Salut mes petites amies!!!
hoy es Haloween!!!!! si sois de las que os disfrazáis como yo... jujujujuuuu a disfrutarlo, y si no, pues a esperar que no os hagan ejem putadas... ya sabéis ¿truco o trato?
VALE, ESTA ENTRADA HA SIDO EDITADA DESPUÉS DEL TIRON DE OREJAS DE LUXBELLA...
está fuera de canon, pero aproveché que era Halloween, para imaginar por qué Dean quería tanto su coche... ni acordarme que era un regalo de John... en fin, una que es como un pez (memoria cero patatero)
no hay spoiler ni porno (lo siento chicas, a primera hora de la mañana mi lívido esta escondida en el rincón izquierdo de mi cerebro)
pero bien, es cortito, y tal....
para las que quieran, vamos! bisus
TRUCO, TRATO... O IMPALA
Plic. Plic. Plic. La letanía de gotas que caen sobre el fregadero está causando su efecto. Dean está poco menos que frenético. Tres días encerrado, y Sammy dando por saco. Sabe que papá le ha dicho que mañana volverá, y tiene que ser obediente. Por todo. Por lo que ha pasado. Porque él sí sabe lo que hay debajo de la cama o dentro del armario. Porque su inocencia está tan pegada en el fondo del bolsillo como un caramelo pasado….. y amargo. Jamás ha tenido inocencia, ni niñez… jamás ha jugado con otros niños. Jamás ha tenido unas navidades que recuerde. Y siempre está Sammy. Siempre tiene que cuidar de él. Ser su madre. Y él, NO ES SU MADRE.
Hoy es uno de esos días en los que cogería su mochila de dinosaurios y se largaría, bien lejos. Y quizás encontraría a una familia. Con alguien que le preparara un buen desayuno caliente por las mañanas. Alguien que le llevara a un colegio muy grande. Alguien que le riñera por las notas de álgebra. Y que por la noche, a pesar de ser mal estudiante, le diera un beso húmedo, bien grande, antes de taparle con las mantas.
Pero no. Ahí está él. Rodeado de revistas de coches, mirando. Tirado en el suelo, mientras la tele barulla y ruidea, y Sammy se come los últimos cereales lucky charms… A su alrededor, montañas de revistas. Unas nuevas, otras ya muy viejas. Desgastadas, quizás por otros dedos de otras manos. Revistas que ayudan a otros huéspedes a relajarse, a dormir, a que las horas en ese antro sean más llevaderas…
Dean ojea, perezosamente, moviendo los pies en el aire, lento…. De pronto, una de las revistas le llama poderosamente la atención. En la portada, lustrosa, brillante, negra, una bestia parda del motor. Las llantas, relucientes, brillantes, y esos neumáticos, tan mullidos y cálidos, que podrían arropar su cuerpo durante miles de kms de asfalto…
Sí, a Dean una de las cosas que más le gustan son los coches. Pero no todos los coches. Los coches grandes, potentes, asfálticos, de esos en los que entras y te comes el mundo, o lo que sea. Si Dean tuviera un coche y la edad necesaria, a estas horas no estaría aquí, cuidando de nadie. Llevaría la ventanilla bajada, y mientras el aire frío de la mañana le lavaba el mal humor y le aclaraba los gestos, esa bestia, ese bicho rodante se tragaría voluptuosamente cada kilómetro, mientras en la radio sonarían The chambers brothers, o La credence clearwater revival….
De pronto, como un murmullo, oye un ronroneo, primero suave, pero luego grave. Un motor a lo lejos. Se va acercando. Ese ruido seco y chapoteante de un motor, pero no de un motor cualquiera. Dean se asoma a la ventana, apartando un poco el visillo. No quiere que le vean. Papá dijo que tuvieran cuidado, y Dean ante todo, es un niño muy obediente. A sus ocho años ha visto y oído cosas que a más de uno nos aterraría. Pero a él no. él sólo teme a una cosa. A la soledad sin su familia.
Un destello negro, metálico. Y el motor sonando, como un canto de sirena, sonando y sonando… y Dean no puede menos que ser atraído. Su mente se atenúa, y apenas siente como sus brazos y sus piernas se mueven, su mano toma el pomo de la puerta, y sale, ajeno incluso a Sammy ….
“ nunca dejes de vigilar a tu hermano”….. y el sonido de los tiros de los vaqueros se hace ya muy muy lejano.
Dean se acerca al coche. Es grande. Mucho. Casi seis metros de pura lujuria metálica. El ronroneo gatuno del coche se le cala dentro, y entra tan rápido, que apenas puede respirar. Se le hace la boca agua, como si fuera un gran pastel de chocolate. Y no sabe por qué, pero siente la necesidad lujuriosa e increíble de sentarse en esos asientos tan mullidos, tan crujientes.
Y de pronto, una voz….
-¿ quieres saber lo que es sentarse dentro?- esa voz, adulta, resabiada, antigua, de hombre, le hace girarse. Allí, apoyado en la parte trasera del coche, un hombre vestido de negro. Cabello aseado, cortado a cepillo. A priori, Dean diría que se trata de uno de esos vendedores a domicilio, de esos que usan tanto los moteles como ellos. Un hombre de carretera. Pero hay algo raro en esa voz, algo que le deja frío ahí en la parte final de la espalda. Algo que no puede reconocer, pero de lo que sabe que ha de tener miedo. Aún así, su fascinación por el coche le hace permanecer clavado al suelo, mirando su figura relucir en la chapa cromada. El hombre se acerca.
-sabes…. Es el mejor coche que existe. Entiendo tu fascinación.
Dean asiente, con la boca abierta. A cinco metros, Sammy ríe porque el correcaminos ha vuelto a ganar al coyote.
Apenas puede hacer o decir nada, sólo concentrarse en respirar, y en mirar la tapicería y la figura cromada.
-es un Impala. Un chevrolet Impala. Del 67. Es uno de los mejores motores de mundo. Cuando lo oyes la primera vez, es como si toda la soledad que antes tenías fuera rellenado por él. Sientes que jamás te abandonará, que estará ahí siempre. No como tus padres, tu familia…
El hombre saca un cigarro, lo enciende y lo mira.
Si Dean no estuviera tan hechizado por el reflejo cromático, juraría que la voz de ese hombre se introduce en su cabeza. Que lo que oye es más un murmullo. Que los brazos del hombre se difuminan, y que un brillo dorado se refleja en su cara, justo, justo, a la altura de los ojos….
Pero Dean apenas siente nada. Sólo que sus dedos están electrizados por el contacto suave, untuoso, del metal negro, brillante. Y que sus ojos apenas pueden apartarse de ese coche.
-si tú quisieras…- la voz le susurra más adentro, penetrando en él, mucho más de lo que jamás ha penetrado nada. Vulnerando esa capa de amianto que ha creado alrededor de sus sentimientos, de sus deseos. - si tú quisieras… ¿sabes qué días es hoy?...
Dean vuelve un segundo a la realidad, un pequeño chispazo de cordura, pero instantáneamente la imagen de Sammy sólo, en la pequeña habitación del motel se diluye, haciéndose lejano. Dean sabe qué día es hoy. Hoy es Halloween. Y debería de estar dentro. Con Sammy. Cuidándolo.
-si tú quieres…. Podemos hacer truco… o trato- y el hombre sonríe, con una sonrisa lobuna, confiada, siniestra. Dientes blancos que esperan clavarse en su carne cuando haya aceptado….
Dean titubea. Por un segundo, un solo segundo, su mente duda, sus ojos se agrandan de la sorpresa… pero pronto recupera la cordura, y arrastrando las palabras, se gira hacia el hombre y le dice
-no gracias, no puedo hacer tratos. Soy hombre de poca palabra.
Y haciendo un esfuerzo increíble se gira, y dirige sus pasos lo más rápido que puede hacia la habitación del motel, mientras la risa de Sammy tira de él, haciéndose cada vez más cercana.
Cuando entra en la habitación, se asoma despacio por la ventana, moviendo un poco la cortina. El hombre está allí fuera, fumándose el cigarro, apoyado en la puerta del impala. Bajo la penumbra del patio, Dean sólo acierta a ver el brillo reflectante de la carrocería, la luz roja del cigarrillo y dos puntos amarillos, que se pierden en la nada…
Cuando el motor se oye lejos, ya casi un susurro medio borrado por el viento, Dean piensa. Y se hace una promesa. Bueno, no, dos.
La primera, que jamás olvidará esos ojos, y la segunda, dicha en voz alta, apretando los puños, y aún mirando por la ventana
-Cuando sea mayor, tendré un Impala.