Y de repente alguien contesta a tus gritos ahogados, furtivos, desprendidos de tus cuerdas vocales. Gritos que vacían las extrañas entrañas de las que te compones, pero que llenan el aire de suspiros, de preguntas sin respuestas, de “te quieros” sin sentido, de horas, minutos y segundos del pasado y sin la certeza de que ocurran en el futuro.
Y la noche se cubre de luces y tu sombra desdibuja la imagen de alguien garabateando en un papel, traduciendo a palabras lo que no ve. Esas manos que en otro tiempo curaron heridas y hoy sólo se tiñen de tinta, que hoy solas, se tiñen de tinta.
Rabia contenida, cólera encerrada, que todo lo trasforma, que todo lo separa. Separada de lo que fuiste y trasformada en lo que eres. Separada de lo que quieres y trasformada tu vida, en una que es prestada.
Confusión, desorden, lío, en este galimatías de ideas sin sentido, tus ojos se convirtieron en témpanos helados. Nunca una mirada dijo tanto.