Palabras sin nombre. Cuentos sin argumento. Frases sin destinatario alguno. Noches iluminadas sin razón. Gritos sin sonido.
Pasos de baile que marcan el son de una canción sin inventar, sin inventor. Pensamientos regidos por suspiros sin sentido. Sentirte suspendida por pensamientos sin lamentos.
En mitad del camino ver unos zapatos parados, unos ojos vagando, una sonrisa perdida y una palabra en los labios distraída.
Desear la muerte del inventor de la soledad y pedir la eternidad para el dueño de los sueños. Lograr que las hadas nunca dejen de brillar y esperar que no se derritan nuestras alas por volar.
Y si viene el olvido, sería feliz si se riese conmigo. Si viniera la alegría y derramara una sola lágrima, sólo sabría reírme de ella. Y como dicen, cuando venga la muerte déjame verte, corazón, déjame mirar en tus ojos y ver al olvido y a la alegría bailar, al odio y al amor cantando su canción, que la verdad y la mentira de su guerra se rían. Llegado ese instante déjame ver que en mi vida tuve muerte, pero que en el instante de mi muerte sólo queda vida.