Título: travesuras
Personaje: Draco, Scorpius, Albus
Rating: g
Género: slash
Advertencias: continuación de "mellizos"
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia ni se infringen deliberadamente derechos de autor.
- ¡Padre! ¡Padre!.
Los gritos emocionados provenían del jardín. No se preocupó mayormente puesto que la institutriz cuidaba de los mellizos, pero ante la persistencia del alboroto se dijo que los documentos que revisaba podrían esperar y fue a ver qué alteraba el orden esa hermosa mañana de primavera.
A medio camino fue recibido por un pequeño de enormes ojos verdes y pelo tan platinado como el suyo. Lo detuvo en su alocada carrera y lo alzó en sus brazos, el chico inmediatamente acomodó sus piernas alrededor de las caderas de su padre y no cesaba de balbucear atropelladamente.
- Al está hablando chistoso, padre. Ven a verlo.
- ¿Cómo así de chistoso?
- Hace así, ssssss - agregó el pequeño mago, entre risas.
Intrigado por las novedades se apresuró en llegar hasta donde se encontraba su primogénito.
Algo en su interior se removió cuando vio al niño de cabello oscuro “charlando” animadamente con una serpiente, en pársel.
Sonrió con mal contenido orgullo, ninguno de los dos imagino nunca que alguno de sus hijos heredara el don de Harry ni mucho menos que se manifestara espontáneamente a tan temprana edad.
Lo importante del caso no era eso, sino como había ido a parar la víbora a su jardín, y porque la institutriz no había dado aviso de inmediato.
En cuanto dejó a Scorpius a nivel de piso este corrió donde su hermano e intentó infructuosamente replicar tan curios lenguaje.
Lamentó tener que arruinarles la diversión a los niños, pero más importante por el momento era averiguar quién y cómo habían conseguido conjurar a la serpiente, esa era magia muy avanzada para niños tan pequeños
Un rápido interrogatorio dio como “culpable” al menor, quien había encontrado el hechizo en un viejo libro y le había parecido gracioso conjurarlo.
Contra sus deseos debió castigarlos a ambos, no había otra manera que aprendieran lo peligroso que era ir realizando conjuros que encontraban en libros cualquiera. Y se hizo nota mental enviar a un par de elfos a colocar protecciones en la biblioteca, su par de diablillos resultaron demasiado inquietos para su propia seguridad.