Título: Satisfacción
Fandom: Hawaii Five-O
Resumen: Steve tiene muy claro que hay muchas actitudes de Danny que le producen una malsana satisfacción, pero también tiene en claro que hay una de esas actitudes que encabeza su lista.
Pairing: Steve/Danny
Raiting: +15
Disclaimer: Nada de la serie me pertenece, todo es de sus respectivos dueños, y esto es por diversión, sin ánimo alguno de lucro.
Advertencias: Mención de sexo entre hombres, nada muy fuerte cabe aclarar.
Nota de autor: Vi los 36 capítulo de la serie en 4 días, así que imagínense como tengo la cabeza en este momento. Nunca una serie me hizo caer en su embrujo tan rápido. Ya la primer escena entre Steve y Daniel me hizo estallar de felicidad el corazoncito de fangirl que llevo dentro. ¡Por dios, aún no puedo creer que no hayan formalizado su relación! Espero que algún día los guionistas y productores dejen de hacernos sufrir de este modo XD. Desde ya pido disculpas por los (ho)errores que pueda haber, carezco de beta así que mi bestialidad innata queda plasmada en mis escritos. Gracia por su atención
Satisfacción
Steve tenía claro que Daniel “Danno” Williams era para él una inagotable fuente de satisfacción.
Desde el primer momento en que se conocieron, en su casa, diría Steve; en la escena del crimen que investigaba, diría Danny, su relación había sido como dos asteroides chocando. Gritos y más gritos ordenándose el uno al otro bajar el arma e identificarse. Y allí había sido la primera vez que sintió el aguijón de la satisfacción golpear contra su pecho. Ver la cara de odio que el detective le dirigió cuando escuchó su conversación por celular con la gobernadora Jameson le provocó un gozo malsano, y lo recordaba porque fue la primera sonrisa, arrogante debe admitir, pero sonrisa al fin, que sus labios mostraron desde el asesinato de su padre.
La segunda vez que sintió satisfacción junto a Daniel fue al dominarlo y demostrarle quien mandaba allí frente a muchos policías del HPD. Estaba perdido escuchando la perorata inacabable de “aquí es donde debes agradecerme por salvarte la vida, maldito imbécil”, a la que puso fin abruptamente al tomarlo del brazo y con una simple llave inmovilizarlo de una manera humillante ¡Era un maldito SEAL, nadie iba a picarle el pecho con un dedo y ordenarle qué hacer! En todo caso él daba las órdenes. Lo soltó porque Danny se lo pidió, pero también porque este estaba herido y no quería sobrepasarse con alguien que no podía hacerle frente. Ya se había divertido lo suficiente con el pobre tipo. Pero el gusto que había sentido hasta ese momento sólo recrudeció cuando sintió el puño del detective estrellarse contra su rostro.
No, Steve McGarrett no era masoquista para disfrutar de un golpe, sólo que había hallado a alguien que no lo trataba como un ser superior y que no dudaba en hacerse valer si era necesario. Eso era lo que explicaba el por qué sonreía de una manera tonta mientras viajaban por la ruta en el auto del detective, escuchando la diatriba que le daba sobre si era sensible o no y de porque aún esperaba que se disculpara. Esa sería la primera vez que se disculpara con Danny y de todo corazón, porque el hombre lo merecía ¡Dios! Le habían disparado por su culpa, le había robado su caso y había querido humillarlo frente a todo el mundo, sabiendo que el detective no estaba en su mejor momento (la situación con su ex mujer y todo eso) lo mínimo que podía hacer era pedirle perdón. Y lo hizo. Se sintió terriblemente bien el hacerlo, aunque el rubio no haya aceptado su gesto inmediatamente.
Steve sabía que en ese momento debía comenzar a preocuparse. No tenía idea de qué, pero tenía que preocuparse. Tal vez de la familiaridad que alcanzó en un par de días, tal vez del deseo y avidez que sentía por conocer mejor a su nuevo compañero de equipo. Trataba de convencerse que sólo quería saber esas cosas porque debía conocer con quien trabajaba, pero no le sucedía lo mismo con Chin y Kono. Personas con las que comenzaba a trabajar en ese momento, como sucedía con el detective.
El SEAL recuerda con una sonrisa la primera tarde en la playa, y la recuerda porque es la primera de muchas otras que vivieron juntos. Pero Daniel se abrió a él, expresándole sus temores y él por qué de su manera de actuar. Ese recuerdo también lo lleva a pensar en el momento en que yendo a toda velocidad hacia el barco en el que estaba Victor Hesse, el detective le confesó la historia detrás del sobrenombre “Danno” y él no pudo evitar decir que le parecía “tierno”, demasiado, por más que sonara un poco a burla y Danny se lo haya tomado así, pero era la verdad. Steve no podía evitar pensar en Daniel como alguien dulce y atento. No todos se mudarían a una isla (“infestada de piñas” diría el rubio) sólo para poder hacer visitas -demasiado cortas a su modo de ver- a su hija. Abandonar tu vida siguiendo a alguien más demostraba el gran amor que Daniel era capaz de sentir.
Saber que sólo a Grace -porque al fin de cuentas era algo entre ellos dos- le dejaba llamarlo por el sobrenombre en cuestión le dio un motivo más para picar al rubio. Adoraba llamarlo “Danno” y ver la cara de resignación que ponía ante el hecho, como si desde el inicio -ese primer “fíchalo, Danno” soltado con deleite y una sonrosa- el rubio ya hubiese aceptado que las cosas serían así para siempre.
Luego de ese primer caso, Steve descubrió que había otra cosa del detective que lo llenaba de satisfacción: sacarlo de quicio, ese comenzaba a ser su deporte favorito. No nadar, no correr, no explotar, incendiar, destruir, golpear, amenazar o disparar. No, lo que alegraba su día era molestar a Daniel por cualquier cosa: usar corbata en Hawaii (luego comenzaría a molestarlo cuando no las llevaba), la indignación que sentía por ver fruta en las comidas (“¿qué tienen en esta isla con la piña, por Dios?” diría el rubio), el que no quisiera acompañarlo a nadar, las tácticas que él empleaba para con los maleantes que atrapaban y el detective no compartía y muchas otras cosas que no recordaba en ese momento, pero que siempre terminaba de la misma manera: un extenso monólogo, lleno de indirectas, sarcasmo e ironías -y mucha gesticulación y teatralización- al que Steve sólo respondería con una sonrisa dulce que, obviamente, sacaría más de quicio a su compañero.
Esas discusiones, según Kono, eran épicas y dignas de ser escuchadas porque era en el único momento en que los dos perdían los estribos y se decían todo lo que pensaban a la cara. Pero lo gracioso, que para Danny no lo era, cabía destacar, era que todo el mundo pensaba que eran un matrimonio. La primera vez que se lo dijeron, Steve trató de aminorar las veces que molestaba a su amigo porque no quería que Daniel se sintiera incómodo con las suposiciones y chistes de la gente. Él estaba muy seguro de quien era, y cuáles eran sus gustos y no tenía porque esconderse o exponerse si no era necesario. En cambio el rubio detective parecía ponerse incómodo ante esas bromas. Steve tenía en cuenta que Daniel había estado casado y tenía a su preciosa niña como recuerdo de ello.
Lo que le llevaba a pensar en otro punto a favor en el rubio. Su faceta paternal. Era realmente tierno (“¿Otra vez ese adjetivo, Steve?”, casi podía escuchar la voz de su compañero en su mente). Ver a Daniel interactuar con Grace era la imagen de la ternura. Steve había tenido una áspera relación con su padre, lo cual le dificultaba en su trato con los niños. Pero para el rubio eso parecía algo natural. Una palabra reconfortante a algún pequeño que quedaba atrapado en alguna situación peligrosa, infundirles ánimo o tener que darles alguna mala noticia, parecía ser una tarea creada sólo para Danny. Y Steve a veces sentía envidia por esa habilidad, pero era muy pocas veces, ya que la mayoría estaba mirándolo como quinceañera enamorada. Steve estaba convencido de que le caía bien a Grace por el simple hecho de que su humor ácido y sus ganas de molestar al padre quedaban ahogados en la baba que perdía por su compañero cuando ella estaba cerca. Pero no podía evitar amar a esa pequeña, por el simple hecho de ser la luz de los ojos de Daniel… por más que significara un vínculo con la arpía de su ex esposa. No odiaba a esa sofisticada mujer inglesa, no la conocía lo suficiente como para ello, pero el que hiciera sufrir a Danno era razón más que suficiente para tenerla en su (muy extensa) lista de personas no gratas.
Steve creía que esa era un conteo más o menos aceptable y que hacía honor -un poco- a Daniel y a todas esas cualidades que le causaban un gozo indescriptible. No sabía, o mejor dicho, no podía dar un orden específico para todas ellas, pero de algo estaba seguro: nunca nada le causaría un nivel de satisfacción mayor que tener a Danny gimiendo bajo su cuerpo.
Fue duro y difícil romper la barrera de amistad que había entre ellos, casi tan difícil como hacer admitir a Daniel que la atracción era mutua y recíproca. Le llevó días, retrocesos, gritos, dolores de cabeza y sentir su corazón quebrarse cada vez que el detective lo evitaba. Tuvo que pedirles ayuda a Kono y a Chin para idear algún tipo de plan que hiciera por lo menos que el rubio volviera a hablarle luego de haberse confesado.
La estrategia había funcionado de maravilla porque esa misma noche habían terminado sobre su propia cama semi desnudos, acariciándose y besándose como si no hubiese un mañana. El primer beso había sido muy tonto, casi inexperto por los nervios del rubio -Danny luego le confesaría que su pobre performance se debía a que no tenía idea cómo debía besar a un hombre- pero Steve no se quejó, ya que esa noche, si bien no tuvieron sexo fue el primer encuentro de muchos que compartieron en esa cama. Luego de mucho insistir, y mucho prometer, el sexo había llegado y había sido una experiencia abrasadora. Daniel, si bien parecía ser seguro y decidido en la vida diaria -gritarle a un marine, como lo hace día con día lo demuestra-, en esa primera vez se había comportado de una manera dócil y sumisa, se dejó hacer, se dejó acariciar, besar, lamer, restregar y tocar por Steve sin poner ningún tipo de negativa. Y era esa faceta casi vergonzosa que el rubio mostraba en la cama lo que enloquecía a Steve.
Si, esa misma actitud que mantenía en ese momento mientras se besaban con violencia y de forma arrebatada sobre las sábanas de esa cama a la que ya están acostumbrados.
-Estás distraído-es una afirmación en toda regla. La voz de Daniel suena quebrada y jadeante. El estar desnudos y restregándose el uno contra el otro puede que sea un buen motivo para explicar eso.
-No estoy distraído, Danno- responde entre beso y beso el comandante, mientras hunde una de sus manos en el cabello de su compañero para tratar de profundizar el beso.
-¡Lo estás! No estarás haciendo esa lista mental de las cosas que te gust… dios, no te muevas de esa manera- ese enérgico movimiento de cadera por parte de Steve hace que la exigencia de Daniel sea hecha con muy poca seguridad. El castaño no quiere apurar las cosas, pero si se enfrascan en una lucha de palabras en ese momento, sabe que se quedara con las ganas y tendrá que ir a nadar un rato para solucionar lo que puede llamarse un serio problema.
-Sólo quiero darte placer, babe- susurra en su oído, y cuando escucha gemir al detective sabe que, por esta vez, el vencedor es él.
No le hace falta sentir como Daniel se abraza a él con brazos y piernas, restregándose con fuerza y gimiendo por el placer que siente por el frote constante de sus pieles, para saber que el rubio ya está listo. Se acomoda de la mejor manera posible para no lastimar a su amante y con una lentitud casi impropia en él lo hace suyo. Ama la manera en que el rubio lo abraza, lo sostiene, lo obliga a quedarse sobre él, pegado a su piel como si fueran uno. Danny gime con fuerza, vierte cada gimoteo que abandona su garganta justo en su oído debido a la posición en la que están, y eso obliga a Steve a moverse con más fuerza porque siente que si no lo hace morirá de placer. El Comandante se contenta con hundir su rostro en el cuello del rubio. Lo muerde, lo marca como suyo (“no soy ganado para que me marques, Steven” será lo primero que escuche cuando su amante vuelva en sí).
Steve aumenta el ritmo hasta llevarlo al frenesí. Lo obliga a perderse en el fuego de la pasión que desborda por sus poros. Obliga a Daniel a hacerse cargo y a pagar con su cuerpo el despertar esos instintos salvajes que él trata de aplacar para no lastimarlo. Y el ritmo se vuelve violento y salvaje, y se besan de manera desesperada, hiriendo sus labios, mordiendo sus lenguas y diciéndose con acciones todo lo que, aún, no pueden decirse con palabras.
El éxtasis los ciega por un momento. Los deja por completo inmóviles, perdiéndose en las sensaciones que el orgasmo provoca en ellos. Steve no se moverá por un rato dominando a Daniel con su peso, quien estará muy ocupado aun manteniendo en un fuerte abrazo al moreno.
Esa es la escena que se repite desde hace un par de meses. Y si bien a Steve no está por completo complacido con la situación sabe que si apurara las cosas, Danno saldría corriendo sin pensar en nada más. Es por eso que se calla, porque aún puede soportar verlo partir de su lado antes que salga el sol sabiendo que en unas horas lo verá en la oficina… pero cuando eso ya no sea suficiente lo obligará a mudarse a su casa, acondicionaran un cuarto para cuando el rubio tenga a Grace bajo su custodia, y todo será perfecto.
Pero por ahora Steve está satisfecho con lo que tiene, así que puede aguantar un tiempo más.
Pero no demasiado.
Fin.