Jan 21, 2008 08:15
Aquí va esta carta que hace un par de días envié a un concurso. No es del todo autobiográfica pero partí de aquello que una vez me pasó y inventé nuevos elementos. Sale tu nombre porque es el nombre que mejor suena en mi boca...
Querida Ana,
Ante todo quería decirte que aún ahora siento dudas al escribirte habiendo pasado tanto tiempo, aunque me sería imposible guardar una carta y negarme a enviarla así que pronto tendrás en tus manos este montón de latidos del corazón.
No creo que esperes esta carta, ni mucho menos, pero mucho deseo que la abras y la leas pues lo que mi pluma escribe son las más nobles palabras que puedas leer.
Llevamos más de un trimestre sin saber nada el uno del otro y sé que todo fue culpa mía. Te estropeé aquellas navidades, dejando tan bonita relación sin ni siquiera darte una razón y es que mi corazón no podía explicarte lo que sentía. Supongo que ya habrás deducido que te escribo para contarte lo que pasó y lo que aún pasa.
Tenía yo una amiga, una amiga de verdad, con la que me comunicaba por correspondencia y con la que solo vivía alegrías. Como ya te he dicho era tan solo una amiga pero para ella era algo distinto. Jamás la he visto, de ella conozco su caligrafía y voz pero no su rostro, aunque no por eso era una relación fría o impersonal. Simplemente creía que no era necesario verla cuando aquella amistad por carta nos daba tantas alegrías y tanto nos dejaba desahogarnos de los problemas que ambos teníamos. Pero bien sabes que la vida es una alegría manchada de penas y esto que ahora te cuento no es ninguna excepción. Aquella noche de navidad, poco después de estar hablando contigo y despedirme con aquel “te quiero” directo del corazón, me llamó ella. No tardé en cogerlo y menos aún tardé en darme cuenta de que había bebido algo más que agua para celebrar las fiestas. La llamada acabó pronto, tan solo quería hacerme una sencilla pregunta…
“¿Me quieres?” preguntó con una voz seca. Y ahí es cuando erré, ahora viene mi desliz. Le respondí con un tembloroso “sí” medio por inercia y otro tanto por la sorpresa que en mí causó la situación en la que me encontraba. Antes de colgar, justo en acabar mi respuesta me dijo que estaba encantada de oír aquello, que era el mayor de los regalos para aquellas fiestas… ¡Dichosa la inconsciencia!
A partir de ahí todo te parecerá más racional. Supongo que conoces ya un buen montón de defectos, pero la infidelidad no es uno de ellos, así que aterrorizado por lo que acababa de hacer solo pude dejar aquel futuro que tú y yo habíamos construido. ¿O lo construimos “nosotros”? Ni te imaginas lo preciosa que suena tal palabra, ni tampoco debes saber lo tranquilo que me sentía al saber que nunca hablaba en singular sino que siempre pensaba por los dos… Poco a poco conseguí afrontar los hechos y le fui contando que lo que por ella sentía era un amor distinto al que ella sentía hacia mí. Que yo la quería para ayudarla allí donde me necesitara pero que con ella no quería compartir una vida, una cama, un destino… Me sentí realmente mal después de hacer daño a dos personas que tanto me importaban pero finalmente lo conseguí y ella decidió desaparecer como las golondrinas que nunca miran las tormentas que se les avecinan. Y en aquel momento lo perdí todo, sin corazón que tuyo es para siempre y sin una amiga errante.
A todo eso mi corazón le puso fin. No le costó ponerse en contacto conmigo pues mi única acompañante durante aquellos largos días no era otra que la señora soledad. Me contó que no había dejado de sufrir, que desde que tu nombre fue en él escrito, marcado a carne viva con cada uno de tus ardientes besos, ya jamás había podido latir sin tu amor. No fue nada corto el diálogo cardíaco y, menos placentero. Me derrumbé de nuevo al ver que incluso a mi corazón había fallado y sin pensarlo dos veces le prometí escribirte lo que hoy recibes.
Ni siquiera quiero pedirte perdón pues te conozco y conozco tu forma de ser. Tampoco pretendo cambiarte pues de ti me enamoré. Lo que quiero hacer, entonces, es proponerte una simple actividad. Entre mi corazón y yo hemos decidido que esta sería la mejor manera de saber si tu corazón aún me pertenece. Aún así soy consciente de que talvez tú no quieras aceptarlo y entenderé tus razones, pero vayamos con calma que si de los errores se aprende yo me considero el mayor filósofo que exista aunque me abstengo de llamarme sabio.
Primero de todo debemos comprobar si el amor espiritual, el amor entre nuestros siameses corazones, sigue vivo y para ello creo que lo más inteligente sería encontrarnos y dejar que ambos se comuniquen, en el más sumo silencio y se cuenten lo que haga falta. Sé que de esa charla poco sabremos nosotros, con lo reservados que son los corazones pero claro está que cuando un corazón se aleja del cual depende te aprieta el pecho y te incita a volver. Así pues, después de eso deberías intentar marcharte.
Si soy quien creo ser podremos seguir con la última parte de la actividad. Podremos comprobar, antes de maniatarme definitivamente a tu destino hasta el fin de mis vidas, si ese amor que cada parte de tu cuerpo sentía por el mío sigue tan avivado como antaño. Descubriremos si nuestras manos siguen disfrutando practicando senderismo por los infinitos montes que nuestros cuerpos deparan. Si tu piel sigue siendo la suave seda que mi cuerpo quiere que lo vista. Investigaremos si nos es posible aún hacer aquel magnífico truco de magia bajo nuestras sábanas. Aquel en el que, tras taparnos y reducir las distancias entre nosotros a lo más mínimo, dejábamos de ser una pareja y nos convertíamos en uno hasta que el sueño nos arropara en aquel cálido lecho.
Y a partir de ahí nadie sabe que pasará. Ni tampoco he querido pararme a plantear hipótesis que vuelvan a romper mi frágil corazón. Así pues, en tus manos queda el rumbo de mi pequeño velero y será tu corazón el que haga soplar el viento.
No quiero alargar más esta carta ni este tiempo que he pasado sin ti, así que me despido con el más simple “adiós” y con un gran “por favor” que te envía mi corazón que solo pide volver a ser tuyo.
Tu más enamorado compañero,
Don Nadie
Espero que pronto la leas y más espero que te guste, ojala les guste tambien a los miembros del jurado y si más no que les llegue la carta.
Te quiero vida mía, estudia.