{viñeta: necesitas ayuda y yo no puedo dártela} (original: penélope)
personajes. penélope sevz, lars biggs y menciones de bigotito raro.
tabla.
ga.
notas/advertencias. micro-spoilers.
palabras. 452.
Hay vendas nuevas.
Lars echa la cabeza hacia atrás. Sus piernas están estiradas y cruzadas. Sus manos descansan sobre su estómago. Su cabello cae por el respaldo de la silla. Y su corazón palpita, furioso.
-¿Por qué?
Ella no le hace caso; sólo está ahí, sentada, mirando un punto fijo mientras sorbe lo que queda de su chocolate en cajita. Libera el popote rojo de sus labios y saborea entre éstos lo que queda. Ahí viene el regusto, y lo sabe, pero le da igual. Deja la cajita en el escritorio del doctor Bigotito Raro y se sienta en la silla de manera cómoda, normal.
Están solos. Les encanta dejarlos solos. Jillian y el doctor antes mencionado los dejan así, juntos y solos y encerrados en el infierno personal de ambos porque sí. Porque es parte de la terapia. Ninguno de los dos quiere: a él le da igual, con tal de salir adelante; a ella le rompe la cabeza sentir su presencia.
Él gira la cabeza, sin dejar su pose despreocupada, y mira, con ojos cansados, a Penélope. Su complexión delgada, su nariz afilada, su cabello recogido a la despreocupé,sus ojos que revelan algo más que sueño y, cómo no, sus muñecas.
Con vendas nuevas.
-¿Por qué? -repite.
Ella gira su cabeza y la inclina un poco. Los rayos de sol que entran por la ventana le dan de lleno a los ojos, por lo que se recarga en la silla, imitando cómo está la cabeza de él, y aprieta los labios.
Se encoge de hombros.
-¿Por qué no?
Gira de nuevo su cabeza para estar boca arriba, y lo oye hacer un ruido parecido a un gruñido o a un suspiro de exasperación.
-No te entiendo.
Ella sonríe.
-No tienes por qué hacerlo, Lars. -murmura. Él no dice nada. -No es obligatorio.
Silencio. Y de pronto, ella se queda dormida.
Lars no. Lars piensa. Lars la mira, la ve dormir y contempla sus muñecas, con una insistente y pequeña preocupación en lo más hondo de su corazón y su mente. Apoya sus codos contra sus rodillas y se lleva la mano a la barbilla, pero los ojos no los despega de ella.
Suspira.
No es obligatorio entenderla, lo sabe, pero...
Mira de nuevo las vendas; blancas, un poco apretadas y eso mismo, blancas. Nuevas.
Mira con un poco más de atención y observa una mancha pequeña café... rojiza. Y baja la mirada.
(Quiere. De verdad que quiere. Pero no puede. Y no porque no quiera, es que sabe que ella no pondrá de su parte si se lo comenta o trata simplemente de hacerlo. Porque la conoce. Poco, pero la conoce. Y es predecible, y débil, y frágil... y tonta.)