Feb 07, 2013 23:34
La distancia entre lo que un día fue y aquello que ahora predomina podría
disminuir cualquier montaña en un pendiente urbanizada, cambiaría un cuerpo de
agua en una corriente repleta de heces, ignorada por su falta de practicalidad
y belleza. Sobra a duras penas una sombra de la sonrisa, amo derrocado de este
trono, el leve impulso eléctrico cuya naturaleza tensa el efímero elástico y
merma la realidad que se desea proyectar con la que, para ser franco, habita el
vasto vacio. De la creciente chispa de decepción, surge pringas de liquido. Se
desconoce si es flameable o si puede acabar con el usurpador. Pero, detrás de
estas puertas, emanando calor en su proximidad, hay un abismo del mundo consciente,
algo inarticulable y, por ende, inmedible. Aún sin tenernos cerca, la incandescencia
perdura. Sabemos que allí yace, a la espera de nuestra curiosidad y permiso
para absorber el oxígeno a su alcance. Puede quizá mitigar momentáneamente
las llamaradas este ser, este Cristo de agua, o quizá solo enardezca la
determinación del ahora rey
El cambio ahora lo es todo, lo que yace por delante y
aquello que vale recordar.