EPISODIO21
-INTENCIONES OCULTAS-
Abrir los ojos nunca antes resulto algo tan doloroso, jamás imagino que algún día desearía no volver a abrirlos. Pero si cumplía sus anhelos, estos se convertirían en la sentencia de muerte de Sam y eso era algo que no podía permitirse por ningún motivo. Su trabajo, su deber era cuidar de su hermano sin importar nada. Ni siquiera el mismo.
Por eso en cuanto salió de aquella oscuridad en la que Lucifer le sumió durante tanto tiempo lo primero que hizo fue levantarse y casi salir corriendo a entregarse. Porque esa había sido la condición de Lucifer para liberar a Sam y después de todo lo que le había hecho ver, no iba a dudarlo ni un segundo.
Pero fue la mano de Bobby la que le devolvió a la realidad, haciéndole saber que sea lo que fuera a intentar, no le resultaría fácil con todos ellos a su alrededor. Mucho menos con Castiel y Liam que le conocían demasiado bien.
- ¡Hey! Dean, ¿Qué pasa muchacho? Nos has dado un susto de muerte. - su voz denotaba preocupación y cierto alivio, cosa que no paso desapercibida por el cazador joven.
- Estoy bien Bobby, solo… solo necesito salir de aquí. - dijo cuando fue consciente del lugar en el que se encontraba su respiración era entrecortada aun agitada por las pesadillas, por lo que su voz salió casi en un suspiro que a duras penas fue escuchado por el curtido cazador.
Pero antes de siquiera terminar de hablar ya se encontraba en la puerta con la palma de su mano casi sobre ella, cuando su escudo se levanto evitando que la abriera.
- ¿Qué demonios? - soltó con sorpresa al verse envuelto en el fino manto.
- Liam nos encerró aquí para protegernos. - le aclaro Bobby a su espalda.
- ¿Protegernos de que? - pura incredulidad en su voz, sus cejas levantadas y los ojos abiertos de par en par solo incrementaban la sensación de Bobby de que algo no iba bien con el cazador, ahora el miedo era casi palpable.
- Allá afuera se libra una batalla entre ángeles Dean, y Liam quería que estuviéramos seguros de ellos.
- ¿Encerrándonos como a perros Bobby? - reclamo sintiendo como la ira se hacía con su cuerpo. Impotente para salir en busca de Sam. La sola idea de perder más tiempo lo estaba matando.
- Dean, tú estabas inconsciente y él no quería preocuparse por nosotros más de lo que ya lo está y pensó que estando aquí abajo estaríamos bien, así que reforzó los conjuros para que nada, ni nadie saliera. Conociéndonos supuso que en cuanto te despertaras no te estarías impasible así que… solo se aseguro de que no hicieras una idiotez. - soltó de un tirón el cazador.
- ¡Con Una Mierda! - grito molesto.
- Cálmate Dean, ellos estarán bien. - intento tranquilizarlo.
- ¡No, Tu no entiendes! - volvió a gritar. Esta vez lanzándose en contra de la puerta golpeándola con violencia intentando salir de ello.
La puerta comenzó a brillar ligeramente debido a los golpes que recibía por parte del puño del cazador envuelto en el escudo que le protegía, la energía celestial en conflicto con la del hechizo de protección sacaban chispas al contacto después de unos segundos de estar siendo enfrentadas.
- ¡Liam Déjame Salir! - gritaba una y otra vez sin detener ninguno de sus golpes contra la puerta que le detenía.
Bobby solo observaba incrédulo al cazador, por un momento no entendió que era tan importante como para querer salir de esa manera tan desesperada. No le hizo falta mucho tiempo para comprenderlo y el mismo Dean se lo confirmo momentos después.
- ¡SAAAAM! - grito con todas sus fuerzas al borde de un colapso.
Los recuerdos de su hermano llegaron a su mente, su llanto asustado el día que su padre lo puso en sus brazos, ese mismo día en que lo perdieron todo y su vida se fue a la mierda.
Las sonrisas de un Sam de cuatro años cuando él, cómo su hermano mayor le conseguía el caramelo que deseaba, aunque después John los regañara a ambos, que sinceramente no importaba porque Sam estaba feliz y sonriente con esos pedazos de normalidad que él le podía dar. La cara furiosa de su hermano el día que se enfrento a su padre por querer irse a Stanford para obtener una vida que siempre les fue negada al ser arrastrados de aquí para allá en una carrera por venganza.
El dolor de su rostro cuando le vio subirse a aquel autobús que los separo durante dos años. Los juegos entre los coches destrozados y oxidados en el patio de Bobby, las lágrimas… los miedos.
Todo el amor que sentía por su hermano se hizo presente en ese simple momento, junto con sus lágrimas de impotencia y sus golpes furiosos.
- ¡SAAAAMM! - grito una vez más en un desesperado intento de llegar hasta él.
Aquel escudo comenzó a resplandecer con una intensidad completamente ajena a su fuerza. La luz dorada se expandía con rapidez por la pequeña habitación cegando al cazador tras Dean, un golpe resonó contra la puerta con fuerza, tal vez con más fuerza de la que jamás había escuchado antes. Cuando por fin la luz desaparecía y logro enfocar nuevamente, parecía que un huracán había pasado por ahí. Fijo su mirada en donde alguna vez estuvo la puerta encontrando en su lugar un boquete enorme, con los escombros de lo que alguna vez fue parte de la pared. Dean ya no estaba en la habitación.
La puerta de la casa del cazador salió arrancada desde sus goznes por una fuerza sobrenatural que ninguno de los tres ángeles reconoció. Un poder inmenso que desapareció tan rápido como había llegado.
En ese preciso instante Raphael huyo como el cobarde que era al sentir tan abrumadora fuerza.
En el marco destrozado de la entrada se encontraba Dean, quien les miraba con sorpresa y un inusitado miedo en sus verdes ojos, que a su vez se encontraban empañados por una fina barrera de lágrimas.
El cazador cayó de rodillas al piso gastado de madera, imposibilitado para contener el llanto que emanaba de sus ojos. Era tanta la impotencia que sentía en esos momentos que no hallaba la manera de poder desahogarse que no fuera otra que aquel flujo cálido y salado que muy pocas veces se permitía.
Sam estaba con él, con Lucifer y todo por su culpa, siempre por su culpa. Si tan solo no hubiese nacido, si tan solo Sam no hubiera tenido la mala suerte de ser su hermano nada de esto le estaría pasando.
Dean levanto la mirada del suelo y observo claramente las alas resplandecientes de Castiel, un increíble sentimiento de paz invadió su cuerpo en ese momento, pero fue tan fugaz que lejos de hacerle sentir bien, le lastimo. Puesto que le remarco la realidad de su situación, el no podía estar tranquilo, ni en paz, no ahora, no en esos momentos, no hasta tener a Sam de vuelta a su lado.
Lentamente aquellas alas luminosas comenzaron a hacerse más brillantes e intensas, hasta el punto de llegar a lastimarle. A punto estuvo que sus ojos se quemaran por la luz que emanaba del cuerpo de Castiel, de no ser por el cuerpo de Liam que se abrazo al suyo; el serafín protegió a Dean de la gracia del ángel antes de que fuera tarde. Aun no se explicaba cómo pudo soportar ver las alas de su hermano, pero suponía que tenía algo que ver con la extraña energía que emanaba de él, combinada con la fuerza del escudo que le protegía.
- ¿Dean estas bien? - la preocupación sonaba en cada palabra pronunciada, aunada a la fuerza de su abrazo y la delicadeza con la que limpiaba las lagrimas del rostro.
- Sam… - era un doloroso sollozo más que una palabra. - …esta con el Liam, el lo tiene y lo… - la voz rota y el dolor fueron demasiados para seguirlos reteniendo, y el llanto aumento su fuerza alimentado por ellas. - Va a matarlo si no me entrego.
- ¿Entregarte? - la incredulidad en su voz fue más que evidente, no entendía porque Lucifer quería que Dean se entregara, a menos que... por fin se halla dado cuenta.
Los pensamientos del serafín eran un completo caos, si lo que cruzo por su mente en ese momento era cierto, probablemente todo estaría perdido.
- Dice que me quiere para joder a Michael, si me entrego dejara a Sam en paz.
- Michael esta muerto Dean, sea lo que fuese que Lucifer quería de ti, ahora es completamente inútil. - la voz del serafín a pesar de estar calmada asusto al cazador. Ahora que no había nada que Lucifer necesitara de él, no había motivo alguno para que mantuviera con vida a Sam.
Está a punto de gritar de volverse loco por todo aquello cuando la voz de Lucifer se coló nuevamente por su mente.
- “Ven a mi Dean, aun tienes una oportunidad” - su voz sonaba como el siseo de una víbora, sabía que no podía confiar pero el deseo de salvar a Sam lo superaba todo, incluso su sentido común.
Lo único que le quedaba era ir a su propia perdición pero para ello necesitaba librarse de sus guardianes, así que hizo lo único que le permitiría hacerlo, mentir.
- Debo… - pero antes de siquiera continuar fue interrumpido por Liam.
- Lo salvare Dean, lo prometo. - le susurro la voz dulce de su guardián, Dean se removió entre los brazos de Liam pero estaba tan cansado que sin darse cuenta quedo sumido en un sueño profundo libre de toda pesadilla, solo acompañado por el aroma y el calor del cuerpo de Liam acunándolo.
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Sus pasos resonaban pesados por la enorme habitación, lugar que ahora no le parecía tan grande después de ver como su hermano sufría al verlo morir de tres formas distintas. Cada una peor que la anterior, pero la que llego a perturbarlo fue la última; el bastardo de Lucifer había osado jugar tan bajo solo para que Dean se entregara a él para quien sabe que retorcido propósito.
Pero si de una cosa estaba seguro era que ninguno de los dos saldría vivo de ahí si el maldito arcángel conseguía lo que quería.
La visión que ante el apareció en la superficie reflejante del enorme espejo de la pared frente a su cama había logrado descolocarlo, enfurecerlo y hacerlo odiarse a si mismo, todo al mismo tiempo que veía como Dean se desmoronaba frente a él debido al dolor que esas jodidas ilusiones le causaban. Por millonésima vez en su vida maldecía ser la necesidad de Dean por cuidarle, aquello solo le había traído dolor y más dolor al mayor de los Winchester y eso solo hacía que Sam se sintiera miserable al condenar a su hermano de esa forma.
La primera de todas ellas le causo un escozor por todo el cuerpo, pareciera que el cuchillo que cortaba su piel en el espejo también lo hacía en la realidad, el demonio que le vigilaba sonreía con placer, al parecer el bastardo también lo podía ver. Pero todo eso paso a segundo término al ver a su hermano cerrar los ojos con fuerza, negándose a lo que sus ojos veían delante de él.
Desde donde estaba podía sentir su impotencia, su dolor al no poder acercarse y ayudarlo.
La segunda alucinación hizo que la boca se le secara de golpe, el verse a sí mismo con un semblante vacio de toda expresión o sentimiento que no fuera odio y rencor reflejados en sus ojos fue demasiado, al verse poseído por Lucifer fue algo abrumador en ese momento se dio cuenta de lo que sentía Dean al verlo consumido por su deseo de sangre y más que nunca deseo jamás haber caído en el juego de Rubí.
SEGUNDA PARTE