Este año me he ido de "vacaciones" sin avisarlo siquiera. Más bien, lo que ha estado de vacaciones ha sido el blog, porque yo no he parado en todo agosto, entre unas cosas y otras. No he dejado desatendido LJ tampoco, en realidad (que al final el masseffectsario fue un éxito y
conseguí terminar limpiamente Little Talks). Pero lo que más ha ocupado mi tiempo últimamente y a lo que más energías he dedicado estas semanas es de lo que vengo a hablaros hoy:
el lanzamiento de La Nave Invisible.
Si algo bueno ha tenido Twitter sin la menor duda ha sido el darme la oportunidad de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. El nacimiento de este proyecto se remonta a abril/mayo, cuando yo estaba recién llegada a la plataforma y empezando a conocer gente. Al final, esa gente resultó ser un puñado de personas de lo más majo, casi todas mujeres, casi todas escritoras y casi todas fans de la fantasía y la ciencia ficción. Por eso, cuando la que hoy es nuestra jefa,
Anna Roldós, se hizo eco de las declaraciones de una editorial que señalaba lo arriesgado que es en la actualidad publicar autoras de género y propuso hacer algo al respecto, nuestra respuesta fue inmediata.
De la piña que se formó en aquel primer momento, y después de muchos meses de idas y venidas, deliberaciones y trabajo, este fin de semana lanzamos por fin La Nave Invisible, una web/blog/revista dedicada por completo a dar visibilidad a escritoras de cifi, fantasía y terror, de cualquier época y nacionalidad. ¡Y la maldita cosa fue un exitazo! Casi mil seguidores en cuestión de tres días, unas seis mil visitas al blog… y sobre todo muy buen rollo y mucha ilusión, que es lo más emocionante para mí.
¿Qué ha supuesto para mí esto de La Nave Invisible? Pues ahora mismo estoy reventadísima y un poco saturada por el aluvión de trabajo de esta última semana, pero también me siento muy, muy feliz. Por fin tengo la oportunidad de trabajar en lo mío, aunque no me reporte beneficios económicos (beneficios psicológicos sí que me está reportando, para qué engañarnos), con gente con la que comparto profesión y afición, y en algo que siempre me ha apasionado y que llevaba mucho tiempo queriendo hacer: apoyar a otros escritores, en este caso, escritoras.
Yo misma me he dado cuenta en los últimos dos años, y sobre todo en los últimos meses, de que el camino de una mujer que escribe ciencia ficción no es precisamente agradable. En España, donde parecemos cambiar y evolucionar a paso de tortuga, lo es menos todavía. Ya sabéis que mi relación con las editoriales españolas oscila todo el tiempo entre el amor y el odio, el mundillo tiene un tufo que he tenido oportunidad de catar de primera mano hace poco y que tira de espaldas. Se siguen teniendo muchas ideas desfasadas, una tendencia a la vieja escuela que casi parece un campo de minas por el que tienes que pasar de puntillas. Y si encima te da por tocar la fibra sensible de cómo se ignora a las mujeres dentro de este campo de nabos estos géneros, la reacción que puedes provocar es un poco imprevisible, desde la indignación hasta la concienciación sincera, pasando por todo el abanico intermedio. ¿Merece la pena? Pues sí, creo firmemente que sí. Con lo conformista y poco reivindicativa que he sido yo siempre, no deja de sorprenderme haber terminado envuelta en un proyecto como éste. Pero es que, cuando una se harta… pues se harta.
De todas formas, la intención de La Nave está lejos de ser beligerante, sólo queremos dar visibilidad. Ya sabéis que quien se pica, ajos come. Pero, incluso sin lanzarnos al campo de batalla blandiendo un hacha, en estos primeros días de andadura ya han ocurrido un par de cosas que me han emocionado bastante. La recepción de la gente ha sido brutal. Durante los últimos meses, estaba creciendo dentro de la comunidad lectora esa conciencia de desequilibrio, de invisibilidad femenina en las listas de lecturas, y ya habían empezado a moverse varias propuestas (como
el grupo abierto por Felicidad Martínez en GR o la iniciativa
"Leo Autoras en Octubre", que lo está petando y que tiene a nuestra compañera navegante
Doña Sierpe como una de las promotoras). Supongo que el momento era el ideal y el caldo de cultivo estaba en su punto, pero aun así me sigue abrumando cuantísima gente se ha subido al barco, recomendándonos más autoras, hablando de escritoras, sacando a relucir obras olvidadas.
También me ha impresionado la cantidad de autoras que nos han contactado para ofrecernos sus libros y hasta la respuesta de algunas editoriales. Y, sobre todo (y esto es lo más importante para mí), los testimonios de las aficionadas a la escritura, esas chicas fans de la ciencia ficción que disfrutan escribiéndola pero que no veían salida real a su trabajo precisamente por la invisibilización mediática. Chicas que habían perdido las ganas o la ilusión y que, al ver nuestro proyecto, han vuelto a animarse a seguir escribiendo. Y las ha habido, ¿eh? Alguna mención emocionada nos ha llegado. Con lo blandita que soy yo, ya os podéis imaginar el festival de sentimientos.
Este aspecto concreto de nuestro trabajo era algo con lo que yo no había contado. Llevamos tiempo viendo la revolución que ha supuesto el papel de Rey en El despertar de la fuerza o el remake femenino de Cazafantasmas en temas de representación, pero se me va la cabeza al pensar que La Nave pueda suponer algo similar para alguien, a una escala mucho más pequeña y "local", por supuesto. Es algo increíble y maravilloso, y que compensa con creces el trabajo, el esfuerzo y cualquier dificultad que nos podamos encontrar. Aunque sólo sea por eso, todo ha merecido la pena.
No sé qué ruta tomaremos, si los vientos nos serán favorables, si esto logrará convertirse en algo más grande o si tendrá una vida deslumbrante y corta estilo gaseosa. Pero estoy decidida a vivir el momento al máximo y disfrutar de esta nube, porque sigo sin terminar de creerme la suerte que he tenido de poder formar parte de esto.
La parte negativa es que la carga extra de trabajo me ha descuadrado por completo y ahora mismo estoy un poco con el culo al aire. Supongo que en cuanto pase el jaleo de los primeros días y todos nos acostumbremos al nuevo ritmo, cuadrar horarios será más fácil. No quiero dejar aún más desatendido mi propio blog ni mi propio trabajo como escritora, eso desde luego. Pero no sé cómo me voy a organizar aún para intentar llegar a todo.
Por lo pronto, el pasado fin de semana pude ver por fin la película de El libro de la selva, que se merece su correspondiente reseña, y también estuvimos viendo en familia Stranger Things durante agosto (pedazo serie como la copa de un pino). En lecturas he estado mucho más vaga, en parte por el calorazo, en parte por el cansancio y en parte por la falta de motivación. Ya os conté que tuve que dejar aparcado Dune, pero es que con El cuento de la criada me terminó pasando igual. Y no porque sean malos libros; simplemente creo que necesitaba unas pequeñas vacaciones lectoras o que no era el momento oportuno para esas lecturas en concreto. Quiero retomar ambos, pero ahora que La Nave está en marcha, también se establecen mis plazos de entrega. Para la apertura de septiembre colaboré con una
reseña modernizada de La maldición de Hill House, de Shirley Jackson, y en octubre me toca hincar el diente a la versión original y primigenia de La bella y la bestia, a la que tengo muchas ganas. ¡Y esta misma mañana estábamos hablando de una relectura conjunta de El castillo ambulante, para celebrar su aniversario! Así que, o aprieto mucho con una maratón para quitarme de encima a Atwood, o no sé muy bien cuándo la rescataré.
Espero poder mantener una cierta periodicidad en el blog, aunque sólo sea una entrada a la semana. Y, en cuanto se serenen las aguas, ¡de vuelta al tajo! Pero, a quien lea esto y esté interesado, no olvidéis subir a bordo de La Nave, ya sea en
Twitter, en
Facebook o directamente en el
blog. ¡Hay sitio para todos, grumetillos!
… Sí, vamos a desgastar las coñitas náuticas, jaja. Quedáis advertidos.