Intense, methodical and chimeric

Feb 21, 2016 20:27


[2]

1.1

Sus cabellos volaban con tan intensidad que Hanbin se cobijó detrás de una bodega de gas. El último piso de un edificio trivial de Incheon, las luciérnagas siendo sus lámparas de emergencia.

La cuenta regresiva encontraba lo correcto en su franco tirador, dos avenidas más allá y una ventana con una luz improvista y magnifica para la vista de Bobby, era imprescindible.

―Dispara de una puta vez, estoy cagandome de frío―masculla Kim Hanbin.

En las reglas que le dictaron a la edad de seis años se les dijo que nunca aparten la vista de su objetivo, sin embargo, en esos segundos, la víctima no era la fuente de concentración de Bobby.

―¿Qué harás después?

―¿Ramen comprado y televisión por cable? ―es más bien una pregunta que una respuesta, Bobby lo deja pasar―¿Qué vas a hacer tú?

Bobby desvía su enfoque de Hanbin, que apenas se ve un vuelo de su abrigo largo tapándolo la gran bodega, y vuelve a sus principios.

Su dedo listo para disparar, el ojo preparado y la decisión de terminar o no con el encargo. Le darían una pagada bastante agradable, podría dejar los fideos instantáneos a un lado por esta noche.

Por el gran ventanal del departamento se distinguía a la víctima masculina fumando, captando las luces de la ciudad por la noche, suavemente envuelta a una mujer muy joven a su lado, con un brazo enroscado en su cintura. A Bobby se le hizo vomitivo seguir contemplando a escena y los gritos y chillidos de Hanbin lo tenían medio alterado.
Anthem era el centro de sus sueldos y la simplicidad de ser una gran institución organizada por un gran idiota.

El franco tirador hizo su trabajo, Bobby solo tuvo de apretar el gatillo.

Se desprendió del arma fácilmente, desarmándola como el especialista que era y guardándola en una mochila gastada.

―¡Por fin! ―Hanbin apareció con las manos guardadas en los bolsillos de los vaqueros―Pensé que te quedarías toda la noche aquí… o quizás estabas esperando que tuvieran sexo en frente de la ventana o que se yo…

Bobby sonrió: ―¿Hablaste de ramen y películas en la tele por cable?

Hanbin asintió dándole la espalda: ―Exactamente.

La sangre se desparramo como gotas de lluvia por el gran ventanal, una obra de arte morbosa para los ojos de Hanbin. El muchacho contemplo la escena antes de marcharse, ambas manos en los bolsillos delanteros, el viento rugiendo fuertemente sobre sus oídos y su compañero caminando hacia la puerta.

El vestido negro de la mujer poseía pequeños puntos y rayas rojas en algunos centros. Su intuición decía que repitiera el proceso, exterminarla y que no queden sospechas, pero nada era divertido sin un poco de drama.

―¿Vas a quedarte ahí toda la noche?

Hanbin solo retrocedió: ―Su mirada perdida, es mi favorita.

Bobby le había dado justo en la frente, los ojos blancos y muy abiertos, la consciencia de no saber en qué momento sería asesinado. Contuvo una respiración, aquello era muy justificado.
―Tenemos que marcharnos―afirmo el muchacho―No hay que dejar sospechas.

―¿Qué vas a hacer con ella? Podría ser un gran problema…

―Dejará vivir…―Bobby dijo sin importancia―Solo lo quiere por su dinero.

―Se ve muy consternada…

―Entonces haz algo productivo y termina el trabajo.

―Ella no es el objetivo―menciono―Ah… ¿qué debemos hacer? Estaba con el objetivo, ciertamente no estoy de humor para desquitarme con ella. Morirá sin saber quién lo mato. Déjenosla vivir, si, que viva, que los policías de esta ciudad tengan algo de trabajo.

Bobby se acercó a su compañero, al borde del alto edificio, una brisa helada corriéndole por los poros. El frío no se aguantaba, las calles vacías, dudaba mucho si encontraban algo sospechoso.

Diez pisos abajo y todavía no veía la diferencia. Bobby fijo sus ojos en la mirada de Hanbin, la mujer no se movía, estaba tan impactada como inmóvil, debía ser el primer asesinato que presenciaba. Hanbin se mordía los labios secretamente.

Hanbin es un experimento intenso, metódico y quimérico que perfeccionaba cada partida de billar que tomaban. Las puntas afiladas que se convertían en armas, debían estar bien preparadas. Las pelotas caían exactamente donde debían caer, el juego terminaba solo para comenzar uno nuevo. Es parte de un proceso, como un hámster que corre y corre sobre la rueda buscando una salida.

Era tan débil mentalmente que no podría estar tranquilo si no salía como él lo planeaba. Aunque no lo manifestará, lo carcomería lentamente por dentro. Y la rutina seguía porque un Hanbin intranquilo convierte a un Bobby intranquilo. El experimento viene emparejado en un sobre donde abarcan juntos, no se separan, no se distancia, solo esperan el momento exacto de actuar, no hay decisiones imprecisas que tomar. Simplemente detrás de esa máscara irresistible de maldad, poder y reputación se esconden unos corazones quebrados, rotos, deshechos.

Bobby se cobija en su chaqueta de piel densa, unas respiraciones tóxicas que sobresalen como niebla. No entiende porque Hanbin dedica tanto tiempo en observar a los muertos, es una estrategia patética y masoquista, en vez de relatar los momentos, los contempla con precisión grabándoselo en la mente cruelmente.

―Vamos.

Saca su calibre 39, una pistola angosta y liviana, la alza por encima de su hombro, un ojo cerrado y multiplicando el movimiento. Una posición ejemplar de un asesino. Justo donde traspaso la bala de Bobby, traspasa la bala de Hanbin, rompe el ventanal por completo cayendo en pequeños pedazos. Un hueco que se tuerce en numerosos segmentos, un paraíso de violencia.

Ya no hay queda nada de qué preocuparse, el cuerpo inerte cae sobre el suelo de mármol, la misma expresión en blanco.

Bobby golpea dulcemente su hombro y  avanza hasta la puerta, no hay salida para su problema porque ya no hay problema que resolver. Las cosas son claras y Hanbin comprende.

―¿Ramen y películas por cable? ―pregunta Bobby con la puerta abierta.

Hanbin respira profundamente. Todavía con la pistola en mano, sus piernas tiemblan. Sus dientes carraspean y se golpean entre sí. Baja el arma, pone el seguro y la guarda, hace unos segundos dudaba intensamente sobre qué hacer, ahora mismo está peligrosamente satisfecho.

No sabe cómo algo tan malo pueda sentirse tan bien.

―Ramen y películas.

Avanza por la puerta que es cerrada cuidadosamente.

Bajan las escaleras en silencio, es parte de la disciplina no hablar sobre los casos. Pero Hanbin siente su corazón pesado cada vez que se encuentra con algo similar, cuando está involucrado en algún trabajo siente que se llevan algo importarte de él.

Hanbin tiene miedo de terminar como los demás. Quizás más en el futuro sea como Kim Jinhwan, con mente dócil pero flexible o quizás como Junhoe, sin sentimientos y frío. Tal vez como Bobby sin nadie y sin dolor que lo colme. Magníficamente entregando todo a un oficio desquiciado.

Al salir al exterior, los copos de nieve caen lentamente mientras caminan en silencio por la cubierta. Las pobladas villas duermen en paz, las farolas alumbran y el humo del cigarro de Bobby lo toma de sorpresa. Tal vez ha repetido el método tantas veces que no necesita pensarlo con claridad, quizás está tan acostumbrado a permanecer quieto e inmune que no ya no desea serlo.

―No eres un novato―Bobby sostiene entre sus dedos el arma pulmonar―No actúes como un novato.

Hanbin siente sus dientes gruñir del frío, podría pedirle un poco de cáncer a Bobby y encenderse con sus productos. O podría haberse cobijado más.

―Es no es verdad. Tengo los mismos años que tú, el mismo protocolo, el mismo entrenamiento. No actué como un novato, actué con paciencia.

Bobby parece molesto y Hanbin no tiene la valentía suficiente de encararlo, de proteger su creencia, de establecer algún reglamento. No se vale de eso. Si se da la vuelta y mira a los ojos a Bobby se va a caer en pequeños trozos, se desarmará por completo. Y lo más triste es que sabe, con toda seguridad, que Bobby no va a armarlo de nuevo, sólo lo dejará tirado en las veredas mutilado partiéndose en diminutas partes. Bobby no va a perder su tiempo en él y Hanbin no quiere ser un problema.

―Tiempo es lo que menos tenemos.

―Realmente no sabía qué hacer con la mujer―confiesa el muchacho con la mirada baja. Bobby está adelantado por unos pasos, pero se detiene y Hanbin choca con su espalda quedando desconcertado.

Se da vuelta, la mirada fijamente en sus orbes marrones, deslizándole el veneno por dentro. El odio puro en una sola definición, su cigarro en el piso, el humo evaporándose por la atmosfera.

―No hay tiempo para pensarlo dos veces, Kim Hanbin―le dice bruscamente, el espesor de furia en cada hilo de voz―Solo tienes dos opciones. Deja que te las recuerde porque parece que las has olvidado: 1) No importa si es o no sospechoso, si está involucrado hay que acabar con ello, y 2) Si la jodiste tienes que tomar responsabilidad absoluta de tus hechos. Es justo. Es repulsivo. También inhumano, pero es lo único que sabemos hacer Hanbin. Es eso o nada.

―No me hables como si fuera un crío―espeta el muchacho desafiándolo con los iris. Y a la vez se sorprende, porque sigue siendo fuerte, porque no se ha desarmado. No necesita que armen sus piezas, él puede armarlas solo.

―Entonces, ahórrame conflictos y deja de pensar como uno.

En la avenida vecina están estacionadas sus motocicletas. Bobby suspira y se tapa el rostro con la capucha, Hanbin lo sigue conscientemente de seguir permaneciendo quieto.
Inminentemente les espera algo peor. No hay que ser adivinos para saberlo, ni rogar a dios un poco de suerte. Esta tatuado en sus cuerpos, se siente en el aire. Hanbin lo sabe. Bobby lo sabe. Junhoe y Jinhwan lo saben. El que nace asesino no tiene un final feliz.

Ambos componen una melodía de incomodidad. Los pasos seguidos de las respiraciones contenidas, la lucha inconcreta de emociones y pensamientos que los invaden suavemente por dentro y amenazan con comerlos enteros. Hay un sinfín de probabilidades que Hanbin toma en cuenta al querer huir de Bobby, correr y no volver más, pero, en este instante y en cualquier otro, no puede. Simplemente está encadenado a su piel, a sus heridas más secretas, a todo lo que abarque un poco de calma.

Doblan la esquina y a primera vista encuentran sus motos, ambos en cada ejemplar negro azabache, con la llave a punto de arrancar, los pies en sus respectivos lugares. El miedo de morir congelados.

Bobby carraspea y su moto emite un sonido desgarrador.

―Olvidemos esto ¿bien? ―ante la mirada de su compañero, añade―Vamos a comer ramen y ver películas en la televisión, sentarnos en el sillón gastado y si no te duermes antes, podemos ver el amanecer juntos.

Hanbin le sonríe y antes de echar a andar su moto, le dice: ―Es una idea estupenda.
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