Camaradas, intentaré seguir con el anecdotario a pesar de este catarrazo que tengo por culpa de pasearme semidesnuda por la ciudad olívica a altas horas de la madrugada. En fin.
Como ya sabrán, el tiempo no acompañó a nuestro queridísimo y predilecto festival pero, eso sí, el primer día incluso aborrecimos y odiamos el solazo. En parte esto se debe a que llegamos a eso de las cuatro -¡hora punta de calor, somos muy inteligentes!- sin haber comido y con, sinceramente, muy pocas ganas de montar nuestro palacio. Así que una vez encontrado (siempre a la derecha, lección más que aprendida) el sitio idílico para clavar piquetas e hinchar la cama restform (que nos regaló una siesta y un par de clases de surfeo) comenzamos a (sobre)alimentarnos. Comparando la ubicación de nuestro campamento con la de años pasados ésta había mejorado millones, sin embargo, y cómo no, suele haber peros y en este caso la pendiente era el más grande de ellos. Nuestra tiendita estaba a la sombra, rodeada de árboles y no en la zona del caminito con lo cual sería más difícil embarrarnos o que nos la tirasen pero, eso sí queridos lectores, estaba en medio de una pendiente. Imagínate la ladera de una montañita, que desciende y justo en medio de esta bajada coloca una tienda en perpendicular. Pues así estábamos con lo cual las horas de sueño eran de lo más irrisorias pues había que luchar contra la gravedad para no escurrirse, forzar las caderas y resignarse cuando, entre sueño y sueño, me despertaba acurrucada con Nati a los pies de nuestro hogar portatil.
Una vez montada tan bien pero mal un personaje, subido a un árbol del que colgaba un cartel que ponía "o amor é lindo" tocaba una trompeta mientras nos gritaba ¡qué facedes rapazas! Hartas de ignorarle decidimos contestarle y nos ayudó a hinchar la colchoneta. Posteriormente sería bautizado como AMIGO.