Titulo: Todo menos ordinario
Fanwork: Traducción
Autora: Bonibaru
Traductora:
lutopicapTeam: Fanon!
Beta:
adlerless (Team!Fanon)
Rate: PG-13
Género: Angst, Romance.
Advertencias: Paracaidismo y otras cosas ordinarias.
Extensión: 4840 palabras
Disclaimer: Ni Harry, ni Draco son míos. Esta historia tampoco.
Enlace a la versión original:
Aquí.
Firma: Team!Fanon
Todo menos ordinario por Bonibaru
Traducido por lutopicap
Diecisiete minutos antes de la barbacoa, Harry aún no podía encontrar esos vaqueros.
No estaba listo para admitir todavía por qué precisamente esos vaqueros parecían ser tan importantes, pero en el fondo, sabía que eran esos los que había usado en su última cita con Draco y que, además, hacían que su parte posterior luciera realmente sexy. También sabía que Draco asistiría a la fiesta y que si él iba a estar en el mismo lugar que su ex, joder, tenía que asegurarse de que su culo se viera verdaderamente bien; sobre todo si Draco iba a llevar a su nuevo novio. Stuart.
Harry paladeó el nombre con lentitud. St-u-art. Lo repitió con desprecio por un tiempo, pegando su lengua sobre la parte trasera de sus dientes para pronunciar las “t” y siseó las “s” con un dejo de Pársel entre sus labios.
Draco siempre había amado la forma en que Harry susurraba gemidos reptílicos junto a su oído. Harry solía acorralarlo contra una pared, sosteniendo sus muñecas por encima de su cabeza y susurrar palabras sin sentido en lengua Pársel mientras reseguía un camino de besos por su nuca y Draco se deshacía en gemidos y quejidos bajos y...
Harry lanzó la zapatilla que tenía entre sus manos contra la pared e hizo una mueca de disgusto. Ahora todo eso había quedado en el pasado. Malfoy era un idiota cojonudo, que no sabría reconocer una cosa buena, aunque la tuviera frente a él.
Ron, por su parte, ya lo había puesto al tanto de los detalles: Stuart tenía más o menos su edad y había ido a Beauxbatons; durante la guerra, había continuado su educación en la riviera francesa y era dueño de una substancial fortuna heredada de sus padres.
Tal vez los vaqueros aún estaban en la lavandería.
Había sido una noche terrible y Draco la había rematado vaciándole un plato entero de espagueti en el regazo. Era tan típico de Draco ser tan melodramático. Por su parte, Harry se había quedado impávido y no había podido explicar que estar con Draco todos los días, saboreando el sentimiento de estar enamorado, era suficiente para él. Vivir sin sentir la necesidad continua de mirar sobre su hombro y de estar alerta, preparándose siempre para el siguiente ataque, para el próximo plan y el contra-ataque subsecuente; eso era todo lo que Harry había deseado desde su primer año en Hogwarts y estaba más que listo para dejar todo el drama atrás y dar vuelta a la página como cualquier mago normal.
Draco no.
Se quejaba todo el tiempo de que Harry era aburrido. Y, mientras Harry ansiaba mudarse a una pequeña casa de campo para disfrutar de la paz y la tranquilidad y evitar las miradas curiosas de sus histéricos y numerosos fans, Draco quería mudarse a un piso-estudio en la ciudad, salir y ser más social.
Habían tenido la misma pelea un millón de veces, hasta ese día en el que Draco pareció finalmente darse por vencido y salió hecho una furia de la habitación.
-Harry, has dejado de prestarme atención -había dicho mientras se iba-. Todo lo que haces ahora es ver películas horribles en el televisor y resolver los crucigramas de El Profeta y, sinceramente, me estás volviendo jodidamente loco. No puedo seguir así.
Harry había tratado de convencerlo de que estaba confundiendo su falta de acción, con falta de pasión; pero incluso, después de una pelea épica y gritando a todo pulmón, Harry había sido incapaz de hacerle ver que ser ordinario no era lo mismo que no ser divertido. Draco había empacado sus cosas la mañana siguiente y se había ido, dejando a Harry de pie en medio del departamento, con la mirada fija en su nuca, triste y desconcertado.
Un mes después, Harry aún seguía sentándose a resolver crucigramas y a mirar televisión, pero su mirada se había apagado un tanto y todo se había vuelto un poco gris. Sofocante. Draco siempre sabía las respuestas a las pistas más difíciles y, después de su partida, Harry se dedicaba a suspirar y a mordisquear la punta de sus plumas cuando recordaba que ya no había nadie que pudiera responderle.
Había pensado en comprar un perro, pero la casera se había negado en redondo y con ello había llegado la resignación. Hermione había sugerido una serpiente-: Así, al menos tendrás alguien con quien hablar -le había dicho alegremente; pero Harry no podía soportar la idea de tenerla encerrada en un tanque de vidrio y, de todas formas, la perspectiva de alimentarla con ratones vivos le revolvía un poco el estómago. Draco, estaba seguro, habría considerado esa, precisamente, una razón para conservarla.
Al final, había regresado a casa con un gatito marrón que se había encontrado abandonado en el callejón que estaba detrás de su oficina. La casera había refunfuñado un par de veces, había estornudado un par más y, de mala gana, lo había aceptado; así que, al menos, ahora tenía alguien que podía dormirse cada tarde sobre su regazo y ronronear.
Diez minutos más de búsqueda y Harry había decidido al fin darse por vencido y sólo usar sus vaqueros favoritos. De todas formas, no era como si se tratase de una fiesta de etiqueta; Ron y Pansy siempre organizaban picnics o planeaban días de campo para su aniversario y, nadie, excepto Draco, se vestía elegantemente para la ocasión. Vivir con un Malfoy, durante dos años, definitivamente había alterado su sentido del estilo: así, había pasado otro buen rato buscando los otros vaqueros y, cuando al final había conseguido vestirse, había descubierto que las arrugas de las perneras de donde habían estado colgados, parecían no querer desvanecerse. Un hechizo antiarrugas particularmente potente, había sido la solución; pero, tarde, se había dado cuenta de que se le había pasado la mano, cuando sintió sus calcetines volverse rígidos dentro de sus deportivas.
No había nada que hacer al respecto, ya iba lo suficientemente retrasado. Con una última mirada agridulce hacia el espejo, suspiró y resignado se dirigió a la salida.
***
Cuarenta y siete minutos después de haber llegado a la barbacoa, Harry estaba desesperado por regresar a casa. Era una hermosa y cálida tarde de verano, perfecta para deslizarse inadvertidamente hacia una esquina y echarse a llorar; al menos, para Harry. Todo el mundo estaba mirándolo y dándole esas sonrisas llenas de ánimo y felicidad, pretendiendo que no sentían pena por él y agitando sus cabezas condescendientemente a sus espaldas, susurrando lúgubremente: Pobre Harry. ¿Tú crees que lo esté pasando mal?
Draco sólo llegaba tarde a una fiesta cuando quería asegurarse de que su llegada no pasara desapercibida; y, como era de esperarse, esta vez no fue la excepción. Todas las cabezas se giraron al mismo tiempo, cuando un lujoso auto deportivo de color negro se acercó a toda velocidad y se estacionó limpiamente junto a la acera, apenas a un palmo de los espectadores que habían sido atraídos por el sonido del motor. El cabello rubio de Draco parecía brillar bajo los rayos del sol y se mecía en la suave brisa de la tarde; bajó del vehículo con una gracia desmesurada y saludó a Pansy con una sonrisa cálida y un beso en la mejilla.
-Éste es Stuart -dijo con un gesto de cabeza, señalando al hombre que había bajado por el lado del conductor.
Stuart se quitó un par de guantes negros y extendió la mano hacia Ron, quien la estrechó con una sonrisa.
-Encantado de conocerte -repuso Ron y Harry se reconfortó secretamente imaginando que Ron sólo lo decía por ser amable.
Stuart era un poco más alto que Draco, pero tenía casi su estatura. Su cabello negro y ondulado, estaba un poco largo y parecía que sus rizos estaban a punto de salirse de control. Sus ojos eran de color avellana y, desde donde estaba parado, lucían cálidos y amigables. Tenía unos dientes blancos y perfectos, adornados con una sonrisa que habría dejado a Gilderoy Lockhart muerto de la envidia. También era bastante guapo, lo suficiente como para que Harry comenzara a aborrecerlo de inmediato.
Intencionalmente o no, la ropa de Stuart parecía ir a juego con el auto. Llevaba unos pantalones de lino negros y una chaqueta de cuero negra sobre una camisa verde pálido que dejaba a la vista su cuello. Sus botas, también negras, completaban el atuendo y parecían realmente caras. Repentinamente, Harry estaba dolorosamente consciente del manchón negro que le había hecho a la punta de su zapatilla izquierda, cuando la había lanzado al otro lado de la habitación.
-Éste es el nuevo AC Cobra 212 -balbuceaba Ron asombrado, mientras caminaba alrededor del auto.
-¿Te gusta? Lo compré justo la semana pasada -le respondió Stuart animado-. Tiene un motor de 3.5 litros y 350 caballos de fuerza, con motor turbo, con una velocidad de frenado de 250 kph y puede ir de 0 a 100 kph en cuatro segundos. Ni siquiera la última Saeta de Fuego en el mercado tiene esa aceleración.
Ron estaba prácticamente salivando, mientras su mano recorría la defensa con algo muy parecido a la devoción.
-Esto cuesta al menos unas setenta mil libras -dijo y luego se giró hacia su esposa.
Pansy puso los ojos en blanco.
-No vamos a comprar un vehículo muggle -declaró con finalidad y le lanzó una mirada fulminante.
Stuart sonrío y le lanzó las llaves a Ron-: Tal vez podríamos ir a dar una vuelta luego.
El rostro de Ron se iluminó y Harry pudo sentir su propio corazón desmoronarse.
-Y dime -comenzó Pansy, lo suficientemente fuerte para que Harry pudiera oír, mientras Ron y Stuart continuaban discutiendo sobre los últimos avances en tecnología muggle automovilística-. ¿Cómo fue que se conocieron?
-Mi madre nos presentó -respondió Draco, arrastrando las palabras. Harry se giró y se alejó cuanto pudo de la escena; no necesitaba escuchar el resto. No era suficiente con que Stuart tuviera un auto increíble; también tenía que tener una dentadura perfecta, una cabellera de ensueño y un estilo fantástico. Para Harry, Stuart rezumaba cultura y sofisticación y, probablemente, incluso olía a dinero. Una gran fortuna familiar de una antiquísima dinastía de magos, que pertenecía a la élite del Mundo Mágico. En otras palabras, Stuart era perfecto para Draco.
Seguramente, habían regresado inmediatamente al departamento de Draco en el instante en el que se conocieron y habían follado sin descanso hasta el amanecer. Oh, claro que sí, pensó Harry, porque Draco no era solamente sexy, era el dios del sexo personificado y Stuart era demasiado atractivo como para que Draco no se hubiera abalanzado sobre él en el primer instante en el que estuvieron a solas. Pero, intentó convencerse Harry, seguro que es sólo sexo y ya. Stuart era sólo una etapa, una relación pasajera. Draco no iba a comprometerse con nadie tan pronto, después de insistir vehementemente que necesitaba algo de emoción y aventura en su vida. Harry estaba convencido de que Draco sólo estaba pasando tiempo con Stuart por el auto. Probablemente sólo estaba con él porque no tenía nada mejor que hacer.
O tal vez, era simplemente porque Draco sabía que su llegada con Stuart, desataría un tic nervioso en el párpado izquierdo de Harry. Muy seguramente, Draco se estaría regodeando por eso ahora mismo.
***
Durante la hora siguiente, Harry no había tenido que interactuar ni con Draco, ni con Stuart. Todo bien por ahora, pensó. Había logrado mantenerse casi por completo al margen de la fiesta, hablando con personas como Colin y Ginny, mientras Draco y Stuart gravitaban naturalmente hacia el centro de la fiesta, donde la mayor parte de la atención se centraba naturalmente en ellos. En algún momento de la tarde, Harry había decidido entrar a la casa -si es que podía deslizarse hasta adentro, pasando desapercibido-, dirigirse a la estancia y tal vez tumbarse en el sofá un par de horas para ver televisión; podría escapar de la fiesta sin abandonarla de verdad, para no insultar a los anfitriones. Pasaría un buen rato antes de que alguien notara su partida y, de todas formas, siempre podía decir que estaba algo cansado y que había sentido la necesidad de recostarse. A nadie le importaría, en realidad. Sólo unos metros más y lo habría logrado, entraría al santuario que ahora representaba la casa, donde no había Dracos, ni Stuarts, ni multitud alguna para idolatrarlos.
-¡Oye, Harry! -lo llamó Fred-. ¿Ya conociste a Stuart?
Demonios. Había dejado de prestar atención por un momento y no había notado que se había acercado a... Harry hizo una mueca y espero que se pareciera a una sonrisa, luego se acercó arrastrando los pies hasta donde los gemelos y Penélope estaban parados junto a... él.
El apretón de manos de Stuart era firme y sólido y, desde esa distancia, sus ojos seguían siendo cálidos y amigables. Harry retiró su mano lo más rápido que pudo, como si quemara. Y tal vez así era.
-Es increíble conocerte al fin, Harry -le sonrió Stuart.
-Es un placer -respondió Harry con los dientes apretados, mirando fijamente a un punto que estaba justo bajo el botón superior de la camisa de Stuart.
-Stuart nos estaba contando todo sobre el paraletismo -dijo George.
-Paracaidismo -lo corrigió Fred.
-Sí, justo lo que dije. ¿Sabías que a los muggles les gusta saltar de aviones que están en perfecta condición?
-Los tíos de Harry son muggles, descerebrado -intervino Fred, dándole un golpecito afectuoso a su gemelo sobre la espalda-. Por supuesto que lo sabe.
-Oh - dijo Stuart interesado-. Eso es fantástico. ¿Alguna vez te has lanzado, Harry?
-Uh, no, en realidad no.
-Dinos otra vez cómo funciona -pidió George. Ron no era el único hijo de Arthur Weasley que había heredado su excéntrica fascinación por los medios de transporte muggles.
-De acuerdo. Primero, el avión se eleva por encima de los tres mil metros de altura y luego, cuando saltas, tienes unos 30 segundos de caída libre. A los mil quinientos metros, jalas el cordón del paracaídas, que se infla sobre tu cabeza y frena tu caída. Luego, es como si descendieras flotando hasta la tierra y, mientras bajas, puedes ver todo el mundo que te rodea bajo tus pies. Es como saltar en bungee; ahí, te atan una cuerda muy elástica a los tobillos y tienes que saltar de un puente o un lugar realmente alto, la cuerda te hace rebotar hacia arriba, antes de tocar el piso. Draco saltó en bungee el otro día; deberían haberlo visto, tiene nervios de acero, ¡de verdad! Se lanzó por la borda como si no fuera nada, sin un segundo de hesitación. ¡Como pez al agua! -Stuart dirigió una mirada reverencial al otro extremo del jardín, en donde Draco estaba interrogando a Bill Weasley sobre las andanzas del nuevo Jefe de Slytherin en estos días.
Oh claro, pensó Harry con amargura, Draco tiene nervios de acero. De hecho, aquella vez durante la guerra, cuando estaba siendo torturado por una horda de Mortífagos, justo antes de que yo apareciera y le salvara la vida, no grito ni una sola vez. Salvó los gritos para después, cuando follamos durante días en celebración. Algunos de nosotros, no necesitamos hacer paracaidismo para experimentar emociones fuertes, muchas gracias.
-Lo haces sonar tan electrizante -repuso Penélope.
-Lo es -se rió Stuart-. Aunque no creo que tú lo encuentres tan genial, eh Harry; después de todo lo que has pasado, misiones secretas, duelos de vida o muerte, es decir, tú mataste a Quien-tú-sabes. ¿Cómo se puede comparar con eso?
Harry tenía la boca abierta, estaba en shock; después se dio cuenta de que probablemente parecía como si estuviera a punto de hablar, pero no tenía nada que decir, estaba totalmente conmocionado. Stuart levantó la mano, antes de que Harry pudiera pronunciar las palabras que de cualquier forma no iba a decir y continuó más seriamente-: No me malentiendas, Harry; tú eres un héroe de verdad. Todas las otras cosas, sólo son ficción, mentiras. La gente como yo juega a que le pasan cosas emocionantes, porque gracias a personas como tú, no tenemos que enfrentar jamás esa clase de peligro. Te he admirado desde hace mucho y las cosas que has hecho, Harry, guau. Estoy feliz de finalmente haberte conocido, es un verdadero honor, lo digo en serio -terminó con una palmada en el hombro de Harry y una sonrisa arrolladora.
Harry se sentía terriblemente fuera de lugar.
-Yo, eh...
-Lo que Harry quiere decir es gracias -dijo Fred alegremente-. He estado traduciendo lo que dice durante años.
-Sí, claro, gracias -dijo Harry abochornado-. Es muy amable de tu parte. Um. Tengo que... Oh, ahí está Hermione, tengo que decirle una cosa -se despidió rápidamente y se alejó de Stuart y de aquellas palabras que aún flotaban en el aire.
Ahora se sentía diez veces peor.
***
Harry se dirigió hasta la cocina arrastrando los pies, balanceando una bandeja de platos sucios que Pansy le había puesto en las manos cuando la fiesta había comenzado a apagarse y las despedidas empezaban a escucharse aquí y allá. Algunas veces, estaba seguro de que la emancipación de los elfos domésticos había sido una muy mala idea.
Yo, un héroe de verdad, sí claro, pensó. Por eso Draco se fue y ahora está saltando puentes con el Sr. Perfección. ¿Y qué me queda a mí? Salvar el mundo, un puto asesino racista y un gatito marrón a la vez.
Mientras la lástima que Harry comenzaba a sentir por sí mismo escalaba niveles desorbitados, cruzó el umbral de la cocina y, en seguida, se detuvo en seco. Al otro lado de la habitación, Stuart estaba inclinado sobre el hombro de Draco susurrando algo sobre su oído. Draco le daba la espalda, pero desde donde estaba, detenido a medio paso, Harry podía ver el sonrojo que nacía en la línea de su cuello y, por la forma en la que los dedos de Stuart se ceñían a la cintura de Draco, Harry no necesitaba unas orejas extensibles para saber exactamente qué tipo de cosas eran las que Stuart estaba diciendo.
Harry dejó caer la bandeja de platos sobre la mesa con un estruendo. Stuart se sobresaltó y lo miró sobre el hombro tenso de Draco. Cuando vio que era Harry, sonrió tímidamente y le guiñó un ojo antes de retroceder. Draco se había volteado un poco, lo suficiente para que Harry pudiera ver que sus mejillas también se habían sonrojado y que sus labios estaban rojos e hinchados. Stuart lo había estado besando. Draco había estado besado a otro hombre justo antes de que Harry entrara a la habitación.
La garganta de Harry estaba seca y le era difícil respirar. No se suponía que alguien más podía hacer lucir a Draco desaliñado -y caliente. Su estómago estaba hecho un nudo, como si le hubieran sacado el aire. Toda la tarde había intentado no pensar en el hecho de que Stuart se marcharía con Draco, que ellos eran ahora una pareja. Mientras no los hubiera visto actuando como una, Harry podía seguir pretendiendo que nada de eso era real, pero ahora...
Sólo Merlín sabía lo que harían esos dos cuando regresaran al departamento de Draco, si se comportaban así en medio de una fiesta. Harry se había obligado a abandonar esa línea de pensamiento inmediatamente, porque su estómago se estaba llenando con una emoción aguda que le hacía hervir la sangre, celos, y una rabia pura que antes había estado contenida. Una de las tazas de porcelana italiana que estaban en la bandeja comenzó a temblar imperceptiblemente; no había tenido un episodio de magia descontrolada en años, desde su séptimo año, en Pociones, para ser exactos. Sería increíblemente rudo de su parte arruinar la valiosísima vajilla importada de Pansy.
Harry sólo deseaba haber inventado una buena excusa para quedarse en casa. No podía creer que la idea de que podría siquiera herir a Draco usando un par de vaqueros desgastados había cruzado su mente alguna vez. Nada de lo que hiciera Harry podía herir a Draco ahora que tenía a su guapísimo, elegante y rico novio, quien además era absolutamente encantador e interesante en todos aquellos aspectos en los que Harry definitivamente no lo era. Harry apretó los puños cuando el nudo de su estómago se movió hacia su pecho y a su garganta. El esfuerzo que tenía que hacer para controlarse parecía inmenso y por un momento sintió que estaba siendo aplastado por una mano gigante; un poder opresivo que estaba completamente fuera de sus manos. Por un instante, deseó que Stuart hubiese resultado un completo bastardo, en lugar de un tipo agradable, sólo para que pudiera hechizarlo accidentalmente, sin sentirse mal al respecto.
-Te espero en el auto -le dijo Stuart a Draco y luego se giró y salió de la cocina. La puerta apenas se había cerrado a sus espaldas, cuando la taza explotó y sus restos de porcelana salieron disparados de la bandeja.
Draco sacó su varita en un movimiento fluido y los desvaneció en el aire justo antes de que se estrellaran contra la puerta. Sus ojos se posaron en Harry un momento y sus cejas se arquearon en ese gesto tan distintivo. El nudo se había trasladado al corazón de Harry y la presión ahí era insoportable.
-Eso fue rápido -dijo Harry mientras se giraba para marcharse y se reconfortaba pensando que al menos su voz no había sonado tan rota como lo estaba todo el resto.
***
Los maullidos del gatito marrón que había decido acampar la noche anterior sobre su pecho, no fueron suficientes para sacar a Harry de la cama la mañana siguiente, pero el golpeteo insistente en la puerta del frente, seguramente despertaría la ira de su adorable casera. Refunfuñando por lo bajo, Harry se vistió y abrió la puerta. Y después, todo lo que pudo hacer por algunos segundos, fue parpadear, porque Draco estaba parado en el rellano de su puerta en un horrible traje naranja que extrañamente no favorecía el color de su piel.
-¿Es que acaso no te he enseñado nada? -repuso Draco, mientras se dirigía al living con un bulto enorme de tela entre las manos-. Es decir, no es como si un Mortífago se tomara siquiera la molestia de tocar, pero deberías al menos preguntar quién es si es que insistes en no poner una barrera mágica sobre la puerta -. Sus ojos grises se posaron sobre el gatito que se había encaramado sobre la mesa del café, pero cuando Draco intentó tocarlo, el animal maulló y escapó de la habitación.
-¿Qué es lo que quieres? -soltó Harry, escurriéndose sobre el sillón. La pila de periódicos que estaba a su lado se tambaleó y se precipitó al piso, mientras los habitantes de la primera plana se abrazaban unos a otros y mecían sus puños amenazadoramente antes de chocar contra el suelo.
-Yo -empezó Draco y luego su mirada pareció perderse en el enorme bulto gris que aún sujetaba entre sus manos-. ¿Desde cuándo tienes un gato?
-No lo sé, hace tiempo. ¿Qué es esa cosa?
-Un paracaídas -respondió Draco-. ¿Puedes creer que a los muggles les guste lanzarse de aviones que están en perfecta condición?
-Repito, ¿qué es lo que quieres?
Draco tiró de una de las correas del paracaídas por un minuto y luego sus ojos se posaron en Harry, bajo sus pestañas, y lo miró de una forma, nueva y diferente, que Harry no había visto jamás.
-Quería decirte que... -dijo con tiento- ...que después de pensarlo cuidadosamente esta mañana, mientras estaba a tres mil metros de altura del suelo y esperando mi turno para saltar hacia una muerte segura, me he dado cuenta de que tal vez fue un er..., que tal vez me equiv..., eh, lo que intento decir es que tal vez me apresuré cuando me fui.
-Sí, todo fue muy rápido -repitió Harry, soltando una risa amarga-. Pero pensé que extrañabas sentirte vivo.
-No tengo que saltar de un jodido avión para sentirme vivo. ¿Me crees loco, o qué?
-Debes de estarlo -dijo Harry fríamente-, si piensas que puedes irte y dejarlo todo por un par de semanas, hacer lo que se te plazca y luego regresar esperando que todo esté bien entre nosotros.
-No es eso lo que espero -repuso Draco-, jamás. Lo único que quiero saber es si crees que existe la posibilidad de que pudiéramos intentarlo otra vez.
Se miraron por un momento. Y sólo por un instante, Harry se atrevió a desear que Draco estuviera siendo honesto. Tal vez podrían empezar de nuevo; tal vez, esta vez funcionaría y las cosas cambiarían.
Excepto claro, pensó, mientras sus ojos se posaban sobre la pila de periódicos olvidados, que nada ha cambiado en realidad. ¿Y no era ese el punto en primer lugar?
-Necesito que esto sea real -dijo Harry al final-. Y el problema es que, para ti, justo ahora, no lo es.
Te sientes solo o tal vez ya te has aburrido y esto es de todo lo que se trata esto. Te asustaste, no pudiste saltar de un jodido avión y ahora vienes aquí a donde todo es más ordinario y seguro. Pero claro, en algunas días, recordarás la razón por la que te fuiste en un principio y te irás. Estoy cansando Draco, no voy a poner más de mi parte en esto para que me rompas el corazón otra vez. Así que vete, por favor. Y llévate tu jodido paracaídas contigo-. Esta vez la voz de Harry se rompió por completo pero, a decir verdad, a él ya había dejado de importarle.
Draco suspiró.
-De acuerdo, me iré si eso es lo que quieres. Pero antes, quiero que tengas una cosa -dijo, mientras extendía su mano izquierda. Harry lo miró desconcertado y Draco hizo un gesto con la cabeza hacia su mano-: Vamos, tómalo.
Frunciendo el ceño, Harry extendió una mano y tomó el objeto dorado y brillante que Draco tenía en la mano. Sus dedos rozaron la cálida superficie y, luego, sintió un tirón en el estómago; como si un gancho lo jalara del ombligo. Por un momento sintió pánico, un traslador, joder, es un traslador y luego el mundo se materializó a su alrededor. Cuando se le pasó el mareo, Harry abrió los ojos y miró lo que tenía enfrente.
Estaban parados en el costado de una polvorosa baranda, frente a un enorme cottage. Había una hilera de árboles altísimos y llenos de hojas en el jardín y un camino de flores rojas y amarillas serpenteaba junto a la vereda de piedra que terminaba en la puerta de la casa. Un sinnúmero de aves revoloteaba surcando el cielo y las mariposas aleteaban a su alrededor posándose por momentos sobre los arbustos. Había unas cálidas cortinas adornando las ventanas y una chimenea enorme hecha de mármol. Era una escena bellísima, que Harry no podía dejar de ver.
Se giró hacia Draco aún sin comprender.
-¿Qué es todo esto?
-Es tuyo. Bueno, la idea era que fuera nuestro, pero... -la mirada de Draco se nubló y su cerebro se negó a completar la siguiente frase.
Harry miró a su alrededor anonadado.
-Pensé que extrañaba ser libre -siguió Draco-. Pensé que sería divertido, ir y venir cuando quisiera, comer lo que quisiera y cuando quisiera, dejar mis calcetines sucios en el piso del baño. Y lo fue, las primeras dos semanas que me fui, fueron como unas vacaciones de la realidad. Pero después me di cuenta que hay demasiadas cosas que me hacen falta.
Draco pasó su brazo alrededor de la cintura de Harry y Harry no se alejó.
-Extraño despertarme cada mañana en nuestra cama, entre tus brazos y la forma en cómo susurras en Pársel mientras besas mi cuello. Extraño el sonido de la televisión y extraño el hecho de que siempre tengas manchones de tinta entre los dedos -Harry sonrió un poco ante eso al recordar los crucigramas y mientras posaba su mirada nuevamente en el cottage, sintió que el nudo en su interior se deshacía, como la cuerda de un reloj que había estado demasiado tensa y que finalmente volvía andar otra vez-. Pensé que quería algo diferente, pero eso no era lo que en realidad quería -dijo Draco con una voz que Harry tampoco había escuchado antes-, te quiero a ti y también quiero que seas feliz.
Y con eso, Harry se rindió, todas sus barreras cedieron y sus labios se posaron sobre los de Draco, sin poder detener el siseo de alegría que escapó de su garganta.
Cuando finamente se separaron para tomar un respiro, Harry miró a Draco fijamente y después dijo-: Sigo siendo la misma persona ordinaria a la que abandonaste antes. Es una casa preciosa y me encantaría que viviéramos aquí, pero aún así, seguiré siendo ordinariamente el mismo.
Draco sonrió y atrajo a Harry otra vez contra su pecho.
-Eso es justamente lo que estaba esperando.
FIN