Este es un fanfic que escribí hace mucho tiempo, pero nunca lo publiqué. Me parece que viene muy bien para el reto 4. Lo escribí cuando la serie estaba por la 4ta temporada.
Título: La pesadilla
Advertencia: pre serie, Dean y Sam de niños.
Tipo: Gen
La pesadilla
Motel de carretera. Dos de la mañana. Dos de las tres camas de la modesta habitación estaban ocupadas. La luz de la luna se filtraba por entre las gastadas cortinas, iluminando al niño que dormía en la cama más alejada de la ventana. No tenía más de seis años, el largo pelo marrón le caía sobre los ojos. Se movía inquieto, estaba empapado en sudor y emitía breves gritos.
De pronto, lanzó un fuerte grito que lo despertó. Llorando, salió de la cama y corrió hacia la otra, donde dormía otro niño, que aparentaba unos diez años.
- ¡Dean!- El pequeño sacudía el brazo del otro, sin dejar de llorar.
- ¿Que ocurre, Sammy? - El chico despertó de inmediato, y de inmediato llevó la mano a una pistola que guardaba bajo la cama. En seguida se puso en pie y apuntó a la puerta y a la ventana, todo él alerta, un cazador listo para todo.
- Tuve un sueño horrible - sollozó el más chico.
Después de asegurarse que ningún peligro real había alarmado al niño y revisar puerta y ventanas, echó una mirada preocupada a la tercera cama, vacía y sin deshacer. Se sentó de nuevo en su cama y abrazó al pequeño, que temblaba y seguía llorando.
- Tranquilo, no pasa nada. Yo estoy contigo y papá volverá en seguida - Deseó poder creerse sus palabras. - ¿Que soñaste que te asustó tanto?
- Fue espantoso. Soñé que éramos grandes, que yo me convertía en un demonio y tú me ibas a matar. - El niño se abrazó con fuerza a su hermano mayor, y cerró los ojos.
El horror paralizó por un momento al mayor de los niños. ¡Pobrecito! No era justo para él que llevaran esa vida. No era de extrañar que tuviera pesadillas. Sam oía y veía cosas a pesar de los esfuerzos de su padre por evitarlo. Trató de tranquilizarlo.
- Sammy, eso no pasará. Sólo fue un sueño. Los demonios no existen.
- Sí que existen. El otro día oí que papá hablaba con el tío Bobby de uno.
- Claro que no. Papá estaba comentando la película que vimos en la tele. Tú te quedaste dormido. - Odiaba mentir a su hermanito, pero era aún muy pequeño. A sus diez años, sabía ya perfectamente que los demonios existían de verdad. Pero Sammy no tenía que saber eso. Ni todo lo demás. Ya habría tiempo de que supiera la verdad. Y sería antes de lo que a Dean le gustaría para el bienestar de su hermano. Pero lo importante ahora era calmarlo, hacer que volviera a dormir, y que no tuviera más pesadillas.
- Dean, yo soñé cosas que pasaron varias veces. ¿Te acuerdas de cuando me robaron la bicicleta? Yo lo había soñado.
- Eso no significa nada. Roban bicicletas todos los días. Y tenemos miedo que nos pase a nosotros, por eso lo soñamos.
- ¿Y si pasara de verdad?
- Te voy a explicar porqué tu sueño no puede volverse realidad. Primero, porque si existieran los demonios, que no existen, salvo en las películas, serían malos. Y tú eres bueno. Las personas buenas no se convierten en demonios. Segundo, porque yo estoy contigo. Ahora y siempre. Y no voy a dejar que te pase nada malo, nunca.
- ¿Cuando seamos grandes también? ¿No te vas a casar y a irte?
- Nunca te voy a dejar, ni cuando seamos viejos. Te voy a cuidar para siempre.
El pequeño sonrió entre sus lágrimas. - Entonces no me va a pasar nada malo.
- Nunca.
- Y si me vuelvo malo, ¿me vas a abandonar? ¿Me vas a dejar de querer?
- Nunca te voy a abandonar. No te voy a dejar de querer. Y no te vas a volver malo. Soy el hermano mayor, así que siempre me vas a hacer caso.
- Si, siempre. Aunque no me dejaras comer chocolate.
- ¡¡¡Siempre te dejo comer chocolate!!! Tengo un poco escondido en el bolso. Te lo doy si prometes volver a dormir.
- Está bien. El niñito se secó las lágrimas con la manga del pijama y se puso a comer el chocolate.
Un rato más tarde, el hermano mayor arropó a su hermanito, casi dormido ya, y se acostó a su lado, por si tenía otra pesadilla. El niño abrió los ojos soñolientos y le sonrió. Dio un enorme bostezo, y dijo
- Hagamos un trato, Dean. Yo prometo que nunca me voy a volver malo. Y tú prométeme que siempre me vas a cuidar.
- Trato hecho. Duérmete ya.
A los cinco minutos, Sammy dormía. Pero Dean no podía. La pesadilla de su hermanito lo había dejado angustiado. Era cierto que Sam soñaba cosas que a veces pasaban. Pero no esta vez, era imposible. Sam no podía volverse un demonio. Sam era bueno. Y él no iba a permitir que nadie le hiciera daño nunca. Lo iba a proteger aunque tuviera que pelear con todo el infierno. Se lo prometió a sí mismo. Y recién entonces, pudo dormir.
Cuando llegó su padre, casi al amanecer, cansado y lastimado, encontró a sus hijos dormidos, abrazados. Y se sintió orgulloso de ellos. Odiaba tener que dejarlos solos tanto tiempo, pero sabía que con Dean a cargo, estarían a salvo los dos. Para Dean, cuidar a Sam era más que un trabajo, era su misión sagrada en la vida.