Caperucita tiene las rodillas sucias

Apr 03, 2006 23:30





Cambias la sonrisa y muestras una dentadura canina. La maldición está en tus ojos, aquella que tanto te ha hecho llorar. La maldad baila en tus dientes como un brillo fugaz. Frunces el ceño como si debieras defender tus temores de niño. ¿Te molesta que la Caperucitaverde sea feliz? Debes impedirlo y reír ante el fracaso. Piensas “Duele, ¿verdad?” Como si ella no lo supiera ya antes. Te sientes mejor que nunca por un instante al poder sustituir tus miedos por los de los demás. Sienta bien la desgracia ajena; como el descanso tras perseguir a la presa, teniéndola en tu estómago.

Antes pensaba que el Niñolobo era especial, que era un poco mío en algún momento, que me alimentaba con tiempo de risas, con sueños de su cosecha que me prestaba para una o dos horas, o una tarde entera. Más tarde pensé que no se había perdido en el bosque y todavía podía regresar, pero no seguía el rastro de pan. Ahora no sé si eres niño o solo lobo.
No sabré que hacer si luego te pones piel de cordero y vienes a bailar. ¿Dolerá todo como antes?

El Niñolobo no será capaz de demostrar su condición humana con millones de palabras y tres o cuatro miradas. 

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