{viñeta: vaso} (bandom: muse)
personajes. matthew bellamy, dominic howard.
notas/advertencias. esto no es real *se tapa los oídos cuando lo dice*. hmm. lime, creo, y slash. y todo eso que incluye el belldom, hee.
palabras. 771.
(para
neko_90)
-Pásame otra.
-Dom...
-Otra. Anda, no me va a matar.
-No.
Está ebrio, y ambos lo saben. Los ojos azules casi celestes de su amigo lo recorren, él se siente desfallecer; ya no siente el frío, aunque la puerta de su casa esté abierta. Su amigo se para y la cierra.
-¿Qué tienes?
-No... -se queda así, sin más. Respira fuertemente y abre la boca dos o tres veces, cerrándola al instante, temiendo equivocarse o decir algo incoherente. Porque él es así. Dom es así, al menos cuando está ebrio.
-¿Por qué te ha dado por tomar? ¿Te pasa algo? -le habla despacio, lo arrulla; él no duerme... no entiende.
Habla; murmura algo entre dientes, pero a Matt le da miedo preguntar o pedir que lo repita. Dom lo mira con atención, como si su vida dependiera de eso, como si estuviera viendo el mar a través de esos ojos. Echa la cabeza hacia atrás y se recuesta en el sofá, dándole la espalda.
-¿Dom...?
Sollozos.
-¡Dominic! -se levanta y lo toma en brazos, pero está dormido. Lo carga. ¿Cómo? Quién sabe. Se golpea en el pie por accidente y lo maldice. Maldice su cabello, que se ha vuelto grasoso; maldice su peso, ¿cuánto ha comido recientemente? Cerdo. Maldice su pie y el dolor; tiene una teoría del dolor muy complicada, y jura que cuando la simplifique va a...
-Otra. Por favor.
Maldice ese momento. Lo maldice a él, a sí mismo y a ese par de endemoniados ojos azul grisáceo que se ha acostumbrado a ver. Lo ignora. Es mejor así.
Recuesta al cerdo ebrio en su cama verde. La mira y frota su mano contra el cobertor. Siempre se ha preguntado el por qué del gusto hacia los colores brillantes. Frota la mano otra vez. Los pantalones de Dom, en los conciertos, casi siempre son verdes. Verdes... verdes...
-Matt. -lo llama, y éste lo mira, con un rubor extraño en sus mejillas. Emite un sonido y trata de reírse; trata de distraerlo para que no vea ese eminente bulto en su pantalón desgastado.
-Dime, Dom. -su voz tiembla, él tiembla y Dom también.
-Tengo frío. -se ríe.
Matt no sabe si reírse o no. Dom está encima del cobertor verde, y ni loco lo va a cargar otra vez.
-¿Quieres que te traiga una chaqueta? -pregunta, y Dom lo observa. No contesta, pero Matt siente venir la respuesta.
-No.
¿Qué más podía ser?
Matt se levanta, tropieza y entra a la cocina. Hierve leche, agrega un poco de café y revuelve. Tal vez eso lo haga dejar de temblar.
Entra en silencio a la habitación, pues la luz está apagada. Tres de la mañana. ¿Qué diablos hace ahí? Fácil podría estar durmiendo de no haber sido por la llamada de Chris diciéndole que Dom estaba ebrio. Se había preocupado, y no era nada. Y, joder, qué frío hacía. Ya después Dom se las pagaría.
La luz se enciende, y Matt voltea. Trae un vaso. Licor. Y se ríe.
Pero qué hijo de puta, piensa.
Es feliz. Lo mira y toma, riéndose. Matt alza una ceja, con la taza de café caliente en la mano. La deja en la mesita de noche de Dom y toma su abrigo de la sala. Dom lo detiene ya estando en la puerta.
-¿Adónde vas?
Matt lo mira, mira su vaso y se lo quita.
-A ningún lado.
Entra a la casa. Lo va a hacer sufrir. Va a cobrarle la noche, sin compasión.
Vacía el licor en el lavadero, y Dom suelta un ¡oye! que suena como la gloria. Lava el vaso y lo deja en el secador.
-¿Dónde está la botella? -pregunta.
Dom corre. Muy torpemente, pero corre, y Matt lo sigue. Le quita lo que toma, hasta que le consigue hartar.
-¡Qué es lo que quieres! -grita. No pregunta, grita, y esas son malas señales. -Déjame en paz, joder, no te hablé a ti, ¡le hablé a Chris!
Golpe bajo. Golpe muy, muy bajo.
-¿Por qué viniste tú? ¿Para qué? -se pregunta, casi escupiendo. Matt empieza a pensar que Dom está pensando en voz alta. -Hablando del diablo, me lo mandan.
Matt frunce el entrecejo.
-Porque podrías haber cometido cualquier estupidez. -contesta, y se ríe internamente al pensar en el sinfín de cosas que él haría estando ebrio.
-Menciona una.
Matt calla. No porque no tenga respuestas, sino porque una mano que sube lentamente por su brazo le ha dado una idea. Sonríe.
Lo va a hacer sufrir.
Su mano sube, sube, sube... y aprieta. Dom gime.
El vaso cae, se estrella, se rompe.
Va a cobrarle la noche, sin compasión.