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Aug 23, 2009 21:07

{viñeta: negación} (original: penélope)
personajes. penélope sevz, lars biggs, jillian sevz, bigotito raro.
tabla. etapas del duelo.
notas/advertencias. nada de nada.
palabras. 1236.

Penélope aprieta los labios al ver salir al doctor Bigotito Raro y a Jillian, su hermana. Suspira, abraza su
(sin mucha fuerza, ooooobvio microbio)
bolsa y mira por la ventana. Empieza a creer que eso de dejarlos solos se va a terminar convirtiendo en parte de la terapia. Y no le gusta. Bueno, de hecho nada de ahí le gusta. No le gusta el olor raro de medicinas, jeringas y consultorios. No le gusta el doctor, ni su voz ni su manera de hablarle como si fuera una
(ahoora vaamos a hablaar de lo que sintieeron cuando pasaaron la navaaja por sus muñeecas)
idiota. O tal vez así habla y él sea el idiota. Pero le agrada su bigotito. Es divertido ver cómo sube y cómo baja cuando habla. Pero hasta ahí. Y es un círculo vicioso, pues cuando él habla Penélope se pierde en el movimiento de su bigotito y no pone atención a sus palabras, lo que hace que él le hable como si fuera idiota y ella lo mire, con el entrecejo fruncido, preguntándose y contestándose que el idiota es él. Porque ella no, gracias.

Y otra cosa que detesta es que las sesiones esas raras llamadas terapias hacen que pierda valiosas tardes de sueño. Una vez se quedó dormida y la sesión se suspendió, y ella no es de qué vergüenza, pero no es correcto. No suele ser correcto dormirse en clase, así que menos ahí, ¿cierto? Lógica.

Pero de entre esas cosas, una que no puede soportar tiene cabello largo y café claro, mejillas redondas y la nariz un poco rara pero divertida
(no tanto como Bigotito Raro, claro)
a fin de cuentas, ojos color verde y muñecas que se parecen a las suyas en el hecho de que están vendadas.

Y que le moleste no quiere decir que él haya hablado con ella y se hayan llevado mal, sino que simplemente no le agrada. No le gusta. Y si no le gusta algo a Penélope simplemente no le gusta y es muy poco probable que no le vaya a gustar nunca. Porque es así. Siempre ha sido así.

Parpadea, y a lo lejos oye una voz que le habla. Se voltea, con una mueca de extrañeza en su cara que no es visible pero que se puede entender fácilmente, y alza ambas cejas.

-¿Disculpa?

-Eres distraída.

Ella se encoge de hombros.

-Eso me dicen.

Ambos guardan silencio, ella permanece con el cuerpo mirando hacia la ventana y la cabeza volteada, esperando a que él diga algo para voltearse totalmente y dejar de estar incómoda o esperando a que él ya no diga nada para voltear la cabeza hacia la ventana y volver a comenzar con la lista interminable de qué le gusta y qué no le gusta de las terapias.

Pero no se atreve a voltear hacia la ventana.

-¿Por qué estás aquí?

Y aparte, sí, claro, ni siquiera se han hablado en las terapias. Ella no lo consideraba necesario. Y es que no lo es, de hecho, pero se supone que son un
(diag, asco, diag, voy a vomitar, diag, muero, muero, muero...; deja de hacer el estúpido, Penélope; ...vale)
equipo y un equipo es un equipo... ¿no? Según.

-Por la misma razón que tú. -se vuelve a encoger de hombros, y baja las cejas. Se le queda viendo, pero no voltea el cuerpo. No se siente cómoda así, pero no le molesta, y está bien, porque le añade una indiferencia un tanto encajable en la situación que le gusta. -¿Tú?

-Porque soy idiota.

Ella trata de no comentar nada y voltearse, pero se le queda viendo. ¿La ha llamado idiota? ¿Él? Que se mire, joder.

-Carismático. -sonríe falsamente y voltea hacia la ventana, suspirando. -¿Has probado en ser comediante? Ganarías mucho.

-No lo he pensado. -Penélope voltea a verlo y ve que él tiene la mano en la barbilla, como si se lo estuviera pensando. Idiota. -Tal vez. Pero no.

-Genial. -le sonríe y le dan ganas de levantar su pulgar, pero sabe que va a verse demasiado
(ya se ven demasiado inmaduros los dos, inmaduros de verdad, pero no lo notan, porque son iguales y son tontos. E inmaduros, aparte, otra vez, jejeje)
inmadura. Así que no lo hace. No hay por qué hacerlo. -Bien.

Él baja la mano y se cruza de brazos, poniendo una mueca seria.

-¿Por qué estás aquí? -ella lo mira. -Ya en serio.

Penélope se encoge de hombros.

-No tenía ganas de seguir. -contesta, mirándolo una vez y luego volteándose. -Hay momentos, como cuando comes, en los que piensas que simplemente ya no puedes seguir, que estás lleno, que...

-Qué idiota.

Ella se voltea.

-¿Disculpa? -alza una ceja y aprieta los dientes.

-He dicho que qué idiota. -repite, con un tono molesto en su voz. Un tono más que molesto, de hecho. -Carece de sentido.

-¿De verdad? -pregunta, y él asiente. -¿Y crees que me importe?

Él entrecierra los ojos.

-No. Y no veo que nada más te interese más que morir. -recita, y a Penélope esas palabras se le antojan cargadas de veneno.

Ella lo mira directamente a los ojos y sonríe.

-Si Dios existe, lo que yo sinceramente no creo, sabrá que el entendimiento del hombre tiene un límite. -cita, con la voz impasible, fuerte, sin callarse ni tropezarse con las palabras. -Fue Él quien creó este caos, donde reinan la miseria, la injusticia, la codicia, la soledad. Su intención debe de haber sido excelente, pero los resultados son nefastos. -se calla y lo mira, pero sigue. -Si Dios existe, Él será generoso con las criaturas que deseen alejarse más pronto de esta Tierra, y puede ser que hasta llegue a pedir disculpas por habernos obligado a pasar por aquí.

Lars frunce el entrecejo.

-¿Tú lo reflexionaste?

-¿Acaso lees? -pregunta, como si estuviese tonto. Y es que piensa que lo es. Porque sabe que lo es. -Es de Paulo Coelho. Verónika decide morir.

-Ah, entonces sacaste de ahí la idea de morir. -asiente, como si al fin lo hubiera entendido. -Qué tierno.

Penélope entrecierra los ojos.

-¿No tienes nada mejor qué hacer? -pregunta, alzando ambas cejas.

-Cuestionarte. Seguir cuestionándote, tal vez. -hace como que se lo piensa otra vez. -Y seguir cuestionándote más acerca de por qué quisiste terminar con tu vida.

-¿Y si invertimos los roles?

-No, gracias. -sonríe, y Penélope frunce los labios. De pronto ambos entrecierran los ojos un poquito más y se dan cuenta de que sus caras están un poco cerca. -A veces no entiendo... no, me molesta la gente que se niega los privilegios de la vida.

Penélope parpadea, pero no se aleja ni se mueve. Le empieza a doler la columna, pero no le importa.

-Vine aquí porque estoy en deuda conmigo. Porque no me gusta el hecho de haber pensado que mi vida no valía nada. Aprendo de mi error. -asiente un poco y la sigue mirando así, con los ojos entrecerrados, soltando esas palabras que a Penélope se le antojan profundas y cansadas. -No soporto... o más bien odio a la gente que se niega a creer que todavía queda, al menos, un poquito de esperanza para seguir siendo felices. A la gente que lo desperdicia. Que se va por la ruta fácil. No sé si me entiendas.

Ella lo ve hacerse hacia atrás y recargarse en su silla. Luego, sonreír.

Claro que eso va para ella. Claro que sí. Y es de ley saber que ella odia las indirectas o los mensajes que van con instrucciones de leer entre palabras, entre líneas, por así decirlo. Pero sonríe. Sonríe, porque ese cabroncete idiota estúpido de ojos
(priciosos priciosos como de bebéeeee, ¿quién lo quiereeeee?)
verdes no va a verle débil.

Ni esa vez...

-Yo odio el yogur.

Sonríe, se ríe por lo bajo y se voltea, fijando su vista en la ventana.

...ni nunca.

O al menos eso quiere creer.

comm: teh typewriter, pj: lars biggs, tipo: viñeta, pj: bigotito raro, pj: jillian sevz, pj: penélope sevz, original: penélope

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