La profecía 3

Jul 09, 2010 07:00


Capitulo 3:

Sam entró en la tienda para pagar la gasolina y comprar un par de cajas de galletas. Mientras esperaba en la cola vio su reflejo en la máquina de bebidas e intentó alisarse un poco los pantalones y el niqui marrón que llevaba bajo la chaqueta de cuero. Con las ojeras y la maraña de pelo poco podía hacer por el momento. En los últimos años se había quedado muy delgado. Pagó y se dirigió a por el Impala.

Sam notó los hombros tensos cuando volvió a conducir fuera de la estación de servicio. Cedió el paso a un coche de policía y saludó a sus ocupantes con la cabeza cuando pasaron junto a él. Cada año que volvía por aquellas fechas había más agentes por la zona.

Encendió la radio. El viejo trasto apenas cogía un par de emisoras, pero se las arregló para sintonizar las noticias locales.

«Una vez más los vecinos y vecinas de Minnesota nos preguntamos por qué no han podido detener aún al asesino. ¿Cuántos años más tendremos que vivir con este temor sobre nuestras cabezas? ¿Sabiendo que una vez al año en esta fecha podríamos ser los siguientes? Tras cinco años con la sombra de este brutal…»

Sam dejó de prestar atención a la radio. ¿Cinco años ya? El mismo tiempo que había pasado sin Dean.

Bajó una pequeña pendiente y se adentró en el camino hacia la casa en la que habían vivido juntos durante aquel año. Las ruedas hicieron ruido sobre la gravilla mientras se dirigía a la entrada para aparcar. Sam se apoyó sobre el volante contemplando  el lugar donde creció. El edificio era una casa de dos plantas. Ya nadie vivía allí, pero en el aniversario de la muerte de su hermano siempre volvía. Cada centímetro de aquel lugar tenía una parte de su hermano y suya.  Su primera barbacoa la había hecho cerca del árbol que había crecido hasta meterse en la habitación donde dormían. Jugaron al fútbol en el patio trasero hasta que rompieron un cristal, se besaron en el porche mientras esperaban el amanecer.

Sacó la linterna de la guantera y la mochila del maletero antes de entrar.

La luz de la linterna apenas iluminaba el camino entre las ruinas que una vez fueron su hogar. Cada pisada sobre las viejas escaleras de la casa sonaba como un quejido. El polvo cosquilleaba en su nariz y las telarañas iban pegándose a su ropa mientras avanzaba. Lo que una vez olió a madera y loción de afeitar, hoy apestaba a humedad.

«Tal vez no debería haber vuelto. Tal vez.»

El corazón latía con fuerza contra su pecho. Sam empujó la doble puerta del salón. Las bisagras se opusieron y chirriaron como si intentaran avisarle para que no entrara, pero cuando apoyó su hombro para hacer fuerza acabaron por ceder.

Sacudiéndose la suciedad de la ropa entró.

El haz de luz de su linterna iluminó una mesa larga en mitad de la estancia, como la de los típicos salones medievales de las películas. Las ventanas estaban cerradas por tablones y los muebles tapados con sabanas. Caminando entre todos aquellos recuerdos se acercó hasta la silueta del espejo de pie que estaba buscando. Acarició la tela entre sus dedos y la retiró. La linterna se reflejó sobre la superficie iluminando su rostro. Sam se llevó una mano a la cara sintiendo una barba de tres días. ¿En que se había convertido?

Volviendo su atención a la mesa, la mano libre de Sam descargó la mochila que llevaba a la espalda y comenzó a vaciar su contenido. Las velas negras deberían ser lo primero en ser colocado. Recorrió cada rincón del cuarto dejándolas contra la pared, inundando la estancia con un fuerte olor acre. La daga fue dejada sobre un pequeño cáliz de metal que contenía agua y las velas blancas sobre unos soportes negros con forma de esqueleto. Los ojos de las diez figuras brillaban bajo la luz de la linterna. Antes de apagarla comenzó a parpadear. Esa noche lo traería de vuelta. Cada segundo que arañara en este mundo sería uno menos que su hermano pasaría sólo...  Por fin.

« Lo hago por él» Pensó, pero algo en el tono dentro de su cabeza no le gustó. - ¡Cállate! -exclamó en la habitación vacía mientras cerraba los ojos con fuerza. Su hermano haría lo mismo por él. Vendría a buscarlo...

Sacó el libro que encontraron hacía años y lo dejó caer sobre la mesa levantando una polvareda. Encendió sólo las velas blancas y abrió el libro por la página marcada con la cinta negra; Mero trámite cuando te conoces cada pasaje mejor que a ti mismo. Sam se mordió los labios, mientras sacaba el último requisito; una nevera portátil del tamaño de una caja de zapatos. Nunca se imaginó haciendo eso, pero tampoco se imaginó perdiendo a su hermano de aquella manera. Incluso después de destrozar a cada demonio que se había cruzado en su camino nadie le contó nada.

Sus labios se movieron para hablar en una antigua lengua muerta y prohibida.

Pasó la daga por la palma de su mano haciéndose un corte profundo sobre otras tantas cicatrices. Cada vez era más y más fácil hacerlas. Vertió las gotas de sangre sobre el cáliz mientras seguía recitando cada palabra, cada sílaba, cada letra. El agua comenzó a bullir derramándose fuera. Todo aquello para que Dean volviera... O para nada.

Como si alguien hubiera trazado surcos imaginarios el líquido fue guiado hasta llegar a los pedestales de cada una de las velas. Después de eso las llamas seguirían los trazos y abandonarían la mesa para iluminar todas las velas negras que había dejado junto a las paredes. La primera vez que vino también sucedió así… y la segunda y la…tercera...

«¿Cuántas veces lo había intentado?»

Una voz a sus espaldas le hizo darse la vuelta, aunque sabía quién era sólo por el olor que desprendía: - ¿Qué has traído para mí?-le preguntó el demonio.

Era grande, más que él y esta vez había acudido en su forma demoniaca. Su cabeza casi tocaba el marco de la puerta y sus hombros se le hubieran quedado encajados si hubiera entrado por ella. Desprendía un olor a azufre tan fuerte que parecía que se hubiera traído el infierno con él.

El ser bajó la vista mirándole con fijeza. Tenía los ojos tan rojos como las manos de Sam cuando mató a sus víctimas. Mirarlos era como ver lo que había hecho para llegar hasta allí.

Sam le ofreció la nevera con manos temblorosas y el demonio la aceptó rozando sus dedos.

Sacando un corazón de la caja El demonio se lo acercó hasta la nariz manchándose la cara de sangre. -Mujer... ¿Estás seguro de que era una inocente?

- ¡La seguí durante meses!-se defendió Sam. Esta vez nada estropearía el pacto.

-Y pensar que el primero me lo entregaste llorando.

- ¿Vas a hacerle volver? No he olvidado nada.  He hecho todo lo que me pediste. -Sam no quiso sonar desesperado, pero lo estaba.

-Ordenado. -Le corrigió el demonio al tiempo que lanzaba el órgano de una mano a otra. El sonido le resultó desagradable.-¿Qué deseas? -preguntó como si no lo supiera de sobra.

«Que no hubiera sucedido.», Pasó por su cabeza, pero era una de las cosas que no podía pedir. Eso lo había aprendido de la peor de las maneras la primera vez que lo intentó. Cuando hacía frío sus costillas se resentían por los golpes que recibió. En aquella ocasión, no supo como empezaron a zarandearlo contra las paredes de la habitación ni quien limpió su sangre después, pero no deseaba repetir la experiencia.

« Que llenes... Que llenes el vacío que dejaron.»

-Trae a Dean de vuelta. -Cuando la última palabra fue pronunciada sintió un frío abrasador.

-El pacto está sellado. -El demonio sonrió mostrando una hilera de colmillos y extendió su mano para que la estrechara. Sam lo hizo, pero tras cinco años tratando con él suponía que no podía ser tan sencillo.

- ¿Y la trampa? -Preguntó temeroso.

- ¿Trampa?

-Llevo cinco años intentándolo y nunca hemos llegado hasta el final.

- ¿Dudas de mí?-El demonio alzó una ceja en señal de advertencia.

-No-Se apresuró a disculparse Sam. Instintivamente cruzó los brazos cubriendo sus costillas.

-¿Qué ha pasado?- escuchó una voz familiar dentro del espejo. Era su hermano Dean. Una mano traspasó el espejo palpando el aire. -¿Dónde estoy?

Sam quiso correr hacia él, pero el demonio lo sujetó por el brazo. Agachando su enorme cuerpo se acercó para susurrarle cerca del oído un último mensaje: -Ve, Sammy. Date prisa porque tienes... quince minutos para explicárselo, una hora para que lo asimile y otras siete para perderle de nuevo.

-¡No! -Sam negó con la cabeza mientras trataba de apartarse. -¡No es justo!

-¿Justo? -El demonio le miró con los ojos entrecerrados como si hubiera dicho una estupidez.

-Tráelo para siempre. Te daré lo que sea. Te ofrezco mi alma. -Rogó Sam.

El demonio se carcajeó:- ¿Tú alma?- dijo mirando de Sam al corazón que sujetaba en las manos. -Tú alma ya no vale nada.

-¡No! -Volvió a repetir Sam negando con la cabeza. -¡Ese no era el trato!

-Sam, ¿eres tú? -Preguntó Dean mientras se asomaba a través del espejo.

Sam ayudó a salir a Dean y lo abrazó con fuerza. Las lágrimas caían sin poder detenerlas: -Esto es culpa mía, Dean. Si no fuera por mi culpa.

Su hermano lo miraba mientras le explicaba como había llegado hasta allí. A medida que le contaba el último truco del demonio el rostro de Dean se ensombrecía.

-No es culpa tuya, Sammy-Le dijo mientras sujetaba su rostro entre las manos. -Entiende esto. Yo fui quien pacto con el demonio. Yo le pedí que me dejara pasar un año más junto a ti… Pero ante todo entiende que no debes volver a intentar traerme.

Sam negó con la cabeza: -No puedes pedirme eso. -Dean le limpió las lágrimas con la manga de la camisa.

El reloj de pared comenzó a sonar y Dean besó a Sam distrayéndole para que no siguiera mirando las agujas. A penas quedaban cinco horas, pero auque les hubieran dado toda una vida no sería suficiente.

-No desaproveches el tiempo.

Dean volvió a besarlo en los labios mientras retiraba su chaqueta.

-He hecho cosas terribles-Balbuceó Sam.

Poniendo una mano sobre los labios de Sam lo hizo callar. -No desaproveches el tiempo.

Sam pasó el antebrazo sobre su rostro secando las últimas lágrimas. Ese era su aniversario y no se separarían sin aprovechar cada segundo.

Hubieran preferido estar sobre una cama enorme, pero también hubieran preferido que aquella no fuera su vida.

Apretó a Sam contra la pared. Su muslo se frotaba contra la entrepierna de su hermano arrancando gemidos. Antes de saber que sucedía el mayor de los Winchester le desabrochó los pantalones y lo ayudó a sacarse los zapatos.

Sam extendió una de las sabanas que cubrían los muebles y dejó que Dean lo recostara sobre ella. Sam terminó de desvestirse y ayudó a su amante. Nadie dijo nada nunca hace falta cuando en la sala que compartes con tu otra mitad no se escucha otra cosa que los jadeos de ambos.

Dean besó su cuello antes de morderlo; no demasiado fuerte para perforarle, pero si lo justo para que sintiera dolor. Sam gimió revolviéndose bajo su cuerpo cada vez que repetía los ligeros mordiscos por toda su piel. Quería marcarlo, que recordara que siempre sería suyo. Dean se obligó a continuar a pesar de que aquel último pensamiento había sido como una losa. Para siempre sólo era real en los cuentos.

Los dedos de Dean se enredaron entre los cabellos de Sam cuando lo obligaron a alzar la cabeza para mirarlo.

Tal vez tenía que pedirle que le olvidara, pero en aquel momento era lo último que quería: -Recuérdame. -susurró en su oído. -No olvides cuanto te quise. -Antes de que su hermano pudiera protestar lo besó con fiereza acallándole.

Sam abrió sus piernas tanto como pudo dejando que Dean lo devorara con la vista y con la lengua. La mano libre de Dean acariciaba la parte interior de su muslo provocándole un cosquilleo enloquecedoramente placentero.

Dean agarró su trasero haciéndole alzar las caderas en busca de su contacto.

-Dean… Joder. -Gimió con los dientes apretados.

Sam se echó hacia atrás dejando que tomara todo lo que quisiera de él. Cerrando los ojos con fuerza se estremeció al sentir unos suaves mordiscos sobre cada musculo del abdomen. Notaba como la presión de sus dientes iba aumentando con cada una de los trazos, cuando llegó a la ultima Sam dio un respigo. La lengua de Dean descendió sinuosa. En el momento en el que alcanzó el muslo Dean también tuvo dificultades para no morderle, pero no podía cubrir todo su cuerpo ¿O sí? El simple pensamiento sobre ello hizo que se le pusiera más dura.

Dean le abrió las piernas. Usando su saliva como lubricante Introdujo su miembro despacio. Complacido dejó pasar unos segundos viendo como el rostro de su compañero se contraía en una mueca de dolor y placer. No quería hacerle daño, no quería tener que salir de él. Lentamente, al principio, comenzó a moverse dentro y fuera de Sam mientras escuchaba cada uno de sus gemidos.

El cuerpo de Dean estaba empapado en sudor al igual que el de él. Tenía parte de la piel roja por el esfuerzo y las fuertes caricias de Sam.

Sam fue el primero en terminar. Fijándose en Dean vio un gesto de placer en su rostro que no podría olvidar. Mientras lo recibía en su interior acarició la perfección de su pecho y sus brazos

Dean gruñó antes de dar una última acometida al tiempo que se echaba contra su cuello. Las uñas de Dean le arañaron las caderas.

Yacieron juntos con la respiración agitada. Dean se hizo a un lado y ambos permanecieron acostados hasta recuperar el aliento. Él fue el primero en sentarse empezando a vestirse. Poniéndose en pie sacudió sus pantalones y miró primero hacía el reloj cuyas agujas estaban a punto de marcar la hora y después a su hermano.

El sonido de las agujas moviéndose parecía taladrar sus cabezas.

-Tal vez sería mejor si te fueras, Sam…-Antes si quiera de poder terminar la frase sonó la primera campanada. Dean se llevó una mano al cuello. Su respiración se convirtió en un gorgoteo.

-Dean, ¿Qué pasa?-preguntó Sam

-Respirar-la voz de Dean fue más un graznido antes de caer al suelo.

-No, no, no-Comenzó a repetir Sam mientras arrodillado en el suelo abrazaba a su hermano-Dean dime algo.

-No… no puedo…-La voz de Dean se apagaba mientras las heridas que había sufrido en el accidente, hace un año, se comenzaban a abrir por su cuerpo-respirar, tengo… miedo Sammy.

-¡¡No me dejes!!-Gritó Sam en la oscuridad-¡¡No me dejes!!

Las manos temblorosas de Dean cogieron el cuello de la camisa de Sam en un intento desesperado por respirar. La sangre de las heridas abiertas comenzó a empapar sus ropas. Sam sólo podía llorar mientras veía otra vez como se le volvía a escapar la vida de su hermano.

Lentamente el cuerpo maltrecho de Dean comenzó a quedarse cada vez más inmóvil la fuerza de sus manos despacio cayendo inerte al suelo. Los ojos abiertos sin vida de Dean seguían fijos en Sam y el pequeño de los Winchester gritó.

¿Cuántas horas había pasado desde que Dean había vuelto a morir entre sus brazos?

Sam no lo sabía, pero el rigor mortis ya estaba afectado al cuerpo de su hermano.

Sam dejó a Dean delicadamente en el suelo, como si temiera que cualquier movimiento brusco rompiera a su hermano.

-No pienso perderte, no de nuevo. Me da igual todo. Sólo te quiero a ti-Los dedos de Sam rozaron el cabello de Dean al levantarse.

Recogiendo una daga de entre sus ropas hizo un profundo corte en su piel lanzando la sangre contra el espejo.

-Ven cabronazo, ven si tienes huevos-la voz de Sam pareció hacer eco entre las paredes.

Las velas derretidas se volvieron a encender y la silueta del gran demonio negro se formó en medio de la habitación.

Al lado del cuerpo sin vida de Dean. Sam fue lanzado al otro extremo de la estancia para quedar pegado contra la pared.

-No tienes modales Sam-Habló pausadamente el demonio-traigo de vuelta a tu hermano y ¿Cómo me lo agradeces? Me vuelves a invocar, sin el corazón de alguien puro-el demonio se acercaba con cada palabra-Sin haber pasado un año e insultándome.

-Tráelo de vuelta para siempre-susurró Sam.

El demonio contuvo a duras penas una sonrisa.-Sam, Sam ya hemos hablado de esto. Papa Noel no existe, los bancos no son ONGS y a mí tus lloriqueos me importan una mierda-El Demonio cubrió su boca con una mano-¡¡Ups!! Eso tal vez no debí decirlo en voz alta.

-Tráelo de vuelta.

-No-Fue la escueta respuesta del demonio.

-Te daré lo que quieras-Suplicó Sam

El se burló imitando su voz -Te daré lo que quieras, tráelo, tráelo. Esta conversación me suena demasiado. No quiero tu alma, no me puedes dar nada, no eres y no tienes nada.

-Te equivocas, todavía soy algo-Contestó Sam con una sonrisa socarrona.

-¿Qué?

-Un Winchester y créeme cuando te digo que si no lo traes de vuelta, te matare y créeme cuando te digo que en cabezonería nadie gana a un Winchester.

-¿Tú? Mírate. En estos momentos pareces más un trofeo de caza disecado contra esa pared que un cazador.-escupió el demonio, como queriendo confirmarlo lo empotró aún mas contra la pared pasando un dedo por su nuca.

-Nadie hubiera dicho tampoco que alguien podría ganar a Azazel o que Lili hubiera huido de mí con el rabo entre las piernas ¿Quieres probar suerte?

El silencio se estableció en la habitación y finalmente el demonio habló-Supongamos que tienes razón. Yo traigo de vuelta al fiambre que esta manchando el suelo de sangre y… ¿qué se supone que gano yo?

-¿A parte de no acabar con tu culo en el infierno?-Contestó Sam.

El demonio frunció el ceño antes de contestar-¿Qué tal tu lealtad y el juramento de que ni tú, ni tu hermano os vais a entrometer jamás en asuntos de demonios, ni interferir en el Apocalipsis?

Sam comenzó a recordar todo lo que habían pasado por salvar a los humanos, por cazar demonios; Cuando Dean casi murió en aquel sótano electrocutado, cuando tuvieron aquel ”accidente” con el camión, las múltiples muertes con el Trickster, la muerte a manos de los perros del infierno. Él no había querido nunca aquella vida para sí mismo ni para su hermano, pero había que cazar, había que proteger a gente, había que… y lo único que había conseguido era perder a su hermano y a su amante en una sola noche.

-Pero ni tú ni ningún demonio nos tocara jamás ni nos herirá ni poseerá ni cualquier sucedáneo que implique nuestra entrada en vuestro mundo. Al rededor de donde vivamos no habrá ni tormentas ni muertes de ganado ni bombillas que titilan en la oscuridad. Es decir ninguno de los tuyos se acercara a nosotros de ahora en adelante, nunca-Dijo Sam intentado guardarse sus espaldas antes posibles imprevistos.

El Demonio sonrió-muy bien, pero eso añadirá una sorpresa de mi parte ¿Aceptas?

-Tráelo de vuelta y Tendrás mi palabra-La voz de Sam sonó alta y segura.

-Las palabras no me sirven esto es un trato, en el momento que tú o el fiambre metáis la nariz en cualquier cosa, y digo cualquier cosa fuera de lo que cualquier persona llamaría lo normal, tu pecoso hermano será polvo y gusanos.

-De acuerdo. Tú tráelo de vuelta, v-i-v-o.

El demonio chascó los dedos-¿Qué dirá a tu hermano cuando se entere en lo que te has convertido? Eso será divertido de ver.-fueron sus últimas palabras antes de desaparecer.

Sam cayó estrepitosamente al suelo, corrió hacia su hermano.

Dean comenzó a parpadear e intentó erguirse mientras tosía. Sam se arrodillo a su lado los ojos verdes sin embargo no le miraban seguían fijamente en el suelo como si la madera sobre la que se encontraba arrodillado hubiera algo tan interesante que no pudiera apartar la mirada.

-¿Dean? Dean mírame.

-Lo siento, amo no quería disgustarle-Fueron las primeras palabras de Dean al mirar a su hermano.

Sam lo abrazó con todas sus fuerzas. Lo amaba aunque no supiera cuando era el momento para una broma: -¿Estás bien?

Su hermano continuó sin mirarle. -Dean. No, no, no-la palabra se repetía frenéticamente en la cabeza de Sam mientras intentaba poner en pie a su hermano-¿Dean no me reconoces?

-Claro que le reconozco-las manos de Dean deambularon sobre el pecho de Sam mientras decía estas palabra-eres mi hermano-dijo al poner un beso en el pecho de Sam-mi amante-siguió mientras son su boca mordía el pezón de su hermano y jugueteaba con él con la lengua sobre la ropa-mi amo y señor-y justo al decir esta últimas palabras las ropas que cubrían Dean desapareció y unos brazaletes cuero aparecieron en sus antebrazos mordiendo fuertemente la carne de su hermano. Los mismos brazaletes que su hermano llevaba en la casa del demonio sobre aquella mesa de billar.

Dean descendió las manos hasta llegar a la cremallera del pantalón de su hermano. Comenzando a subir y bajar su dedo índice sobre la zona.

-Dean esto no tiene gracia.

-Mi señor ya sabe que yo no bromeo con estos juegos-susurró Dean mientras atrapaba la cremallera de Sam con los dientes y la bajaba lentamente.

-¿No te gusta mi regalito? Es mi sorpresa para ti -la voz del demonio sonó en la cabeza de Sam

-¿Qué… qué le has hecho?-jadeó Sam cuando Dean sujetó su palpitante erección entre sus manos.

-Sólo revivir a tú hermano, lo único he añadido algo de mi cuenta-respondió el demonio-Se sincero Sam tú querías esto y además así es mas divertido.

-Maldito yo no… no quería… yo sólo quería a Dean tal y como era-los jadeos de Sam si hicieron más intensos.

-Quizás consigas que vuelva a ser el que era. Todo depende de ti, pero recuerda nuestro pacto y divierte-las palabras siguieron vagando en la mente de Sam minutos después de ser dichas.

baby bang

Previous post Next post
Up