La revelación- Capítulo 2

Jun 15, 2008 01:57


No creáis que me había olvidado de esta historia porque aquí tenéis la continuación

Espero que la disfrutéis

CAPÍTULO 2- En la tienda de la sacerdotisa

En las praderas que marcaban los confines de aquello que era conocido toda la aldea se preparaba para los ritos y rezos con los que se iniciaba la prueba. Los ojos de todos fijos en la lontananza, esquivando con temor reverencial el tipi de la sacerdotisa que se alzaba solitario

La tienda de las sacerdotisas era  como un útero caliente y sofocante. El tiempo se dilataba y contraía entre los pliegues de las pieles de animales sagrados, conformando un lugar a parte en el mundo. Un aroma denso y empalagoso flotaba a su alrededor, adormeciendo los sentidos, abriendo su mente para llegar a los confines de la diosa. La respiración pesada, ralentizada. Aquellas que debían mostrarse fuertes y orgullosas se dejaban guiar como cachorros ciegos Lo único que se movía eran los dedos gráciles de las vestales que recorrían su cuerpo dibujando signos rituales, cuyo significado había sido olvidado

El ocre de las tinturas apenas se distinguía sobre la piel morena de Kendra,  solo  el brillo de las antorchas las hacía resaltar en un resplandor rojizo. El siempre enmarañado cabello castaño estaba recogido en trenzas de cuero. Desnuda,  desprotegida… sentía el miedo trepando por su cuerpo,  como una de esas enormes serpientes que se hallaban en las profundidades del bosque.

De repente el aire se hizo menos pesado y la luz del amanecer se filtró por la abertura de la tienda. Tauquiri, La Venerable, acababa de llegar

Las prosélitas se retiraron con sumisión en un revoloteo de túnicas blancas, respetando el secreto de las palabras que sólo las aspirantes debían escuchar y nunca revelar

Taukiri era una de las 4 ancianas, como 4 son los corazones de la diosa, como 4 son los clanes de la aldea:

Amazonas aguerridas, capaces de inmolar la sangre y la vida por el poblado. Sacerdotisas que luchaban contra lo no visible, los males del cuerpo y del espíritu. Artesanas que creaban de la tierra y el barro y finalmente las recolectoras, conocedoras de todos los nombres del bosque

Frente a ellas se alzaba una mujer cubierta por pesadas pieles que disimulaban un cuerpo raquítico, devorado por la artritis. Se cuenta que en su juventud Tauquiri fue la más cruenta y feroz de las amazonas. Las cicatrices de su rostro, cuatro enormes garras que cruzaban su mejilla derecha, hablaban de tiempos duros, la época de las glaciaciones. Era la última superviviente de una generación de la que ya no quedaban más que cuentos relatados al calor del fuego.

Los ojos oscuros de La Venerable analizaron a cada aspirante, deteniéndose más tiempo de lo normal en Kendra. Ella luchó contra el instinto de bajar la mirada. Una amazona siempre se muestra orgullosa, recitó en su cabeza, pero los pensamientos de la anciana estaban plasmados en cada arruga. Ambas sabían que no superaría la última  prueba. Kendra era demasiado bajita para su edad, excesivamente delgada. Lista y rápida, buena jinete pero desobediente y fantasiosa. Carecía de la fuerza necesaria pero su orgullo le obligaba a intentar convertirse en amazona o morir en el intento

Con esa solemnidad que desplegaba en cada gesto Taukiri alzó la cabeza, su largísima cabellera plateada resbalando por su espalda, y con voz profunda comenzó a hablar

- La sangre de la menarquia ha señalado en momento propicio para ser aceptadas en el ritual. A partir de ahora  todo depende de vosotras, y de vuestra conexión con la diosa

Su expresión se tornó severa al continuar hablando

- Si por el motivo que sea la revelación no os es otorgada debéis saber que las únicas culpables seréis vosotras. Competís para ser amazonas, duras y aguerridas. No aceptaré lágrimas ni vanas furias porque el veredicto final no se cambiará. así ha sido durante siglos y así permanecerá.

Las vestales entregaron a cada aspirante un collar cuajado de runas y un recipiente de piel que contenían lo único que podrían ingerir durante los cuatro días que dudaría la revelación, una especie de líquido elaborado por hiervas y bendecido por las sacerdotisas. Kendra aceptó el suyo con manos temblorosas.

- Partiréis a mi señal- continuó La Venerable- Las normas son sencillas e inquebrantables. Andaréis sin descanso día y noche, sin comer ni beber hasta que vuestros pasos os conduzcan al lugar elegido. No dudéis, no penséis. Dejaros guiar por la sabiduría de la diosa. Ella os indicará el lugar apropiado y volará hasta vosotras para confiaros su revelación.    Si al cabo de cuatro días no habéis regresado a la aldea no os molestéis en  volver porque os asesinaremos. Que la diosa permanezca con vosotras

- Que la diosa permanezca- recitaron a coro las aspirantes

Un golpe de bastón sobre el suelo arcilloso fue la señal. Una a una fueron abandonando la tienda para dejarse acariciar sus cuerpos desnudos por la calidez del sol recién nacido. La aldea les esperaba en onimoso silencio. No hubo palabras de aliento, ni tan siquiera un último abrazo. Cada aspirante partió, con paso lento y el corazón encogido, en una dirección distinta. Solas, sin comida ni armas, se adentraron fuera de los umbrales protegidos por los tótems de la aldea para, quizás, no volver nunca. Ni una mirada a la familia que dejaban atrás, los ojos fijos en su destino.

Aquella noche el clan celebraría una fiesta. Cuatro días de danza y desenfreno que les evitaría pensar en sus hijas y hermanas abandonadas a la piedad de la diosa. Aquella noche Kendra creyó escuchar, desde la lejanía, el batir de los tambores.

original, historia

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