:S

May 03, 2005 02:46

Título: Just a face in the crowd
Petición de: aldery
Fandom: rp (real person), Nine Inch Nails
Personajes: Ald o E&M!Eli/Trent Reznor
Rating: PG-13
Notas: Gracias por no haberme matado T___T No conozco demasiado a Trent pero aún así el mapache se ha puesto contento, muchas gracias v.v Pero algún día te escribiré uno mejor... (¿Por qué pongo algo así en todas las notas? Qué triste!) Ah, sí. Algo largo ^^U



Hay momentos en la vida en los que la realidad, o el universo, hacen un alto para fijarse en ti. Momentos en los que el tiempo detiene su fluir y la normalidad parece rasgarse de un tirón para dejarte situado justo en el punto de mira de un sueño; un sueño que de repente se encuentra frente a ti en carne y hueso.

Esos instantes, en los que cada partícula de aire y cada minúsculo sonido se combinan para hacer el vacío a tu alrededor y así reservar tu sueño sólo para ti, son irrepetibles y no existe manera alguna de provocarlos. Pocas veces se producirán cuando todo lo que tienes en mente es que deseas escapar de algún lugar en concreto. No responderán a tu llamada desesperada, y, sobre todo, no se parecerán ni lo más mínimo a la imagen del sueño que tenías en mente.

Sin embargo, tampoco esperarán a que te encuentres en las condiciones que tú creerías perfectas para la ocasión. A veces, hasta podría decirse que suceden en el momento más inesperado y más inapropiado.

Una ocasión como esa bien podría haber sido aquella noche de primavera en la que Aldery pugnaba por regresar al colegio. “Pugnar” es un verbo muy apropiado para referirse al infierno en que se hayaba sumida la protagonista de esta historia, y que ardía, más concretamente, a lo largo de las calles de Granada.

La situación era, posiblemente, la perfecta antítesis de un momento perfecto. Después de una pesadísima mañana sin levantar los ojos de la traducción que debía entregar al día siguiente, había seguido una no menos pesada tarde encerrada en la facultad, rodeada de libros y papeles, y obligada a lidiar con el más tedioso de los trabajos en grupo.
Le hubiera encantado poder relajarse un poco esa noche en compañía de algún amigo, pero todos y cada uno de ellos le habían respondido con alguna excusa (la más disparatada y, sin embargo, creíble, era la que una de sus amigas le había expuesto, asegurándole que era absolutamente imprescindible que esa noche estuviera sola para dedicarle toda su concentración a un documental sobre un grupo de música). Y, para colmo de males, al llegar a la parada del autobús había recibido con el mayor de los disgustos la noticia de que los trabajadores de la empresa de autobuses urbanos estaban en huelga general y, por lo tanto, ningún autobús funcionaría esa noche.
Así que Aldery trataba de abrirse camino a través de Granada para, al menos, poder arrojarse a la cama en cuanto llegara al colegio, pero no era una tarea fácil. Como todas las ciudades que han pasado un duro invierno, Granada estaba despertando al buen tiempo arrojando a toda la gente hacia sus calles. Y Aldery no era, por así decirlo, una presencia física lo suficientemente poderosa para apartar de un empujón al torrente de personas que sembraban su camino, de modo que tenía que limitarse a seguirlas y a mantener el ritmo desesperantemente pausado de los caminantes que la rodeaban.

No obstante, ella no deseaba escapar de allí, sino conseguir lo que quería con la mayor rapidez posible. Tampoco su mente lanzaba a gritos llamadas desesperadas a nadie, sino que estaba ocupada en descubrir entre la gente los huecos que estuvieran más cercanos a ella para escabullirse hacia alguna calle menos concurrida.

En otras palabras, su humor también era la perfecta antítesis del buen humor. Le habría encantado fulminar con la mirada a los centenares de personas que se interponian en su camino, y posiblemente fue aquella mirada la que ocasionó el incidente que estuvo a punto de ser la gota que colmó el vaso.

A escasos pasos se abriría a su izquierda, por fin, una bocacalle por la que sabía que no transitaba demasiada gente, y que no estaba dispuesta a dejar escapar. En condiciones normales; es decir, cuando su paseo era voluntario y la agobiante atmósfera no había hecho aparecer lágrimas en sus ojos, jamás habría pensado en penetrar sola en ese oscuro callejón, pero en aquel momento incluso las normas recomendadas de seguridad le daban igual.

Ese callejón del demonio era su libertad, y Aldery ya estaba preparando el suspiro de alivio que exhalaría apenas abandonara el torrente humano en el que se encontraba inmersa.

Sin embargo, fue ese instante, ese momento exacto, el que el universo eligió para fijarse en ella.

Alguien, desde atrás, la agarró del brazo con violencia.

El segundo escaso que Aldery tuvo para percatarse de lo que le estaba pasando fue como el momento inmediatamente anterior al estallido de una bomba de relojería: toda la rabia, la incomodidad, la frustración y, ahora, el pánico, se agolparon dolorosamente en su pecho, a punto de desencadenar la explosión.

Se giró para ver el rostro de su asaltante, preparada para descargar sobre él cada sentimiento negativo que la ocupaba.

Y la normalidad se desgarró de un tirón, apagando el estallido de la bomba como con un simple soplido.

Aldery se encontró mirando directamente a un par de ojos negros que la traspasaban sin apenas pestañear. Aquella mirada sacudió su cuerpo de arriba abajo con un estremecimiento, no sólo porque el cabello negro cayera sobre los ojos acentuando el ceño fruncido y dándole una expresión amenazante, sino porque ella conocía esa mirada.

Y tal vez en otras circunstancias; es decir, si hubiera sido como tantas otras ocasiones en las que había creído vislumbrar ese rostro entre la multitud, o si aquel hombre realmente hubiera sido un atracador y no hubiera esperado a ver su rostro para robarle el bolso y salir huyendo, es posible que Aldery hubiera terminado pensando que simplemente lo había imaginado.
Pero el universo se había fijado en ella y, por lo tanto, el tiempo también jugaba a su favor. Así que pudo asegurarse, a pesar de la resistencia escéptica que oponía su sentido común, de que esa forma de entrecerrar los ojos sin desviarlos ni un ápice de su objetivo era la misma; de que aquélla era la característica mueca de seriedad que curvaba el labio superior, mucho más fino que el inferior, hacia abajo.

De que no era otro, sino el mismísimo Trent Reznor, el que la estaba sujetando por el brazo.

Completamente paralizada y sin poder reaccionar, Aldery observó que el ceño de Trent se fruncía hasta que sus ojos quedaban reducidos a un par de rendijas negras y centelleantes: parecía estar examinándola atentamente con aquella expresión que casi hacía daño por su intensidad. Y la mano seguía cerrada como una garra sobre la fina muñeca de Aldery.
Entonces, en un instante, todo pasó. La presión de la mano sobre su piel primero se relajó, al igual que el gesto facial, que se tornó un tanto desconcertado. Después, la soltó. Y, justo antes de que Aldery sintiera cómo el transcurrir normal del mundo se abalanzaba de nuevo sobre ella, Trent pronunció una palabra:

-Perdona.

Cuando le rozó el hombro al pasar a su lado para internarse y desaparecer en el callejón oscuro por el que ella había pretendido continuar su camino anteriormente, Aldery siguió sin poder moverse en mitad de la marea humana. Después, la corriente la arrastró sin que pudiera hacer nada para remediarlo: era caminar o ser aplastada.
Pero casi enseguida volvió a detenerse bruscamente, ganándose sin oírlos los insultos y los resoplidos de la gente a su alrededor.

¿Qué demonios estaba haciendo?

Presa de una resolución inaudita, dio media vuelta y apartó con decisión a las personas que se interponían entre ella y la entrada del callejón. También se elevaron protestas y comentarios despectivos esta vez, pero fueron igualmente incapaces de alcanzar los oídos de Aldery. Y, por fin, llegó al callejón y pudo respirar.

A Trent ya no se le veía por ninguna parte, pero no existían muchas opciones posibles en el camino a seguir. Hubo sólo un segundo en el que Aldery pensó que desistiría en su idea y simplemente se echaría a llorar, incapaz de resistir la excitación que se había apoderado de su pecho, pero ese segundo también se extinguió en un parpadeo.

Echó a correr por el callejón, que tras unos pocos metros giraba a la derecha internándose más en la ciudad y sumiéndose en una penumbra más profunda. Y entonces le vio otra vez: una figura oscura, a lo lejos, que caminaba con las manos metidas en los bolsillos.

Otro fugaz segundo, en el que Aldery pensó que podría conformarse sólo con haberlo visto otra vez desde allí. Pero ella misma hizo desaparecer el pensamiento echando a correr de nuevo.

Trent dobló otra esquina; ella le siguió. El asfalto y las baldosas desaparecieron y se convirtieron en empedrado, las casas envejecieron; Trent proseguía su avance en la distancia y ella le seguía.

Entonces, cuando Aldery comenzaba a sentirse insegura caminando en la oscuridad de la noche ya entrada, aparecieron en el horizonte un par de luces brillantes que flanqueaban la puerta de lo que parecía ser un edificio muy antiguo. Aldery se detuvo y contuvo la respiración mientras Trent se acercaba a aquel lugar. Tal y como se temía, entró en el edificio.

Esta vez, el instante de vacilación duró un poco más y Aldery estuvo a punto de ser vencida por el desánimo, pero una de las canciones que Trent había compuesto le vino a la memoria y sus piernas volvieron a moverse como activadas por un resorte.

¿Por qué detenerse ahora?

Al llegar frente al edificio, una voz surgió de un pequeño habitáculo junto a la puerta. El corazón de Aldery dio un vuelco: por supuesto, ¿cómo no iba a haber alguien vigilando…?

-¿Quién eres? -preguntó la voz en inglés. Aldery, pillada por sorpresa, se escuchó a sí misma respondiendo la verdad:

-E… Eli -dijo. Entonces, por la abertura que el habitáculo tenía hacia el exterior, surgió la cabeza de un señor entrado en años que también entrecerró los ojos para mirarla, sin duda entorpecido por la oscuridad. Y, sumiendo a Aldery en el colmo de la perplejidad, tras observarla durante un instante el hombre sonrió cálidamente y volvió a hablar:

-¡Claro! Pasa, pasa. Te está esperando.

Aldery trató que sus ojos no se abrieran tan desmesuradamente como pugnaban por hacer mientras cruzaba temblando el umbral de aquel edificio, preguntándose qué demonios estaba ocurriendo a su alrededor y qué era lo que iba a pasar cuando Trent descubriera que el portero había dejado entrar a una extraña.

Pero tenía que hacerlo. Tenía que verlo otra vez, tenía que comprobar si aquello había ocurrido de verdad o si no había sido más que la más cruel de las alucinaciones.

Sus pasos desembocaron en un jardín interior que estaba iluminado sólo por la luz de la luna y las estrellas, y allí estaba él: sentado en un banco de piedra, acariciándose pensativamente las mejillas con una mano mientras el otro brazo reposaba sobre sus piernas y la mirada se encontraba perdida en algún punto del suelo.

Aldery se detuvo bruscamente al descubrirle, y él levantó la vista al escucharla llegar. Un atisbo de sonrisa, que solía ser lo máximo a lo que ese rostro aspiraba, apareció en los labios de Trent, y Aldery, de repente, sintió deseos de dar media vuelta y echar a correr.

Como si la acción se desarrollase a cámara lenta, Trent se levantó del banco y avanzó un par de pasos hacia delante.

-Al final has venido.

Su voz se dejó oir como un murmullo apagado, y Aldery no pudo evitar estremecerse al escuchar tan cercano y tan libre de elementos artificiales aquel sonido que tanto conocía.

-¿Qué te pasa, no vas a acercarte? -Trent volvió a hablar y Aldery, como hechizada por aquella voz, avanzó también un par de pasos hasta que la tenue luz de la luna le cayó sobre el rostro.

La expresión facial de Trent volvió a transformarse como en su anterior encuentro en las calles: la mirada se intensificó, el ceño ganó más profundidad y la espalda se arqueó para observarla mejor. Finalmente, Trent levantó las cejas, con una clara mueca de asombro reflejada en el rostro.

-Tú…

Aldery, de nuevo, sintió deseos de echar a correr, pero volvía a tenerle tan cerca que hubiera sido capaz de tocar la camisa negra con sólo extender la mano.

-¿Qué haces aquí? -inquirió él, pero ella no fue capaz de responder. Se limitó a mirarle fijamente, tratando de retener en su memoria todos los detalles posibles de aquel encuentro antes de que se terminase.

Porque iba a terminarse pronto, estaba segura. Trent no sería desagradable con ella, pero lo próximo que haría sería pedirle que se fuera. O tal vez algo peor, a juzgar por la expresión tan sombría que acababa de instalarse en sus ojos.

¿Y si llamaba a la policía? La mente de Aldery se vio atacada por un súbito flash que le mostró todas las posibilidades que ni siquiera habían pasado por su mente: a pesar de todo lo que conocía acerca de Trent Reznor, era perfectamente posible que los peores detalles hubieran escapado a la divulgación, como que podía reaccionar violentamente si alguien se inmiscuía en su vida privada, o que era un asesino en serie en sus ratos libres, por ejemplo. A fin de cuentas, de cara a la relación con su entorno más cercano, Trent Reznor era simplemente un desconocido para ella.

De repente, la imposibilidad de responderle, unida a la inquietud que le produjeron sus propios pensamientos, llevó a Aldery a un estado tal de nervios que creyó que un inmenso vacío se abría bajo sus pies cuando Trent se acercó más.

Y más. En aquel momento, casi podía sentirle respirar sobre su pelo, mientras la mirada negra y fulgurante la traspasaba hasta los rincones más recónditos de su ser.

Y entonces el brazo, ese mismo brazo que la había sujetado hacía ya una eternidad, o eso le parecía, se despegó del cuerpo y se elevó hasta que el dedo índice de Trent rozó los labios de Aldery.

-Te pareces mucho…

Todo sucedió en un momento. Como movida por hilos invisibles, Aldery acarició la cara interior de la muñeca de Trent con el dorso de su mano. Pero el gesto no duró mucho tiempo porque, casi al instante, él la aferró del brazo de nuevo y la atrajo hacia sí.

Aún hoy, Aldery seguirá diciendo que está segura de que él no pretendía nada excepto mirarla más de cerca. Sin embargo, cuando ella no pudo resistirlo más y simplemente le besó, apenas hizo falta un roce de sus labios para que Trent respondiera al beso. Sus manos pasaron del brazo de Aldery a la nuca, hundiéndose en el oscuro cabello y tratando de acercarla aún más, como si el furioso recorrido que su lengua llevaba a cabo en la boca de ella no le bastara.
Y Aldery tampoco era capaz de resistirse al ritmo de los acontecimientos, así que, antes de que se diera cuenta, sus dedos habían agarrado la camisa negra de Trent. En el instante siguiente, habían trepado hasta el cuello, mientras él deshacía el beso para acariciar con la lengua desde el lóbulo de la oreja hasta la clavícula. Una exclamación ahogada escapó de la garganta de Aldery, a la vez que sus dedos se crispaban sobre el pelo corto de Trent.

Las manos de él, que se habían desplazado hacia la cintura, atravesaron la barrera de la camiseta de ella, que le cerró los dientes sobre el hombro. Y entonces fue el turno de Trent para que su gemido ronco surgiera de algún lugar entre su boca y el cuello de Aldery.

-Para -gruñó después, con visibles esfuerzos para pronunciar la palabra a través de su entrecortada respiración -, para, vamos. Vámonos -Aldery había sacado las manos del interior de la camisa de Trent como si el tacto de su piel le acabara de quemar cuando había dicho “para”, pero luego él había pronunciado las siguientes palabras en la comisura de los labios de Aldery sin dejar de acariciarla por debajo de la ropa. Parecía que, entonces, no había hecho nada mal, y que no había de qué tener miedo.

Así que le siguió, una vez más, hacia las sombras del interior del edificio, sabiendo que ya nada podría detenerlos.

Mucho tiempo después, cuando Aldery se marchó de allí a la luz del día, el lugar le pareció diferente. También el aire estaba cambiado, y hasta los sonidos puramente cotidianos de las calles eran distintos a los de la noche anterior.

Pero eso era algo normal. Después de todo, muy pocas personas son capaces de aprovechar esos momentos en los que el universo hace un alto para fijarse en ellas, y, cuando lo hacen, todos los elementos necesarios para configurar la realidad se alteran.
Hasta ocupar la posición exacta que se exige de ellos en un sueño.

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Ehem ^^UUUUUUU Como imagino que no todos habréis comprendido la cosa, os diré que Trentsito confunde a Aldery con la Eli de su E&M. Surrealista que es una xDD

drabbles

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