Título: Lágrimas
Personajes: Dean Winchester, menciones a Sam Winchester y John Winchester
Rating: General
Advertencias: Ninguna
Ver a los doce años a tu padre ebrio no es tan extraño.
Ver a tu padre ebrio mientras tu hermano menor mira asustado desde un rincón, tampoco es para espantar a nadie.
Pero si tu padre no hace más que murmurar entre una serie de incoherencias el nombre de tu madre muerta, a la que apenas menciona sobrio, entonces sí que puedes sentirte un poco mal.
Dean Winchester nació cazador; lo comprendió más o menos en su octavo cumpleaños cuando su padre le puso en la mano un revolver cargado con cartuchos de sal y lo dejó con su hermano en un motel, mientras él iba a hacer uno de sus trabajos.
Dean no se asustó, había esperado ese momento con ansias, sin comprender muy bien el por qué de esa emoción, sabiendo tan solo que eso le colocaba en un lugar especial a ojos de su padre; que con esa arma, su labor de proteger a Sammy sería más sencilla, y su mente infantil no necesitó racionalizar nada más.
La posibilidad de ser como su padre era suficiente para sentirse orgulloso, grande, importante.
Porque ese hombre que se mantenía en pie pasara lo que pasara y se enfrentaba a las criaturas más terribles, protegiéndolos siempre, no podía ser menos que perfecto; y él también quería serlo.
Por eso, verlo aferrado a una botella, tumbado sobre la cama y llorando por esa mujer a la que él recuerda como el ser más hermoso del mundo, lo golpea de una forma que no sabe explicar. De pronto, el soldado perfecto se resquebraja, las lágrimas lavan esa mezcla que parece bañarlo, acero y tierra.
Y de alguna forma, eso no lo hace menos a sus ojos, se siente más cercano, comprende que tal vez ese dolor sea lo que lo hace tan fuerte, que si es capaz de levantarse a la mañana siguiente sin rastros de lágrimas, entonces es aún mejor de lo que pensaba. Y él aún quiere ser como él.
Cuando ve que se calma, le da la mano a su hermano y lo lleva a su cama, le dice alguna tontería para hacerlo reír, y sale a buscar un café en las máquinas de la entrada. La deja en la mesilla al lado de su padre sin decir una palabra y sin mirarlo, resistiendo apenas las ganas de darle un abrazo.
Se acurruca al lado de Sam, e intenta dormir, acariciando el arma bajo la almohada.
A la mañana siguiente, su padre no recuerda nada, y está bien, prefiere que sea así; hay cosas que no necesitan nombrar para compartirlas.
Será como él algún día, un cazador de verdad, no solo uno de nacimiento, y llegado el momento, si hace falta, no tendrá miedo a llorar.
Porque después de todo, hasta el más valiente soldado tiene que lavar su dolor.