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El corazón más plano de la tierra,
el corazón más seco,
me mostró su
ternura.
Y yo tuve vergüenza de la mía.
Tuve vergüenza de los himnos
largos,
de las constelaciones derramadas,
de los gestos nupciales y
espumosos,
de las escarapelas del amor,
de los amaneceres
desplomados.
Y también tuve miedo.
Miedo de las palabras que no
cantan,
miedo de las imágenes que sobran
cuanto tanto ser falta,
miedo
de los roedores que se baten
en la iglesia vacía,
miedo de las
habitaciones bautismales
que se llenan de águilas.
El corazón más
plano de la tierra
me hizo aprender el salto en el abismo
de una sola
mirada.
Roberto Juarroz