Heather apoya el mando de la Nintendo sobre sus rodillas y pone los pies encima de la mesa, imitándole (tiene esa manía de repetir todo lo que él hace como un monito de feria y Logan Echolls, pregúntale a cualquiera, no es un buen ejemplo a seguir).

- Los amigos se cuentan las cosas. -Dice ella con recochineo.

Tocado.

- Has pasado demasiado tiempo con Parker, creo que ya no tienes arreglo.

- ¿Parker va a venir luego?

Hundido.

Si Elvis Presley apareciera en la puerta de su habitación con un helado bajo el brazo le sorprendería menos que si lo hiciera Parker. Lo cierto es que le ha estado evitando. No la culpa.

- No creo.

Heather se incorpora como si estuviera impulsada por un resorte.

- ¿Qué? Tiene que venir, me dijo que iba a enseñarme a pintarme los labios. Me lo dijo. Mira, si hasta me he traído uno - refunfuña mientras saca una barra de pintalabios del bolsillo de sus vaqueros -se lo he cogido a mi hermana. ¿Por qué no va a venir?

Porque no fui justo con ella.

- Digamos que no estamos pasando por una buena etapa.

Logan Echolls, rompiendo corazones desde 1988.

- ¿No le gustó la tarta de cumpleaños? ¿Pusiste la foto que te dije?

Sí, fue idea de Heather. La fiesta, la tarta, todo. Cállate.

- La foto la elegí yo.

- No, tú querías una en la que salíais con los ojos rojos. Horrible.

- No.

- Sí. Y no me distraigas. ¿Por qué no va a venir Parker?

Logan se frota los ojos con cansancio. El interrogatorio no estaba incluido en sus planes.

- Porque hemos roto. ¿Contenta?

En menos de dos segundos tiene a Heather colgada de su brazo, todo sonrisas.

- ¿Has vuelto con Veronica?

- ¿No guardas ni un minuto de silencio? Pensaba que te gustaba Parker.

Ella agita la mano, restándole importancia.

- Parker está bien, pero a ti te gusta Veronica. No quiero que termines encerrado en esta habitación para siempre y que la barba te llegue a los tobillos.

Logan se lleva la mano a la barbilla.

-Siempre he pensado que el look naufrago, estilo Tom Hanks, resaltaría mis impresionantes ojos azules.

Heather se cruza de brazos y le ignora completamente.

-¿Has vuelto con Veronica, sí o no?

-Tienes que concentrarte en la carrera.

-Está en pause.

¿Es que ya no quedan niños inocentes como los de antes? De los fáciles de contentar. Un globo con forma de Bob Esponja, canciones de dibujos animados, gominolas y todo solucionado.

Pero no, Dick tenía que casarse en Las Vegas con la hermana de la única cría de once años que parece que tenga veinte.

- ¿Si te cuento lo que he estado haciendo estas semanas me dejarás en paz?

- Sabes que sí. -Y sonríe, la muy puñetera.

Heather sube las piernas al sofá, cruzándolas sobre su regazo igual que un indio. Pone cara de interesante, los codos sobre las rodillas y un lado de la cara apoyado sobre la palma de su mano, como si en cualquier momento Logan fuera a sacarse un micrófono de la manga y ponerse a dar una rueda de prensa. Espera que no lleve una grabadora encima, le ha contado muchas anécdotas sobre Veronica y con esta niña nunca se sabe.

-Hace unas semanas Veronica se cabreó conmigo y dejó de hablarme. -Mejor empezar por el principio.

-¿Qué le hiciste?

Al menos podría concederle el beneficio de la duda, ¿no?

-¿A ella? Nada, pero digamos que a Piz, el chico ese con el que estaba saliendo, le arreglé la cara. Cirugía estética gratuita cortesía de la casa.

No debería sonreír de medio lado, pero lo hace. En cambio Heather se lleva la mano la mano a la boca.

-¿Le pegaste? - Tiene la decencia de escandalizarse, puede que no sea demasiado tarde para llevarla por el buen camino.

Logan se encoge de hombros.

-Sólo un poco. Pero pegar a alguien está mal, Heather, tú no deberías hacerlo. Yo no estoy orgulloso y… coño, sí. Ahora que lo pienso, sí que estoy orgulloso.

Heather niega con la cabeza con gesto de horror mientras murmura “es triste que la madura de esta habitación sea yo”.

Logan se ríe entre dientes.

- ¿Pero por qué pegaste a Piz?

- Porque creía que le había hecho algo a Veronica. Algo malo. Pero por lo visto no fue él.

- ¿Y aún así le pegaste?

- En mi familia siempre se golpea primero y se pregunta después -aprendido de primera mano, gracias papá. -Es difícil no seguir las tradiciones. -Heather rueda los ojos. - no me mires así, les pedí perdón a los dos.

Ella se la deja pasar, sólo por esta vez no va intentar reformarle.

- El caso es que llevaba un par de días sin ver a Veronica por el campus. Teniendo en cuenta que le quedaban cuatro exámenes por hacer no le di importancia, pensaba que estaría estudiando recluida en la biblioteca o bajo el flexo de su habitación. Pero cuando no se presentó al final de Psicología analítica, me preocupé. ¿Veronica Mars faltando a un examen? Raro. La llamé, pero tenía el móvil apagado.

-¿Y qué hiciste?

Lo que cualquier persona con dos dedos de frente no haría: ir a buscarla a su casa.

--

Parece que la puerta de los Mars ha crecido desde la última vez que la vio, infranqueable y enorme, con la placa dorada y el pomo ligeramente oxidado. Recuerda tener las manos apoyadas en esa misma madera para inclinarse sobre el cuello de Veronica y lamer un poco, enroscar una mano en su cintura y memorizarla como si fuera un algoritmo.

-Mi padre va a salir en dos coma tres segundos para matarte, Logan.

Él murmuraba un “hmmmm” sin demasiadas ganas contra su pelo y le pasaba la lengua por los labios una y otra y otra vez, terco como una mula, hasta que Veronica se daba por vencida y abría la boca un poco, lo justo para que Logan la respirara sin que ella se diera cuenta. Y si se separaba y decía algo como “en serio, espero que tengas un buen seguro de vida y me hayas dejado a mí como única benefactora”, él la cortaba con un en realidad, tú no quieres seguir hablando mientras se pegaba tanto a ella que parecía que iban a fundirse, le ponía la rodilla entre las piernas y Veronica se le hacía casi líquida en sus manos.

Todo parece más fácil cuando tienes a Veronica y sus súper poderes a tu lado.

La puerta se abre en ese mismo momento sin necesidad de que llame, como se abría entonces (“buenas noches, señor Mars. Esto es lo que parece”), y Keith le mira de arriba abajo con expresión muy seria y la camisa arrugada, midiéndole a él y a sus intenciones con su vudú de detective.

- ¿Piensas quedarte ahí todo el día o vas a pasar?

Una vez dentro, a Logan no se le escapa la manera en la que Keith mira el escritorio que solía ocupar Veronica, ahora vacío y desordenado, ni la tranquilidad que parece exudar el apartamento.

No le ofrece una taza de café; le decepcionaría si lo hiciera (no se le ofrece bebida a los sospechosos, ni a los ex novios de tu hija. Y menos a los ex novios de tu hija que además son sospechosos), así que, cuando se cansa de mirarse la punta de los zapatos, se aclara la garganta y empieza

- He venido por-

- No creerás en serio que voy a decirte dónde está, ¿verdad?

Logan se encoge de hombros.

- Tenía que intentarlo.

Nota su mirada en la nuca cuando le acaricia las orejas al perro, eh, grandullón, cuánto tiempo, y tienen que pasar otros cinco minutos largos como un infierno hasta que Keith vuelve a hablar. Es insoportable, ese sitio, lleno de recuerdos: el sofá donde se sentaba Veronica y la habitación de Veronica, el bolígrafo ridículo de Veronica encima de la mesa y la nevera donde Veronica guardaba su leche, si es que Veronica fuera del tipo de chica que bebe leche por las mañanas.

Veronica escrita a fuego por todas partes, dejando todo lo demás lleno de humo.

- Si descubro que has tenido algo que ver con todo esto te perseguiré hasta el fin del mundo y haré que lo pases tan mal que me pedirás de rodillas que te deje volver a la cárcel, supongo que sabes eso.

- Si Veronica se ha ido por mi culpa yo mismo me abriré la cabeza y tiraré mi culo arrepentido al río más cercano.

Si Veronica se ha ido por mi culpa, la misma Veronica que aguantaba palos y piedras sin agachar la cabeza en el instituto, ya no me quedará nada bueno.

- No eres ni la mitad de malo de lo que quieres aparentar, crío.

Cuando Keith Mars le mira directamente a los ojos, Logan tiene la sensación de que se le desvelan todos los misterios del mundo.

- Nah,- contesta, parado en el dintel de la puerta mientras le dedica una sonrisa de ésas, de las de verdad, las que hacen que sus ojos parezcan chiquititos y dicen que siempre tendrá mi voto, señor.- pero guárdeme el secreto.

--

- Me gusta el padre de Veronica.

- Claro que te gusta. - dice él, dejándose caer contra el respaldo del sofá, dando la partida por acabada. - Hasta te gustaría Dick si se tatuara el nombre de Veronica en la p... En el culo.

Heather ahoga un “Dick es tonto” en el cuello de su camiseta, pero el descanso dura poco.

- ¿Y luego, qué?

- Luego fui a preguntarles a Wallace y Piz.

Ella se tapa la boca y deja escapar un ruidito teatral.

- ¿Piz, Piz? - Logan levanta una ceja. - ¿Piz el novio de Veronica? ¿Fuiste a preguntarle al chico al que pegaste por tu ex novia, o sea, su novia?

- Llámame romántico.

--

Es Piz el que le abre la puerta y en el fondo lo agradece (Wallace se la habría cerrado en las narices).

- ¿Vienes a rematar la faena? -Pronuncia despacio, como si le doliera hablar. -Pues espera un segundo, que cojo mis guantes de boxeo. ¿O prefieres que busque mi florete?

- Ya te dije que lo sentía, ¿qué más quieres? ¿Un abrazo? ¿Un poema? De haber estado en mi lugar, tú hubieras hecho lo mismo.

- De haber estado en tu lugar, me habrías partido la cara igual.

Seguramente, pero no se lo dice.

Logan le mira de arriba abajo. La herida del labio está casi cicatrizada y el morado de su ojo ha pasado a ser un verde sucio. El flequillo no llega a taparle el corte de la nariz.

- Tienes mejor aspecto.

¿Sólo cinco puntos en el ojo, dijo Veronica? Estoy perdiendo facultades, Duncan.

- Todo se lo debo al buen cóctel de antinflamatorios que llevo tomando desde hace dos semanas.

Logan echa un vistazo a la habitación a través de la rendija de la puerta. Una guitarra, ropa tirada por el suelo, un libro abierto sobre la cama. Ni rastro de Veronica.

Se encuentra de lleno con los ojos de Piz, unos centímetros por debajo.

- No está aquí.

- ¿Eh, quién? -Necesita ganar tiempo como sea, porque no se le ocurren muchos sitios más dónde mirar. Bueno, sí que tiene algunos en mente, pero lo más seguro es Mac le escupa después de lo de Parker. Logan Echolls, haciendo amigos allá donde va.

- Veronica. No está aquí. -No le pasa desapercibido el tono de derrota en su voz, como si le doliera mucho más pronunciar su nombre que cualquiera de los golpes de la cara.

Logan se lleva las manos a los bolsillos.

- Y supongo que tú tampoco piensas decirme dónde está, ¿verdad?

Los tres segundos se le hacen cuesta arriba.

-Anda, pasa. -Piz se aparta y abre la puerta de par en par.

Es duro, mirar la habitación desde dentro. Logan creía que no, pero es duro. La estantería con todos los libros que Piz y Veronica podrían haber leído juntos (como novio Logan estaba dispuesto a hacer sacrificios, desde pasear por el parque cogido de la mano hasta ver películas para chicas pero leer libros de dramaturgos gays no, muchas gracias), la cámara con la que se habrían hecho miles de ridículas fotos encima de la mesa y la cama. La cama.

Puede que Piz esté hablando, pero todo lo que Logan oye es yo. Veronica. En esa misma cama.

- …no me dijo dónde iba, sólo que necesitaba tiempo. - continúa, y Logan hace verdaderos esfuerzos por seguir el hilo de la conversación. No hicieron nada, no follaron, no la tocó más de lo necesario, ¿y qué si lo hizo? ¿Hacer qué? Tocarla. A Veronica. A Veronica.

- ¿Y no te dio una dirección para que pudieras localizarla? ¿Un número de teléfono? Lo que sea, me sirve cualquier cosa. - Piz se mira la punta de las Converse desgastadas. - En serio. Lo que estás queriéndome decir es que no sabes dónde coño está tu novia. Perfecto.

- En realidad, no. Lo que estoy queriendo decirte es que mi ex novia no me dijo dónde iba después de que su padre perdiera las elecciones y le concedieran las prácticas en el FBI. En Virginia.

¿Ex novia?

- ¿Ex-

- Eras tú, durante todo este tiempo. - le corta Piz, medio sonriendo y medio llorando por dentro, como los héroes de las películas que solía ver de pequeño. - Veronica estaba conmigo, pero eras tú.

Logan agacha la cabeza como hacen los malos (siempre con peor puntería, siempre un poco rotos; el papel le pega), recuerda en sus palabras las palabras de Parker (“todo este tiempo ha sido Veronica”) y aunque duela, deja que siga hablando.

- Tendrías que haber visto cómo te miraba aquel día, en la cafetería. La manera en la que te sonrió después de que prácticamente le reventaras la cabeza a aquel tío (bien hecho, por cierto)... nunca me ha sonreído así. No estoy seguro de que le haya sonreído así a nadie. - se encoge de hombros, quitándole importancia. No lo consigue. - A lo mejor es que he escuchado muchas canciones románticas en mi vida, pero no podía seguir con ella después de ver eso. El músico fracasado dejó a la chica inteligente y guapa. Me gustaría poder suicidarme ahora mismo.

- También me gusta Piz. - interrumpe Heather.

- Es… Piz es un buen tío. Eh, no estarás llorando, ¿verdad?

- Yo no lloro. - el temblor en su voz la delata.

Sonríe y entonces, continúa.

Una de las pocas cosas de valor que le enseñó Aaron Echolls entre paliza y película es que puedes esperar bien poco de la vida. Nadie te regala nada, si quieres algo, ve tú mismo a buscarlo, Logan.

No debe hacerse ilusiones. No sería justo. Las lágrimas de Parker todavía no se han secado. Piz sigue roto frente a él. No debe, joder, pero quiere. Nunca ha sido de los que sigue las normas.

No se ha dado cuenta de que lleva un par de minutos en silencio y que Piz le mira fijamente desde el otro lado de la habitación.

- No me dijo dónde iba, pero yo empezaría a buscar por Virginia. Es lo único que puedo decirte. No sé más.

Solo por esta vez deja de tapar la pequeña grieta que hay en su armadura de ironía y permite que se escape algo de sinceridad pura, cristalina, sin ensuciarla de sarcasmo.

- Gracias.

Piz frunce el ceño y niega con la cabeza, su flequillo disparado en todas direcciones.

- No lo hago por ti. Lo hago por ella, eso que quede claro.

- Ya.

Nunca ha sido demasiado bueno en eso de juzgar a las personas. Ejemplo de ello es que un periodista de la revista Vanity Fair se hizo pasar por su hermano y él picó como un auténtico gilipollas. No supo ver a Veronica hasta que prácticamente se dio de bruces contra ella y fue como “wow, ¿dónde has estado todo este tiempo?”. Antes pensaba que Lily la eclipsaba, con esa sonrisa gamberra llena de malas intenciones. Ahora está seguro de que ella no tuvo nada que ver, fue su culpa, por no mirar más allá de sus propias narices (si lo hubiera hecho se habría dado cuenta de que Veronica podía eclipsar al Sol).

Sin embargo, pese a todas sus malas experiencias, cree que ha calado (tarde) a Piz. Lo que Veronica pudo ver en él.

“Es de Portland, una urbanización llamada Libertown, gente honrada” le había dicho Veronica el primer día que le conoció “si sigue pensando que Papá Noel existe van a comérselo vivo”. No le había dado importancia entonces, un tío honrado, pfff, sí, ya, soltó alguna idiotez parecida a “¿que Santa Claus no existe? ¿Son los padres, verdad? Eso explicaría los regalos” y no volvió a pensarlo.

Hasta ahora, de pie junto a la puerta. Alguien sincero dentro del mundo construido a base de mentiras de Veronica Mars. Ese Piz.

Es un buen tío, se la merece mucho más que él. Pero, para qué engañarse, Logan siempre ha sido un poco egoísta.

Cierra la puerta despacio, la pizarra llena de mensajitos le queda a la altura de la nariz. Ya tiene un sitio por el que empezar a buscarla.

Las escaleras que llevan a la salida están al final del pasillo. Sí, justo ahí, por dónde acaba de aparecer Wallace, taponándole su única vía de escape.

Parece una coreografía. Los dos reducen el paso al mismo tiempo hasta que al final se quedan completamente quietos, parados uno frente al otro en la esquina opuesta del pasillo.

Wallace con los ojos oscuros clavados en los suyos. Si las miradas matasen, piensa Logan, ya estaría a dos metros bajo tierra.

Los segundos pasan, lentos como décadas, interminables. Dadas las circunstancias (de pie en un abarrotado pasillo sin saber quién de los dos disparará primero), Logan puede admitir que se siente oficialmente incómodo.

Está harto. Hasta las narices de necesitar pedir perdón por algo que no ha hecho para que se le permita hablar.

- ¿Te la ligas tú o me la ligo yo? -No es muy ingenioso pero sirve para reventar esa atmósfera que le estaba asfixiando. El segundero de su reloj vuelve a correr con normalidad y Wallace llega hasta él de tres zancadas.

Le recordaba menos alto y con la sonrisa más amable. Quizá sólo sea con él.

- Tendría que matarte después de lo que le hiciste a Piz. Mereces que te mate. -Suelta la bolsa de deporte y Logan saca las manos de los bolsillos, por si las necesita en los próximos minutos. -Le atropellaste, ni siquiera se pudo defender.

A Logan le gustaría que por una vez le concedieran el beneficio de la duda. Sí, la cagó, se equivocó de tío. Pero sería capaz de no acertar nunca con tal de que Veronica estuviera bien. No soy tan cabrón como os gusta pensar.

- Pensé en darle ventaja. Ya sabes, la mano a la espalda o saltando a la pata coja, pero en ese momento no lo vi tan claro. -Debería sonar como es él, cabezota y demasiado creído de sí mismo para su propio bien. No como si cada palabra llevase un mensaje de disculpa codificado.

Wallace (la estrella Fennel, el número tres de su equipo), gira la cabeza hacia un lado y entrecierra los ojos en un gesto que le recuerda dolorosamente a Veronica. Ese tipo de cosas suelen pasar cuando pasas mucho tiempo con una persona, lo de copiar gestos, eso o es que Wallace le conoce mejor de lo que Logan se conoce a sí mismo y está intentando torturarle.

(Funciona, hijo de puta)

- Lo digo en serio, de haber aparecido tres horas antes ahora mismo estaría jugando a baloncesto con tu cabeza. - dice, y cuando se relaja y casi sonríe, Logan se relaja con él. - Pero luego traté de entender cómo piensa un gorila cavernícola como tú. Si te paras a pensarlo un momento, lo que hiciste fue noble, ya sabes, desde el punto de vista de un gorila cavernícola. -Pueden ser imaginaciones suyas, pero los ojos de Wallace parecen algo más claros que antes.

- Así que esto es el Apocalipsis. Lo esperaba más espectacular, carros de fuego, ríos de lava y esas cosas.

Cree verlo, el principio de lo que podría ser una sonrisa (no, en serio, ¿eso que está al lado de su comisura son hoyuelos?), pero no puede asegurarlo porque Wallace vuelve a fruncir el ceño casi al instante.

- Piensa que es por su culpa. La muy idiota cree que tiene la culpa de que su padre haya perdido las elecciones. Ya sabes cómo es cuando se le mete algo entre ceja y ceja, nunca hace caso. -Wallace mira al suelo, mientras da pataditas a su bolsa de deporte. -Tiene el móvil apagado. No contesta a los emails. Nada. -Levanta la cabeza y le mira. -Dijo que necesitaba estar sola.

Dos semanas y media, un día y más de cuatro horas desde la última vez que la vio. Ha tenido tiempo suficiente para estar sola, pintarse las uñas, volver a cortarse el pelo. Lo que sea.

Wallace continúa caminando, pasándole de largo.

- Eh, Fennel, ¿por qué me estás contando esto?

Y es extraño porque, aunque está de espaldas, Logan sabe que está sonriendo.

- Porque eres el único que está lo suficientemente loco como para ir detrás de ella. Y porque te he visto desnudo y tío, das bastante pena.

Heather va a decir algo entonces, pero Logan la interrumpe:

- No me lo digas, también te gusta Wallace. Tengo la sensación de que en esta historia te cae bien todo el mundo menos yo.

Ella sonríe. No contesta.

- Todavía soy muy pequeña para dar geografía, pero hasta yo sé que Virginia es grande.

- Calla y escucha.

--

No es hasta que no está sentado en el coche cuando se da cuenta de que Virginia es realmente grande. Noventa y cinco condados y dios sabe cuántas ciudades; Virginia es casi un monstruo en cuya barriga se esconde Veronica, pequeña como un garbanzo, imposible de alcanzar. Como el cuento de Pulgarcito, solo que sin tener ningún tipo de gracia.

Pisa el acelerador de todas formas y gruñe junto con el coche, sopesando cuánto tiempo -cuántos años podría llevarle echar abajo las puertas de todas y cada una de las casas de Virginia hasta dar con ella. La idea le reconforta durante un momento (fácil, rápido, no requeriría pensar demasiado; él siempre ha sido de la vieja escuela), pero, sinceramente, lo único que está haciendo ahí sentado como una estatua es perder tiempo que no tiene. Tiempo que podría estar gastando en buscarla.

Piensa, Logan. Piensa. En contra de la creencia popular, puedes hacerlo. El reloj no va a parar de correr porque tú no prestaras atención en clase de lógica. Tick, tick, tick.

Piz y Wallace le han dicho todo lo que saben; Parker ni siquiera es una opción y, por cómo miraba a Veronica desde lo que él había decidido bautizar con el nombre de El Incidente, era bastante obvio que no iba a preocuparse por saber dónde estaba ella. Mac, bueno, nunca ha sido miembro de su club de fans y Keith le clavaría una estaca en el corazón si volviera a aparecer en la puerta de su apartamento y la verdad, a estas alturas Logan no puede asegurar que no vaya a desintegrarse (desde que Veronica no está, sólo sale de noche como los vampiros).

(la cebolla no le ha gustado nunca)

Así que, no se lo digas a nadie, la única salida que le queda es la de jugar a los espías, adoptar la eterna filosofía de ‘¿Qué Haría Veronica?’ (o los Spy Kids) y, dios le ayude, colarse en los archivos de la universidad para ver si tienen un número de teléfono, una fecha. Cualquier cosa.

Esto es lo primero que haría Veronica de estar en mi lugar, piensa, además de meterse con todo el mundo y parafrasear películas de James Dean.

Tampoco es que saberlo lo haga menos duro cuando Weevil dice “recuérdame por qué estoy haciendo esto, niño rico” un sábado por la noche, de pie junto a la puerta del despacho de la directora de Hearst.

- Porque siempre has estado enamorado de mí, supongo. Ey, no te culpo, ¿quién no lo ha estado alguna vez? - pero entonces Weevil pone esa cara que dice ‘voy a partirte todos los huesos del cuerpo, uno a uno, si no me dices lo que quiero oír’ - Y porque se lo debes a Veronica.

Mientras mete la llave de mantenimiento en la cerradura, cree que puede escucharle murmurar algo como “…siempre ha tenido mal gusto con los hombres”.

No habían contado con la contraseña de seguridad del ordenador, claro, y aunque lo intentan todo, incluyendo la telequinesia (el palurdo de Weevil hasta escribe pastel de chocolate y lo hilarante del asunto es que cree que va a funcionar), termina amaneciéndoles ahí, en el despacho, Logan inclinado sobre el teclado y Weevil mirando por la ventana, vigilante. Ambos son tan diferentes que asusta pero tienen exactamente la misma expresión de derrota cuando se separan a las cinco de la mañana para irse con las manos vacías, uno montado en su moto, otro caminando con la cabeza gacha.

Lo siguiente que intenta es localizar los últimos movimientos de su tarjeta de crédito, como ella hizo cuando estaban intentando localizar a su madre hace poco más de dos años (aunque se sienten como milenios cuando piensa en ello), pero debió suponer que Veronica Mars estaría pagando en metálico. Hija de detective, futura agente del FBI, grano profesional en el culo.

Sinceramente, ¿qué podría uno esperarse?

Entonces, y si le preguntas posiblemente se lo achacará a El Incidente (El Incidente siempre tiene la culpa de todo lo que va mal en su vida) y lo negará durante el resto de su vida, decide tomar la última medida desesperada antes de darse por vencido.

- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

- Sí, verá, tengo un problema. Uno bastante grande.

- Le escucho.

- El imbécil de mi hermano- pausa dramática para dar más énfasis- va a casarse mañana con la mujer más maravillosa del mundo, y le juro por dios que los dos están muy enamorados, es solo que… anoche celebramos su despedida de soltero, ¿sabe? Con stripper y todo, y esta mañana, cuando he ido a buscarle para hacer la prueba de catering ya no estaba en su habitación.

Respira entrecortadamente, atropella las palabras: podría optar al Oscar por esto.

- Temo que haya hecho algo realmente estúpido, y estaba preguntándome… dios, a Lizzie le daría un ataque de pánico… si tal vez usted no podría activar el dispositivo de búsqueda de su Chevrolet sólo durante unos minutos.

- Lo siento, señor, pero el dispositivo sólo puede ser activado por el propietario del coche.

- Hum, ¿por favor?

- Lo siento.

Han sido las pausas, ¿verdad?
(supone que lo de ser malo actuando es algún tipo de defecto en el gen de la familia)

Esto parecía mucho más fácil cuando era Veronica la que lo hacía. Se le daba bien, jugar a ser dios, y le había dicho a Logan en alguna ocasión, bromeando que podía cerrar los ojos, señalar en el mapa y decirle dónde estaba cualquier persona que él quisiera encontrar si se lo proponía. La creyó entonces y la sigue creyendo ahora.

(A ti, Veronica. Dónde estás tú)

Es entonces, sentado en el asiento trasero del coche en el párking de Hearst con los brazos sobre la cara y el teléfono en el maletero, cuando se le ocurre que ha estado ahí todo el tiempo, la respuesta, justo delante de sus narices, en la misma universidad. Parece increíble (y vale, un poco estúpido también) que, en todas las veces que ha recorrido los pasillos, no haya girado un poco la cara, no mucho, lo justo como para ver el papel amarillo en el tablón de anuncios.

Prácticas trimestrales para el F.B.I., puede leerse, durante los meses de verano. Los estudiantes se alojarán en el campus de la academia de Virginia, dirección y número de teléfono más abajo.

- La pantera rosa estaría tan orgullosa. - dice, y un par de estudiantes se giran para mirarlo.

Luego corre como si la vida le fuera en ello de vuelta al coche.

- Mentir es un pecado.

- Muchas gracias, Sor Heather. ¿Expiarás mis pecados si te digo que estoy arrepentido?

- Tonto del culo.

Lo primero que hace cuando llega a la habitación de hotel es quitarse las zapatillas y buscar la bolsa que utilizaba para sus viajes a Méjico, que todavía apesta a alcohol (lo malo de vivir en un hotel con Dick, además de vivir en un hotel con Dick, es que la señora de la limpieza no se molesta en hacer la colada), para meter dentro algo de ropa y las tarjetas de crédito, algunas a nombre de su padre. Que se joda.

Mientras termina de, bueno, doblar sería un eufemismo para describir lo que está haciendo con los pantalones vaqueros, escucha la puerta del cuarto de baño abrirse y una voz risueña y algo ronca por el vapor de agua que dice:

- ¿Dinero, calcetines, las llaves del coche? ¿Es que vamos a algún sitio? ¿Méjico? - Dick está apoyado en la pared con el pelo mojado y la mirada rezumando malas intenciones. No puede decir que sea nada nuevo. - Dame un momento para que me ponga el tanga y meta los condones en la maleta.

Logan se gira para mirarlo.

- Ugh, tío. - arruga las cejas teatralmente y le tira unos calzoncillos a la cara; Dick se ríe enseñando todos los dientes y los caza al vuelo, fingiendo olerlos con los ojos cerrados. Reírse entonces es una de las cosas más fáciles que Logan ha hecho en la vida. - Y no vamos, voy. Este viaje tengo que hacerlo solo.

Dick se queda serio un segundo, como si supiera exactamente de lo que está hablando, pero entonces dice “quieres toda la mercancía para ti solo, ¿eh, capullo?” y desaparece en lo que dura una carcajada, dejando la habitación impregnada de ese estúpido olor a camomila y a Logan pensando que ha vuelto a verlo, a ese mismo chico que se presentó hace unos meses delante de su puerta, todo cubierto en sangre y barro, llorando (el Dick Casablancas bajo la superficie, si te fijas puedes verlo una vez cada cuatro años, si sabes esperar y tienes algo de suerte).

Logan deja escapar todo el aire que tiene en los pulmones, recoge los calzoncillos del suelo y los mete en la bolsa junto con los pantalones.

- No arrugues así la nariz, parece que tengas cuarenta años. - Heather rueda los ojos y lo ignora. - Dick no es tan malo, ¿vale? Sólo tienes que acordarte de darle de comer dos veces al día y sacarlo a pasear para que no se lo haga encima.

- ¿Y luego, qué?

- ¿Luego? La carretera.

Tenía que haber cogido el avión. Durante las últimas cuatro horas no ha dejado de repetírselo a sí mismo. Tenía que haber cogido el avión, cada vez que un fan de los setenta (kilómetros por hora) se le ponía delante en la carretera y no había forma de adelantarlo. Tenía que haber cogido el avión, cuando se equivocó de salida y fue a parar a una gasolinera abandonada de la mano de Dios.

Tenía que haber cogido el maldito vuelo directo hasta Virginia, piensa ahora, con el Sol de frente, cegándole por completo.

Las gafas no le sirven de nada. El verano está a la vuelta de la esquina y el Sol se cobra la venganza por los meses que ha pasado a la sombra. Le quema en la cara, el muy puñetero, obligándole a entrecerrar los ojos y fijar la vista en las rayas blancas de la autopista si no quiere acabar estampándose contra alguna señal.

Ni siquiera la música está de su parte. Lleva la radio encendida, perdida en alguna emisora local que pone una canción buena cada nueve. Por triste que parezca, el mejor momento de la tarde fue cuando el locutor anunció Smooth Criminal por los altavoces y Logan acompañó a Michael Jackson en los coros.

(Siempre negará, incluso bajo pena de muerte, haber cantado poniendo la voz absurdamente aguda)

Si está es la forma mística que tiene el universo de decirle que se olvide de Veronica y regrese a Neptune, va listo. No ha buscado a Virginia en el mapa durante media hora para darse la vuelta ahora.

La primera vez que Veronica puso uno de sus discos el coche (el mastodonte amarillo, solía llamarlo ella) Logan ni siquiera esperó a que acabaran de sonar los acordes de una canción lenta y melódica antes de sacarlo del reproductor y confinarlo en la guantera de donde no saldría nunca, nunca, nunca, a no ser que necesitara dormir y se hubieran acabado todos los somníferos en Neptune porque alguna drogadicta rica había decidido hacerse un regalo de cumpleaños por adelantado. Veronica puso ojillos de cachorro al escucharlo y es posible que él dijera algo como

-Superé lo de tu cara de pena hace mucho, mucho tiempo, cuando intentaste que me pusiera el traje de sheriff de tu padre.
-Pero el verde resalta tanto el color de tus ojos. - Mueca, risa contenida, mueca- Y mi cara de pena sigue teniendo efecto, puedes dar gracias de que no la acompañe con un aleteo de pestañas. El aleteo de pestañas es mortal.
-Seguro.

A veces, cuando estaba solo, lo sacaba de la guantera y escuchaba un par o más de canciones, eso tenía que concedérselo. Logan nunca ha sido un fan de los Beatles pero ey, ¿Veronica Mars grabando un CD como si fuera una quinceañera? Let it be.

Todos esos discos siguen ahí, en la guantera. No se han movido de su sitio. Sólo tendría que alargar el brazo para cogerlos, sólo eso. Pero ya no hay nadie del que esconderse cuando lo hace, nadie que ponga ojos de cachorro abandonado y bata las pestañas ridículamente y la última vez que escuchó Strawberrie fields forever desde que Veronica se fue (no se fue, pero se fue), Logan bebió tanto vodka que tuvo que dormir en el asiento trasero del coche.

Veronica era, con mucho, peor que cualquier otra droga que hubiera probado, y Logan había probado muchas. Cuando eran amigos y él estaba con Lily, era incapaz de dejar de meterse con ella, decirle cosas al oído cuando nadie estaba mirando sólo para ver cómo se sonrojaba. Cuando fueron enemigos y su vida empezó a parecerse de una forma bastante patética a esas películas de bandas callejeras (puede que fuera American History, pero nunca ha sido muy bueno con los títulos y de todas formas no habían desnudos integrales, así que tampoco es como si fuera importante recordarlo) con moteros y todo, resultaba imposible mantenerse lejos de ella; némesis contra némesis, ahora te pincho las ruedas del coche, ahora escribo cosas obscenas en tu taquilla. Los dibujos guarros nunca fallaban.

Pero estar con ella, ser su protector, si es que alguna vez Veronica necesitaba que alguien que no fuera ella misma la protegiera; eso era peor que la morfina. Un día te encuentras besándola y dios, sí, ella te está besando de vuelta y al siguiente ya no y crees que podrías echarte a llorar como un adolescente de telenovela mejicana o peor, como Seth Cohen (nunca le gustó O.C., pero Lily creía que el rubio estaba bueno y a él siempre le había caído bien Sandy).

Cuando Veronica te deja, no es fácil desengancharte. Acabar en el yate de tu padre borracho como una cuba, eso sí. Eso sí que es fácil. El día empezó a salir con Veronica juró llevarla por calles desconocidas, pero Logan también se dejó promesas en el tintero, planes de cristal que maquinaron juntos tirados en el sofá de los Mars mientras el verano pasaba de largo.

- Podríamos salir. -decía mientras la arrinconaba a besos contra los cojines. -Ya sabes, lo del barco sigue en pie, dudo mucho que a mi padre le permitan hacer escapaditas piratas desde la cárcel. Tú. Yo. El mar. Nadie más. Estaría bien.

Veronica se dejaba hacer con los ojos cerrados y gruñía (dios, gruñía). Así, acurrucada contra su cuello, no parecía tan peligrosa.

- Eso depende, ¿me dejarás tener un loro, arriar las velas y gritar “Arrrrrrr, marinero, arrrrrrr”?

- Un sinfín de películas sobre piratas donde escoger, y ella hace un guiño a los Simpson.

El viaje por alta mar lo terminó haciendo él solo, sin Veronica, con una reserva de alcohol como única compañía. Estaba en algún lugar cerca de la costa y cuando Logan acabó con la última botella de tequila a morro, decidió que llamar completamente borracho a su ex novia a las tres de la mañana era la mejor idea que había tenido en mucho tiempo.

(Llamar a tu ex novia cuando estás borracho no es, nunca ha sido ni será una buena idea; lo sabía entonces y lo sabe ahora)

Marcó con número oculto. No es que sirviera de nada, su voz de borracho debía parecerse demasiado a su voz sobria. O quizás era Veronica, que sabía diferenciar la modulación exacta de cada palabra venenosa que escupía por teléfono.

Ni siquiera recuerda que fue lo que la dijo. No del todo. Pudo tirar de sarcasmo al principio, echar cosas en cara, eso sin lugar a dudas, pero algo le dice que acabó contándole la verdad. (“Eres lo único que me queda Veronica, lo único bueno que hay en mi vida. En serio, Duncan, ¿otra vez? Yo pensaba que esa fase ya la teníamos superada”) Duncan Kane, su amigo, uno de los mejores, pero en aquel momento no lograba recordaba por qué.

Por qué él, otra vez, y no yo.

Logan tenía una curiosa habilidad para derramar su corazón en el buzón de voz de Veronica (y ella en no devolverle las llamadas, nunca).

Así que no, poner a los Beatles no es una opción, gracias.

Éste es un mensaje para John, Paul, Ringo y George: Joderos.

Escucha los discos de Parker durante un rato, más o menos hasta que está seguro de que si vuelve a oír a las Pussycat Dolls se prenderá fuego con el coche.

Cinco horas y cuarenta y dos canciones malas después, Logan llega a Virginia.

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121, 122, 123, 124, 125, 126 segundos… y contando.

El semáforo lleva en rojo más de dos minutos y Logan empieza a considerar la idea de atropellar peatones. Por lo menos al ejecutivo de traje y corbata que está cruzando el paso de cebra retrocediendo en el tiempo. O podría reventarle el capó al niñato que está parado a su lado, conduciendo un coche que abulta más que él, y pisando el acelerador cada dos por tres mientras le hace los coros con música tecno que, en varios estados, podría considerarse contaminación acústica.

Ya le está cogiendo asco a Virginia, y sólo lleva media hora allí.

Se entretiene en mirar por el retrovisor. Detrás de él hay una furgoneta negra con cristales tintados y unos faros horribles.

No es la primera vez que la ve. Hace unas cuantas horas (en pleno auge de las Pussycat Dolls) pararon a repostar a la vez en la misma gasolinera.

A Logan no le da buena espina, pero no piensa más en ello porque El Semáforo Eterno decide honrarle poniéndose en verde. Gira a la izquierda y respira tranquilo cuando la furgoneta va hacía la derecha.

Se está volviendo un paranoico.

--

- ¿Esto tiene alguna importancia para la historia o sólo me lo cuentas para hacerme de rabiar? -Le pregunta Heather, cruzándose de brazos en su lado sofá.

- Todo lo que yo te cuente es -recalca.- importante.

- ¿Pero esto es importante, o sea, la furgoneta, qué pasa con ella?

Logan sonríe de medio lado, detrás de su helado de vainilla.

-Yo no me enteré de lo que pasaba con la furgoneta hasta mucho después, porque a veces tengo la cabeza metida justo donde no me da el sol cuando hago surf… -Heather pone los ojos en blanco y niega con la cabeza. -Así que, no te adelantes a los acontecimientos, enana.

(continuará)

veronica mars, lauranio es mi perro to heaven, mi fanfic

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