Título: Cuando el cuerpo exige alimento, mejor hacerle caso.
Fandom: LMF!HS!KHR.
Claim: L/Miyu.
Advertencias: ¡Peligro! ¡Peligro! Fic espantoso. Lea bajo su propio riesgo.
Notas: Miyu, prometo algo mejor para la próxima ;_; (?!).
Eran las dos de la tarde y el estómago de Miyu llevaba al menos veinte minutos exigiendo desesperadamente por algún alimento, pero la muchacha estaba muy concentrada en su lectura como para satisfacer sus necesidades básicas. Tenía que estudiar, estudiar y estudiar, como si fuera a morir. Ese era el martirio de los alumnos del último año: los exámenes de ingreso. Ya había llegado la época en que todos decidían asesinar sus vidas sociales para dedicar un buen tiempo al estudio que, desde luego, habían dejado para último momento.
¿Qué podían decir? Un buen estudiante que se precie trabaja mejor bajo presión.
Pero tan concentrada estaba en su lectura que no notó la presencia de alguien más en la habitación. Tampoco notó el fuerte y delicioso aroma a comida que estaba haciendo aumentar los rugidos de su estómago. De hecho no notó absolutamente nada hasta que el enorme rejunte de apuntes que había estado leyendo, repentinamente desapareció de la mesa y fue reemplazado por un plato de comida.
Entonces fue cuando Miyu levantó la mirada sorprendida, para encontrarse con la de su entrenador que ahora sostenía el manojo de fotocopias en sus manos. ¿Cuándo rayos había llegado allí?
-Hoy es martes, ¿no es cierto? No es día de entrenamiento.
L dejó los apuntes descuidadamente arriba del escritorio y se cruzó de brazos.
-Miyu, te estás muriendo de hambre. Come -El joven se sentó frente a ella y la miró fijamente, de la misma forma en que la miraba cuando le daba una orden en un entrenamiento.
-Cosa y Luga te mandaron, ¿no? -Selene miró el plato de comida y se cruzó de brazos también, como imitando al otro-. No me gusta la carne.
-Es de pescado. -L puso los ojos en blanco- Claro que me mandaron ellas, yo ingenuamente creo que mis alumnas se alimentan como deben y no necesito estar detrás de ellas como si fueran bebés.
Miyu hizo un puchero.
-¡Tengo que estudiar, no hay tiempo para…!
-Come.
La chica obedeció la orden casi de inmediato. L podía ser muy simpático la mayoría del tiempo, pero cuando se ponía autoritario podía dar más miedo que D. Sus amigas sí que habían dado en el blanco al enviarlo a él. Aunque posiblemente no habían ido a amenazarla ellas mismas porque… bueno, después de todo también estaban matándose estudiando. Sólo que procuraban recordar cumplir con las funciones básicas para la vida, duh.
Claro que Miyu no imaginaba la doble intención de sus amigas al enviar a su entrenador. Desde cierto comentario que Lambo había hecho luego de los entrenamientos durante el incidente de Thanos y los Arcad, las dos chicas no habían dejado de molestarla acerca del tema, pero por el bien de su salud mental, Selene prefería ignorarlas. El estudio había sido una buena forma de olvidar eso, a decir verdad.
Pero L no lo había olvidado. Y en aquel momento justamente estaba pensando en el comentario de Lambo y las bromas de Lugh y Ciel.
En realidad sus alumnas estaban fuera de los límites. No por decisión suya (oh, a él le parecían más que bonitas e interesantes, de hecho, y esas pequeñeces como la moral nunca le habían importado demasiado), sino porque D le había dejado muy en claro que si ponía un dedo en alguna de ellas, iba a castrarlo. L también había tomado un “pequeño soborno” además de la amenaza para obedecer la orden.
Mas, mirando en detalle a Miyu, decidió que definitivamente el soborno no había sido suficiente.
-Listo. ¿Ya puedo volver a estudiar? Tengo una fecha límite ahorcándome y tus entrenamientos los fines de semana no ayudan a mis horarios -se quejó la chica, luego de haber alejado un poco de sí el plato completamente vacío. No iba admitir que se sentía algo mejor luego de haber comido un poco.
L sonrió (algo le dijo a Miyu que esa sonrisa no era normal, pero estúpidamente ignoró su instinto) y se levantó de su lugar. Se paró a su lado e hizo un ademán para agarrar el plato de la mesa, pero su mano terminó dirigiéndose al mentón de la chica que tenía en frente. Antes de que ella pudiera reaccionar, L suavemente levantó su rostro y descaradamente le robó un beso.
Luego, con una sonrisa triunfante, el joven desapareció de la habitación llevándose el plato vacío con él, y dejando sola a una muy desorientada (y sonrojada) Miyu, que simplemente no comprendía nada.
Después de todo, L también estaba hambriento… sólo que de otra manera.