Hasta que un canto bajo y tembloroso despertó a Hermione de su letargo. Un grito, un golpe y una patada acabaron con el sueño de golpe. Asustada se descubrió desnuda en la cama de alguien. Agarró la sábana que tenía más cerca y envuelta en ella se estiró para saber con quién dormía. Lo último que recordaba era algo sobre una boda con Malfoy, así que lo primero que se preguntó fue si no habría formalizado oficialmente ya el matrimonio. Le hubiera pegado un grito y hubiera tratado de saber qué había pasado, si la cara bañada de sudor de Malfoy no le hubiera dado la pista de que algo no iba bien. Draco se movía para todos los lados, y gemía palabras sin sentido. A veces abría la boca con la pasión de quién ha estado a punto de ahogarse, o boqueaba y tosía sangre. Fuera lo que fuera lo que pasaba estaba claro que tenía menos prioridad que lo que estaba sucediendo en ese instante. Buscó su ropa rápidamente, y aunque se sorprendió encontrar su ropa interior en el otro lado de la cama, no se preguntó más por ello. Trató de despertar a Malfoy con suaves toques, y golpecitos. Evidentemente no hubo manera. En ese momento, el canto tembloroso que la había despertado se hizo más grande y Hermione se dio la vuelta.
Un especie de buitre pequeño y de color negro verdoso había entrado por la ventana. Escuálido, como si hiciera días que no se alimentara bien, Hermione tardó unos segundos en reconocerlo. Era un augurey, o un fénix irlandés, que también habitaba los bosques del norte de Europa. Recordó entonces que era uno de los pocos animales que podía atravesar el Bosque de los Enáneres sin que las sombras lo afectaran. Pero, ¿qué hacía allí? El ave agitó las alas y Hermione se apartó de Malfoy, que seguía sufriendo en sueños una de las tantas pesadillas que le visitaban por las noches. El animal echó a volar de nuevo y se posó sobre la almohada del chico, sobre el que derramó un par de lágrimas. Hermione no recordaba que Malfoy tuviera herida alguna cuando le había mirado a la cara durante el baile, así que sospechó que se las había infligido así mismo durante la pesadilla. Una vez cicatrizadas, el ave desplegó las alas y se fue volando por donde había entrado. Hermione se acercó despacio a inspeccionar el rostro de Draco, quien seguía sufriendo por los recuerdos que Hermione había conseguido bloquear a base de pensar en otras cosas, estar ocupada cuando se haya despierta y dormir profundamente agotada.
-Malfoy, Malfoy escucha. Despierta. -Le zarandeó sin mucha fuerza.
Entonces Malfoy gritó, y de todos las palabras que hubieran podido dejar helada a Hermione por la sorpresa, ésta fue sin duda la que más lo hizo. Su nombre en boca de Malfoy sonaba raro, algo desafinado y desde luego carente de todo el cariño con el que sus amigos solían pronunciarlo, ni qué decir Ron. Ay, por Merlín, Ron. ¿Qué pensaría cuando le dijera lo que acababa de pasar con Malfoy? Probablemente lo mataría. Aunque ninguno de los dos tuviera muy claro qué había ocurrido exactamente. Sacudió la cabeza y concentró todas sus fuerzas en despertar a Malfoy, pero antes de que pudiera hacer nada el augurey entró por segunda vez, estaba vez cargando una pequeña cría de gato entre las patas. Dejó caer al alimalito sobre su pecho, y éste se acurrucó buscando un rinconcito. Cuando la pequeña criatura se encontró por fin a gusto, empezó a ronronear y el sueño agitado de Draco a tranquilizarse al ritmo del ronroneo de lo que Hermione sospechó que era un Enáner y el canto del augbrey. Tratando de no asustar al pájaro y a su acompañante, Hermione sacó la varita y pronunció un hechizo de seguimiento y lo dirigió hacia el Enáner. Después, esperó a que ambos animales se fueran para arropar a Draco y marcharse de allí. Abandonó el castillo, agarrada a los lomos de su aetronan, solo con la luna iluminando su camino. Tal y como había imaginado, la aventura acababa de empezar y, por esa noche, había tenido más que suficiente. Se duchó y se metió a dormir con la emoción de quien ha hecho una travesura y al día siguiente sabe que va a a ser navidad. Era posible que encontrara lo que llevaba tanto tiempo buscando: el nido de los Enáneres. Sin embargo, la imagen que tuvo antes de conciliar el sueño no fue la del suave y cariñoso enáner en el pecho de Draco sino los labios de éste posados sobre los suyos.
No fue hasta pasados dos días, cuando volvió a cruzarse con Draco. Bob y ella llevaban desde que Hermione descubrió la existencia del enáner tratando de dar con el nido de su comunidad sin éxito. Hasta que hicieron el mismo recorrido que les mostraba la brújula mágica con su aetronan, no hubo manera de dar con ellos.
-¿Qué hacéis vosotros aquí? -Les sobresaltó una voz detrás de ellos.
Bob levantó la mirada del mapa que llevaba entre manos y buscó al dueño de aquella frase. Draco Malfoy, vestido para ir a montar, llevaba a su aetronan de las riendas y se había acercado a ellos.
-Señorito -tartamudeó pues no estaba muy seguro de que al joven Malfoy le gustara lo que él tenía entre manos.
Hermione se volvió y descubrió al chico. Trató de permanecer fría y distante, como si no recordara qué había pasado la noche anterior. En concreto, la sensación al levantarse, porque de lo demás, es que no tenía ni la menor idea. De repente, sin embargo, su varita vibró y el aetronan relinchó con fuerza.
-Shh, es por aquí. Estamos llegando -susurró emocionada.
-¿Adónde? -Preguntó Malfoy dividido entre la curiosidad y la rabia porque ella no hubiera dado señales de preocupación por la noche de hacía unos días.
-Shhh -le chistó el sobrino de los guardabosques, lo cual no hizo sino crispar aún más a Draco, quien tuvo que seguirlos.
Se adentraron poco a poco en la niebla que crecía entre la maleza, y a pesar de que la oscuridad se hacía más y más húmeda y pesada según avanzaban, no se detuvieron. El suave canto del augurey que a veces se oía entre las paredes del palacio del duque envolvía la noche que de repente había caído sobre ellos.
-Lumos -susurraron Draco y Bob dado que la varita de Hermione estaba ocupada guiándoles a nadie sabía muy bien donde.
La suave luz que ambas varitas emitían creaban les daba la sensación de que estaban descubriendo un secreto prohibido. Los árboles empezaron a desaparecer y se encontraron con que en su lugar había muros de piedras llenos de enredaderas, y tejados de madera carcomidos por el tiempo donde ya sólo quedaban algunos clavos de hierro y tejas rotas en el suelo. Caminaron por una calle amplia que las flores decoraban y animaban con sus colores. Antaño debía haber sido un lugar precioso, pues incluso en ese momento, con la decadencia y el peso del tiempo sobre él, lo seguía pareciendo.
Se detuvieron cuando los aetronans se negaron a avanzar, y tuvieron que tirar de sus riendas para convencerlos. A regañadientes, las fieles monturas los siguieron, pero su relincho de pánico les alertó y les hizo escuchar el viento que susurraba entre los árboles palabras de un encantamiento que ninguno de ellos conocía. Y, de pronto, miles de fantasmas salieron de los muros de las antiguas mansiones de aquel pueblo olvidado y sepultado entre las leyendas. El Bosque de los Enáneres se reveló ante sus visitantes, y les mostró la alegría que reinó una vez allí, cuando nadie tenía que buscar una razón para sonreír porque nadie conocía la tristeza. Les enseñó los rostros de aquellos que se olvidaron de ser valientes porque no conocían debilidad que tuvieran que superar, miedo al que enfrentarse, ni terror ni pena ni desagrado porque convivían con los únicos seres capaces de alimentarse de ello. Les enseñó porqué el mundo necesita de los horrores que lo pueblan para que los hombres sean conscientes de su fuerza, y no se conviertan en fantasmas de sí mismos, en seres sin poder para superarse y levantarse en los peores momentos.
Y en medio de la danza que aquellos brillantes cuerpos sin más esencia que la de un suspiro, destacaba un grupo de animalitos pequeños que ronroneaba ante las palabras de algo que sonaba remotámente humano y conocido.
-¡Oswald! -Murmuró Draco sorprendido, y Bob y Hermione miraron en la dirección que el joven indicaba.
Ahí estaba el duque, sonriendo y acariciando a los enáneres que se reunían a su lado, en busca de algo de algo de comer y se iban alejando cada vez más y más de él, mientras que su sonrisa se ensanchaba y de sus labios salían una dulce canción. De pronto los vio, a un par de metros de distancia de él, y una sombra cruzó por su rostro. Un enáner saltó sobre él y acercando su sensible hocico al cuello del duque hizo desaparecer cualquier asomo de rabia que éste tuviera. Fue tan rápido que si no hubieran estado predispuestos a creer cualquier cosa que vieran allí, por muy inverosimil que pareciera, no se hubiera dado cuenta ninguno. Pero Bob y Hermione llevaban tras ese secreto demasiado tiempo, y Draco siempre había sabido maravillarse y aceptar todo cuando la magia le confiaba. Al fin y al cabo, la principial diferencia entre un muggle y un mago era que el primero siempre buscaría excusas a lo que realmente estaba sucediendo en lugar de aceptar las cosas tal y como eran.
Tras varios ataques de ira anulados por los enáneres que ahora se acercaban más al duque y estaban empezando a hacerlo con los nuevos visitantes, los cuatro se sentaron a hablar. La conversación entre el duque y Bob reveló a Hermione que cuando éste le había dicho que conocía al duque se había ahorrado el doloroso detalle de explicarle que habían sido grandes amigos.
-Pero, Oswald, por favor, ¿qué pasó? ¿Por qué volviste y cerraste el paso a la Universidad? ¿Por qué cargar tu con todo el peso de cuidar una especie?
-Porque si el mundo supiera de su existencia, todo el mundo querría uno. Y al final sería peor que tener un dementor. Los dementores se alimentan de nuestra energía positiva, pero sabemos enfrentarnos a ellos creando patronus, recolectando nuestros pensamientos alegres y superando el dolor. Pero los enáneres son los seres contrarios, y nadie quiere recordar los momentos malos. Nadie quiere enfrentarse a lo que le hace daño si puede evitarlo. Puede que un par de ellos en el mundo ayudaran al principio, pero al final todo sería una desgracia mayor.
-Pero entonces morirán. Necesitan de los hombres y sus tristezas para sobrevivir. Oswald, sin nosotros, los enáneres se mueren -se preocupó aún más Bob.
-Les alimento yo. -Suspiró el duque y al revelar aquel secreto pareció que se había quitado miles de años encima.
-¿Cómo? -No pudo evitar interrumpir Hermione.
-Bueno, lo intento. No es fácil encontrar razones para estar triste cuando vives con ellos, pero trato de que mi vida sea su fuente de alimento.
-¿Destruyes tu propia felicidad solo para que esos bichos sobrevivan? -En la cabeza de Draco aquello no tenía ni pies ni cabeza.
-¿No te sientes más feliz cuando vuelves a casa después de dar un paseo por el bosque, Draco? ¿No sientes como si pudieras enfrentarte a cualquier cosa y vencer cualquier barrera? ¿No sientes cómo tus pesadillas van desapareciendo poco a poco? -Le preguntó con intención Oswald.
-¿Mi padre sabía...? -Preguntó Draco sorprendido.
-No, tu padre no sabía nada. Ni siquiera de mi existencia hasta que yo mismo le escribí. Después de pasar lo que habías pasado, esperaba que tu trauma fuera tan inmenso que pudieras alimentar al menos durante un tiempo a mis pequeñas criaturas.
-Vaya, gracias -respondió con un deje sarcástico Draco.
-Pero el caso es que les has ayudado un poco, y cuando llegó tu amiguita de Hogwarts también se repusieron.
Tenéis tanto dolor acumulado, y la presencia del otro os duele tanto, porque os recuerda algo que no sabéis enfrentar, sea lo que sea, que una parte de vosotros no cesa de supurar dolor, y de eso se alimentan los enáneres. Si os casaráis, no podríais mataros, pero podríais alimentar medio bosque con vuestros odios y miedos, a los que nunca habéis prestado verdadera atención.
-Por eso la herencia... -entendió Hermione de repente.
-No puedo dejar estas tierras a nadie, y menos a la Universidad que trata de salvar al mundo entero de su propio egoísmo. Porque en su propia generosidad, acabaría peor. El mundo necesita de dos fuerzas contrarias para sobrevivir, y sacar solo lo bueno de la gente, por arte de magia, sin que ellos mismos aprendan cómo buscar ese poder, sólo sería peor.
-Pero si tan feliz te sientes, ¿por qué parece que vas destruyendo todo lo que tocas? -Se crispó Draco finalmente que no acababa de entender lo que pasaba, y se negaba a hablar de sí mismo.
-Porque no soy un hombre que disfrute haciendo daño, y ver el dolor que origino me da la tristeza necesaria para que ellos puedan comer.
-Pero eso es horrible -se escandalizó Bob -. No puedes seguir haciéndote eso. Como amigo tengo que prohibírtelo, Oswald, lo siento.
-Tú no lo entiendes. Es el patrimonio de mis padres, de mis abuelos, de todos mis antepasados. Todos tuvieron que llevar esa carga durante un tiempo, ese secreto que mi abuelo nunca entendió del todo, y quiso usar para beneficio común. Por eso tanto él, como mi padre y yo estudiamos la magia del Bosque de los Enáneres, y cuando descubrimos qué significa exactamente cuidar de él, mi madre no pudo soportarlo y mis padres huyeron de aquí. Todos huimos de aquí, pero el temor de mi padre de que la Universidad descubriera lo que el Bosque guarda con tanto celo fue tan grande que yo tuve que volver. Volver y buscar una forma de que el Bosque sobreviviera y algún heredero que cuidara de él. No podía enseñárselo a cualquiera.
-Yo no lo hubiera hecho si no... -empezó Hermione, pero Draco la interrumpió:
-Si no la hubieras drogado cuando vino a cenar -le echó en cara a su primo, pues aquello seguía sin encajar del todo.
-Todo el mundo dice en Gran Bretaña que ella es la Chica que Salvó al Chico que Sobrevivió. Si ha sido capaz de salvar a vuestro país -ignoró el resoplido de Malfoy -, ¿por qué no iba a salvar mi bosque?
-Porque no sé salvar algo que no pretende ser destruido con odio. No sé combatir la bondad y la generosidad -musitó Hermione que, de pronto, entendía lo que estaba pasando. -Lo siento, pero no sé cómo hacer eso.
-Entonces, no me queda más remedio que acabar con vosotros. -Suspiró el duque con una tristeza que atrajo a una decena de enáneres junto a él. -Nadie más puede saber lo que está pasando aquí.
-¡Espera! -Gritó Bob sin saber muy bien qué hacer.
-¿Tienes alguna otra solución ? -Le preguntó Oswald.
-¿De qué servirá matarnos? -Trató de ganar tiempo Draco mientras descubría, a su pesar, que tenía la mano de la varita congelada y no podía mover los dedos.
-Oh, no os voy a matar a todos. Sólo a ella. -Respondió Oswald apuntando con la varita a Hermione.
Hermione, entonces, cayó en la cuenta de lo imposible que era actuar para defenderse cuando todo tu cuerpo lanza mensajes a tu cerebro de confianza, de falta de temor, de que todo va a salir bien porque todo está bien. Todo el valor que había descubierto que tenía durante la batalla de Hogwarts había desaparecido, pero no por un hechizo del duque, sino porque no había miedo al que enfrentarse. Porque el valor, solo es nuestra capacidad de mirar al miedo a los ojos y demostrarle que somos fuertes frente a la adversidad. Pero sin estos factores negativos, no podemos crear la fuerza para combatirlos.
-¿Por qué ella? -Preguntó presa de la angustia Draco, que vio de pronto todos los temores que había imaginado cuando descubrió quién era el explorador cumpliéndose.
-Porque Bob no puede decir nada si no quiere dejar de trabajar aquí y que sus tíos abuelos se queden sin hogar. Porque tú no vas a volver a tu hogar, por supuesto, y tendrás que vivir con un peso más en tu conciencia. Porque no pudiste salvarla de tu tía Bellatrix, como gritas por las noches, y tampoco lo harás de mí. Porque es lo último que realmente quiero hacer, pero es mi deber. Una muerte es algo que deja una huella que nunca se borra en el alma de alguien, y ese peso nos lo vamos a repartir entre los tres, de distinta manera. Cada uno con sus fantasmas y sus pensamientos, con sus angustias y sus miedos, daremos de comer a estas criaturas y así salvaremos el Bosque de los Enáneres.
Quizás fue porque, en el fondo, a Draco siempre le interesaron más bien poco aquellos bichos, o porque más que preocupación, lo que sentía por su primo Oswald era la profunda convicción de que estaba loco de remate, pero fue el único al que el efecto sedante de los enáneres no le afectó y pudo golpear con su cuerpo a Oswald y tirarle al suelo. El resto, a puñetazo limpio, hasta que la varita se separó de los dedos y Hermione, aún demasiado tranquila y sorprendida, le lanzó un hechizo paralizador.
-¿Le dejamos aquí ?-Propuso Draco con algo que pretendía ser cabreo hasta que un enáner se posó en su hombro.
-Eso no solucionaría el problema -suspiró Hermione. -Vamos a llevarle a palacio, y ahí decidiremos qué es lo mejor.
Montaron al duque sobre uno de los aetronan y salieron de allí gracias al hechizo brújula.
En la estación de tren acababan de anuciar que aquel que partía rumbo a Inglaterra, partiría con retraso. Hermione se sentó en uno de los bancos de la estación y metió la mano en el bolsillo, para mirar como estaba su nuevo compañero. Un par de ojos ambar le miraron desde el fondo de éste, y un suave ronroneo le aseguró que todo estaba bien. Era imposible que no lo estuviera si él iba a su lado.
Tras mucho debatir, y examinar los apuntes que Oswald había guardado en su palacio sobre la existencia de los Enáneres, habían descubierto que sólo quedaban cien ejemplares de enáneres. Capaces de adaptarse a cualquier medio, Hermione se ofreció a llevar uno a la isla y si veía que no había ningún problema, volvería dentro de un par de años a por la hembra. Cuando le preguntaron si sabía de alguien que pudiera cuidar de ellos, el nombre de Luna le hizo estar más segura aún de que su misión saldría bien. Además, nadie creería a Luna si ésta hablaba de su existencia, y ambas sabían que era la mejor forma de guardar un secreto. Además, el señor Scamander estaría deseoso de saber cómo se había desarrollado aquella investigación.
Entre Bob y Draco habían convencido a Oswald que lo mejor que podía hacer era volver con su familia durante un tiempo. Draco se encargaría de la hacienda de su primo durante el tiempo que estuviera fuera, porque se negaba en redondo a sustituirle en el papel del Rico Loco que su pariente se había forjado. Bob fue el mensajero que anunció que la Universidad volvía a tener acceso al Bosque de los Enáneres, no sin antes que los dos hicieran un Juramento Inquebrantable ante el duque de no hablar de los secretos del Bosque. Además, reforzaron la ya segura metropoli con un encantamiento Fidelio que convertía a Oswald en el Guardían del lugar.
Aunque la aventura había terminado lo mejor posible dadas las circunstancias, Hermione no podía dejar de sentir que volvía a casa con las manos vacías. La persona que había ido a buscar en su viaje no había aparecido aún, aunque intuía que llegaría pronto. Las dudas que la vieja Hermione llevaba encima cuando partió sólo se habían ido agrandando más y más con el paso de los días, con el peso de haber conocido otras formas de pensar, como la de Bob y los elfos domésticos, la extraña generosidad de Oswald e incluso la gran difencia que según Draco existía entre magos y muggles.
Como último cabo por atar antes de su partida, había ido a su despacho a hablarle de aquella noche que no recordaba. Y, en lugar de ponerse a discutir -era realmente complicado con un enáner cerca -, Draco le había insinuado que quizás ella podía sentir algo por él -o al menos, eso demostraste cuando me montaste -y simplemente no había tenido el valor de admitírselo así misma por miedo a lo que dijeran sus amigos.
Hermione quiso arremeter, pero lo único que le salió fue la débil excusa de que era imposible por sus formas de pensar. Porque él siempre la consideraría de "sangre sucia" y para ella, él era un mago que no sabía lo que era ser un mago. Entonces, él estalló y las verdades que le soltó le hicieron pensar aún más en que, realmente, nunca había conocido a Draco Malfoy.
Quizás Oswald tuviera razón y como pareja para crear miedos, fantasmas, rencores y odios pasados fueran únicos. Pero si algo había aprendido aquellos días era que a veces, de los peores sentimientos, nace el verdadero valor de las cosas. La Guerra de Voldemort le había enseñado la fuerza que da el tener algo por lo que luchar, pero en el Bosque de los Enáneres había aprendido que no todo era tan blanco y negro, y que esa fuerza era tan importante como el propio miedo que la generaba. Que sólo habría héroes cuando el mundo los necesitara.
Y es cuando llega a Londres, y se baja del tren, y descubre a todo la plantilla del El Diario El Profeta, de La Quimera, de Corazón de Bruja y de otros tantos periódicos cuyo nombre desconoce, esperando a que un Draco Malfoy que no esperaba se baja del tren, y se acerca a ella para susurrarle un "recuerda que me debes una" ante de ser detenido por un sonriente Harry Potter y un par de aurores que no conoce para ser sometido al nuevo proyecto Pro-muggle, cuando Hermione comprende que el mundo ha cambiado, y ella con él. Que a lo mejor es tiempo de aprender a ser héroes y villanos al mismo tiempo, humanos al fin y al cabo.
Y a las felicitaciones que le brindan Harry y Ron por devolver a tierra a un prófugo de la justicia mágica, ella les responde, con una sonrisa que sólo Luna y el pequeño Enáner pueden entender, que se ofrece a ser la maestra en las artes muggles de Draco. Quién sabe, puede que Oswald se equivoque, y como pareja sean capaces de algo más que de tratar de matarse el uno al otro.