Título: Que nos vean caminar por el alambre.
Fandom: Restos del Naufragio x Rompeolas
Pairing: Clara/Javi
Rating: PG-13
Resumen: Es un bar cualquiera, una noche cualquiera, septiembre en Madrid.
Notas: Para
alwaysonstandby , la enfant terrible que se convierte hoy en femme fatal. A éstos los teníamos pendientes. Love you, sweetheart. ♥
QUE NOS VEAN CAMINAR POR EL ALAMBRE
Es un bar cualquiera, una noche cualquiera, septiembre en Madrid. El garito es pequeño y oscuro: un tugurio que huele a tabaco y a ese aroma ligeramente más dulce de la hierba. Clara bebe distraída en la barra mientras sus amigas bailan en la pista. Han pasado cinco meses desde las playas frías, San Sebastián y Xoel y, joder. Joder. Ninguno le parece lo suficientemente bueno desde entonces. Cinco meses sin echar un polvo porque sabe que no le tomarán el pelo por las mañanas, ni la llamarán ‘reina’. Al menos no con acento de Vigo.
- Hey, perdona - de repente. - ¿Tienes fuego?
Se gira para encontrarse con un tipo flaco, con la mirada húmeda y la sonrisa canalla. Aún hace calor en la capital, y la camiseta de manga corta deja al descubierto los tatuajes de los brazos. Tinta y color.
- No, lo siento - contesta.
- Es verdad. Tienes más pinta de llevarlo por dentro - y le sonríe y ella no quiere ser una presa fácil. No aún.
- Menudo piropo, chico. Te las llevarás a todas de calle.
- Y además soy músico. Haz cuentas.
Ahora sí, ahora se ríe. Con la cabeza echada hacia atrás, el cuello expuesto y los ojos cerrados.
*
La camarera del bar le da fuego. Un mechero Bic recargable, plástico, horrible. La camarera es parecida a su mechero: labios de silicona, tetas de silicona, cerebro de silicona. Camiseta demasiado corta y sonrisa peligrosa.
- Ésas son las peores.
- No, guapa. Las peores son las de las tetas de verdad.
*
Se largan del garito porque los borrachos empiezan a poblar más que las esquinas. Una terracita en Tirso, las dos de la mañana, se oye una sirena de policía. Habrá redada de okupas en Lavapiés. Él se llama Javi, toca la guitarra en un grupo y fuma con los ojos entrecerrados: ahora un pitillo, ahora un canuto. Le habla de un bar, el Doble o Nada, como si fuera la tierra prometida.
- Está aquí a tres pasos, podemos ir luego.
- ¿Qué hay allí que sea tan importante?
Entonces Javi se pasa una mano por el pelo, le sonríe, saca otro cigarro y lo enciende con los restos del anterior.
- Y parecía inocente, la niña bien - calada, silencio, calada. - Te voy a contar una historia, guapa. Ella era rubia y fumaba mucho, yo era un idiota que le pidió fuego una noche.
Clara escucha, pero Javi se detiene.
- Qué coño, tienes que verla para creerme.
*
Caminan durante un rato. Clara saca el móvil y pone música, porque los silencios siempre le han resultado incómodos. Salta una de Pereza y Javi hace un gesto. Sus sonrisas son pequeñas, crecen en la comisura de los labios y no se expanden del todo. Como si los propios recuerdos le impidieran hacerlo completamente.
- Voy volviendo a la vida, soltando lastre, viviendo al día, trabajando en traje… - canturrea él. Clara le sigue, como se siguen los borrachos.
- Y si puedo aguantar el tirón, soy insuperable, o escribir una canción: a ver qué sale…
Se ríen, cantan juntos hasta llegar a la puerta. Hay un cartel encima del quicio: Doble o Nada, anuncia, y a Clara le parece amenazante a primera vista. O apuestas o lárgate. Javi respira hondo a su lado.
- A ella le encantaba esa canción.
*
Ambos cruzan la puerta y los envuelve el humo y la música. Javi mira hacia la barra y la ve. Y entonces se quedan allí, no dan un paso más y Clara puede sentir la importancia del momento. Ella también la ve. Es rubia de revista, tiene un piercing en el labio y un tipo le enciende un cigarrillo, acodada en la barra. Parálisis en los músculos tatuados. Suena una canción que ambos reconocen.
Javi no da un paso adelante, no apuesta. Se larga.
Aeropuertos, vicios caros, son los restos del naufragio…
*
No le cuenta el resto de la historia, porque dice que es demasiado triste y Madrid está demasiado bonita como para joderlo. En cambio, la lleva a pasear por Gran Vía. Ven amanecer entre los vendedores ambulantes de rosas y cuando llega la hora de desayunar, Javi dice que empieza su hora de dormir.
- No te ofendas, guapa. Hoy toco y tengo que descansar.
- No me ofendo, no eres mi tipo.
Ambos ríen. No se miran a los ojos, como los desconocidos.
- Ha sido una noche cojonuda, ¿sabes? Podrías volver a llamarme - le dice Javi.
- No lo creo. Tengo mi propia Lía.
- ¡No me has contado esa historia!
- Tal vez te la cuente la próxima vez que nos veamos.
- ¿Y cuándo será eso?
Clara lo estudia un segundo y ve en él rastros de la camarera del Doble o Nada. Como si no hubiera pasado el tiempo. Ni en él, ni en ella.
- Adiós, Javi.
Se da media vuelta y busca la boca de metro más cercana. No tiene ganas de apostar. Se larga.