Playting (Dean/Castiel) Capitulo 1

Jan 10, 2010 00:28

Le prometí a Boone_spn (Mi prometida ) que le haría un fic PORN de Castiel cada vez que suspendiese el examen de conducir. Así mismo, cuando aprobase ella me tenía que hacer a mi uno.

Al final se me acumulo trabajo, así que en vez de One Shot me está saliendo esto que no me lo podía quitar de la cabeza.

By Kitiara de Astaroth

Rating: NC17

Resumen: La batalla del bien contra el mal nunca terminará, pero el apocalipsis ha pasado y han ganado los buenos. No hay razón para que los ángeles permanezcan en la tierra y sin embargo Castiel no puede dejar de observar a Dean.

Pareja: Castiel/Dean, quizas trio con Sam. No se.

Personajes extras recurrentes: Sam, Gabriel

Advertencias: Dub!Con, Non!Con, H/C, D/s, Negacion, Angel!Porn, Post-apocalipsis AU y cualquier cosa que se me ocurra.





Castiel decidió que el chocolate poseía un sabor único y delicioso. En esa tranquila heladería italiana, a la vuelta del hostal donde se hospedaban los Winchester contemplaba por la ventana de cristal algo polvorienta como la gente caminaba apresurada por la calle, y como sus sombras se proyectaban fantasmagóricas en las aceras bajo la luz anaranjada de las farolas.

A pesar de su sabor exquisito, sentir el frío del chocolate entumeciéndole la lengua no estaba haciendo el efecto que él esperaba.

La última vez que había estado en un cuerpo humano, los helados todavía no se habían inventado y había tenido que deshacerse de este tipo de problemas con rápidos chapuzones en los lagos cercanos a las aldeas.

Ni siquiera un ángel podía lavarse en uno de los pocos pozos de agua potable que había. No era de sentido común.

El mundo evoluciona y los ángeles observan. Teóricamente el efecto debería ser similar.

Debería volver a casa. El mundo volvía a girar sobre su eje sin mayor peligro que el de los propios mortales. Lucifer había sucumbido de la manera más vergonzosa posible. Tratando de hacer tiempo para que Sam le aceptase se había ido fusionando cada vez más con el cuerpo del mortal que era su receptáculo.

Al final, esa había sido su caída. Como siempre, la arrogancia. Jamás llegó a pensar que pudiese perecer junto con ese saco de huesos y carne, tejidos y vísceras. No, él no. Lucifer no. Nunca.

Así había sido, el cuerpo decayendo a velocidad alarmante, simplemente sostenido por la fuerza de voluntad más increíble jamás contemplada por la humanidad. Había alimentado el cuerpo con su esencia, había dado demasiado, sus células no habían aguantado y por primera vez en su larga existencia, Lucifer había muerto como humano.

¿Qué hacia ahora?

Probablemente lamerse sus heridas en alguna parte, quizá en un sueño que durase eones, quizá demasiado confundido, eternamente condenado a compartir su esencia con la de su receptáculo humano. Castiel no lo sabía, y aunque en una parte de su mente tenía cierta curiosidad por saber el paradero de su hermano más rebelde no era nada como su obsesión actual.

Todos los ángeles, con excepción de Gabriel que había preferido quedarse, habían dejado la tierra. Él se había quedado.

A veces se acercaba al arcángel y observaba sus travesuras con el ceño fruncido. Otras, quizá, conseguía que le hablase. Gabriel tenía poco que decir.

Y mientras permanecía en la tierra seguía a los hermanos Winchester en silencio, observando, a la espera. A veces los ayudaba en sus cacerías, pero normalmente no interfería. Los ángeles están para observar, no para actuar.

Le gustaba ver esas refriegas, esas luchas, cuerpo contra cuerpo, plata, sal y sangre todo mezclado a cuerpos sinuosos demasiado perfectos para ser meros mortales.

Sus ojos seguían especialmente al mayor, a su protegido, a su humano. Podía estar junto a él, sin despegarse, invisible, contemplándole, estudiándole, a la espera de lo que sabía que ocurriría.

Sus pensamientos cada vez se nublaban más cuando pensaba en Dean, a veces rayando la herejía.

Habían vuelto de una cacería, esta vez habían sido unas banshees, que habían estado volviendo loco a todo un pueblo con sus llantos y quejidos. Había sido duro y ambos habían salido heridos.

Castiel se había asegurado de que no fuese nada grave.

Al llegar al hostal , Dean se había quitado la sudada y desgarrada camiseta negra, la había hecho una pelota y la había arrojado a un lado de la habitación con una mueca de asco, para instantes después arrojarse encima de la cama con los brazos extendidos y los ojos cerrados por el placer.

Había emitido un gemido lastimero que había hecho que los pelos de la nuca de Castiel se erizaran.

Por unos instantes se había enfadado. Le parecía una provocación, clara y directa, pero pronto había recordado donde estaba, en que época y de quien se trataba. No lo hacía más fácil.

Dean no estaba tratando de seducirle, ni de faltarle al respeto, simplemente estaba agotado y sus músculos estaban felices de poder descansar en un colchón cómodo para variar. O en un colchón a secas.

Dean ni siquiera sabía que él estaba ahí. Que no se había separado de su lado desde que habían ganado. La mayor parte del tiempo no le veía.

No se había desnudado frente a él. Solo había sido una camiseta que estaba sucia, llena de restos de barro, sangre y sudor. Nada de ello había sido premeditado.

Quizá eso le encolerizase más. Dean era su humano por derecho propio. Leyes más antiguas que la tierra misma así lo decían. Portaba su marca grabada en su piel, y una aún más visible en su alma. Eso lo hacía suyo, lo mirase por donde lo mirase. Cualquier juez dictaría que Dean era suyo.

Sin embargo, Dean no era de nadie. Jamás le mostraba respeto, ni gratitud, ni adoración, ni… nada. La única vez que los ojos del cazador se habían oscurecido por el miedo fue cuando Castiel había amenazado con arrojarle de nuevo a las llamas del infierno.

Ah, aquella había sido una grata satisfacción. Apenas se estaba acostumbrando a su cuerpo humano cuando pasó, pero su miembro reaccionó al instante ante esos ojos cubiertos de miedo y esos labios un poco mas pálidos de lo normal.

Una única vez.

Sam entró en la habitación y empezó a hablar con su hermano de la caza. Ambos empezaron a curarse el uno al otro, como un ritual.

Castiel se llevó una mano a la cabeza, tratando de contener su ira, de que esta estallase a través de su cuerpo y le delatara. Simplemente había decidido darse media vuelta y marcharse.

Tenía que pensar bien las cosas, y sabía lo suficiente sobre el cuerpo humano como para comprender que no iba a sacar nada en claro con la tremenda erección que tenía.

Seguía siendo un ángel, pero las reacciones físicas del cuerpo humano podían distraer a cualquiera. Realmente no era su culpa que la creación preferida de su padre fuese a la vez tan fuerte y tan débil, tan sensible e insensible, tan perfecta e imperfecta.

A veces, solo a veces, y en lo más profundo y escondido de su corazón, entendía a Lucifer. En esas pocas veces pensaba en el paradero de su hermano.

Pero no, no podía pensar en claro con el deseo sexual inflamado por la ira. Eso era no tener control sobre uno mismo, y si Castiel sabía algo era de control.

Simplemente era más difícil controlar las cosas en el cuerpo de Jimmy. Jimmy que ya no estaba con él y le hacía más fácil su estancia sin tener que escuchar sus pensamientos sobre su mujer y sus hijos, sobre las injusticias de la vida y sobre por qué le había tenido que pasar a él.

No era justo. Castiel estaba de acuerdo. En absoluto era justo y por eso estaba en una heladería.

Ya que las duchas de agua fría no le hacían mucha gracia, había pensado que algo helado funcionaria mejor en su caso, ya que él era un ángel en un cuerpo humano y sus sentidos estaban mucho más agudizados que los de los seres humanos normales.

Craso error.

Había elegido él sabor de chocolate porque entre la miríada de extraños sabores que ofrecían era el único que reconocía. Los humanos y su fascinación por el chocolate. Había estado en épocas en donde el chocolate ya existía, pero jamás se le había ocurrido probarlo. No había visto la necesidad.

Normalmente los humanos encuentran fascinantes las cosas más ridículas, pero esta vez podía entenderlo.

Al deslizar su lengua contra la textura cremosa del helado y sintiendo como se derretía en contraste con el calor de su lengua, sí, podía notar que era placentero. Ligeramente pecaminoso. Dulce e intoxicante.

Así que no se sorprendió al notar que seguía teniendo una erección, pero esta le molestaba, presionaba contra sus pantalones y cada vez que se movía se rozaba contra la tela y le hacía sentir un placer casi doloroso. Se sentía atrapado en tantas capas de tejido. Había preferido la antigua roma donde las vestiduras no aprisionaban y apretaban.

Gabriel entró en la tienda.

Se sentó frente a él en silencio.

Castiel dio otro lametón al helado, y su mente no pudo sino divagar haciendo caso omiso de la presencia de su hermano.

Era un sabor fascinante, pero estaba totalmente seguro que el sabor de Dean sería aun mejor. Muchísimo mejor. Se le pasó por la cabeza que quizá los mortales deberían hacer helados con sabor a Dean. Quizá entonces podría pedir uno de Dean con chocolate y probar las diferencias, mezclar ambos sabores y paladearlos con todo el tiempo del mundo. Algo que él tenía de sobra.

- ¿Piensas reclamarlo?

- Estoy en mi derecho. - repuso mirando con reproche a Gabriel que había hecho aparecer un enorme helado de colores delante suyo.

¿Quién era Gabriel para juzgarle?

Bajó la vista y volvió a sumirse en sus pensamientos, se imaginó haciendo lo que podía hacer y no hacía por... no sabía por qué.

Una imagen, clara y vívida pasó por su mente como un rayo, se vio entrando en la habitación del motel, arrancando las sábanas de la cama y empezar a lamer el pecho descubierto del chico. Esa piel que le pertenecía por derecho, reclamar cada centímetro, y dibujarla con sus manos.

Quizá usando el helado como aliciente, y depositando pequeños bocados en los pezones de Dean para verlos endurecerse y luego poder introducírselos en la boca, para que el chocolate se mezclase entre ambos.

Se humedeció los labios inconscientemente al pensar en cómo sería pasar su lengua por esos pezones erectos, haciendo círculos hasta que el frío del helado
desapareciera y solo quedase el calor y la carne.

Gruñó al imaginar cómo sería morderlos suavemente y en qué clase de sonidos saldrían de la boca de Dean.

- Puede que sea tu derecho.- asintió Gabriel- ¿Pero lo harás? ¿Le arrancarás de su existencia? ¿De su hermano? ¿Le quitarás la libertad, y la vida?

- ¡Le estaría dando algo mejor!- protestó Castiel alzando la voz con enfado - Jamás tendría que volver a tener miedo. Yo le daría todo.

- ¿Y crees que algún día te perdonaría?

Maldito Gabriel y sus preguntas. ¿Quién era él para hablarle de moralidad? ¿Él, un arcángel que se revolcaba en todos los vicios y sucios placeres que le podía ofrecer la humanidad? ¿Él que mataba y jugaba, y trataba la vida de los mortales como una distracción?

- No estoy aquí para juzgarte; solo trato de comprender- Los ojos de Gabriel le miraban inescrutables, buscando algo.- Hace mucho que estoy aquí, y a veces se me olvida como solía ser, ya sabes, pensar como un ángel.
Castiel le dirigió una mirada incrédula.

- Cualquier cosa que ocurra entre mí y mi humano no es de tu incumbencia, Gabriel. Te prohíbo que te acerques a él.

- ¿Tu me prohíbes a mí?- el arcángel no parecía ofendido, más bien divertido, pero aún así elevo su aura para que Castiel la sintiera.- En realidad, tengo algo que proponerte. Creo que te interesara. Y ale, otro dia mas y mejor.

autor: kitiara, personaje: sam, fanwork: fanfic

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