Pareja: Aiba Masaki x Ninomiya Kazunari x Matsumoto Jun
Clasificación: +15
Resumen: Tres desconocidos se encuentran mientras intentan escapar de Tokio. Su viaje los lleva por todo el país mientras la policía, la mafia y su pasado los persiguen. No saben que les depara el camino, pero tal vez defina completamente su futuro.
Notas de la autora: Inspirado en el video de
365 So Fresh de Triple H. No soy la fan número 1 de Aiba, pero creo que debo variar los personajes de mis fics (y por eso sigo incluyendo a Nino y a Jun), pero fue un reto. Espero que les guste.
Y ya saben, no soy dueña de nadie (ni de nada *sniff sniff*) y si quieren leer más fics,
aquí están.
¡IMPORTANTE! Bueno, no sé si se lo hayan imaginado (o si lo haya dicho en alguna ocasión) pero soy de México y en estas últimas 2 semanas ha habido 2 terremotos. Si abro un intercambio (fics por víveres/donaciones), ¿participarían? Dejen sus bellos comentarios.
Nino miró atónito las manchas rojizas en sus manos casi como si estuviera viendo un truco de magia por primera vez en su vida. Algo en ellas (o en la situación en sí) parecía irreal y hacia que el pelinegro se preguntara si se encontraba en un programa de cámara escondida. Tal vez en cualquier momento aparecería el presentador diciendo con una gran sonrisa que todo había sido una broma Una muy pesada, por cierto.
Sin embargo, después de casi una hora tumbado en el piso, mirando sus manos y preguntándose cuándo terminaría aquello porque debía irse a casa y preparar la cena para Sho, Nino se dio cuenta de lo que realmente estaba pasando y el pánico subió por su garganta. Se puso de pie de un salto y tomó la toalla que descansaba en la mesa, frente al espejo, comenzando a frotar el charco de sangre que continuaba esparciéndose por el suelo.
Una vocecilla en su mente le dijo que era inútil lo que hacía, pero ni siquiera eso consiguió detenerlo. La desesperación guiaba todas y cada una de sus acciones, nadie podía enterarse de lo que había ocurrido ahí, nadie podía saber que él… Cuando la toalla estuvo completamente empapada con aquel líquido, Nino se quitó la bufanda casi de un tirón y continuó frotando con fuerza el piso hasta que sus brazos se encontraron tan cansados que terminó cayendo de bruces al piso. El olor de la sangre aún fresca hizo que el estómago se le revolviera y terminó vomitando lo poco que había ingerido aquella tarde.
Al levantar la mirada, se topó con la expresión estoica del hombre que hacía unos minutos había entrado al local y solicitado un simple corte de cabello. Ahora mientras Ninomiya se levantaba y se arrastraba hacia la salida, dejando un rastro de sangre embadurnada por el piso, la posición en la que se encontraba el hombre hacía que le fuera imposible creer que aquel sujeto hubiera estado alguna vez con vida. La mente del chico trabajaba a toda marcha intentando encontrar una solución al embrollo en el que se hallaba, pero lo único que conseguía era repetir una y otra vez la misma frase.
"Lo maté, lo maté, lo maté."
Corría por las calles sin siquiera fijarse en el rumbo, solo empeñado en alejarse lo más posible de aquel sitio. Las personas que transitaban por ahí lo miraban extrañados (algunos incluso molestos) sin entender el motivo de su preocupación. Varios le reclamaron cuando, al pasar a su lado, el pelinegro los empujaba y tiraba sus pertenencias. No supo en qué momento llegó a los suburbios, pero no se hubiera detenido de no ser porque, al cruzar una avenida poco transitada, un automóvil negro estuvo a punto de arrollarlo.
El chico sentía que la cabeza le daba vueltas y que no podía respirar, así que mientras miraba al conductor de aquel auto le gritaba cosas que no entendía. Aquel chico bajó del auto, claramente dispuesto a hacerle frente a aquel descuidado que casi ensuciaba su muy preciado auto, pero se detuvo al ver la mirada perdida del pelinegro. Nino percibió que el chico volvía a hablar y le habría encantado poder entender lo que decía porque, aun en el estado en el que se encontraba, podía percibir que era un chico bastante atractivo. Sin embargo, su cuerpo estaba listo para rendirse ante el estrés que había acumulado y de no ser porque el chico estaba suficientemente cerca de él habría terminado en el piso.
- ¡Oye! ¿Qué te pasa?
“¡Cállate! ¡Me van a descubrir!”
- ¡No cierres los ojos, desgraciado! -gritó el chico mirándolo desesperado mientras intentaba mantenerlo consciente agitándolo. El pelinegro intentó hacerle caso, pero era como si estuviera viéndolo a través de un túnel. El chico volvió a preguntar algo, pero no pudo entender qué era lo que estaba diciendo sino hasta la tercera vez que repitió la pregunta.
- ¿Cómo te llamas?
- Nino… Ninomiya Kazunari.
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- ¡Vuelve aquí, maldito infeliz!
Jun se estremeció por lo cerca que esa voz había sonado, pero ni por un instante pensó en obedecerla. Durante un segundo se preguntó qué había hecho para que ahora cuatro tipos bastante corpulentos estuvieran corriendo tras él y lo hubieran perseguido ya por media ciudad. Sin embargo la respuesta no tardó en llegar en forma de la imagen de una chica muy guapa, la misma chica que había resultado ser hija de uno de los mafiosos más poderosos de Tokio. En su defensa, Jun podía decir que la chica aparentaba mucho más edad de la que realmente tenía, y además, no había hecho nada que ella no quisiera. Aun así estaba consciente de que nada de eso le importaba a los tipos que lo perseguían y que se hallaban cada vez más cerca de él.
No creía poder seguir corriendo por mucho tiempo más, los músculos de sus piernas gritaban debido al esfuerzo extra que el chico de cabello rizado les exigía. Debido a eso, comenzó a tropezar cada vez con más gente. ¿La calle siempre había estado así de abarrotada? No tenía idea, pero estaba seguro de que en ese momento podría continuar sobre la calle principal. Rápidamente descubrió una pequeña calle que con algo de suerte lo llevaría a uno de esos tantos laberintos de casas y podría perder a sus perseguidores. Aun cuando aquello fuera posible, sus piernas no estar dispuestas a seguir el ritmo que le imponía y lo hicieron tropezarse en dos ocasiones.
Para su fortuna (aunque estaba seguro de que no era realmente una buena noticia), en ese momento, dos tipos corpulentos, igual que los que lo perseguían, le cerraron el paso, provocando que se detuviera por un instante antes de que comenzara a correr en la dirección opuesta. No llegó muy lejos: sus cuatro amigos se encontraban justo a sus espaldas e impidieron que retomara la huida. Estaba atrapado y con una risa amarga se reclinó contra un poste de luz que estaba a mitad del callejón. La risa murió en sus labios muy pronto, ya que dos tipos corpulentos (uno lleno de tatuajes y otro con el cabello rubio) se apresuraron a sujetarlo y lo hicieron encarar a su jefe.
- No eres muy inteligente, ¿cierto? -jadeó el hombre frente a él, quien lucía un impecable traje a rayas que se veía desaliñado por la persecución. Jun lo miró fijamente a los ojos mientras se acercaba a él y aquel tipo con un gesto indicó a los hombres que lo liberaran, mismo que cumplieron de inmediato aunque no se alejaron de su lado. Por mucho que le hubiese encantado huir, su cuerpo se negaba a dar otro paso más, pero sabía que a esos hombres no les gustaba dejar cabos sueltos. Eso los había llevado ahí en primer lugar.
Jun estaba por replicar algo sarcástico cuando sintió el primer golpe, directo en su abdomen, que lo dejó sin aire durante unos segundos. El segundo le dio de lleno en el rostro cuando se dobló para cubrirse de aquellos golpes y por la dureza que sintió, pudo notar que el tipo lo había pateado en la cara. Era difícil decir si el sujeto de traje era el único que lo golpeaba, principalmente porque uno de los golpes que había impactado en su cabeza lo había dejado temporalmente ciego, pero además los golpes llegaban de todas direcciones. Alguien parecía disfrutar el espectáculo, porque escuchó como alguien soltaba una carcajada justo después de que Jun perdió el equilibrio y se sujetó del poste.
Después de un buen rato, el sujeto pareció cansarse y dio un par de pasos hacia atrás, permitiendo que Jun se desplomara en el suelo de aquella sucia callejuela. Cuando pudo enfocar la mirada hacia él, notó que con un pañuelo estaba limpiando sus nudillos y el sabor metálico en su boca le dijo por qué. Le habría encantado que no lo golpeara en el rostro y aun así tenía que agradecer que no hubiera decidido atacar su entrepierna. Definitivamente había cosas peores.
- Tienes suerte de que solo nos hayan enviado a darte una "advertencia" -añadió aquel hombre, teniendo el descaro de sonreír con amabilidad al chico mientras se inclinaba a escupir en su rostro-. El jefe te quiere fuera de la ciudad esta misma noche o si no, puedes ir cavando tu tumba.
Lo último que Matsumoto Jun vio antes de desmayarse, fueron los relucientes zapatos de aquellos tipos mientras se alejaban con tranquilidad ("¿Los matones de verdad pueden vestirse así?" se dijo a sí mismo divertido al notar que algunas gotas de sangre habían terminado en las inmaculadas suelas de sus zapatos). No pasó mucho tiempo antes de que el sonido de sus pasos muriera y la calle quedara en silencio, salvo por el ruido pesado de su respiración.
Entonces todo se puso negro, y de no haber sido por el terrible dolor que sentía, Jun podría haber creído que estaba muerto.
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"Un día de estos vas a acabar muerto, Masaki, y no quiero estar aquí cuando eso pase".
Aquellas palabras seguían retumbando en su mente mientras contemplaba el cuchillo frente a él. No era la primera vez que las escuchaba, pero nunca había esperado que Sakurai Sho fuera una de las tantas personas que se rendían con él. Balanceó aquella arma en sus manos contemplando el brillo que emitía con el único foco que brillaba en aquella escueta habitación. Era la misma habitación en la que aquel chico lo había abrazado cuando sentía que ya no podía más, cuando todos sus fantasmas volvían a atormentarlo…
No podía decir que Sho no hubiera tenido razón, Masaki había intentado matarse más veces de las que podría contar, eso sin contar las veces que estando ebrio había iniciado alguna pelea en los bares que solía visitar. Nadie podría decir que era mentira, Aiba Masaki definitivamente quería morir. El cuchillo abandonó manos y terminó impactando la mesa de madera frente a él justo antes de que el chico tomara otro trago de tequila. Botellas vacías rodeaban la mesa, algunas estaban rotas y en su estado, el chico castaño ni siquiera había notado que algunos fragmentos de ese cristal ahora estaban incrustados en sus pies.
A lo lejos escuchaba el agua de la bañera que ya caía en el azulejo del piso y poco a poco se iba acercando al piso de madera. El chico se dirigió a ese sitio, arrastrando los pies y dejando un rastro de sangre que se mezcló con el agua apenas entró al baño. De pie ante la bañera, estiró la mano hacia la llave, paralizándose a escasos centímetros de ella. Entonces, tal vez por su falta de coordinación o porque estaba demasiado ebrio como para mantenerse de pie, Aiba se dejó caer en aquella bañera salpicando gran parte del contenido de ésta en las paredes del lugar. El rostro del castaño impactó de lleno contra el fondo de cerámica y lo aturdió unos cuantos segundos.
No supo cuánto tiempo pasó ahí, pudieron ser minutos o tal vez solo unos segundos, cuando unas manos lo aferraron de la camisa para sacarlo de aquel sitio. Esas mismas manos lo arrojaron al piso y golpearon suavemente su rostro para hacerlo reaccionar, provocando que Masaki se echara llorar sin darse cuenta. Una vez que la conmoción pasó y sus ojos se acostumbraron nuevamente al brillo de la habitación, pudo contemplar a su “salvador”. Satoshi lo miraba con los ojos desorbitados y podía notar que estaba asustado por lo que acababa de ocurrir. Pese a las lágrimas, el castaño se echó a reír y eso pareció que hacer enojar al rubio quien terminó alejándose rápidamente de él.
- ¿Qué demonios te ocurre, Ma-chan? -exclamó el chico paseando por el baño sin siquiera mirarlo.
- Quiero morirme, ¿no es obvio? -dijo Aiba aun riendo como si aquello solo fuera una escena muy cómica de esas caricaturas que tanto le gustaban-. Así Sho-chan que tenía razón, como siempre.
Satoshi volvió la mirada hacia su amigo y se arrodilló junto a él, contemplándolo unos segundos antes de abrazarlo con fuerza. Entonces, el castaño volvió a romper a llorar, aferrándose al chico como si tuviera miedo de volver a caer en el abismo del que creía había salido ya. Sabía que el rubio entendía todo, y aun así, la desesperación que Masaki sentía en ese momento nadie más podría comprenderla. Nadie podría entender la verdad que había en sus palabras, las ganas que tenía de desaparecer, de escapar de ese dolor. Sin embargo, en ese momento, se sentía menos solo.
- Tengo frio, Oh-chan -susurró el castaño tras un buen rato. El más bajo asintió sonriendo leve ante lo lindo que podía ser su amigo y con algo de dificultad hizo que Masaki se pusiera de pie.
- Te prepararé café e iré a comprar algo de comer porque estoy seguro de que solo hay alcohol en el refrigerador -dijo antes de entregarle su chaqueta para que se cubriera-. Cámbiate y tira todo eso.
Aiba suspiró, pero asintió y se dirigió al armario donde guardaba su ropa. Satoshi a su vez comenzó a preparar dos tazas de café y las dejó en la mesa mientras buscaba como limpiar los trozos de cristal roto. Cuando se deshizo de la ropa mojada, el más alto comenzó a vaciar su contenido en el retrete, arrojando las botellas al basurero. Entonces se reunió nuevamente con Ohno quien no dejaba de mirarlo con simpatía. No podía mirarlo, era como si toda su energía se hubiera desaparecido una vez que había salido de la bañera.
- ¿Necesitas algo más, Ma-chan? Puedo traerte algo de ropa, pero no sé si consiga algo de tu talla -comentó el mayor mirándolo de reojo mientras ambos bebían su café. El castaño negó con la cabeza e intentó sonreír como si realmente estuviera escuchando lo que decía. Sin decir más, Satoshi se puso de pie y tras asegurarle al chico que volvería pronto, salió del departamento del chico. Aiba contó hasta veinte y después caminó hacia la ventana para asegurarse de que el chico se había ido realmente.
Cuando Ohno Satoshi regresó, media hora después, Masaki había desaparecido. Por unos segundos el rubio sintió pánico y corrió por el departamento, esperando que el contrario no hubiera hecho nada estúpido. El departamento estaba completamente vacío, sin embargo, junto a la taza de café a medio beber que había dado al más alto, había un trozo de servilleta con un mensaje. Ohno lo tomó y lo leyó rápidamente antes de salir corriendo de ahí.
“Oh-chan, me estoy ahogando. Si no salgo de aquí, probablemente lo intente de nuevo.
No me busques”
Aiba ni siquiera se había molestado en ponerse los zapatos y ahora vagaba sin rumbo por la carretera. Su mirada parecía vacía nuevamente pese a que parecía estar clavada en el camino frente a él. A las 4 de la mañana no había muchas personas en las calles, así que a nadie le alarmaría verlo en ese estado. A lo lejos, se veían brillar los faros de un auto que se dirigía hacia él a toda velocidad. Era el primer auto que veía por ese rumbo en el tiempo que llevaba caminando. No pasó mucho antes de que el auto estuviera cerca de él, tanto así que terminó iluminando de pies a cabeza su figura.
Y entonces, Aiba Masaki dio un paso hacia adelante, bajando de la acera justo frente al auto.
En realidad debo estar trabajando, pero tenía que publicar esto. Espero editarlo pronto y que se animen a participar en mis ideas locas.