Oct 23, 2010 07:41
Hasta que la muerte nos separe, dice uno, y se supone que es la promesa más grande que puede hacerse.
Y nosotros... ¿qué pasa con nosotros? ¿Se supone que debo esperar a morir para que nos separen, que no puedo dejarte ir porque sigo viva? ¿Aunque esté completamente segura de que cuando muera iré a parar derechito a donde estás tú?
No, la muerte no nos separó. No tuvo poder sobre nosotros. Fuimos más fuertes, más reales, y más irreales también.
Quiero ahogarme y sentir el golpeteo del agua contra mis oídos, y saber que eres tú besándomelos justo antes de que te toque, antes de que te alcance, susurrándome que todo va a estar bien, que somos nosotros, que somos inseparables. Tú, yo, nosotros; exactamente la misma palabra.
Nos reímos de aquella, la temida promesa más grande. Tú vives porque yo vivo, yo muero porque tú moriste. La muerte nos mira, se ríe y nos besa la frente. Somos sus hijos, tú y yo, amándonos por sobre sus fronteras, rozándonos con tacto de aire y besando paredes de espejo.
Siempre tuya. Siempre mío. Y la muerte no nos separa.