Dec 12, 2010 00:31
Akiya sabe
que la idea que tiene Shin de la perfección es la interpretación de un sonido
perfecto, una danza perfecta, una imagen perfecta. También la cualidad de
pureza de algunas cosas.
Para él, en
cambio, es el hacer que todas esas cosas se desmoronen. Mirar la belleza del
movimiento sin refinar, saber que él ha sido quien ha causado que el bailarín
pierda el ritmo y tenga que adaptarse a otro: uno puesto por él.
Mientras
que Shin siempre trabaja para materializar su ideal en la música, hacer de las
composiciones crudas de Akiya una pieza bella y pulida; a Akiya le gusta ver el
proceso, incluso ayudar y ver cómo sus creaciones son remodeladas; también le gusta el sentimiento punzante que
esto le causa.
Él se
deleita en hacer que Shin pierda su calma. Porque el guitarrista es todo lo que
alguien podría pedir de la perfección en habilidad y dedicación, en delicadeza
y gracia cuando está concentrado en algo y su cuerpo sencillamente parece fluir
con lo que está haciendo.
Aún su piel
es perfecta, demonios.
Akiya no
puede evitar pensar eso cada vez que lo ve.
Así que
siempre se queda cuando todos se han ido y sólo quedan ellos dos, mira
intensamente al otro y trata de
entenderlo. Entonces, sólo después de haberse dejado torturar por esa pulida
perfección, de dejar que la ansiedad se concentre, Akiya hace su primer
movimiento.
Él siempre
escoge una estrategia diferente para romper la concentración del otro, para
sorprenderlo cada vez y para adaptarse a las pequeñas diferencias de cada momento.
Shin
siempre actúa perfectamente las primeras etapas de estas particulares
representaciones, siempre hace los movimientos precisos y seduce a Akiya en esa
manera exasperante, como si no se diera cuenta del efecto que causa. Pero
después se vuelve la encarnación del ideal de perfección de Akiya: cuando se
sonroja y pierde el equilibrio, cuando se vuelve incapaz de contener el impulso
de dejarse llevar y ser ruidoso. Y cuando Akiya mismo puede olvidar que
palabras como delicado o frágil existen.
Le gusta
obligar a que nuevos colores se muestren en la expresión, el lenguaje y el
cuerpo del otro. Sobre todo le gusta la manera en que los ojos de Shin se
oscurecen más y cómo su pequeño cuerpo reacciona bajo las manos y las órdenes
de Akiya.
Finalmente,
Akiya consuma su arte trazando pinturas desordenadas con estos nuevos colores,
y también con aquellos creados en la culminación de su acto.
Más tarde,
después del momento de limpiar ha pasado y ellos vuelven a sus casas, a sus
territorios privados, Akiya planea la impredecible coreografía del día
siguiente.
Y Shin lo
deja realizarla cada vez. Porque pare él también existe la perfección de un
plan bien llevado a cabo, de un juego exquisito que se hace en secreto, o de la
manera en que sus miradas a veces se cruzan y nadie más lo nota. Para Shin,
existe el contraste entre la perfección de toda una sinfonía cuando ellos
juegan de esa manera, sobre la simple melodía que él puede tocar por sí mismo.
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