Aprovechando mi estancia en Toledo, he dedicado los últimos días a leer por fin La máquina del tiempo y otros relatos, otra de las valiosas aportaciones de Juan Luis a mi biblioteca, que tenía ahí criando malvas desde... 2008. Ha sido mi primer contacto con H.G. Wells y reconozco que la experiencia resultó un poco irregular. Tanto que, al llegar a la página 30, me harté tanto del libro que lo dejé aparcado durante una semana entera. Pero merece la pena armarse de paciencia y darle una oportunidad, porque va mejorando poco a poco. Además, una vez te acostumbras a su estilo narrativo, lo coges con otra perspectiva.
Y bueno, es H.G. Wells. No se puede ir por el mundo sin haber leído nada de Wells, ¿no?
Título original: The Time Machine and Other Stories (La máquina del tiempo y otros relatos, 320 pags.)
Autor: H.G. Wells
Editorial: Valdemar, 2007
Idioma original: Inglés (traducción de Rafael Santervás)
En esta antología, que representa una pequeña ventana a la amplia producción literaria de Wells, se nos presenta una de sus historias más célebres: "La máquina del tiempo", el relato de un viajero obsesionado por su ansia de conocimiento. Pero siete relatos más acompañan a esta novela corta, haciendo gala de la habilidad y el gusto de Wells por la ciencia, la especulación, el misterio y, sobre todo, el arte de contar historias.
Reseña crossposteada en GR.
Tenía muchas ganas de leer esta antología desde hace mucho y, en cierto modo, terminó decepcionándome. Acostumbrada al dinamismo de Stevenson y de Daniel Defoe, Wells me ha resultado espeso y cargante en más de una ocasión. Sobre todo en la que debería haber sido la obra estrella de este tomo, "La máquina del tiempo", porque tiene pasajes bastante insufribles que retrasaron muchísimo mi lectura por pura desmotivación. Sin embargo, los demás relatos están muy bien escogidos y se han encargado de diseñar una distribución muy acertada, colocando en último lugar la mejor historia de toda la antología. Eso consigue que termines el libro con muy buen sabor de boca y olvides en parte los irregulares inicios.
Como sucede con todas las antologías, la calidad de los distintos relatos que la integran es bastante dispar. "La máquina del tiempo" no es sólo la primera novela corta de Wells, sino también una obra relativamente temprana dentro de su bibliografía general, y eso se nota bastante. A pesar de tener un argumento sencillo e interesante, el relato se alarga demasiado a base de divagaciones y más divagaciones del viajero del tiempo, que es quien cuenta la historia en retrospectiva. En realidad, toda la novela es una excusa para que Wells especule sobre la evolución de la raza humana, tanto física como socialmente; y especula de forma tan descarada que a veces parecías estar leyendo un tratado científico, más que un relato de ficción. Todo el desarrollo de la trama y la acción se veía lastrado por ese aspecto.
Uno de sus mayores puntos en contra es que el propio capítulo inicial es demasiado potente. Te sueltan en la historia como si te lanzaran de una patada a la jaula de los tigres, y el exceso de información, el no saber de qué rayos se está hablando, puede ejercer un efecto muy negativo en el lector, sobre todo si ésta es su primera aproximación a la obra de Wells. Por si fuera poco, los primeros capítulos del relato del viajero en el tiempo son también los más densos y aburridos. Un detalle minúsculo puede dar pie a páginas y páginas de monólogo mental que se hacen pesadísimas.
El ritmo no empieza a remontar hasta casi la mitad de la novela, cuando por fin se introduce la figura de los Morlocks (esos siniestros habitantes subterráneos que ya forman parte del imaginario popular de la ciencia-ficción universal) en contraposición a los Eloi, los amables (y estúpidos) habitantes de la superficie. Es entonces cuando de verdad se pone en marcha el plan del viajero para volver a casa. Pero, incluso entonces, sus peripecias se sienten insulsas. Todo es demasiado fácil, siempre encuentra milagrosamente todo lo que necesita. El asunto de las cerillas se llevó a un nivel absurdo (tanto, que se convirtió en una broma interna para mí). En parte es entrañable, porque desde nuestra perspectiva es imposible no percibir la inocencia de la ciencia-ficción decimonónica y juzgarla con una visión paternalista. Pero, aun así, Wells optó por el camino fácil en más de una ocasión. Y tampoco ayudó el hecho de que el viajero en el tiempo fuese un personaje tan terriblemente pedante. O que Weena, el otro único personaje con cierto papel en la historia, fuese una absoluta niña-mascota. En todos los sentidos.
"Me dolió pensar lo breve que había sido el sueño de la inteligencia humana. Se había suicidado. Se había propuesto dirigirse resueltamente hacia la comodidad y el bienestar, hacia una sociedad en equilibrio con la seguridad y la estabilidad como lemas, y había realizado sus deseos... para al final llegar a esto. (...)
(...) La naturaleza no apela nunca a la inteligencia hasta que el hábito y el instinto han resultado inútiles. No hay inteligencia donde no hay cambio ni necesidad de cambio. Sólo aquellos animales que tienen que hacer frente a una gran variedad de necesidades y de peligros están dotados de inteligencia."
(pags. 126-127, "La máquina del tiempo")
Sin embargo, las reflexiones de Wells sobre el futuro de la raza humana son muy interesantes: el efecto que nuestro sistema socioeconómico tendrá en la humanidad dentro de ochocientos mil años, cómo puede escindirse de nuevo la raza humana creando diferentes subespecies para adaptarse a los distintos medios, qué quedará de humano en nosotros cuando hayamos salvado todas las barreras naturales y no tengamos nada más que hacer que tumbarnos al sol… También manejó con habilidad lo que representan los Morlocks y los Eloi, y consiguió dar a los primeros un halo siniestro que de verdad resultaba inquietante y repelente. Sigue habiendo demasiada paja que habría sido necesario podar o distribuir de otra manera, pero la novela consigue remontar lo suficiente como para que dejar una impresión más favorable.
No obstante, son el resto de relatos los que brillan más, a nivel artístico. Ya sea por tratarse de un formato más corto o por pertenecer a una etapa un poco más madura (están escritos entre 1899 y 1906, con la excepción de "La perla del amor", que ya es de los años 20), se nota cierta evolución en su estilo que los hace más ágiles y amenos. También es probable que sea la variedad de temáticas la que los aligera, mientras que en los textos de aire científico Wells sigue escorando hacia el tecnicismo más estricto (como sucede con "Los acorazados terrestres", donde retoma la misma prosa farragosa que en "La máquina del tiempo").
Los más modestos son "El reino de las hormigas" y "Los acorazados terrestres". Ambos aportan interesantes reflexiones: el primero sobre la posibilidad de que alguna otra especie animal desarrolle conciencia y plante cara a los humanos, y el segundo sobre cómo la tecnología y la ciencia se impondrán a la mera capacidad física del hombre; pero su prosa está menos cuidada, es más apresurada y un poco más inconexa a veces, demasiado ansiosa por soltar la idea y terminar. Más interesante e incluso divertido es "Una visión del Juicio Final", donde Wells presenta la verdadera vara de medir con la que nos recibirá Dios el día del Juicio. Tanto "El traje maravilloso" como "La perla del amor" son pequeños cuentecitos que sorprenden tanto en su sencillez como en su mensaje. Pero las dos grandes joyas de la antología son "La puerta en el muro" y "El país de los ciegos", cuya lectura es maravillosa.
"La puerta en el muro" es de corte más fantástico, basado en la mítica idea de la puerta mágica que nos transporta a otro mundo mucho mejor que el nuestro; pero Wells le da un aire inquietante difícil de describir. Hay algo en la forma en que Wallace cuenta su historia, o quizá en la historia en sí, que te hace sentir incómodo, como si ese espejismo de felicidad absoluta ocultase algo muy oscuro. Es una de esas narraciones en las que el desenlace hace encajar todas las piezas y, aun así, deja un interrogante flotando en el aire para que el lector saque sus propias conclusiones. En este relato, Wells está sobresaliente.
"Más tarde lamenté mi puntualidad... al menos podía haberme asomado para saludar con la mano a aquellas panteras, pero para entonces ya sabía que no hay que volver a buscar a destiempo aquello que no se ha encontrado buscándolo."
(pag. 257, "La puerta en el muro")
Pero incluso mejor es "El país de los ciegos", cuya trama se construye sobre el refrán de En el país de los ciegos, el tuerto es el rey, y que en realidad nos demuestra que en el país de los ciegos, el tuerto es un deficiente. Wells juega con la idea del choque cultural, así como con esa manía egocentrista que tenemos de juzgar siempre a los que son diferentes a través de nuestros propios esquemas mentales. Tanto Núñez como los habitantes del país de los ciegos son incapaces de comprender al otro, porque manejan conceptos incompatibles. La originalidad con la que está planteada la idea, la brillantez con la que da volumen al país de los ciegos, la forma en la que se desarrolla la trama y se construye la tensión, la capacidad que demuestra una vez más para darle ese toque siniestro a la historia… todo esto hacen de este relato uno de los mejores de la antología y, personalmente, mi favorito.
En cuanto a técnica literaria, Wells siempre recurre al mismo sistema narrativo que, por otro lado, era el más popular de la época: narrador testigo y narrador protagonista, ya sea por separado o incluyéndolos ambos en el mismo relato (como es el caso de "La máquina del tiempo" y "La puerta en el muro"). Wells siempre está contando una historia y siempre la escribe como si, de hecho, la estuviera contando, porque X persona se la ha relatado previamente a él. Con la excepción de "Los acorazados terrestres" y "El traje maravilloso", que están escritos en tercera persona con narrador omnisciente, todos los demás siguen el mismo sistema. Y funciona bien: favorece la inmersión del lector y crea una ambientación atractiva (más a nivel psicológico que espacial). Es interesante, sobre todo, cuando nos presenta una historia dentro de otra historia. Pero su registro fuertemente formal y su excesiva seriedad, sin ninguna chispa de humor que ilumine la narración, le pasa factura cuando se deja llevar por su afán especulativo.
La máquina del tiempo y otros relatos ya merecería la pena aunque sólo fuese por contar con ese gran clásico de la ciencia-ficción decimonónica, pero la selección de relatos que lo acompaña es una gran oportunidad para poder echar un vistazo al genio quizá menos conocido de Wells. A pesar de que no me gusta demasiado el formato de esta edición de Valdemar (el tamaño A6 es bastante incómodo), todos los demás aspectos están muy cuidados, así que se gana a pulso su puesto en nuestras bibliotecas.
Voy a tener que coger un poco con pinzas a Wells después de esto, pero estoy muy interesada en La isla del doctor Moreau desde hace tiempo y, en menor grado, en El hombre invisible y La guerra de los mundos. Así que no creo que éste sea mi último contacto con él. Eso sí, no están entre mis prioridades más inmediatas.
De momento, ya estoy totalmente sumergida en Solaris, el segundo libro elegido en Sociedad Literaria, y me alegro lo indecible de que lo incluyeran en la lista, porque me está pareciendo una maravilla. Me tiene enamorada. Pero de eso ya hablaré la semana que viene.