Título: Una de esas casualidades de la vida.
Fandom: One Piece.
Claim: Bonney/Law.
Advertencias: OoC Spoilers del arco de Sabaody.
Dedicado a:
kmiya.
Notas: Está situado en la época en que ninguno de los dos eran piratas muy conocidos (quizás tenían una recompensa, pero no era muy impresionante), y apenas habían llegado a Grand Line. La parte final es ya en Sabaody, antes de todo el problema que causó Luffy.
La tormenta se imponía con fuerza. El sonido de los truenos y la lluvia eran casi como una canción ininterrumpida, acallada únicamente por los aullidos de un imparable viento, mientras que los relámpagos traspasaban las ventanas cerradas, iluminando la casa que se mantenía a casi a oscuras el resto del tiempo. Estaba claro que no se podía navegar en un momento así.
Era curioso que, en una noche como aquella, lo hubiera conocido a él. Todos se ocultan en sus casas y refugios cuando las tormentas se alzan, es la respuesta lógica. Ella misma se había escondido en ese edificio abandonado, acompañada por su pequeña tripulación.
Pero no todos tenían su sentido común, al parecer, y lo descubrió cuando, por curiosidad, intentó mirar al exterior por uno de los huecos que había entre las maderas que cubrían las ventanas. Vio una pequeña porción de la calle, mas los tres edificios que podía llegar a distinguir al otro lado apenas conseguían que sus siluetas fuesen notables detrás de la gruesa cortina de lluvia, y se veían opacadas por la figura más nítida que estaba postrada en medio del camino. Ésta última pertenecía a un hombre, de aspecto joven y rebelde, que poseía un curioso cabello azulado, bastante corto, apenas visible bajo el sombrero blanco con pequeñas manchitas amarronadas que decoraba su cabeza.
Estaba parado bajo la lluvia, a espaldas de la casa abandonada, mirando al cielo. Bonney no pasó por alto el detalle de que llevaba una espada consigo.
Algún impulso estúpido la llevó a salir de su refugio en ruinas, y a arriesgarse a terminar más empapada que un pez recién sacado del agua.
-¿Eres estúpido o qué? -preguntó, elevando su voz sobre el estruendo de la tormenta-. Si te quedas allí parado, va a pegarte un rayo.
El joven se volteó a verla, curioso y sorprendido. Se quedó observándola durante unos segundos, analizándola, como si hubiera tiempo para eso. El gesto hizo que la mujer se irritase.
-No hay lugar en una casa para un pirata, señorita -respondió con una amabilidad que no encajaba con su imagen.
Ella guardó silencio durante un momento, y finalmente esbozó una sonrisa extraña.
-¿Y tu tripulación?
-Nos separamos para visitar la ciudad antes de la tormenta -explicó el extraño, aunque Bonney no sabía por qué se molestaba en hacerlo. Un “¿Qué te importa?” hubiese bastado-. No sé dónde están, aunque seguramente consiguieron refugio.
Por supuesto. Cualquier idiota sabía cómo buscarse un lugar en esas situaciones. Él debía ser el único hombre que estaba afuera en toda la ciudad.
La joven suspiró, sabiendo que no debía preocuparse por un estúpido así, pero dejando que ese instinto de ayudar a sus “iguales” se apoderara de ella.
-Pues tienes suerte -dijo de mala gana, aunque aún sonriendo-. Te has parado frente a la única casa del pueblo que acepta piratas. Claro, si puedes llamar “casa” a esa cosa mugrienta.
Law la observó fijamente mientras hablaba.
-Debo suponer que usted también es pirata, ¿no?
-Me ofende que tengas que preguntarlo siquiera -respondió, dando a entender que lo era-. Pero pasa y luego pregunta. A menos que quieras morir electrocutado mientras hablas.
Él sonrió y la siguió, adentrándose en aquel edificio oscuro y abandonado.
Era increíble que aquella escena volviera ahora sus recuerdos como si hubiese ocurrido años atrás, cuando apenas unos meses habían transcurrido.
Ahora, en Sabaody, cuando al fin se había convertido en “alguien” -y más que eso, estaba en la mitad de su camino, rodeada de nuevos nakamas con los que compartir aventuras-, volvía a verlo en persona. Mientras recorría el archipiélago repleto de otros piratas, él estaba allí, sentado contra la pared de una taberna, mirándola fijamente y sonriendo, como si regresasen a aquel día que ya habían dejado atrás.