The Painter of Bones [1/3]

Jan 18, 2014 22:06


No permito que mis traducciones sean publicadas en ninguna otra página, así que por favor no las utilices ni las adaptes.

27 de noviembre, martes.
Incendio redujo una casa de campo a escombros.
No se reportaron víctimas. Causa desconocida.


Hace demasiado frío, piensa Chanyeol; demasiado, demasiado frío para que esté lloviendo de aquella forma. Tirita mientras se sube el cuello de su abrigo negro y se cruza fuertemente de brazos para suprimir los escalofríos que le causa el viento helado. Está empapado, calado hasta los huesos bajo la fría lluvia, y el agua le golpetea dolorosamente contra las mejillas y se encorva; endurece los hombros para forzarse a dejar de temblar mientras mantiene la vista fija en el desigual sendero de piedra. Acaba de estar en el banco, por lo que lleva puesto su mejor traje y abrigo (confeccionados para quedarle y favorecer su alto físico), todo negro y blanco y con finas líneas. Maldice silenciosamente mientras siente la pesada tela colgando tan opresivamente de su piel y tiembla involuntariamente una, dos veces para deshacerse de aquella sofocante sensación. Trata de inhalar y exhalar uniformemente mientras continúa dando zancadas, con sus mechones de cabello caoba adheridos a su pálida piel.

Oye campanillas sonando en la distancia mientras dobla por esquinas y cruza calles, sonidos de la gente refugiándose en las tiendas y restaurantes, y suspira al escuchar un trueno retumbando en la distancia, con el destello del relámpago por encima de su cabeza iluminando el oscuro callejón. Apenas es un minuto pasadas las seis y media de la tarde y sin embargo las lámparas ya están encendidas, parpadeando vagamente en intervalos regulares, mas la lluvia es tan intensa que no puede mantener los ojos abiertos y los entorna, incómodo; pero lleva toda su vida viviendo en aquella ciudad y conoce su camino de regreso incluso en la oscuridad.

Pronto se encuentra doblando la última esquina y la familiar puerta negra aparece ante su vista, con su león de bronce y el número 9 chorreando agua y centelleando cada vez que el cielo destella. La ventana está cerrada, afortunadamente, y divisa la sombra de su compañero moviéndose tras las cortinas.

-Qué tiempo miserable -saluda mientras se agacha en la entrada, quitándose de una patada los zapatos. Kris le lanza una toalla con una taza de humeante té caliente en la mano y Chanyeol se desprende de su abrigo y su saco y los cuelga cuidadosamente en el perchero para que se sequen, frunciendo el rostro al ver el charco de agua que se forma debajo.

-Sécate primero. -El hombre más alto lo mira desde la mesa, apoyando la tetera y otra taza con su plato. -No hace falta que me hagas miserable a mí también arruinando mi nueva alfombra persa.

-¿De una de tus muchas clientas millonarias, supongo? -Chanyeol sacude la cabeza y estornuda cuando una corriente helada se escabulle por entre la puerta cerrada y se ubica bajo sus pies descalzos.

-Preferiría que te refirieras a ellas como mis diosas bizantinas. -Kris le enseña una sonrisita mientras deja caer dos terrones de azúcar más a su propia taza de té, hundiéndose cómodamente en una de sus butacas de roble. -En fin, la policía llamó. Tienen a otra esperándote en la morgue. -Desliza el periódico por la mesa. Está doblado, y los ojos de Chanyeol son llevados hacia un trozo rectangular de texto que ha sido redondeado con un resaltador rojo de los que Kris siempre deja por doquier. -Un cuerpo sin identificar que hallaron en el río. El detective dijo que enviarían a alguien a recogerte en una o dos horas.

» Oh, y tu envío de pintura llegó hoy. Lo dejé en tu habitación. -Chanyeol asiente en silencio mientras se termina su té restante y Kris se estira lánguidamente en la mesa, con su rubio cabello hecho un desastre. -Lávala, ¿quieres? -Balancea perezosamente su taza, sujetándola por el asa con su índice. El más joven de los dos le lanza una mirada de furia pero lo hace de todas formas, se seca las manos con la toalla puesta alrededor de su cuello y sube las escaleras al segundo piso.

La habitación y estudio de Chanyeol es casi enteramente monocromático, con la única excepción de los recortes dorados y las numerosas manchas de pintura en el suelo. El paquete está puesto sobre su cama, aún sellado.

Chanyeol toma un cuchillo de su escritorio; su mango está hecho de marfil, tallado de manera intrincada en forma de fénix, cuyas garras sujetan una perla refulgente incrustada en el hueso. Desliza el filo bajo el sello y, con un rápido y preciso movimiento (perfeccionado con la práctica), corta el grueso cartón, envaina su cuchillo favorito y lo guarda a salvo antes de romper el resto del paquete, sonriendo a medida que divisa los colores. Su mano se cierra alrededor del familiar tubo plateado con una banda blanca, pasando cariñosamente sus dedos por las letras en relieve.

Blanco de Cremnitz.

Un pigmento espeso, granuloso y rico; un color que reserva pura y exclusivamente para pintar carne.

Es un pintor. Retratista, para ser exactos. Lo llaman El Pintor de huesos, como una especie de Parca, pero Chanyeol sabe que todo es simplemente un malentendido desafortunado. Sus primeros cinco clientes habían sido todos nobles ancianos, entrados en años, amigos de su Maestro, y los había cuidado como favor tras el fallecimiento de su instructor. Los cinco estaban enfermos y frágiles y habían muerto uno tras otro en los meses que siguieron a la finalización de sus retratos. De una u otra forma, el periódico se había enterado de que había tenido contacto con cada uno de ellos en sus últimos años de vida y había hecho sensacionalismo con el vínculo que los había unido, apodándolo con el nombre más ordinario que jamás había oído: El Pintor de huesos. Y Chanyeol en verdad piensa que es bastante insultante llamar «huesos» a los dignos ancianos a quienes había pintado. Fueron unas de las personas más agradables que haya conocido.

Más indagaciones en su pasado por parte los periodistas develaron, con mucha fascinación del público en general, sus frecuentes visitas a la morgue; y añadiéndole su tendencia a usar abrigos y trajes color negro y su alto y esbelto físico, con un agregado de cabello marrón rojizo, lo convirtieron en el actor perfecto para el rol del villano en aquella serie de coincidencias tan desafortunadas. Chanyeol se había vuelto la mascota de la muerte de los medios locales, y su ineptitud social e incómoda, espeluznante sonrisa no hicieron otra cosa que echar más leña al fuego.

El sueño de la razón produce monstruos, coincide con amargura, ajustándose el sombrero mientras ingresa al pasillo del hospital, arrugando la nariz al ser recibido por el olor estéril del alcohol clínico. Ya han terminado las horas de visita y los corredores están desiertos; sus pasos resuenan fuertemente mientras avanza con veloces zancadas por el pasillo y las escaleras, con el maletín lleno de pinturas y pinceles en la mano.

Ha pasado un tiempo desde que estuvo en la morgue, y mientras la fuerte y acre esencia del formaldehído le ataca la nariz, recuerda vívidamente la primera vez que su antiguo Maestro lo había llevado allí, cuando aún era un aprendiz joven, ingenuo y adolescente, para «¡observar, con tus propios ojos, las milagrosas estructuras internas del cuerpo humano!», y recuerda incluso más claramente la incontable cantidad de veces que había salido gateando en busca de un bote de basura para vomitar, o que había corrido desesperado fuera del cuarto, sufriendo arcadas, y siente algo de lástima en su corazón por el guarda a quien ve acobardado en un rincón, cerca de la pesada puerta metálica.

Debe ser nuevo, piensa Chanyeol mientras ingresa con tranquilidad, y suspira mientras acomoda su caballete. Desempaca los tubos de aluminio de pintura y su paleta de madera y los deja en una mesa vacía, mirando inexpresivo a través de la gran ventana, observando mientras un rayo rasga grietas en la interminable tela oscura del cielo.

-Sabes, puedes irte si estás asustado -dice mientras se quita el sombrero y el abrigo, dejándolos en una silla cerca de la mesa antes de doblar prolijamente un trozo de trapo blanco para usar como máscara improvisada, para tratar de aplacar la sobrecarga de sensaciones en su nariz.

-T-t-t-tengo órdenes d-d-de q-quedarme, s-señor -balbucea el guarda desde su rincón.

-Toma una silla o algo. -Chanyeol se encoge de hombros, empujando uno de los banquitos sobrantes con el pie, y se voltea para enfrentar al cuerpo que el empleado de la morgue ya le había dejado preparado encima de la fría mesa de acero. Está cubierta hasta el cuello y es bastante joven, de cabello largo y lacio.

El guarda sigue echándole vistazos al cuerpo sobre la mesa cautelosamente, petrificado en su asiento, con el rostro espectralmente pálido. Se sobresalta cuando a Chanyeol se le cae un pincel al suelo.

-Está muerta, ¿sabes? -le dice él inexpresivo, suspirando intencionadamente-. No va a moverse. Ni a comerte el cerebro ni nada.

Chanyeol se pone de pie para recoger su pincel justo cuando un rayo particularmente brillante agrieta el cielo detrás suyo, iluminando su figura desde la espalda y proyectando una larga y oscura sombra por el suelo; el guarda salta y grita, y huye corriendo cuando el posterior rugido del trueno resuena en el aire.

Es entonces cuando Chanyeol se da cuenta, mientras se endereza con el pincel firmemente sujeto en la mano, de que el guarda no le tenía miedo a la mujer que yacía sobre la mesa.

Le tenía miedo a él.

-Parece que seremos sólo usted y yo, señorita -susurra hacia la inmóvil figura en la mesa. Se deja caer en su banco, suspirando mientras el viento aúlla afuera y las ramas de los árboles golpean incesantemente contra los cristales de la ventana, y continúa desde donde se había quedado antes, con las luces encima de su cabeza parpadeando de vez en cuando.

Será una larga, larga noche.

Se tropieza con el dobladillo de los pantalones de su pijama a mitad de un bostezo y cae por los escalones restantes, maldiciendo fuertemente cuando su codo se estrella contra la pared y se pregunta, por vez número cuatrocientos sesenta y nueve exactamente, cómo diablos había logrado Kris hacerlo escoger la habitación del segundo piso.

Chanyeol apenas consigue arrastrarse hasta la cocina con sus ojos medio cerrados y se golpea el dedo pequeño del pie con la esquina de uno de los armarios. Salta en un pie con un muffin de arándano metido en la boca y colapsa en una silla antes de descansar su frente contra la fría superficie de la mesa, gruñendo en voz alta. Kris ya está levantado y se encuentra ajustando la altura de su caballete; uno de sus lienzos gigantes está descansando contra la pared de la sala de estar. Chanyeol eleva la frente de la mesa y se sienta un poco más recto, observando a su amigo mientras trabaja.

-Eres más alto que yo y luces como un dragón chino que escupe fuego, con ojos diabólicos, demoníacos. -Da un bocado a su muffin y mastica con enojo, acusando a Kris con la vista. -Pero nadie te tiene miedo. ¿Por qué?

-¿Porque no me paso las noches en la morgue? -Kris se encoge de hombros y comienza a embadurnar el lienzo con pintura blanca, moviendo la mano con rápidos y eficientes trazos mientras desparrama la pintura en una delgada y uniforme capa con uno de sus pinceles grandes de sable. -Y sólo pinto a mujeres ricas y hermosas. Las cuales casualmente están bien vivas.

» Y socializo, Chanyeol. Voy a fiestas y a bailes donde bebo vino gratuito, como comida gratuita y pretendo estar interesado.

Cuando termina de preparar el lienzo, Kris se quita el delantal y lava su pincel con aguarrás; los humos familiares revuelan por la casa. Chanyeol deja salir un suspiro y permite que su frente gravite hacia la mesa nuevamente, cerrando los ojos mientras se voltea para descansar la mejilla sobre la madera.

-En fin, esto llegó esta mañana. Pareciera ser para ti. -Kris le posa algo en la cabeza que se cae cuando se vuelve a sentar: es un paquete rectangular envuelto en papel marrón, bastante grueso. Rompe el envoltorio y abre la cubierta. -¡Parece que alguien tiene un acosador! -Kris se ríe de él, pasando con emoción las páginas mientras Chanyeol lo mira con el entrecejo fruncido. Página tras página llenas de recortes de periódico sobre Chanyeol llenan la primera mitad del libro, mientras que la segunda consiste de artículos acerca de combustiones e incendios premeditados, pegados en orden cronológico. Los bordes del libro son bastante peculiares: las esquinas están recortadas de forma dentada y desigual. -Vaya, realmente le gustas a esta persona -comenta Kris parpadeando hacia él, volteando el libro para que Chanyeol pueda ver. -Contiene realmente todos los artículos sobre ti.

Chanyeol lo ignora y estira una mano para cerrar rápidamente el libro cuando Kris llega a los artículos sobre los incendios provocados; se lo mete bajo el brazo y se pone de pie para irse.

-Buenos días para ti también, Lord Malhumorado.

8 de diciembre, sábado.
Almacén abandonado fue reducido a escombros por un incendio
No se reportaron víctimas. Causa desconocida.

Su siguiente gran trabajo llega dos semanas más tarde, y como es usual es Kris quien atiende el teléfono y anota los datos por él. De algún modo, Chanyeol consigue hallar la finca sin perderse demasiado; camina todo el trayecto con su traje y sus zapatos relucientes, con la cola de su abrigo ondeando con el viento. La finca está bastante lejos, un poco aislada, encima de una colina justo en el límite de la ciudad. El clima se había vuelto más frío durante aquellas semanas; el fresco se había vuelto una helada, y Chanyeol tirita mientras alza una mano enguantada para tocar el timbre en uno de los pilares masivos que sostienen las puertas. A través de las rejas de acero puede divisar un débil sendero que lleva hacia una gran casa blanca, rodeada de matorrales y arbustos meticulosamente podados y recortados. Hay un pequeño jardín de flores marchitas en un costado y cree poder vislumbrar un par de árboles en la distancia, cuyas ramas están desnudas bajo el frío invernal. El lugar le resulta siniestramente familiar, y Chanyeol siente un escalofrío recorrerle la espalda pero le resta importancia, atribuyéndoselo al frío.

Toca el timbre una vez más tras un par de minutos, y camina hacia uno y otro lado frente a la puerta para mantener el calor. Temiendo haberse equivocado con la dirección, extrae el papel de su bolsillo de mala gana y recorre con la vista las palabras que Kris había garabateado allí con tinta roja. Chequea mentalmente la calle y confirma el número seis en la placa de la puerta con el que está escrito desprolijamente en el papel; suspira mientras levanta el brazo para tocar el timbre nuevamente.

Una fuerte ráfaga lo golpea entonces y se ajusta más la bufanda alrededor de su cuello, aún sujetando con fuerza el trozo de papel por temor a que se le vuele con el viento. Las palabras atípicamente prolijas en el dorso capturan su mirada y entorna la vista hacia ellas a través de su flequillo despeinado, y se pregunta cómo será su nuevo cliente, leyendo en voz alta el nombre y dejando que su lengua articule las sílabas.

Byun Baek Hyun.

Toma otros diez minutos de caminata sin descanso y golpeteo con los pies antes de que Chanyeol vea al cuidador de la casa cojeando por el camino hacia él. Es un hombre viejo y gruñón, con la espalda encorvada y el rostro con un permanente ceño fruncido, y Chanyeol apenas tiene tiempo de quitarse el sombrero para saludarlo apropiadamente antes de encontrarse entrando a tropezones por la puerta. El agarre del cuidador en su brazo es sorpresivamente fuerte, y sus dedos cortos y nudosos se clavan en su antebrazo mientras es jalado, y le duele pero Chanyeol se queda callado mientras hace su mejor esfuerzo por no tropezarse con las rocas y guijarros, observando en silencio los grotescos tallados de gárgolas y sabuesos que enmarcan la entrada de la residencia.

El interior de la casa es amplio y su dueño es ciertamente rico. Columnas corintias de mármol están alineadas por el largo vestíbulo, cuyo cielorraso se halla adornado con refulgentes candelabros de cristal. Hay muchas puertas, más de las que Chanyeol puede contar; y piensa, divertido, que probablemente podría meter cincuenta réplicas de su habitación allí y aún tener espacio de sobra. El cuidador finalmente se detiene frente a la única puerta blanca en toda la vivienda, ubicada al final de un pasillo. Suelta la mano de Chanyeol y el pintor la sacude nerviosamente, tratando de recuperar la sensación en sus dedos adormecidos.

Estira su mano para tomar la perilla y el anciano hombre se la aparta; gesticula a Chanyeol para que levante los brazos y lo palpa, revisándole los bolsillos y las mangas. El cuidador gruñe cuando encuentra el cuchillo de paleta de Chanyeol en su valija y se lo guarda en su propio bolsillo, respondiendo bruscamente cuando el más alto protesta.

-No puedes llevar esto. -El anciano se va cojeando y Chanyeol contempla atónito la figura que se aleja. -Lo recuperarás luego.

Byun Baek Hyun no es para nada lo que se esperaba. De hecho es totalmente lo opuesto a la imagen mental que se había hecho afuera de las puertas. Es joven. Es joven, es hermoso y está bien vivo.

Los pies de Chanyeol han dejado de funcionar y se ha quedado clavado en su lugar, casi dejando caer su maletín mientras mira boquiabierto la inmensa y extravagante habitación. Lo primero que lo impacta es la excesiva cantidad de rojo: rojo por todas partes, en varios tonos. Unas pesadas cortinas de color escarlata oscuro caen como una cascada en dramáticos dobleces y huecos desde el techo, con borlas doradas decorando los extremos y barriendo el suelo. El tapizado del mobiliario está cubierto de un rico terciopelo bermellón, y las mesas de madera están coloreadas de un tono encantador de borgoña. Incluso la gran cama alejada en un rincón del cuarto tiene sábanas granates, y puede distinguir algunos patrones decorativos en el edredón. El empapelado blanco y el piso de madera pintada contrastan violentamente con los rojos, y le parece que los tonos resplandecen tan brillante y vívidamente que siente como si sus ojos estuvieran incendiándose.

Chanyeol tiene que entornarlos y parpadear, y cierra sus ojos cuando comienzan a arderle. Al abrirlos otra vez, van inmediatamente hacia el único ocupante de la habitación, aparentemente su dueño: un hombre joven que luce de la misma edad que él, sentado en silencio en el alféizar. Las altas ventanas miran hacia afuera, a las colinas rodeando la finca, manchadas al azar con algunos árboles desnudos, y Chanyeol observa al otro mientras éste tararea en voz baja para sí mismo, garabateando formas de diversos animales en las zonas de condensación que forma con su aliento sobre el cristal. El muchacho misterioso aún no ha notado su presencia y Chanyeol está a punto de abrir la boca para hablar, sin querer ser descortés, cuando algo le hace cosquillas en la nariz y estornuda ruidosamente; el sonido reverbera en las paredes, rebotando con un débil eco.

El pintor trata de no sonrojarse con vergüenza cuando el otro salta, sobresaltado, volteando la cabeza con unos ojos enormes y asustados y las pupilas dilatadas, instintivamente sujetando con las manos la gruesa tela de las cortinas para envolver su pequeña figura. Chanyeol está tan ocupado ofreciendo venías y disculpándose profusamente con el sombrero en la mano hacia la persona tapada que no nota la forma en que la cortina es rápidamente apartada cuando pronuncia su propio nombre; no nota al otro dando veloces pasos en su dirección hasta que siente unos fríos, suaves y temblorosos dedos rozando débilmente su mejilla izquierda. Se aparta, tartamudeando, mientras siente un picor peculiar bajo su piel donde los dedos del otro habían estado previamente, no acostumbrado a aquel tipo de toques, o a ningún contacto físico en realidad, y alza sus propios ojos café para encontrarse con unos negros; ve al otro contemplándolo tan intensamente con una expresión que sólo puede describir como una de absoluta fascinación.

-Te… -comienza el más bajo, apartando la mano y escondiéndola en su bolsillo, rompiendo el silencio con su delicada voz-. T-te he estado esperando.

-Lamento llegar tarde. Estaba atascado al otro lado de las puertas -se disculpa Chanyeol otra vez desprendiéndose de su ensimismamiento, recordando por qué es que está allí en primer lugar. Retrocede unos pocos pasos antes de moverse hacia un sector cercano a la ventana, por donde la luz del sol se filtra equitativamente, y posa su maletín en el suelo; arrastra una de las enormes sillas de terciopelo de Baekhyun y le hace a éste un gesto para que se siente. Los ojos del más bajo siguen fijos en él, observando cada movimiento, y avanza en silencio hacia donde el otro se encuentra, moviendo sus pies descalzos por el piso blanco. El pintor puede sentir la mirada de Baekhyun sobre él incluso mientras desempaca sus pinturas y deja su botella de aceite de linaza junto a su paleta.

El muchacho espera pacientemente a que termine, sentado en la silla sin pronunciar palabra y con las manos sobre el regazo, balanceando sus pies. Chanyeol ha terminado de acomodar su caballete y el lienzo, habiéndose metido en su rutina usual con facilidad, y es sólo cuando está a punto de quitar la tapa de uno de sus tubos para comenzar a pintar cuando se da cuenta de que se ha olvidado de algo muy, muy importante: Baekhyun no es como los cadáveres a los cuales se ha acostumbrado.

-Bueno… -dice, tragando con fuerza mientras sujeta su pincel con los nudillos blancos, sintiéndose extrañamente nervioso-. ¿Cómo quieres que sea tu retrato?

-Esperaba que pudieras ayudarme al respecto… No sé cómo luzco. -Baekhyun levanta la vista hacia él y lo mira, avergonzado, jugueteando con sus pulgares.

-Pero, ¿seguramente te habrás visto en algún espejo antes? -pregunta incrédulo Chanyeol con las cejas alzadas y el entrecejo fruncido-. Hay uno justo allí, en el hall.

-¿Lo hay? -El más bajo ladea la cabeza, parpadeando. -Sólo he leído sobre ellos en los libros. Jamás he salido de esta habitación.

-Oh.

Deja de hablar del asunto, sin querer hacer demasiadas preguntas o inmiscuirse, mirando confundido al lienzo vacío frente a él. Chanyeol continúa sin saber qué hacer, y juguetea con su pincel. Jamás había tenido que interactuar con ninguno de sus otros sujetos (con la excepción de los cinco nobles, quienes le habían dado instrucciones claras y concisas); jamás había tenido que aprender sobre ellos y lo que sus líneas y arrugas de expresión significaban, o sobre las pecas que les salpicaban las mejillas y las líneas de risa grabadas en su piel. Había pintado a todos ellos a nivel superficial, comportándose más como un documentador que como un retratista genuino, recordando cicatrices y costras y líneas objetivamente y sin una comprensión propia de sus relaciones con la personalidad y el alma que habitaban en sus cuerpos físicos.

Chanyeol hace su mejor intento por mantener la formalidad, procediendo como usualmente haría, aunque la incesante mirada de Baekhyun lo distrae enormemente y titubea, vacilante. Al final decide pintar a Baekhyun puramente basado en su apariencia física, tal como ha hecho tantas veces antes, comenzando a mezclar colores y llenar espacios, pero lo asalta un sentimiento inquietante incubándose en algún lugar de su pecho que no puede ignorar, uno que le dice que está desgarradoramente mal el darle a una persona viviente el mismo trato que a un cadáver.

Cuando regresa a su casa esa noche, tras haber sido echado por el cuidador de la casa de Baekhyun y con su cuchillo de paleta en la mano, sigue en un estado de aturdimiento y se tropieza con la cara alfombra persa de Kris y casi cae de bruces al suelo, justo a los pies de dicho hombre. Kris le lanza una mirada extraña cuando Chanyeol se sacude los hombros y las rodillas, y el más joven de los dos observa desde el suelo cómo el otro se acerca hacia su preciosa alfombra, pone cariñosamente boca abajo la esquina doblada y la examina, trazando los motivos con sus dedos y quitándole cualquier suciedad que Chanyeol pudiera haberle echado.

Es el turno de Kris de cocinar aquella semana, y Chanyeol observa confuso hacia el vacío mientras espera, dándole vueltas a su encuentro con Baekhyun más temprano aquella misma tarde. Vuelve a la realidad cuando el otro deja su plato sobre la mesa con un fuerte toc.

-Me tocó, Kris -dice seriamente, con su mano flotando por encima de su mejilla, donde los dedos de Baekhyun habían rozado su piel-. Y además no me tiene miedo.

-Eso es… interesante. -comenta Kris inexpresivo mientras toma asiento. -Cómete tu comida, que gasté mi tiempo para prepararla.

» Ha habido una gran cantidad de incendios últimamente. -El mayor estira una mano, toma un panfleto y se lo extiende a Chanyeol. -Así que han enviado avisos para todos pidiendo que seamos precavidos, por los peligros de incendio. Encontré esto bajo la puerta cuando regresé.

Chanyeol repasa la lista de los objetos potencialmente peligrosos que está impresa en el folleto y se ríe, dejándolo a un lado al terminar.

-Productos con base oleosa como pigmentos y pinturas; alcohol, incluyendo productos domésticos como disolvente y aguarrás; y aceites y extractos variados como la linaza.

-Estamos fritos, ¿no? -Kris suelta una risita y no le presta atención a la advertencia, masticando su comida.

Chanyeol piensa que, tal vez, debería ser un poco más cuidadoso.

14 de diciembre, miércoles.
Tienda desocupada destruida en un incendio.
No se reportaron víctimas. Causa desconocida.

Le toma un poco más de una semana el terminar la primera pintura, sentado en agradable silencio con Baekhyun en la ventana durante unas pocas horas cada tarde, partiendo cuando el sol se pone. Baekhyun está vestido exactamente igual cada vez que lo visita, con una camisa de cuello blanco y mangas largas y pantalones negros, y a pesar de su hábito de quedarse mirándolo, Chanyeol lo encuentra un sujeto muy simpático.

Las facciones del muchacho más bajo son delicadas, generalmente con una expresión amable o curiosa en el rostro. Sus ojos son inteligentes y brillantes, con unos párpados que se curvan hacia abajo y con extremos puntiagudos. Chanyeol recuerda sentirse ligeramente incómodo cuando comenzó a pintar los ojos de Baekhyun, ya que tenían que cruzar miradas durante cantidades prolongadas de tiempo mientras que este último simplemente parpadeaba con inocencia tratando de no moverse, inquieto, en su silla.

Jamás había tenido que escrutar el rostro de una persona viva tanto como había tenido que mirar a Baekhyun toda aquella semana. Chanyeol piensa que probablemente podría dibujarlo con detalle sin siquiera continuar mirándolo: su pálida piel, grandes orejas y pequeña sonrisa ya se le habían grabado con claridad en la mente; incluso también las cosas insignificantes como el pequeño lunar en la comisura derecha de su boca o el ángulo exacto de su nariz, y las particularidades de sus labios rosados. Pero Chanyeol sólo ve unas pocas de las expresiones de Baekhyun, y se da cuenta de que se volvió adicto a observar la forma en que la piel de su rostro se mueve y cambia, estirándose sobre el hueso, mirando cómo el alce de una ceja le cambia el semblante entero, la manera en que los ojos de Baekhyun se iluminan al sonreír y cómo se cansan cuando dormita, y conforme Chanyeol progresa con la pintura nota que, cuanto más atentamente mira, más se da cuenta de que no conoce el rostro de Baekhyun para nada.

Está insatisfecho y frustrado consigo mismo pero Baekhyun se lo toma con calma, diciéndole que descarte aquel cuadro y comience con uno nuevo, que tiene todo el tiempo del mundo y que puede esperar.

-Pasé veinte años sin saber cómo luzco. Creo que puedo esperar un poco más.

A veces Chanyeol nota cómo Baekhyun tiene que contenerse fuertemente para permanecer en su asiento, como si realmente quisiera levantarse; tanto que sus dedos se tensan y presionan el cojín de terciopelo. Le resta importancia al comienzo, creyendo que se lo imaginó todo, pero particularmente hoy Baekhyun está tan rígido que sus cejas están pegadas, y Chanyeol deja cuidadosamente su pincel y rompe el silencio para preguntarle si se encuentra bien.

-Oh, sí, estoy bien gracias es sólo que… -Chanyeol simplemente lo mira mientras el otro acorta el espacio entre ambos y le pone las manos en las orejas, trazando las curvas y huecos. -Tus orejas se ven tan bien y tan grandes, y sólo he visto dibujos de orejas en los libros y sentido las mías propias y tan sólo me preguntaba cómo se sentirían… las… tuyas.

Chanyeol parpadea hacia él, digiriendo las palabras mientras siente que sus orejas cosquillean y se entibian, y Baekhyun se queda boquiabierto y rápidamente retira sus manos, apartándose.

-Oh no, oh cielos ¡no debí hacer eso! ¡Lo lamento! -Baekhyun está en pánico, temiendo haberlo hecho enfadar. Jamás le habían permitido tocar a nadie antes, despojado del contacto con otros, pero las orejas de Chanyeol simplemente se veían tan… fascinantes, y no se pudo resistir. Está a punto de correr hacia sus cortinas para esconderse, asustado, cuando siente una mano cálida sujetándolo por la cintura y deteniéndolo en seco.

-Está bien. Adelante. -La voz de Chanyeol es grave y profunda, y es la primera vez que lo escucha diciendo otra cosa que no sean saludos formales desde su encuentro inicial. El más alto guía los dedos de Baekhyun hacia sus orejas, inclinándose un poco para facilitarle el trabajo al más pequeño. Permanece allí en silencio mientras que deja al otro tocarlo y moverlo, tirarle del lóbulo y sentir el cartílago.

-Oh. No son iguales. -Baekhyun jadea con genuina sorpresa mientras siente sus propias orejas, comparándolas con cómo se habían sentido las de Chanyeol. Si éste tenía alguna duda sobre si Baekhyun le había mentido acerca de jamás haber visto ni tocado a nadie antes, la forma en que examina tan meticulosamente sus orejas lo convence de lo contrario. Detiene a Baekhyun sólo cuando éste está a punto de meterle un dedo en el oído, habiendo tratado de comparar tamaños haciendo que Chanyeol se sentara en el suelo mientras que Baekhyun presionaba su oreja directamente con la suya.

Rápidamente se distrae por el tamaño de las manos de Chanyeol, sin embargo, y le sujeta la muñeca mientras presiona sus palmas juntas, y se maravilla por la forma en que su propia mano queda como una enana junto a las del otro, mucho más grandes.

-¿Todos tienen manos tan grandes como las tuyas? -le pregunta con inocencia mientras juguetea con los dedos de Chanyeol, comparándolos con los suyos uno por uno: pulgar, índice, medio, anular y meñique. Los dedos de Baekhyun son tan delicados y suaves y perfectos comparados con los suyos, algo deteriorados y encallecidos, y hace su mejor esfuerzo por mantener una expresión estoica y calmada porque alguien está sujetándole las manos, y es una sensación extraña y desconocida que lo deja sintiéndose perdido.

-N-No, no las tienen. Usualmente son proporcionales a la altura de una persona. Cuanto más alto eres tus manos tienden a ser más grandes, o más largas. -Trata de no tartamudear mientras Baekhyun entrelaza sus dedos con los suyos, y le da un pequeño apretón experimental a su palma antes de soltarla. Baekhyun está ahora tratando de comparar las líneas de sus palmas, haciendo observaciones sobre cómo las de su mano propia son más cortas y cómo las de Chanyeol más largas, cuando se detiene a mitad de frase, con el entrecejo fruncido y entornando la vista.

-¿Qué son estas… marcas? -Se acerca y voltea la palma de Chanyeol para que el otro sepa de qué le está hablando.

-Ah. Es sólo una cicatriz de una pequeña quemadura -intenta explicarle él mientras que Baekhyun deja a sus dedos flotar sobre la marca, sintiendo la textura de la piel.

-¿Cómo te la hiciste?

-Toqué algo que estaba muy caliente.

-¿Te duele? -Baekhyun luce preocupado, tal vez incluso interesado, y Chanyeol etiqueta y archiva esa imagen en su memoria, agregándola a su colección imaginaria de expresiones de Baekhyun.

-No, no duele. Ya no.

-¡Qué bueno entonces! El dolor es malo. -Baekhyun le sonríe, y Chanyeol le devuelve la sonrisa con calidez ante la aparente simplicidad infantil del otro; su primera sonrisa genuina en un largo, largo tiempo.

Hay un fantasma en la ventana.

Una figura pálida, fantasmal, vistiendo una delgada camisa blanca, no más alto que el tamaño de un joven, con el rostro ensuciado de sangre y sus facciones oscurecidas; el escarlata le pinta la ropa con gotas y manchones. Hay sangre en sus manos, e intenta pasar al otro lado, más allá de la ventana, desparramando la sustancia roja sobre el cristal.

En su sueño Chanyeol está flotando, lejos en la distancia sobre las colinas y los árboles, pero puede verlo claramente; tan, tan claramente que lo asusta de un modo terrible. El fantasma está ahora llorando, clavando inútilmente las manos en el vidrio, y está gritando fuerte, desesperadamente, echándose contra el cristal manchado con impotencia, con su pecho subiendo y bajando mientras solloza.

La brisa estival se siente cálida sobre su piel, y mientras se aleja flotando lentamente el chico lo mira con unos ojos penetrantes, unos ojos que son más oscuros que el negro, rogando, suplicando.

Déjame salir.

Déjame salir. Déjame salir. Déjame salir. Déjame salir. Déjame salir.

Intenta acercarse pero el viento barre con él, lo empuja con tanta violencia mientras que la brisa acaricia la hierba sobre un campo familiar y lucha, tratando de llevar su cuerpo en la dirección del fantasma sollozante.

Al combatir contra las ataduras invisibles divisa un brillo suave y ambarino a su izquierda que aumenta cada vez más de tamaño, engullendo todo a su paso, y está tratando de gritar, tratando de advertirle al fantasma en la ventana: hay un incendio, quiere decir, pero su garganta se encuentra cerrada y el viento lo suelta y va en picada hacia el suelo, cayendo interminablemente, gritando:

Corre.

Ha pasado tiempo desde que soñó con él.

Desde que soñó con el chico solitario en la ventana.

Su ropa y su cabello continúan mojados de cuando Kris le echó un balde de agua antes, gruñendo acerca de cuán inhumano era gritar tan fuertemente a las tres de la mañana. Chanyeol suspira mientras observa la habitación donde se encuentra. Las paredes están desnudas y su pintura se está descascarando; pedazos de ella están desparramados por el suelo. Hay unos agujeros enormes donde solían estar las ventanas de vidrio, y apoya su espalda contra la pared cuando una rata corretea por el piso, chillando. Puede ver la luna por el hueco; su siniestra luz brilla fuertemente en el cielo. Hay una caja de fósforos y una botella de linaza a sus pies, y recoge la caja, extrae un fósforo y lo frota, observando mientras la madera arde, y lo apaga de un soplido cuando llega a sus dedos. Saca otro antes de cerrar la caja nuevamente y lo enciende con fluidez. Tiene veinticuatro fósforos.

Dos horas han pasado desde entonces.

Camina hacia uno y otro lado; la pintura seca se le pega a los pies mientras se sujeta la cabeza con las manos, tratando de deshacerse de los recuerdos de aquel sueño que lo ha estado acechando. Es una pesadilla recurrente que regresa una y otra vez, reproduciéndose siempre del mismo modo exacto, siempre terminando con él despertándose a los gritos en la cama, pálido y asustado y sudado. A veces regresa en noches consecutivas o en intervalos de varias semanas, y en esos días casi pierde la cabeza, negándose a dormir, preocupándose hasta el agotamiento, temeroso del fantasma en la ventana. A veces lo deja en paz por meses, y se las arregla para convencerse de que su pesadilla ha terminado, que el fantasma lo ha dejado tranquilo, hasta que se despierta otra vez gritando, enterrando el rostro en su almohada.

Han pasado cinco años.

Recoge la botella de aceite de linaza cuando cruza el cuarto nuevamente, desenroscando la tapa y dejando que el aroma flote por la habitación. Recuerda, cuando todavía era un aprendiz, cuando había descubierto los trapos que habían usado para limpiar el aceite derramado incendiándose espontáneamente mientras estaban secándose afuera en el jardín. Recuerda la inmensa sensación de calma que había sentido mientras observaba a las llamas parpadear; recuerda las pequeñas ascuas brillando en las cenizas.

Cuidadosamente vierte el aceite en la mesa rota en un rincón, dejando un rastro delgado pero ininterrumpido mientras se mueve. No necesita mucho para que la casa se queme: los remanentes de aceite en la pintura cubriendo las superficies de madera se ocuparán del resto. Cuando la botella está vacía se va con cautela hacia la salida, guardándola en su bolsillo antes de extraer la caja de fósforos, sosteniendo cuidadosamente el último de éstos. Revisa si tiene aceite en las manos o en la ropa o los zapatos antes de encender el fósforo y lanzarlo rápidamente hacia el final del rastro de aceite; se aleja fuera del cuarto y observa cómo la habitación se prende fuego, contemplando en silencio mientras las lenguas ardientes danzan por doquier, trepando a los muros; disfrutando del resplandor ámbar.

Se va sólo cuando tiene que hacerlo, cuando sus ojos comienzan a humedecerse y a arderle.

Todavía está oscuro afuera y tiembla cuando una brisa fría lo golpea; desearía tener consigo su abrigo y su bufanda. No puede regresar todavía: se ha dejado las llaves en el bolsillo de su abrigo y no quiere arriesgarse a que Kris estalle por despertarlo dos veces en una misma noche. Chanyeol se conforma con caminar desganado por las calles, tirando la botella vacía y la caja de fósforos en uno de los botes de basura por los que pasa mientras dobla una esquina cerca de la pastelería, y se frota las manos para mantenerlas cálidas.

Chanyeol deja que sus pies lo lleven, sin prestar apenas atención a dónde está yendo, y pronto se halla en los límites del pueblo, al final de un campo. Puede divisar la casa blanca de Baekhyun allí en la distancia, en su pequeña colina, con su simple color destacándose en la oscuridad.

Se recuesta en la fría hierba, cierra los ojos y espera a que el sol salga.

18 de diciembre, martes.
Casa de campo abandonada destruida por un incendio.
No se reportaron víctimas. Causa desconocida.

Termina retrasándose para su encuentro con Baekhyun en la tarde, habiéndose Kris vengado al dejarlo quedarse dormido a propósito. Para cuando está bajando las escaleras, golpeando su codo contra la pared como es usual y luchando por ponerse el cinturón, Kris ya está inmerso pegando pan de oro en su lienzo; su clienta se sobresalta cuando Chanyeol irrumpe en la sala de estar. Éste le lanza algunos insultos a Kris antes de precipitarse por la puerta, y el otro apenas le enseña una sonrisita como respuesta.

Cuando llega a la puerta de Baekhyun y pasa otros veinte minutos presionando impaciente el timbre, esperando a que el cuidador lo deje entrar, y cuando finalmente ingresa a la habitación de Baekhyun, un rápido vistazo al reloj en la pared le dice que ha llegado un total de dos horas y quince minutos tarde.

-Lamento mucho llegar tarde. -Chanyeol ofrece inmediatamente una inclinación con su sombrero en las manos, mirando al suelo. -No tengo excusas.

Sin embargo no obtiene respuesta, y cuando levanta la mirada encuentra a Baekhyun al otro lado del cuarto, sentado en el alféizar con un libro en su regazo.

-¿Baekhyun? -llama suavemente mientras avanza hacia donde el otro está ovillado cómodamente en su silla.

-¿Eh? -El más pequeño se sienta y mira alrededor, desconcertado, antes de ver a Chanyeol caminando hacia él. -¡Oh! Hola, Chanyeol.

-Lamento mucho llegar tarde -repite su disculpa anterior, haciendo una reverencia otra vez.

-Luces terrible hoy, ¿estás bien? -Baekhyun parpadea hacia él y Chanyeol se da un vistazo, registrando las muchas arrugas y dobleces en su camisa y pantalón, recordando que no se molestó en peinarse el cabello (que el viento había revuelto, dejándolo aún peor) y cayendo en la cuenta de que seguramente tuviera unas fantasmales ojeras oscuras bajo los ojos. Con razón el cuidador lo había mirado con tanta desaprobación al llegar.

-Es sólo que tuve una mala noche. -Sonríe avergonzado hacia Baekhyun, tratando de peinarse el cabello con los dedos y aplastando los mechones que puede sentir sobresaliendo. -¿Qué leías? -pregunta, dando un paso hacia el muchacho para poder espiar por sobre su hombro.

-Un libro de botánica. -Baekhyun gira dicho libro y se lo tiende. -Ten, míralo.

El libro está abierto en una página con diagramas detallados y anotaciones llenando los espacios. Los bordes de las páginas están mellados y gastados, como si hubiese sido hecho a propósito, pero Chanyeol suprime su curiosidad y en su lugar admira la alta calidad del impresor que había hecho las ilustraciones.

-¿Lirios? -interroga; el título en negritas del capítulo le captura la mirada.

-El lirio de los valles es mi flor de nacimiento. -Baekhyun sonríe radiante hacia él, estirando un brazo para pasar un par de páginas, y señala una flor particular. -Pero me gustan más los rojas y naranjas. Se llaman lirios tigre. No se pueden ver los colores aquí, pero supuestamente son de un bello tono anaranjado. Jamás he visto uno en persona, sin embargo.

» ¿En qué mes naciste, Chanyeol?

-Noviembre.

-Crisantemos, entonces. -Baekhyun va hacia otro capítulo y le indica una sección. Chanyeol asiente mientras el más bajo le suelta unas breves anécdotas

» ¿Está bien si leo mientras pintas? -pregunta haciendo una pausa, esperando la respuesta de Chanyeol antes de abrirse paso hacia el otro lado del cuarto para tomar otro libro de los altos estantes alineados en un costado de la habitación.

Chanyeol lo observa desde atrás de su caballete, notando la forma en que Baekhyun evita caminar muy cerca de la puerta, moviéndose lejos de ella y eligiendo en su lugar zigzaguear por entre los angostos espacios formados por sus mesas y sillas, casi como si le tuviera miedo. No lo cuestiona, sin embargo, como no cuestionó ninguna de las otras peculiaridades de Baekhyun; desempaca silenciosamente sus pinceles y hace su mejor esfuerzo por enfocarse en su atontado y despeinado estado. Después de todo, su trabajo como retratista es revelar y reafirmar, no juzgar.

Trata de leer los títulos en los lomos mientras lo espera. Está bastante lejos como para verlos todos, pero puede distinguir algunas palabras por aquí y por allá y mayormente parecen ser libros de temas generales, como animales e historia. Hay una par de enciclopedias y atlas, cuyos relieves dorados sobre el cuero negro destacan incluso desde la distancia, y en un rincón reconoce un título que ha leído antes también: Frankenstein. Espera pacientemente, tratando de reprimir sus bostezos mientras Baekhyun sube a una escalera con cuidado, un vacilante escalón tras otro, hasta que logra alcanzar el libro que quiere en la séptima partición del mueble. Chanyeol se pregunta si debería ir y ayudarlo, creyendo que tal vez el muchacho le tiene miedo a las alturas, pero el otro luce como si estuviera acostumbrado a ello, por lo que permanece en su asiento, inmóvil.

Comienza a pintar inmediatamente una vez que Baekhyun se ha acomodado de nuevo en su asiento, absorto en la lectura. Los bordes de las páginas están dentados y gastados también y le atrapan la mirada mientras Baekhyun pasa las hojas sin mediar palabra.

Chanyeol trata de trabajar tan eficiente y rápidamente como le es posible para compensar el tiempo que perdió, compitiendo con el sol mientras éste se pone a su derecha, más allá de la ventana, y su resplandor anaranjado proyecta sombras largas por el cuarto.

Ya es el cuarto lienzo que usa pero aún no está satisfecho. Sin importar cuán duro lo intentó, no logró conseguir que la pintura recreara a Baekhyun y sus muchas peculiaridades y expresiones; a Baekhyun y su alegre risa; a Baekhyun y su singular inocencia.

Chanyeol deja el lienzo a un lado, suspirando mientras empaca sus cosas, y se aparta en silencio de la forma durmiente de Baekhyun. Está casi fuera de la puerta cuando el otro se despierta y va torpemente hacia donde está parado, congelado con la mano sobre el picaporte. Baja la mirada con confusión cuando Baekhyun le sujeta la manga del traje y lo aleja de la puerta antes de hablar.

-L-la próxima semana es Navidad. -Levanta la vista hacia Chanyeol, esperanzado, antes de desviarla de vuelta al suelo. -Si no estás ocupado… ¿t-te gustaría venir a cenar en Nochebuena?

El más alto puede sentir los dedos del otro cerrándose con fuerza sobre su manga.

-Entiendo si no puedes o no quieres pero jamás he tenido un amigo antes y-y sólo pensé que sería lindo… celebrarla… contigo. -Se aferra a su brazo con más firmeza ahora, con su mano temblorosa y la voz tímida y débil.

-¿Baekhyun? -Chanyeol le retira los dedos de su muñeca, sujetándolos suavemente con los suyos propios, y sonríe ligeramente cuando Baekhyun tartamudea con sorpresa.

» Me encantaría.

Es su turno de cocinar aquella semana. Kris aún está trabajando en la sala de estar, añadiendo luces a su pintura azul marino que conforma la mayoría del largo vestido ondulante que su modelo está usando. Ha conocido a Kris desde que eran niños: sus maestros habían sido amigos cercanos y se había reunido semanalmente con Kris cuando fuera que su instructor lo llevara a la casa del otro para que pudiera ver su trabajo. El estilo de pintura de Kris difería enormemente del suyo: el pintor rubio amaba usar cantidades obscenas de pan de oro, pero las usaba eficientemente, en sus fondos y en motivos y espirales imaginativos que solían cubrir la superficie entera de sus enormes lienzos; mientras que Chanyeol seguía la realidad, seguía sólo lo que sus ojos podían ver. Siempre le había gustado el trabajo de Kris; le gustaba la forma en que usaba los colores y, a veces, Chanyeol pensaba que daría lo que fuera por ser capaz de ver el mundo a través de los ojos de su amigo.

Está casi por terminar de cocinar la cena cuando Kris ingresa a la cocina y colapsa cansado en una de sus sillas de madera, frotándose la nariz tras estornudar.

-Agh. Maldito aguarrás.

Chanyeol le palmea la espalda con compasión y posa la comida en la mesa antes de dejarse caer en el otro asiento.

-¿Arroz? ¿Otra vez? -gruñe Kris, dejando que su frente impacte suavemente la superficie de la mesa.

-Por lo menos yo varío los platos -replica Chanyeol, clavando su tenedor en un trozo de pollo-. Tú has estado alimentándome con los mismos fideos durante los últimos tres meses.

-Bueno, mis fideos saben bien.

Chanyeol resopla.

-Al menos podrías pretender que los cambias escogiendo otra variedad de pasta.

-Me gustan mis lingüini.

Kris arruga la nariz hacia él pero engulle de todos modos, y roba tanta carne del plato de Chanyeol como puede, dejando subrepticiamente su brócoli en una pila, cuando Chanyeol deja la mesa para servirles algo de agua.

-Eres ridículo. -Chanyeol suspira cuando nota la indiscreta cantidad de vegetales en su plato.

-También tú.

-Tú eres más viejo.

Kris gruñe en respuesta; deja el resto de sus vegetales en el plato de Chanyeol y se roba otro trozo de carne mientras que el otro sólo suspira y se atiborra, tratando de salvar de Kris cualquier pedazo de carne que le quede comiéndoselo rápidamente.

-¿Recuerdas ese favor que me debes? -comienza Chanyeol y Kris le alza una ceja, aún masticando-. Quiero conseguir semillas de flores. Tantas como sea posible y de distintos tipos. Cuanto más raras mejor. Puedo obtener las más comunes del florista de la otra calle, así que ayúdame a buscar los tipos más exóticos.

-¿Cuánto tiempo tengo para conseguirlas?

-Las necesito para Nochebuena.

-¿En verdad tienes planes? ¿Con Baekhyun? Qué raro. -Sus cejas están alzadas otra vez, y patea a Chanyeol suavemente bajo la mesa. -¡Tu primera reunión en más de tres años que no es de trabajo!

-Sí, ¿qué tal tú? -Chanyeol pone los ojos en blanco, devolviéndole la patada.

-Tengo quince invitaciones. -Kris extrae de su bolsillo una pila entera de tarjetas de invitación de su bolsillo y las deja sobre la mesa. -Ayúdame a decidir a qué fiesta debería ir.

Echa un vistazo por encima a las tarjetas y elige una blanca con letras doradas. Kris la voltea y lee la ubicación y el nombre.

-Creo que me aburriría, sin embargo. Tal vez simplemente deba ir a todas. Estar un rato en cada una y hacer más amigos ricos.

-Paga tu parte de las facturas, anda.

-Já. -El mayor le enseña una media sonrisa.

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